miércoles, 27 de octubre de 2021

SIN ATADURAS: CAPÍTULO 29

 


Pedro estaba casi listo para el partido. Había vendado un par de rodillas y tenía su botiquín portátil listo. Pero tenía la cabeza en otra parte. Se había vuelto loco por aquella provocativa y preciosa mujer a la que había puesto voluntariamente fuera de su alcance. Salió a dar una vuelta, decidido a recuperar la perspectiva. Caminaba por uno de los pasillos del estadio cuando estuvo a punto de pasar de largo junto a la sombra que se hallaba en los peldaños de una escalera. Pero su cuerpo reconoció de inmediato a Paula.


–¿Qué haces aquí, Paula?


–Nada. Descansar un momento. Vete, por favor.


–No –dijo Pedro con firmeza a la vez que se acercaba a ella–. Estás disgustada. ¿Qué pasa? ¿Te ha molestado alguno de los jugadores? –preguntó, apretando los puños.


–¿Qué? ¡No!


Pedro le creyó, pero también captó la emoción que emanaba de su voz. Había visto mucho miedo en su trabajo, y lo estaba viendo en Paula en aquellos momentos. Su forma de aferrar las manos juntas, el brillo de terror que había en su mirada…


–Dime lo que te pasa, por favor –dijo, preocupado, reprimiendo el impulso de abrazarla allí mismo para que se sintiera a salvo.


–Estoy bien. En serio. Solo me estaba tomando un respiro. El vestuario huele demasiado a perfume y a laca –Paula se dio cuenta de que estaba parloteando. ¿Por qué estaba parloteando?–. Quería dar un paseo para despejarme –miró a Pedro con los ojos abiertos de par en par, frenéticos–. Estoy nerviosa.


Pedro sintió un intenso alivio al saber que se trataba de eso, pero tenía demasiada experiencia sobre el asunto como para quitarle importancia y reírse de ella.


–Eres una buena bailarina. Lo harás muy bien.


Paula negó violentamente con la cabeza.


–Nunca había hecho antes. Nunca he bailado ante una audiencia.


–¿Qué? –tenía que estar bromeando.


–El estadio está lleno –Paula siguió hablando, cada vez más deprisa–, la televisión emite el partido y va a haber millones de personas viendo el partido. Hace años que no voy a una clase de baile. Bailé de pequeña, pero cuando la abuela se puso mala dejé de ir a clases. Soy autodidacta; no tengo la categoría suficiente para bailar junto a chicas profesionales y con experiencia. ¿A quién trato de engañar? No puedo hacerlo.


–Sí que puedes –dijo Pedro con firmeza.


Ella negó vehementemente con la cabeza, temblorosa, a punto de echarse a correr.


–Imagina que estás en el jardín y que nadie te está viendo –Pedro se acercó un poco más a ella y trató de hablar con mucha calma–. Bailas increíblemente bien en el jardín –la había visto a menudo y sabía cómo se movía. Un millón de veces mejor que cualquiera de las otras chicas.


Paula lo miró aún más asustada.


–No puedo hacerlo.



SIN ATADURAS: CAPÍTULO 28

 

Paula se sentía avergonzada e incómoda mientras se ponía el traje de baile. Pedro la estaba evitando. Aquella mañana había visto cómo agachaba la cabeza al ver que ella alzaba la mirada hacia las ventanas desde el jardín. También había visto cómo se había dado la vuelta en cuanto la había visto en el otro extremo de uno de los largos pasillos del estadio. De manera que estaba claro que había metido la pata hasta el cuello. Pedro no estaba en lo más mínimo interesado en ella; tan solo se había limitado a flirtear un poco para divertirse. Y ahora que conocía su pasado, probablemente temía que fuera demasiado frágil y pudiera volverse tan loca como su ex.


–¿Lista? –preguntó Carolina a la vez que echaba atrás su melena con un movimiento de la cabeza.


Paula asintió sin decir nada. Estaba claro que debía haber hecho más caso a la advertencia de Carolina sobre Pedro.


Pero en aquellos momentos debía enfrentarse a su primera noche de baile como una Silver Blade. Se miró en el espejo, tratando de convencerse de que si no se reconocía a sí misma, nadie más lo haría y, por tanto, no pasaría nada si hacía un completo ridículo en la pista. Pero estaba aterrorizada; toda su confianza se había esfumado. Trató de respirar profundamente, pero lo que necesitaba era aire fresco, no las nubes de laca acumuladas en el vestuario de las Blade.




SIN ATADURAS: CAPÍTULO 27

 

Al mirar a Pedro vio en su rostro lo que nunca había visto en ningún otro.


–No necesito compasión, Pedro –dijo, molesta–. Hace más o menos un año habría estado bien –fue incapaz de no lanzarle un último reto–. Lo que necesito ahora es un poco de diversión y aventura. Ya ha pasado mucho tiempo –en aquella ocasión no habló en susurros, ni dedicó a Pedro una tímida sonrisa, sino que lo dijo con total sinceridad.


–No creo que lanzarse a lo más hondo sea la forma de arreglar las cosas –contestó Pedro de modo tajante.


Paula no podía creerlo. ¿El flirteo de hacía unos minutos solo había sido eso? ¿Pedro seguía negando aquello? No sabía cómo había adquirido su fama de playboy, pero estaba claro que se había equivocado con él. Y se sentía mortificada por haberse lanzado tan descaradamente a conquistarlo.


–¿Crees que no podría manejarlo? Me he enfrentado a más de lo que puedas imaginar –dijo, aunque no pensaba darle los detalles de su triste historia para ganar puntos. Ya estaba bastante enfadada consigo misma por haberle contado todo aquello. Lo último que quería era su compasión.


Pedro la miró atenta e intensamente durante unos segundos.


–Nos veremos en el partido mañana –dijo mientras se alejaba–. Baila con fuerza –añadió por encima del hombro