viernes, 5 de noviembre de 2021

SIN ATADURAS: CAPÍTULO 53

 

Paula conducía de regreso a casa cuando vio a Pedro corriendo por el parque. Este le hizo una seña para que parara. Cuando vio el cartel de prácticas que llevaba en la ventanilla trasera, alzó una ceja.


–No solo me he examinado del teórico –explicó Paula, orgullosa–. También he pasado el práctico.


–Era de esperar –dijo Pedro mientras entraba en el coche–. A fin de cuentas, ya llevas tiempo suficiente circulando por las calles.


Paula dejó escapar una risita mientras recorría el último tramo.


Pero la sonrisa se esfumó de sus labios cuando, al salir del coche en el garaje, sus pies se hundieron en un charco de varios centímetros de altura. El agua se estaba escapando de algún grifo.


–Puede que hayamos dejado abierta alguna manguera –dijo Pedro a la vez que desaparecía rápidamente por la puerta lateral del garaje.


Volvió un instante después, pero el agua seguía corriendo.


–Probablemente se haya roto una tubería. Voy a llamar a un fontanero –dijo a la vez que sacaba el móvil del bolsillo.


Paula supuso que aquello iba a costar un dinero que no tenía. Empezó a trasladar las cajas al jardín. Las que se encontraban a ras del suelo debían estar empapadas.


–Deberías trasladarte a la casa mientras esto se seca –dijo Pedro mientras esperaba a que atendieran su llamada.


Paula negó con la cabeza. No pensaba trasladarse a vivir con Pedro. Sus instintos le habían estado diciendo que pasaba demasiado tiempo con él.


–Arriba no habrá humedad, y tampoco creo que esto tarde mucho en secarse –dijo, con la esperanza de que la factura del fontanero no fuera excesiva.


Pedro frunció el ceño al ver que levantaba una pesada caja.


–No hagas eso. Ya lo… –se interrumpió cuando alguien atendió finalmente su llamada.


jueves, 4 de noviembre de 2021

SIN ATADURAS: CAPÍTULO 52

 

Aquello era cierto. Pedro se quedó momentáneamente anonadado ante la claridad del pensamiento de Paula. Era cierto que le gustaban y atraían las aventuras breves, y si era cuando estaban de viaje, mejor.


–Tienes razón. Me costó mucho conquistar mi libertad y no pienso renunciar a ella por nadie.


Paula asintió con expresión comprensiva.


–Sé exactamente cómo te sientes. No lamento nada de lo que he hecho estos últimos años, pero ahora quiero recuperar mi tiempo, mi libertad. No quiero que nada ni nadie me retenga –concluyó con una traviesa sonrisa.


A pesar de que parecían estar de acuerdo, Pedro no las tenía todas consigo.


–Entonces, ¿hablas en serio respecto a lo de no casarte ni tener hijos?


–Creo que he salido a mi madre –dijo Paula mientras se arrellanaba en el sofá–. No me quiso tener a su lado a pesar de que decidió seguir adelante con su embarazo. Yo no pienso hacerle eso a nadie.


–¿Tampoco quieres una relación permanente?


–Prefiero tener sucesivos amigos de juego.


Paula estaba citando la propia filosofía de Pedro, pero a este no le gustó cómo sonó saliendo de su boca. No le gustaba la idea de que renunciara por completo a la posibilidad de estar con alguien. Merecía que la adoraran, que la cuidaran como un tesoro.


Pero no debía seguir aquella línea de pensamientos. Pulsó el botón de pausa para seguir viendo la película, pero le resultó imposible concentrarse en los movimientos de los bailarines. ¿Se habría contenido en todas sus relaciones anteriores solo por si surgía algo mejor? No lo creía, pero incluso después del desastre con Diana había pensado que lo único que tenía que hacer era ligar con la mujer adecuada. Pero Paula no era la mujer adecuada. De hecho, empezaba a preguntarse si existiría aquella clase de mujer.


Pero no le gustaba nada que Paula quisiera seguir sus pasos en lo referente a las relaciones.


