sábado, 30 de enero de 2016

A TRES PASOS: CAPITULO 20






Y lo hizo, vaya si lo hizo. Después de trabajar allí un mes, no tenía un minuto libre y si podía dormir, lo hacía en cualquier parte. La situación del país era tan desastrosa, que estaban colapsados de trabajo y todo lo que hacía, era poco.


Al transcurrir cuatro semanas, se decidió a decírselo a su hermano y le escribió un mail explicándoselo todo. No habló de Pedro, sino de que necesitaba un cambio y se había decidido. Le habló de su vida allí y de los amigos que había hecho. También le explicó porque no se lo había dicho antes, para no preocuparlo. Al enviarlo se mordió el labio inferior pensando en si había hecho bien, pero ya no había más remedio, así que no debía lamentarse.


Tres días después estaba pasando consulta a las mujeres, cuando llegó un coche a toda prisa. Se oyeron gritos en el exterior y sonrió a la mujer que estaba atendiendo antes de salir preocupada. Lo que vio le dejó de piedra. Pedro gritaba a Wilson preguntando por ella y Paula se acercó corriendo porque estaba fuera de sí. – ¿Pedro?-él volvió la cabeza y suspiró aliviado al verla bien.- ¿Qué haces aquí?


-Recoge tu pasaporte que nos vamos de aquí.


-¡Un momento!-exclamó Wilson asombrado.


-Mira chaval, no te metas en esto. –dijo Pedro fríamente- Se viene conmigo.


-¡Tiene un contrato!- miró a su alrededor, buscando a Christopher seguramente.


-Espera Wilson, que yo me encargo- dijo todavía sorprendida de que estuviera allí.


Cogió a Pedro del brazo y tiró de él separándolo del grupo que se había congregado allí- ¿Se puede saber qué haces aquí?


-¿No está claro? –la miró furioso a los ojos- ¡Santiago me ha llamado y como no podía venir a buscarte, he venido yo! ¡Ahora recoge tus cosas que nos largamos de este sitio, ya!


-¿Estás mal de la cabeza? Le expliqué a Santiago porque había venido y…


Christopher se acercó muy serio y se cruzó de brazos mirando a Pedro con los ojos entrecerrados- ¿Qué coño pasa aquí?


Pedro se enderezó evaluándolo. El jefe era tan corpulento como él y se miraron retándose- Lo que pasa es que me llevo a Paula de aquí.- la empujó por el brazo- Vete a recoger tus cosas.


-No se va a ningún sitio sino quiere.


-Claro que sí. –sacó un papel del bolsillo del pantalón sonriendo irónicamente y a Paula se le erizó el cabello de la nuca, pues sabía que allí no pondría nada bueno. –Da la casualidad que en este país puedo hacer con mi mujer lo que me dé la gana.


Paula abrió la boca sorprendida y vio como Christopher abría el papel. Después de leerlo apretó los labios furioso- ¿Esto es verdad?


Paula le arrebató la hoja y vio que era un certificado de matrimonio. No se lo podía creer. ¡Había falsificado un certificado de matrimonio para que tuviera que seguirle!- Serás… ¡Esto es falso!


Pedro sonrió- Eso no lo descubrirán hasta que la embajada lo confirme y tardará mucho tiempo, nena. ¡Ahora súbete al coche!


Paula miró a Christopher pidiendo ayuda, pero él negó con la cabeza- No puedo hacer nada. Si viene la policía, le darán la razón y además no quiero problemas. Recoge tus cosas.



Sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas por la frustración –Pero hasta dentro de tres semanas no llega Anne.-dijo hablando de la doctora que estaba sustituyendo.


-Tendremos que arreglarnos.


Paula miró a Pedro furiosa- ¿Nos dejas solos un momento, Cris?


Su amigo le tendió el papel a Pedro, que lo cogió de mala manera mirándolo con desconfianza- Escúchame bien- le dijo cogiéndolo de la barbilla para que la mirara.- No puedo irme. ¡Aquí me necesitan!


-Me importa muy poco. Vas a volver conmigo. ¿Sabes cómo está tu hermano? ¡Me llamó de los nervios porque estabas aquí! –La cogió del brazo para acercarla y la fulminó con sus ojos verdes –No puedo creerme que esté aquí para buscarte. Me juré que nunca más pisaría un país árabe. Recoge tus cosas, Paula.


-Hay muchos enfermos. Necesitan mi ayuda.


-O te subes al coche o te juro que llamo a la policía- dijo entre dientes.


-No entiendo lo que está pasando. Santiago sabía que volvería en unas semanas.


