jueves, 28 de noviembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 12




Pedro se enorgullecía de ser un hombre justo un hombre que jugaba limpio, y durante todo el día había estado regañándose a sí mismo por no creerla cuando parecía una persona sincera.


Estando tan cerca podía ver sus ojeras, su piel tan transparente que podía trazar las venitas azules con un dedo. Era exquisitamente bella, tan delicada como una figurita de porcelana... y tuvo que apartar la mirada antes de que la tentación de besarla fuera demasiado fuerte, como había estado a punto de pasar en el parque.


-Si te sigue doliendo el hombro después de tantas horas, deberías ir al médico. Apártate la blusa para que pueda echar un vistazo.


Paula parpadeó, indignada. 


-¡No pienso quitarme la blusa delante de ti!.


-No te estoy pidiendo que te quites la blusa, sólo que la apartes un poco para ver si tienes un hematoma. Y he visto el hombro de una mujer muchas veces, te prometo que no soy un violador. -suspiró Pedro.


Era tan arrogante, pensó Paula, enfadada. 


-Esta mañana no has querido creer que había tenido un incidente y ahora, de repente, te conviertes en un médico de familia. Me duele el hombro, pero no me he roto ningún hueso Y ya me lo curare cuando llegue a casa.


-Muy bien. Ponte la chaqueta, vamos al hospital.


-¡No! -exclamó ella, cruzando los brazos.


Pedro la miraba conteniendo una sonrisa. De brazos cruzados y con aquella expresión parecía a punto de dar una patadita en el suelo.


-Tú eliges. O te miro yo o te mira un médico.


La respuesta de Paula fue desabrochar un par de botones y apartarse la blusa unos centímetros mientras lo fulminaba con la mirada.


Al ver el hematoma que cubría su hombro, Pedro hizo un gesto de rabia.


-¿Qué ha pasado exactamente? ¿Te han pegado?


-No, es que el ratero me empujó cuando salí corriendo tras él... y me di contra un bolardo -suspiró ella-. Pero conseguí recuperar el bolso.


-Serás tonta...


-¿Qué?


-Podría haber tenido un arma. ¿Que habrías hecho si ese hombre hubiera sacado una navaja? Pero bueno... no mides ni medio metro y se te ocurre enfrentarte a un ladrón...


-No lo pensé. Vi que le quitaba el bolso a una señora y salí corriendo -suspiró Paula, horrorizada al percatarse de que se le veía el encaje del sujetador. Desde que sus padres y su hermano emigraron a Nueva Zelanda para estar cerca de su hermana, los regalos de cumpleaños y Navidad solían ser cosas fáciles de enviar, de modo que tenía cajones llenos de ropa interior. El sujetador que llevaba aquel día era de color lila, de un encaje casi transparente... y, horrorizada, sintió que sus pezones se endurecían, claramente visibles a través de la tela.


Con un gemido, se dio la vuelta para abrocharse la blusa.


-¿Y a ti que más te da, además?


-Te has abrochado los botones mal -sonrió él, corrigiendo el error con toda tranquilidad.- Ese mal genio tuyo puede meterte en líos algún día, Paula Chaves. Pareces una olla de emociones a punto de explotar.


Su voz era de repente tan suave, tan profunda como el terciopelo y Paula sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas. Pero no sabía por qué. 


Quizá porque era mucho más alto que ella, más fuerte. Y, de repente, se portaba con una delicadeza que la sorprendió.


-Hola, ya he vuelto.- Margarita Rivers aparecio de repente, sin percatarse de la tensión que habia en el despacho-. Señorita Chaves... Paula... ya sabia yo que no podía defraudamos. ¿Qué tal tu primer día?


Entonces desapareció de repente y Pedro levanto las cejas, atónito. Margarita volvió al momento, con un bolso en la mano.


-Esta sonando tu móvil, Paula. A lo mejor es importante.


-Ah, gracias.



SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 11




Veinte minutos después tuvo que reconocer que tendría que pedir ayuda y se pasó diez minutos más practicando un tono distante, desinteresado.