No le gustaba nada.




SIN ATADURAS: CAPÍTULO 51

 

Después de comer, Pedro dejó un libro en la mesa delante de Paula


–¿Has visto algunas vez esto?


Paula leyó el título y frunció el ceño.


–Es el código de circulación –continuó Pedro–. Necesitas estudiarlo porque mañana vas a hacer el examen teórico.


–No pienso hacerlo.


–Claro que sí, o de lo contrario…


–De lo contrario, ¿qué? –dijo Paula.


–No seguiremos adelante con los demás puntos de tu lista –replicó Pedro.


Paula frunció el ceño.


–Te estás tirando un farol.


Pedro se apoyó contra el respaldo de su silla y palmeó su regazo, como sugiriendo que Paula se sentara a horcajadas en él.


–Pruébame.


Paula no pudo evitar ruborizarse.


–No me hace falta. Sé cómo divertirme sola.


–Creo que averiguarás que el placer solitario no es tan dulce como el compartido.


Paula tomó el libro y lo abrió por una página al azar. En realidad, lo único que quería era enterrar su ardiente rostro en él. Pedro tenía razón.


–Si quieres, puedes hacer las prácticas con mi coche –continuó él–. Así estarás cubierta por mi seguro.


–Gracias, pero no.


–¿Te asusta conducir un vehículo que de verdad corre?


–Creo que ya sabes que no me asusta la velocidad –Paula le dedicó una sensual mirada por encima del aburrido libro del código de circulación.


–Para ti todo acaba siendo sexo.


–¿Y vas a quejarte? –preguntó Paula en tono burlón–. Somos sexo, Pedro. Formamos un buen equipo –dijo, pero no estaba siendo totalmente sincera, ni siquiera consigo misma. Se levantó rápidamente de la mesa–. Tengo una película de baile increíble para esta noche.


–No puedo esperar a verla –comentó Pedro en tono irónico.


En aquel momento recibió un aviso de mensaje entrante en su móvil. Tras leerlo masculló una maldición.


–¿Qué sucede? –preguntó Paula.


–Al parecer uno de los chicos se ha metido en un lío. Ha estado engañando a su mujer, la prensa se ha enterado y mañana va a aparecer la noticia en todas las portadas –Pedro movió la cabeza–. Ese es el motivo por el que no deberían casarse. El compromiso no encaja con este estilo de vida.


Paula rio.


–¿Hablas en serio?


–Totalmente. Los jugadores están sometidos a una gran presión. Están fuera muy a menudo, y son todo adrenalina; de alguna manera tienen que liberarse. Las relaciones a distancia no funcionan, y en este negocio hay aún más factores para que los matrimonios fracasen.


Paula lo miró, asombrada.


–No estamos hablando de gente que se pasa meses fuera, ni siquiera semanas. Estamos hablando de días.


–No entiendes las tentaciones a que se enfrentan.


–Oh, vamos. La tentación pasa a tu lado por la calle a diario. Los hombres que ceden a la tentación en viajes tan cortos lo harían igualmente aunque no estuvieran de viaje –dijo Paula con firmeza–. El problema no es el estilo de vida, sino los hombres que no saben tener la bragueta subida. No quieres renunciar a tu libertad por si aparece algo mejor. Eso está bien, pero no trates de utilizar tu trabajo como excusa. Si quisieras renunciar a tu libertad lo harías, pero no quieres.






SIN ATADURAS: CAPÍTULO 50

 

Unos días después, cuando volvió del estadio por la tarde, encontró las ventanas de la casa abiertas y música de baile vibrando.


Los Knights habían jugado otro partido en casa. Paula había bailado y él había cumplido con su papel de médico. Después no asistieron a las celebraciones. Volvieron a casa y lo celebraron por su cuenta. Desde entonces, cada noche habían comido sus respectivas cenas en la terraza. Pedro había tratado de utilizar tópicos de conversación no conflictivos, e incluso había logrado convencerla para que viera películas con él. La primera noche había cedido al deseo de Paula de ver películas de ballet, pero luego fueron alternándolas con otras de intriga. Pedro estaba satisfecho de cómo iban las cosas, porque no le gustaba pensar en Paula a solas en su diminuto estudio. A fin de cuentas, no había motivo para que no pudieran pasar un rato juntos.