-¡Ni veinticuatro horas más te vas a quedar aquí!- le gritó a la cara. Se levantó la camiseta furioso-¿Quieres que te hagan algo así?


Paula jadeó al ver las cicatrices que atravesaban su torso. 


Le habían cortado diagonalmente repetidas veces de un lado a otro, no para matarlo sino para torturarlo. Le miró a los ojos y él dejó caer la camiseta- Vete a por tus cosas, Paula. No te lo repito más.


-No.-una lágrima cayó por su mejilla- Tú has decidido seguir con tu vida y yo voy a hacer lo mismo. No tienes ningún derecho a decirme cómo debo vivir la mía. Siento que te haya pasado eso, pero no es justo que hagas daño a otras personas por lo que te ocurrió a ti. Es inútil e infantil.-Pedro palideció e iba a decir algo pero ella le interrumpió- Volveré a casa cuando termine mi trabajo. No pienso dejar que otras personas sufran porque tú quieras. Me voy a quedar.


Pedro se pasó una mano por su cabello negro- No me hagas esto, Paula.


-Una vez te dije que mis decisiones no siempre tenían que ver contigo y era verdad. Te quería y tú me trataste como una mierda. Necesitaba hacer esto para sentirme mejor conmigo misma. No tienes ningún derecho a venir aquí y organizar mi vida. Eso se acabó.


Se iba a girar pero él la cogió por los brazos desesperado- Nena, no puedes quedarte aquí. Te pueden secuestrar y…


-Es mi decisión.- respondió angustiada por el dolor que veía en sus ojos. –En tres semanas volveré a casa.


Pedro apretó los labios.- ¿Qué le digo a Santiago?


-Nada. Le escribiré un mail en cuanto tenga un rato libre. Ahora vete por favor, tengo mucho trabajo.


Él la miró intentando buscar una solución –Está bien- dejó caer los brazos y le dijo mirándola a los ojos- Llamaré a la policía.- sacó el teléfono del bolsillo y Paula se quedó de piedra al ver como marcaba.


-¿Qué haces?- sorprendida vio que todo le había dicho le había entrado por un oído y le había salido por el otro.


-No esperarías que no hubiera venido preparado. Tengo el teléfono de la comisaría más cercana grabado en la memoria. –se lo acercó a la oreja y para su sorpresa le escuchó hablar en árabe. Nerviosa le sujetó de la muñeca apartando el teléfono de su boca y él la miró a los ojos- Recoge tus cosas. No lo repito más.


A Paula le entraron tantas ganas de matarlo, que frustrada le gritó furiosa a la cara- ¡Te odio!


-¡Estupendo! ¡Pero te vienes conmigo!


-¡Paula!- se volvió hacia Christopher que los estaba observando- Tienes que irte.


Asintió al ver que su jefe estaba realmente preocupado. Ignorando a Pedro fue hasta su tienda y se quitó la bata. 


Debajo llevaba ropa normal, así que sólo tenía que meter algunas cosas en la mochila. –Dame el pasaporte.- vio que Pedro la había seguido y estaba en la puerta controlándola.


-¿Por qué?


-¡Porque lo digo yo!


Furiosa lo sacó del bolsillo de la mochila y Pedro puso los ojos en blanco al ver donde lo tenía guardado- ¿Qué?


-Nada. Ahora ya no importa- dijo arrebatándoselo de la mano antes de cogerla de la muñeca y tirar de ella al exterior.- Larguémonos de aquí.


-¡Espera, me quiero despedir!- protestó al ver que la llevaba directamente al coche.


-Envíales un mail- la metió en el asiento trasero de mala manera y cerró de un portazo. Mientras él se sentaba en el asiento delantero, al lado de otro hombre que ella no había visto, miró por la ventanilla y saludó con la mano a sus compañeros, que todavía estaban algo confusos. Sintió mucho irse así y cuando el coche salió a toda prisa, los miró por la luna trasera. Wilson le hizo un gesto como si escribiera y ella asintió antes de darse la vuelta. Pedro la miraba como un halcón y dijo algo en árabe antes de que el conductor acelerara aún más.


Se dio cuenta que no iban hacia la ciudad y entrecerró los ojos – ¿A dónde vamos?


Pedro la miró con los ojos entrecerrados- No hables. Te lo explicaré más tarde.


Asombrada por su contestación, vio que el coche entraba en una pista privada donde había varios aviones privados. En cuanto se detuvieron Pedro prácticamente salto del coche y abrió la puerta trasera-Vamos.


Cogió la mochila y bajó con su ayuda. La llevó hasta un jet que ya estaba preparado- ¿De quién es?


