miércoles, 4 de diciembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 32




Pedro la miró en silencio, furioso. El golpe en la cabeza no había sido accidental, estaba seguro, y la tensión que notaba en ella, la manera en la que evitaba su mirada, lo dejaba bien claro.


-¿A tu marido le ha molestado que viajes conmigo? Si quieres, puedo hablar con el.


-No. déjalo, por favor. Hay muchas cosas que no entiendes.


Un tenso silencio cayó sobre ellos y Pedro tuvo que hacer un esfuerzo para no pisar el acelerador al límite mientras iban al aeropuerto.


-¿Por qué vamos a París? -preguntó Paula-. Quizá deberías darme algún detalle. Para saber qué hago allí.


-Sebastian Vaughn, mi cliente, es un viejo amigo. Fuimos jumos a la universidad y ahora mismo está en París con su abuela. Mañana es el ochenta cumpleaños de Madame Roussel y Seb no quiere perderselo. pero tengo que repasar unos detalles con él antes de que su caso se vea en los tribunales el viernes.


-Ah, muy bien.


-Seb está casado con Elisa Trent una famosa modelo -siguió Pedro- Parecen una pareja que lo tiene todo, pero la realidad es que llevan cinco años intentando tener un hijo. Elisa ha sufrido numerosos abortos, pero esta vez el embarazo iba bien... hasta que un paparazzi la persiguió para hacerle unas fotografías. En su desesperación por escapar de él, Elisa salió a la carretera y fue atropellada por un coche.


-Qué horror. ¿Y qué pasó?


-Al principio temieron por la vida del niño, pero todo va bien. Seb se dedica a la política y es conocido por sus opiniones pacifistas, pero aquel día lo vio todo rojo. Atacó al fotógrafo y le rompió la cámara... y ahora se enfrenta con una denuncia por agresión.


-Y tú vas a defenderlo.


-Naturalmente.


-Pero supongo que habría testigos...


-Sí, compañeros de profesión. Y todos van a testificar contra Seb.


-¿Cómo vas a defenderlo?


-Tengo que demostrar que había circunstancias atenuantes para su comportamiento. Si le condenan, su carrera política habrá terminado. Los medios de comunicación le crucificarán...


-Cada uno defiende lo suyo, claro.


-Algunos medios actúan con la mayor indecencia. Seb y Elisa son personas conocidas y solo por eso se convierten en objetivo para las revistas del corazón, que hablan de su vida privada como si tuvieran derecho a hacerlo. Y la ley no hace nada para protegerlos.


-Es evidente que este caso te importa de verdad -sonrió Paula.


-Claro que me importa. Además, Seb sólo estaba haciendo lo que haría cualquier
hombre decente... proteger a su mujer.


-¿Detecto una nota de romanticismo? -bromeó ella. Pero la había emocionado. Sería maravilloso sentirse amada y protegida de esa forma-. Nunca lo habría imaginado.


Pedro se encogió de hombros.


-A lo mejor soy un anticuado, pero yo daría mi vida por proteger a mi mujer... si la tuviera.


-¿En serio?


-Yo creo que el matrimonio es un compromiso para siempre. Especialmente, si hay niños de por medio.


-¿No crees en el divorcio?


También ella había creído en el matrimonio como algo para siempre. E hizo lo que pudo. 


Más que eso. Había soportado a Leo cuando debería haberlo echado de casa a patadas. Pero Leo no era como Pedro y el amor fue una ilusión que se rompió al poco de casarse. Al final, fue ella quien exigió el divorcio, pero Leo se había marchado sin mirar atrás y sin interesarse por su hija en absoluto. Su repentina decisión de reanudar el contacto con Maia era extrañísima y Paula sospechaba que había alguna razón oculta tras el interés de su ex marido.


-Claro que creo en el divorcio. Hay muchas razones para divorciarse y la violencia domestica es una de las más importantes.




SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 31




El ruido del deportivo de Pedro podía oírse por la Calle mucho antes de que se detuviera en la puerta de su casa el lunes por la mañana y Paula tomo su bolsa de viaje y salió corriendo. 


No sabía cómo Leo era capaz de conocer cada uno de sus movimientos y quizá sólo lo había dicho para asustarla, pero no quería arriesgarse. 


No quería que supiera que se había ido del país sin Maia.


-¿Por qué tanta prisa? No llegamos tarde.


-Sí. bueno, pero tenemos que ir al aeropuerto y nunca se sabe con el tráfico.- contestó ella, mirando alrededor como si esperase ver salir a Leo de detrás de un árbol.


Pedro estaba guapo con traje, pero con unos vaqueros negros y un jersey del mismo color estaba impresionante; la chaqueta de pana negra le daba un toque informal al atuendo. En la oficina parecía inaccesible, pero delante de su casa, en vaqueros... Horrorizada, Paula descubrió que le temblaban las piernas.


-Sube. ¿Qué te pasa? Estás muy pálida.


-Estoy bien, no me pasa nada.


-¿Seguro?


-Estoy cansada, nada más. Anoche no dormí bien.


-No me cuentes los detalles -murmuró él. Pero cuando iba a arrancar se fijó en un moratón que tenía en la frente y que intentaba ocultar con el pelo-. ¿Qué es eso?


