miércoles, 5 de mayo de 2021

FANTASÍAS HECHAS REALIDAD: CAPITULO 17

 


La suave presión de los labios de Pedro contra los suyos sorprendió a Paula, que se quedó paralizada unos segundos. Luego el corazón empezó a latirle como loco, y la sorpresa se convirtió en deseo.


Pedro se levantó sin apartar los ojos de ella. Paula se levantó también, y rodearon la mesa para encontrarse el uno en brazos del otro. Paula se agarró a sus hombros aturdida. La había pillado con la guardia baja, se dijo: aquella cena romántica, la luz de la luna, la suave música… Todo eso había disipado las tensiones acumuladas en su cuerpo. Hacía tanto tiempo que no se sentía tan relajada… Había estado tan ocupada intentando levantar cabeza para reconstruir su vida… Incluso el haberse abierto acerca de su divorcio la había hecho sentirse bien. Sin embargo, también había hecho añicos su coraza; la había dejado desprotegida.


Dios, a veces Pedro podía resultar brusco y hasta algo hosco cuando hablaba, pero… vaya si se tomaba su tiempo cuando besaba… Paula subió una mano a su cuello, y sus dedos se enredaron en el corto cabello de él para luego saborear la textura algo áspera de la sombra de barba en sus mejillas.


Los labios de Pedro, que se movían con seguridad sobre los suyos, consiguieron que abriera la boca para dejar paso a su lengua. Paula se apretó más contra él, y su respiración se tornó entrecortada.


El olor del aftershave de Pedro se mezclaba con el aroma salado del mar, y el sabor a especias en su boca sazonaba su beso, tentando sus sentidos e instándola a mandar la lógica a paseo. Las caricias de su lengua le hicieron desear más. Más de él.


Qué fácil sería seguirlo al dormitorio y arrojar a un lado todo el estrés y las preocupaciones igual que las prendas de las que se despojarían. Sin embargo, luego llegaría el amanecer, y con él todas aquellas preocupaciones regresarían multiplicadas por la falta de autocontrol de ambos.


Aquello era una locura y no podía permitirse locuras. Aferrándose a la poca fuerza de voluntad que le quedaba, e incapaz de despegar sus labios de los de él, se apartó de él.


Se apartó, pero no demasiado; apenas unos milímetros. Cada vez que Paua inspiraba sus fosas nasales se veían inundadas por el olor de Pedro. Se notaba mareada, pero no era tanto por la falta de oxígeno como por el efecto que Pedro tenía en ella.


Éste la condujo hasta su silla, cosa que Paula agradeció porque le temblaban las piernas, y él volvió a sentarse también, sin apartar los ojos de ella. No dejó de observarla un segundo.


Paula dejó escapar una risa nerviosa.


–Esto no me lo esperaba.


–¿Lo dices en serio? –inquirió él .


El pulso acelerado en la vena de su cuello era la única señal visible de que el beso que acababan de compartir lo había dejado tan agitado como a ella.


–Yo llevo queriendo besarte desde que subí al avión –añadió Pedro–. En ese momento tuve la sensación de que la atracción era mutua, y ahora sé que lo es.


Iba a contestar a la arrogancia de Pedro pero un pensamiento hizo que un escalofrío la recorriera.


–¿Por eso me pediste que viniera? ¿No para cuidar de tus hijos sino para intentar seducirme?


Se irguió en la silla deseando llevar puesto algo que le diera un aspecto serio y profesional, en vez de un albornoz y la camiseta que él le había prestado.


–Creía que habíamos hecho un trato, y que los dos estábamos de acuerdo en que no se deben mezclar los negocios con lo personal –añadió.


–¿Y entonces por qué has respondido a mi beso? –le espetó él.


–Me he dejado llevar por mi instinto.


–Entonces admites que te sientes atraída por mí.


Paula sabía que negarlo no serviría de nada.


–Sabes que sí, pero eso no implica que quiera tener nada contigo. No va a volver a ocurrir. Y si por eso vas a volverte atrás respecto a nuestro trato, me da igual. No voy a acostarme contigo para conseguir lo que quiero –le dijo poniéndose de pie.


–Eh, eh… espera un momento –le pidió Pedro levantándose también. Rodeó la mesa para colocarse frente a ella y le frotó el brazo con la mano para tranquilizarla–. Me has malinterpretado. Para empezar, no creo que seas la clase de persona que utiliza su cuerpo para abrirse camino en el mundo. Y en segundo lugar, nunca he ofrecido dinero ni privilegios a una mujer a cambio de sexo, ni pienso hacerlo.