-De un amigo.- la metió en el avión y rápidamente se cerraron las puertas.


-Llamabas al avión ¿verdad?- preguntó cuando la sentó a toda prisa.


Pedro sonrió abrochándole el cinturón. –No sabía que te encontraría tan rápido.


Le vio sentarse a su lado mientras el avión comenzaba a moverse- ¿A dónde vamos?


-A la base de Rota en España, allí cogeremos un avión de carga del ejército que va a los Estados Unidos.


-¿Santiago te ha ayudado en esto?


-¡Él lo ha organizado todo!- le dijo furioso.- ¡Al parecer no tienes ni idea de donde estabas metida!


-¡Sí que lo sabía! ¡No soy tonta!


-Eso es cuestión de opiniones.- la cogió de la nuca acercándola a él- ¡Te juro que si te llego a pillar cuando me lo contó, te hubieras llevado una tunda!


-¡Serás imbécil! ¿Quién te crees que eres para decirme lo que tengo que hacer?- le gritó a la cara.


Pedro la besó con fuerza como si quisiera castigarla y Paula gimió intentando apartarse, pero él suavizó el beso. Paula al sentir sus caricias lloriqueó de anhelo-No llores, cielo- susurró él contra sus labios antes de besarle las mejillas por donde corrían sus lágrimas- No podía dejarte allí. Sería como arrancarme un brazo.


-¿Qué te importa?


Se alejó para mirarla a los ojos- Me importa mucho. Tú me importas mucho- a Paula se le cortó el aliento- Tanto que por eso me he alejado a ti. ¿No lo entiendes?


-No.


Pedro le acarició las mejillas- Te hago daño. Sé que lo hago. Por eso me fui.


-Pero yo…


-No es justo para ti. –la miró intensamente- No es justo que te trate así, pero no significa que no me importes. No podía dejarte allí, cuando existe la posibilidad real de que te pase algo horrible.


Se dio cuenta que no quería darse la oportunidad de tener algo con ella por no hacerla sufrir y no entendía que así sufrían los dos. Le miró a los ojos y susurró- Yo te quiero.


Pedro suspiró- Nena, no digas eso.


-Es la verdad…- le sujetó del brazo para que no se apartara- Dime que no me quieres.


-No te quiero- respondió sin mirarla a los ojos.


A Paula le dio un salto el corazón y se dio cuenta que sí que la quería, así que sonrió sorprendiéndolo- Mientes.


-Paula… no te montes películas- entrecerró los ojos al ver que su sonrisa se ampliaba.- Paula…- la advertencia de su voz la hizo acercarse y robarle un beso.


-Ahora no te libraras de mí, ¿sabes?


-¡Paula!


-Ya te has mudado ¿verdad?


-¿Por qué lo preguntas?-la desconfianza en su voz la hizo encogerse de hombros.


-Sólo es curiosidad.


-No vas a vivir conmigo.


-No.


Miró al frente y cerró los ojos- Voy a dormir un ratito. He dormido poco desde que he llegado.


-Paula…


-Hablamos luego ¿vale?


Su mente ya estaba maquinando lo que tenía que hacer.






A TRES PASOS: CAPITULO 19






El vuelo a Alepo se le hizo eterno y cuando llegó al aeropuerto estaba agotada. Pero un hombre joven con un cartel con su nombre la esperaba a la salida y ella sonrió –Yo soy la doctora Chaves.


-Bienvenida- dijo extendiendo la mano. Se la estrechó y un hombre que había al lado los miró mal. –Aquí tenemos mucho trabajo y eres muy bienvenida.


Sonrió apartando la mano rápidamente y asintió- ¿Nos vamos? Estoy agotada.


-Sí, aunque tendrás que dormir en el coche, porque tenemos dos horas de viaje hasta nuestra ubicación. Por cierto, soy Wilson Patrick.


-Bien Wilson, pues vamos allá.- dijo poniéndose la mochila al hombro.


Al salir sintió el calor y empezó a sudar enseguida. – ¡Vaya!


-Te acostumbrarás.


Wilson tenía ganas de que le hablara de todo lo que pasaba en casa y ella que sabía que no iba a poder descansar, le habló de todo un poco. Al llegar vio el enorme campamento.- Sí que debe haber trabajo.


-Bastante, toda ayuda es poca. Ven, que te presentó al jefe.


Le cogió la mochila y la llevó hasta una tienda de campaña donde un hombre estaba pasando consulta. Debía tener sobre cuarenta años e intentaba que un niño tomara una medicina de una cuchara. Levantó la vista y sonrió al verlos- Enseguida estoy con vosotros.