Pedro no estaba trabajando cuando entró en su despacho, sino mirando la extraordinaria panorámica de la ciudad desde la ventana y ella se preguntó si también él tendría por costumbre soñar despierto. Aunque, por su expresión, el sueño no era nada agradable. Paula le pidió ayuda con el programa de ordenador y, unos segundos después, estaba detrás de ella, en su silla, tan cerca que podía sentir el roce de su brazo y respirar el olor de su colonia.


Sus instrucciones eran concisas y cuando terminó puso una mano sobre su hombro.


-¡Ay! -gimió Paula.


-¿Qué ocurre?


-Nada, es que me duele el hombro. Debe de ser del golpe de esta mañana...


-¿Te has dado un golpe? ¿Y por qué no me lo habías dicho? Te pregunté claramente si te habías hecho daño.


-Pero si ni siquiera creías lo del ladrón en la bicicleta... -protestó Paula- Te pusiste sarcástico y yo no quise dar más explicaciones después de haber llegado una hora tarde a trabajar.


-Te habría creído si me hubieras dicho lo del golpe -protestó él, enfadado.



SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 10




Había sido demasiado duro con ella por la mañana, reconocía Pedro, mientras la observaba tomar el merengue de limón. Era increíblemente sexy, aunque no parecía darse cuenta. Tenía un aire de inocencia que despertaba en él una vena protectora... aunque se regañaba a sí mismo por ser tan crédulo.


En su opinión, las mujeres eran el sexo fuerte y en los tribunales nunca dejaba de asombrarle su habilidad para mentir para salvar el pellejo. El jurado aún no había tomado una decisión sobre Paula Chaves y no podía catalogarla, pero conocerla estaba siendo una experiencia interesante.


El débil sol de otoño había desaparecido mientras volvían por el parque y la repentina tormenta fue tan fuerte como inesperada.


-Mañana traeré un paraguas -juró Paula mientras unas enormes gotas empapaban su traje por segunda vez aquel día.


-¡Aquí, ven! -Pedro la tomó del brazo para meterse bajo uno de los pocos árboles que conservaban las hojas. Pero tiró con tal fuerza, que Paula resbaló con las hojas y cayó en sus brazos-. Esto se está convirtiendo en una costumbre. Una costumbre muy agradable, por cierto.


¿Iba a besarla?, se preguntó ella. Vio que su cabeza se inclinaba como a cámara lenta y sintió su aliento en la cara; podía ver las finas líneas de expresión en sus ojos, su boca a unos centímetros... y no podía negar que eso la excitaba. Quería que la besara, quería sentir su piel.


¿Sería una prueba?, se preguntó entonces.


Margarita le había dicho que despidieron a una de las secretarias porque estaba claramente dispuesta a tontear con él.


Estar entre sus brazos, casi suplicándole con los ojos que la besara era más que tontear, pero no parecía capaz de controlarse. Y le sorprendía esa reacción; el sentido común parecía haberla abandonado.


Sin pensar, sus labios se abrieron como por decisión propia, pero en lugar de aceptar su oferta él dio un paso atrás. Claro que no iba a besarla. La había tomado en sus brazos para que no cayera al suelo y seguramente se sentía avergonzado por estar en esa posición. Paula quería morirse de vergüenza y apartó la mirada, segura de que en sus ojos vería un brillo de burla.


-Deberíamos volver a la oficina. Tenemos mucho trabajo esta tarde.


La voz de Pedro interrumpió los pensamientos de Paula, que asintió con la cabeza, preguntándose cómo podía parecer tan tranquilo. Pero el no había hecho el ridículo, naturalmente. Si aquello había sido una prueba, había fracasado espectacularmente. Pero la idea de haberse quedado sin trabajo era casi un alivio. Estaba segura de que no podría trabajar con Pedro Alfonso.


Fueron hasta la oficina en completo silencio, cada uno perdido en sus pensamientos, y nada más llegar Pedro desapareció en su despacho.


Paula estaba agotada y el hombro, que le había dado la lata toda la mañana, le dolía mucho mientras intentaba entender un programa de ordenador que le resultaba poco familiar.