Paula estaba en la cocina, con el pelo sujeto en un moño, sin maquillaje y vestida con un delantal. Pero cuando vio a Pedro el azul de sus ojos pareció intensificarse.


Pedro se acercó al fogón. Olía bien.


–Déjame probar.


Paula tomó una cuchara de madera y la introdujo en el recipiente en que estaba cocinando.


–Mmm –parecía imposible, pero sabía aún mejor de lo que olía.


–No tiene sal, ni huevo, ni leche, ni aceite, ni gluten, ni carne…


–Ni diversión –interrumpió Pedro.


–Antes de saber todo eso te gustaba –protestó Paula.


–Eso es cierto.


–Y todo es orgánico.


–Estoy realmente impresionado.


Paula miró a Pedro con los ojos entrecerrados.


–En serio –dijo él, y rio–. Es asombroso.


Paula asintió, satisfecha.


–Hago una salsa genial.


Pedro sonrió.


–¿Cómo has llegado a saber todo eso?


–Investigué mucho sobre la relación de la alimentación y el cáncer. Los tomates son muy buenos.


–¿Tu abuelo estuvo enfermo?


Pedro contuvo el aliento mientras esperaba a que Paula respondiera. Era la primera pregunta personal que le hacía desde la noche en que ella le había murmurado algunos de sus secretos.


Paula asintió brevemente y siguió ocupándose de la comida con especial esmero. Pedro trató de no fruncir el ceño y se acercó a ella por detrás.


–¿Qué quieres?–preguntó Paula.


–El pago por dejarte usar mi cocina –contestó Pedro en el tono más libidinoso que pudo.


–¿Qué clase de pago? –preguntó Paula con una traviesa sonrisa.


Era tan fácil excitarla… Pero no lo era tanto conseguir que se abriera.


–Tres botellas de salsa. Y…




miércoles, 3 de noviembre de 2021

SIN ATADURAS: CAPÍTULO 49

 

Paula no supo cuánto tiempo había pasado cuando volvió a encontrarse con la cabeza apoyada en el hombro de Pedro. Lo único que sabía era que se sentía increíblemente relajada y agotada. Sabía que debía volver a su habitación, pero estaba tan cansada… y tan calentita. Nunca la habían abrazado de aquella manera en la cama, de manera que le iba a llevar un rato encontrar la energía necesaria para levantarse.


–¿Echas de menos a tus abuelos? –preguntó Pedro.


La pregunta fue tan inesperada que Paula contestó sin pararse a pensar.


–Todos los días.


–¿Y nunca has tratado de localizar a tu padre?


Paula estaba a punto de quedarse dormida, pero sabía que tenía que contestar.


–Nunca he tenido suficiente información para seguir adelante –murmuró–. No hay nadie a quien preguntar. Mi madre se fue al Reino Unido al día siguiente de darme a luz y nunca volvió. Les pregunté un par de veces a mis abuelos por qué, pero no quería hacerles sufrir. A fin de cuentas, ellos se habían convertido en mis verdaderos padres. Tuvieron a mi madre cuando ya eran mayores, y fue una hija muy obstinada y testaruda. Yo no podía hacerles lo mismo. Pero ahora ya no están y puedo hacer lo que desee –no tenía que responder ante nadie excepto ante sí misma. Aunque no lamentaba cómo había sido su vida hasta entonces, había llegado su momento. Eso era lo que había heredado de su madre: la necesidad de no sentirse atada–. No dejo de preguntarme por qué no quiso aceptarme, por qué me abandonó y se fue al extranjero. Debió sucederle algo que hacía que le doliera incluso mirarme….