Le hizo una mueca graciosa al niño y Paula sonrió al ver como distraído el niño se tragaba la medicina. Su madre con un traje que la cubría de arriba abajo mostrando únicamente los ojos, le dijo algo al niño y lo cogió en brazos. El idioma iba a ser un problema.


-Él es Christopher, el jefe- Paula se acercó con la mano extendida y él se la estrechó –Me alegro de estar aquí.


-¿Qué tal el viaje?


-Agotador.


-Pues vete a descansar y en cuanto te repongas, te pondré al día. Si lo hago ahora, no tendré toda tu atención.-le guiñó un ojo.- Wilson ¿te encargas tú?


-Claro. Ven por aquí, Paula.- la llevó a través de varias tiendas y le indicó una –Tendrás que compartirla con Julia, la enfermera jefe.


-No me importa- dijo entrando y viendo la litera vacía. No había mucho espacio, pero no iba a pasar dentro mucho tiempo.


-Te dejo para que duermas un poco. Seguramente dormirás hasta mañana, pero te dejaré un plato de comida sobre la mesa por si te despiertas con hambre.


-Gracias. Eres muy amable- susurró quitándose las botas.
Wilson la miró- Aquí no sólo cuidarás de los demás sino que cuidaremos de ti.-dijo antes de irse.


Cuando se tumbó vestida sobre la cama, miró la lona y pensó que allí tendría que acostumbrarse a dormir con luz.





A TRES PASOS: CAPITULO 18





Diez días después, sin llamarla ni una sola vez, se dio cuenta que no sólo había tenido una sesión y cuando pasó un mes, se dijo a sí misma que aquello no tenía futuro. 


Malena no sabía qué decirle después de haberse desahogado, porque se veía a la legua que estaba totalmente enamorada de él.


Fueron unos días eternos y se pasaba casi todo su tiempo libre tumbada en el sofá totalmente deprimida. Contrató a alguien para que le anclara la estantería y al fin pudo colocar sus libros. También le cambiaron la lámpara de la cocina y le quitaron el agujero de la pared pero la mancha del sofá no se quitó. Aquel color anaranjado en el centro del cojín le recordaba que Pedro quería hacerle daño y lo estaba consiguiendo.


Un sábado estaba en la cama mirando al techo porque ese día no trabajaba y escuchó ruidos en el piso de al lado. 


Entrecerró los ojos mirando en esa dirección y salió lentamente de la cama. No podía ser que hubiera vuelto y no se hubiera acercado a saludar.


En pijama corto de verano, salió del piso y vio que la puerta estaba abierta. Al entrar se quedó de piedra al ver a varios hombres recogiendo cosas- ¿Qué hacen?


-La mudanza.


-¿La qué? –asombrada vio que metían los trastos de Pedro en cajas.


Un hombre de unos sesenta años con un bigote canoso enorme y una gran barriga, se acercó- La mudanza del señor Alfonso.


Sintió que su mundo se desmoronaba mientras aquel hombre la observaba preocupado por su palidez- ¿Se encuentra bien?


Asintió y susurró- ¿Y a dónde llevan los muebles? Soy su vecina, es por si llega alguna carta o algo.


-Ah –se alejó hasta una tablilla y levantó una hoja- A los Ángeles. Le escribiré la dirección por si ocurre algo.


-Gracias.


Se iba a los Ángeles y no le había dicho nada. Maldito cobarde. Se iba a enterar. Cogió el papel que le tendió el hombre y después de volver a agradecérselo volvió hasta su piso.


Lo primero que hizo fue coger su móvil y llamar a Carolina.- ¿Sabías que se iba a los Ángeles?


-Me lo dijo ayer por la noche.


-¿Sin decirme nada? ¿Se esfuma y ya está?


-Me ha dicho que necesita un cambio- su hermana estaba claramente preocupada –Ni yo he podido convencerle.


-Le voy a llamar.


-A ver si a ti te escucha.-dijo esperanzada.- Leticia se ha llevado un disgusto horrible y Roberto está a punto de subir al primer avión.


-¿Ya está allí?


-Está buscando apartamento. Ya ha puesto los pisos a la venta.


Cerró los ojos pasándose la mano por la frente- Esto es increíble.


-Quiere romper con todo y no sé qué hacer- dijo su hermana llorando.


-No te preocupes, lo arreglaré.


-Si te enteras de algo, llámame.


Después de colgar marcó el número de Pedro pero no se lo cogió. Descolgó después de la tercera llamada- ¿Diga?