FANTASÍAS HECHAS REALIDAD: CAPITULO 16

 


Hacía demasiado tiempo de la última vez que había practicado el sexo. Ésa tenía que ser la razón de aquella reacción desproporcionada que estaba teniendo, se dijo. Y a juzgar por el fuego que había en los ojos de ella, parecía que Paula estaba sintiendo lo mismo.


Pedro estaba empezando a darse cuenta de que tenían algo más en común que aquella fuerte atracción. Los dos habían salido escaldados de un matrimonio que había sido un desastre, los dos se habían volcado en el trabajo, y ninguno de los dos quería una relación seria que pudiera traer complicaciones a su vida.


¿Por qué no dejarse llevar entonces por esa atracción? Sí, podría funcionar, sólo sexo, sin complicaciones, sin ataduras. Había un segundo dormitorio vacío donde no despertarían a los niños, y desde lo suyo con Pamela siempre llevaba preservativos encima. Con un embarazo inesperado ya había tenido bastante.


Además el ambiente no podía ser más romántico, con la luz de la luna bañando el balcón, y Paula no llevaba demasiado debajo del albornoz. ¿Por qué no tantearla?


Tomada la decisión, Pedro sacó la rosa del jarroncito que había en medio de la mesa, y deslizó el rojo capullo por la nariz de Paula, que parpadeó sorprendida, pero no dijo una palabra ni se movió. «Qué diablos», pensó Pedro. Y, envalentonado, trazó el contorno de sus labios con el capullo antes de inclinarse hacia delante y besarla.



FANTASÍAS HECHAS REALIDAD: CAPITULO 15

 


Pedro dejó su copa en la mesa con cuidado. La sangre le hervía en las venas con lo que estaba oyendo, y temía que, de no soltar la copa, la haría añicos.


–A ver si lo he entendido: ¿tu ex te dejó porque no podíais tener un hijo juntos?


–Bingo –respondió ella con una sonrisa tirante.


–Menudo imbécil –dijo Pedro–. Sería un placer ir y patearle el culo en tu nombre.


Paula esbozó una débil sonrisa.


–No es necesario, gracias. Ya no soy tan boba como era antes; ahora, cuando creo que alguien se merece una patada en el culo se la doy yo misma.


–Me alegra oír eso –respondió Pedro.


Admiraba sus agallas y la fuerza interior que tenía. Por lo que le había contado, parecía que había reconstruido su vida después de dos duros golpes que habrían dejado noqueada a la mayoría de la gente.


–Intento no machacarme con aquello. No tenía mucha experiencia escogiendo a la gente que dejaba entrar en mi vida, así que supongo que era de esperar que lo nuestro no funcionara.


–Pues a mí me parece que quien lo estropeó fue él y no tú –Pedro alargó una mano y le acarició suavemente la mano.


Paula abrió mucho los ojos, como sorprendida, pero no apartó su mano.


–Gracias por el voto de confianza, pero estoy segura de que hubo algo de culpa por ambas partes.


–Eso siempre es algo difícil de dilucidar –murmuró él retirando su mano.


–¿Y qué me cuentas de tu ex? ¿Tiene por costumbre irse por ahí y dejarte a los niños?


–No, en realidad no.


La verdad era que Pamela, a pesar de cierta diferencia de opiniones en cuanto al cuidado de sus hijos, era una buena madre. De hecho, cada vez que se los dejaba lloraba como una Magdalena.


–Venga –lo instó Paula–, yo te he contado la patética historia de mi matrimonio; ¿cuál es la tuya?


Pedro prefería no hablar de sus fracasos, pero la luz de la luna y la buena compañía lo empujaron a hacer una excepción.


–Bueno, tampoco fue un drama griego, ni nada de eso. Pamela y yo tuvimos un romance y ella se quedó embarazada –dijo. Lo que Pamela no le había dicho era que a la vez estaba viéndose con otro hombre–. Así que nos casamos por los niños. Lo intentamos, y nos dimos cuenta de que no funcionaba. Cuando los bebés nacieron el divorcio ya estaba en curso.


–Por cómo lo cuentas da la impresión de que lo has llevado todo con mucha calma.


¿Con mucha calma? Nada más lejos de la verdad, pero la vida seguía.


–Tengo a los gemelos. Y Pamela y yo estamos intentando ser unos buenos padres para ellos. Bueno, hasta hoy al menos creía que eso era lo que estábamos haciendo.


Paula alargó una mano para ponerla sobre la suya.


–No puedo decir que entienda lo que tu ex ha hecho hoy, pero creo estáis haciendo un buen trabajo con vuestros hijos. Son unos bebés sanos y preciosos.


El contacto de la suave piel de Paula hizo que una ráfaga de deseo se disparase por las venas de Pedro, pero trató de centrarse en la conversación.


–Bueno, son un par de torbellinos, pero haría cualquier cosa por ellos. Cualquier cosa.