Acababa de expresar todo aquello en alto, y hasta entonces nunca se lo había dicho a nadie. Abrió los ojos de par en par mientras sentía que su corazón se endurecía por momentos. Estaba cometiendo una tontería. No podía permitir que los deliciosos y felices momentos posteriores al orgasmo le hicieran creer que había algo de auténtica intimidad entre Pedro y ella.


Ya hacía rato que debería haber vuelto a su dormitorio. Pero tenía que irse sin aspavientos, como si no acabara de confesar algunos de sus pensamientos más íntimos.


Besó a Pedro en el hombro y salió de la cama cuando él aflojó su abrazo. Luego trató de pensar en algo impersonal que decir. Al contemplar por la ventana la oscuridad reinante en el jardín, dio con ello.


–¿Te importa si utilizo tu cocina para preparar algo con el exceso de tomates que hemos recolectado? –preguntó mientras tanteaba en el suelo en busca de su ropa. Lo último que quería era que Pedro pensara que estaba tratando de invadir su espacio–. Lo haré mientras estés trabajando.


–Claro que no me importa –a Pedro no le gustó que sintiera que tenía que preguntárselo. Por unos instantes había creído estar penetrando su reserva, que era incluso más densa que el seto de la casa. Era evidente que estaba escapando.


–Es solo porque mi cocina no es lo suficientemente grande –añadió Paula.


–No tienes cocina –replicó Pedro sin poder contenerse. Tan solo tenía un fogón de cámping, un microondas y una mini nevera llena de botellas de champán.


Paula se limitó a sonreír antes de salir.


Pedro trató de no dejarse llevar por la decepción. Deseó que se hubiera quedado con él.




SIN ATADURAS: CAPÍTULO 48

 


Paula se estiró en la cama de su viejo dormitorio. Era hora de volver a la realidad de su actual camastro, pero Pedro la tenía rodeada con su poderoso brazo y se sentía demasiado a gusto como para moverse.


–¿Por qué has esperado hasta ahora para viajar? –preguntó Pedro perezosamente.


–Tenía que dejar preparado este sitio –las reparaciones necesarias después del terremoto habían sido caras y le había llevado tiempo ahorrar el dinero necesario para pagarlas.


–¿Y nunca has tenido tiempo de podar el seto?


Paula rio con suavidad.


–No. Al principio lo dejé porque estaba demasiado ocupada. Luego noté que mantenía a la gente alejada y me gustó la idea de preservar mi intimidad.


–¿Y qué piensas hacer cuando se te acabe el champán? ¿Tienes una nueva lista de proyectos o piensas viajar indefinidamente?


–Hay una nueva lista. Tendré que comprar el champán allí donde esté.


–¿Y qué es lo primero en tu lista?


–Vas a pensar que es una tontería.


–No, claro que no.


–Quiero ir al ballet en Londres.


–¿El ballet? ¿Eso es el número uno de tu lista? –preguntó Pedro en tono ligeramente escéptico


–Empecé a bailar a los tres años y estudié trece años seguidos –protestó Paula–. Siempre he soñado con ir allí.


–Si te gustaba tanto, ¿por qué lo dejaste? ¿No podías permitirte las clases?


–Mi profesora me ofreció clases gratis, pero el problema era el tiempo. Tenía otras cosas que hacer –contestó Paula. Su abuela acababa de enfermar y su abuelo necesitaba ayuda para cuidarla.


–De manera que quieres ir al ballet en Londres –dijo Pedro con una evidente falta de entusiasmo.


–Sí. Quiero ver al Royal Ballet en Covent Garden. Me gustaría asistir a la representación de algún clásico. No es lo tuyo, ¿no? –añadió Paula con ironía.


–¿Todos esos tíos dando saltitos en leotardos y sin decir nada? No –bromeó Pedro.


Paula le dio un suave rodillazo en el muslo.


–Sabía que ibas a decir algo de los leotardos. ¿Por qué os sentís los tíos tan amenazados por ellos?


–No son solo los hombres. Las bailarinas también suelen ser huesudas, sin formas, sin apenas pechos… No son precisamente sexys.