-¿Qué estás haciendo, Pedro?


-Creo que está claro.


-No hace falta que te vayas de la ciudad para perderme de vista. Lo he cogido- dijo sintiendo que su vientre se desgarraba.- Lo que menos quiero es que te separes de tu familia por mi culpa. No hace falta que pongas el país por medio.
El silencio al otro lado de la línea, le hizo cerrar los ojos intentando retener las lágrimas.- Me iré yo. –susurró.-Buscaré otro piso.


-Paula….


Sorbió por la nariz antes de decir- No te preocupes ¿vale? Antes de que vuelvas ya no estaré aquí. Pero vuelve, por favor. Leticia tiene un disgusto enorme y no quiero que recaiga sobre mi conciencia que te separes de tu familia por mí.


-Yo te compro el piso por lo que pagaste, si quieres.


Asintió mordiéndose la lengua pensando que al final siempre se salía con la suya- Le diré a mi abogado que se ponga en contacto contigo. Adiós, Pedro.


-Paula…- colgó antes de escuchar nada más, porque un sollozo escapó de su garganta. Desgarrada se sentó en el sofá apretándose el estómago pensando que era una pena porque cuando estaban bien, era maravilloso. Miró a su alrededor y apretó los labios pensando que iba a echar de menos esa casa por todo lo que conllevaba, pero no podía obligarle a aceptarla en su vida.


Se levantó con las piernas temblorosas y fue hasta el armario. Sólo se llevaría su ropa. Todo lo demás lo dejaría allí porque no pensaba llevarse nada más. Le recordaría a Pedro y quería erradicarlo de su mente. Después de hacer las maletas vestida en vaqueros y camiseta, llamó a Carolina.- Dios mío, ¿al final te vas tú?


-Sí. Ya he hecho las maletas.


-No sé cómo agradecerte- Carolina se echó a llorar. –Gracias, Paula.


-No tienes que agradecerme nada. Además me han ofrecido un trabajo fuera de la ciudad y estoy pensando en aceptarlo.


-¿Un trabajo en otro estado?


Sonrió irónica- Sí, en otro estado.


-Siento no volver a verte.


-Son cosas que pasan. Adiós, Carolina. Dale un beso muy fuerte a Leticia de mi parte.


-Adiós, Paula. Suerte.



***


Cuando su amiga la vio con las maletas ante su puerta, solamente extendió los brazos para abrazarla con fuerza. Se pasaron todo el día y toda la noche hablando. Paula se dio cuenta que necesitaba un cambio y le dijo que estaba pensando aceptar el trabajo nuevo.


-No puedes salir huyendo.


-No huyo. Sólo es un cambio temporal. Volveré.


-No me gusta que te vayas. ¡Estoy embarazada, tienes que apoyarme!- dijo su amiga con tristeza.


-Todavía tengo que pensarlo bien.


Una semana después su abogado la llamó diciendo que tenía que firmar unos papeles. Después de hacerlo, recibió una transferencia con el dinero y sintió al ver el recibo que su vida había terminado. Ya no tenía ganas de nada. Su amiga la observaba preocupada y se dio cuenta que era una carga para ella, cuando estaba empezando a disfrutar de su nueva vida con su pareja. Así que se decidió. Habló con su jefe que le concedió la excedencia y una semana después tenía la mochila hecha para coger su vuelo a la mañana siguiente. – ¿Estás segura de lo que vas a hacer? ¿Lo has hablado con Santiago?


-No- respondió mirando su café- No le he comentado nada. No quería preocuparlo.


-¡Por Dios, te vas con médicos sin fronteras a una zona inhóspita de Siria! ¡Allí están en guerra!


-Necesitan médicos y la experiencia será enriquecedora.


-¡Eso sino te matan!- Malena tomó aire intentando tranquilizarse- Tienes que pensarlo más, hablarlo con tu hermano.


-Todo está bien- forzó una sonrisa mostrando la enormes ojeras que tenía desde que se había ido del piso. –Necesito hacer esto.


-¿Quieres castigarte por algo? Tú no has hecho nada malo.


-En este momento necesito saber que mi vida tiene sentido.-dijo al borde de las lágrimas- ¿Lo entiendes? Allí ayudaré a gente.


-¡Ayúdalos aquí!


-La decisión está tomada Malena y necesito que me apoyes en esto.


Su amiga la miró con sus ojos marrones y la abrazó- Como te pase algo, te mato.


Sonrió aferrándose a lo único fijo que tenía en su vida- Te quiero. Te voy a echar de menos.


-Quiero que me llames y me escribas mails todos los días.


-Lo haré.