-Nada. Me he chocado con una puerta. Era la verdad, pero no podía decirle que Leo la había seguido hasta el interior de la casa y se había chocado con ella, deliberadamente, estaba segura, haciendo que se golpeara contra el quicio de la puerta. Un golpe que la hizo ver las estrellas. Durante su matrimonio Leo nunca fue deliberadamente violento, pero era muy rencoroso y Paula había sufrido numerosos accidentes... como cuando cerró la puerta del coche de golpe rompiéndole dos dedos de la mano, por ejemplo.


Un hecho que el juez no pareció tener en consideración cuando dictaminó que Leo podía visitar a Maia dos fines de semana al mes Ni cuando dictaminó que tenía derecho a la mitad de la casa... que Paula había pagado.


La justicia era ciega, desde luego. Y lo único que le quedaba a una mujer en su situación, víctima de un juez injusto o incompetente, era intentar salir adelante de la mejor manera posible.





SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 30




Paula volvió a casa esa noche preocupada por el viaje a París, pero la carta del abogado de su ex marido la hizo olvidar el viaje de inmediato.


La carta le recordaba brevemente que, según los términos del divorcio, Leo podía visitar a su hija cada dos fines de semana y que, si seguía impidiendo que viera a la niña, el asunto terminaría en los tribunales.


-Yo nunca he impedido a Leo que viera a la niña -le explicó a su hermano, furiosa. - Al principio, cuando firmamos el divorcio lo animaba a que viniera a verla. Quería que tuvieran una buena relación. Pero no te puedes fiar de Leo. O aparecía cuando no le correspondía o no llegaba cuando lo esperábamos... y después de un tiempo dejé de llamar para recordarle cuándo debía venir a ver a Maia. Así que no entiendo esta carta. ¿Por qué no me ha llamado para decirme que pensaba venir a verla? ¿Por qué me manda una carta su abogado?


-Está jugando contigo.- contestó Chris-. Siempre ha sido un canalla y un manipulador. Detrás de esa imagen de niño bonito, hay un cerebro muy retorcido.


-Dímelo a mí. ¿Pero por qué esta carta ahora? Nosotros no hemos discutido nunca por la niña y Leo nunca se ha interesado por ella. Sólo quería dinero. Por eso pedí una ampliación de la hipoteca... para darle su parte. Estoy segura de que busca algo.


Paula intentó olvidarse de la carta y un paseo por el parque con Maia el sábado por la mañana ayudó a poner las cosas en perspectiva.


Pero la tranquilidad duró poco.


-Hola Paula qué guapa estás -Leo estaba apoyado en el capó de su coche cuando llegaron a casa.


-Vaya, que sorpresa- Paula estaba decidida a mantener la calma, pero la sacaba de quicio que la mirase con aquella expresión desdeñosa-. Supongo que has venido a ver a Maia.


-Claro que sí. Hola, Maia, ¿no le das un besito a papá?


La niña parpadeó solemnemente antes de volverse hacia su madre


-¿Papá? -pregunto inocentemente.


Paula sonrió para animarla.


- Papá ha venido a visitarte, cariño. ¿No te gusta que haya venido?


Pero Maia no se movía de su triciclo, insegura.


—No quiere darme un beso -murmuró Leo.


-No esperaras que se eche en tus brazos después de tanto tiempo. No te reconoce.


—Pues ya es hora de arreglar eso -replicó su ex marido-. A partir de ahora vendré cada dos fines de semana... quizá más a menudo si el juez me da la razón. Y me la llevaré a casa.


-¿A qué viene ese repentino interés por la niña?


-Es mi hija, ¿no?


-Es hija tuya desde hace casi cuatro años -replicó Paula-. Y no hacía falta que hablaras con tu abogado. Yo nunca he puesto ninguna pega para que vinieras a verla, todo lo contrario. ¿Qué buscas. Leo? No te has molestado en atender a la niña desde que nació. ¿Por qué esa repentina determinación de convertirte en padre modelo?


Leo se pasó una mano por el pelo rubio, con cuidado para no estropearse el peinado.


-Voy a casarme otra vez y quiero que Maia tenga una vida estable... no que se quede en casa de los vecinos mientras tú te tiras a tu novio en el coche.


Paula lo miró con una mezcla de horror e incredulidad.


- ¿Cómo sabes...?


Pero no termino la frase. No pensaba darle explicaciones a su ex marido.


-Me lo ha contado un pajarito. No hay nada que yo no sepa, cariño. Y no pienso dejar que a mi niña la críen una sucesión de «tíos»... aunque tengan coches caros.


Paula se había quedado tan sorprendida por la visita de Leo que estuvo a punto de llamar a Pedro para decirle que no podía ir con él a París. Pero, ¿qué excusa podía inventar? Pedro Alfonso la había contratado creyendo que no tenía hijos. Y si se lo contaba y la despedían, Leo podría conseguir la custodia de Maia...


El sentido común le decía que su ex marido no podría quitársela. Pero Leo era listo y manipulador. Y, aunque odiaba admitirlo, siempre le había tenido miedo.