Paula se irguió en la cama, indignada.


–¿No te gustan las bailarinas?


Pedro sonrió de oreja a oreja y alzó una mano para volver a atraer a Paula contra su costado.


–Creo que ya sabes lo que siento por tu cuerpo.


Paula decidió que aquella respuesta no era suficiente y se resistió.


–No solo me parece fantástico –añadió Pedro mientras daba marcha atrás sin ningún pudor–. Es tu forma de moverlo. Se nota que sabes lo que estás haciendo y a la vez da la sensación de que es algo inconsciente. Tienes una gracia natural que no había conocido hasta ahora.


–Vas a tener que seguir con los cumplidos porque aún me siento insegura en el departamento de la falta de pechos.


Pedro rio.


–Tu estás muy bien surtida en ese departamento.


–Con mi sujetador para realzarlos.


–Como ya sabes, me gustas mucho más sin sujetador –Pedro deslizó una mano hacia arriba por el estómago de Paula para demostrarlo–. De hecho, creo que estarías genial en alguna revista; ya sabes, con esas borlas en los pezones… –añadió a la vez que le hacía tumbarse y se situaba sobre ella.


–Siento decepcionarte –murmuró Paula mientras le dejaba hacer–, pero no creo que lo mío sea la revista.


Pedro siguió acariciándola íntimamente.


–Si ya es demasiado tarde para el ballet clásico, podrías dedicarte a enseñar, o tener tu propia tienda de productos para el ballet. Te gusta la venta al público, ¿no?


–Me encantaba ir a las tiendas de baile a mirar los… trajes –murmuró Paula a la vez que separa las piernas para facilitarle el acceso–. Siento debilidad por las lentejuelas y las mallas…


–Pues yo creo que deberías probar las borlas.


Pedro echó las caderas atrás al instante para penetrarla con firmeza.





SIN ATADURAS: CAPÍTULO 47

 


Paula utilizó su diminuta ducha como excusa para mandarlo a paseo. Sentía que necesitaba respirar un poco. No se había acostado con Joaquín porque este no la había excitado lo suficiente como para tenerla en el suelo bajo su cuerpo, jadeando, retorciéndose de placer… como acababa de hacer Pedro. No podía creer que le hubiera permitido hacerle todo lo que le había hecho, ni que le hubiera gustado tanto que ya empezaba a excitarse de nuevo…


Mientras se vestía se dio cuenta de que tenía hambre. Cuando bajó a por algunas verduras para su comida, encontró a Pedro en la terraza, cortando un trozo del enorme bistec que tenía ante sí.


–¿Por qué no te quedas aquí a comer? –preguntó Pedro en tono desenfadado–. Apenas debes caber en tu apartamento con todo lo que tienes amontonado. Prometo que no te morderé.


Paula no contestó de inmediato. Resultaba intrigante comprobar lo cómoda que se sentía cuando tenían relaciones sexuales y lo incómoda que parecía ante la perspectiva de pasar con él un rato normal. ¿Sería tímida en el fondo? Dado el atrevimiento con que había llevado el asunto de su virginidad, no resultaba muy lógico pensar aquello, pero, teniendo en cuenta otros detalles de su comportamiento, la idea resultaba bastante lógica.


–Yo ya casi he terminado –añadió para tratar de facilitarle las cosas.


Tres minutos después Paula estaba sentada a la mesa, con el plato lleno de comida. No era de extrañar que estuviera tan delgada. Pedro mantuvo el tono de conversación ligero hasta que Paula empezó a animarse y a responder. Él contó algunas anécdotas de su trabajo y ella sazonó la conversación con algunas de las suyas. Resultó que trabajaba unas horas a diario en la tienda de regalos de la esquina, tienda a la que no entraban casi nunca jóvenes de su generación.


Pedro no entendía por qué trabajaba La conversación siguió en un tono lo suficientemente interesante como para retenerla allí hasta que oscureciera y el dormitorio les hiciera señas.