miércoles, 15 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 3






Al llegar a su asiento frunció el ceño al ver que su compañero estaba comiendo un bistec y en su asiento también había otro.-Hola- dijo él moviendo algo la bandeja para levantarse y dejarla pasar. –Le he pedido eso ya que no estaba.


Sonrió tímidamente- Gracias. No sabía que aquí servían primero.


Se sentó en su sitio y vio lo que le había pedido. Después miró su comida y se dio cuenta que lo único que era distinto era la bebida. Cerveza para él y una cola para ella.- ¿Cómo sabe que tomo coca cola light?


-En el aeropuerto pidió una.- respondió como si nada.


Era cierto y le miró sorprendida. –Es muy observador.


Él gruñó y se dio cuenta que la conversación había terminado. Suspiró antes de empezar a comer. Estaba bueno y lo comió todo excepto las zanahorias. Se disponía a comer el postre cuando él la miró y levantó una ceja.- ¿No le gustan las zanahorias?


-Estas pequeñas no- dijo abriendo el envoltorio de postre. Se quedó alucinada cuando él alargó el tenedor y pinchó las zanahorias llevándoselas a la boca. Masticó mientras ella no se perdía detalle y se dio cuenta que todavía tenía hambre. – ¿Quiere mi postre?


El macizo entrecerró los ojos- ¿No lo quiere?


-Tenga – se lo tendió con una sonrisa. No podía consentir que él se quedara con hambre cuando ella lo iba a comer por comer.


Se lo dejó al lado de su bandeja y apartó la suya. Él la miraba de reojo-Gracias.


-¿Por qué?


-Estoy acostumbrado a comer el doble.


Ella sonrió- Lo entiendo, si trabaja en un rancho. Se consumen muchas calorías.


-¿Ha estado poniendo la oreja?- preguntó divertido.


-¡No estaba poniendo la oreja! ¡Pero está sentado a mi lado!- molesta cogió su ipad.- Sino quiere que le oigan puede sentarse con ella.


-¿No le molestaría?- parecía que se lo estaba pasando en grande.


-¡No!- se puso los auriculares fulminándolo con la mirada y encendió el aparato. Lo puso a todo volumen. Al menos si escuchaba a Anastasia a todo volumen, dejaría de oír sus propios pensamientos que en ese momento sólo le indicaban que le pegara cuatro gritos a ese idiota.


Como no había dormido en toda la noche no tardó en quedarse dormida. Incómoda porque le dolía el cuello se quejó moviendo la cabeza hacia el otro lado. De repente se sentía mucho mejor y sonrió. Cuando despertó y abrió los ojos, se dio cuenta que estaba tumbada. Se sorprendió mucho al ver que Roy estaba sobre las rodillas de su compañero de asiento con un gran avión en las manos- ¿Dónde está Lydia?- preguntó sentándose de golpe.


El macizo la miró levantando una ceja- Ha ido al baño. Tiene babilla cayéndole por la comisura.


Sonrojada se limpió con el dorso de la mano. ¡Ese hombre era imposible!- Deme al niño- dijo extendiendo las manos.


-¿Por qué?-dijo mirando a Roy que se echó a reír- Conmigo está bien. ¿A que sí, Roy?


-¡Sí!


Paula no pudo evitar sonreír- Tienes un juguete nuevo.


-¡Mi avión!- empezó a hacer el ruido del motor y de sus pequeños labios salió saliva poniéndose perdido. El macizo riéndose le limpió con el pulgar y ella le miró atónita. Tenía una risa que le ponía los pelos de punta y no en el mal sentido. Dios, esperaba que ese vuelo acabara pronto, porque si no iba a terminar aprovechándose de él.


Disimulando le preguntó al niño- ¿Te gusta volar?


-¡Sí! ¡Quero ser piloto!


-¡Piloto!- abrió los ojos aparentando sorpresa- ¡Vaya!


-¡Sí, piloto y bombero!


El macizo se echó a reír- Está claro que vas a ser el terror de las chicas.


Le miró molesta- ¡No diga esas cosas, es un niño! Seguro que usted de pequeño quería ser astronauta o algo así.


-No- dijo convencido- yo siempre he querido ser lo que soy.


-¿Siempre ha querido trabajar en un rancho?


-Sí, siempre he querido eso- dijo mirando al niño – ¿Quieres ser vaquero, Roy?


-¡Sí!


Paula no pudo evitar reír- Está claro que vas a estar muy ocupado.


-Roy, si vienes conmigo te enseñaré a montar a caballo.-El niño la observó con la boca abierta.- ¿Cómo hace el caballo?
Roy se puso a relinchar a su manera y después una vaca, un gallo y así con todos los animales que se les ocurrieron. 


Lydia apareció con una sonrisa en los labios.- Gracias. Es que si tengo que ir con él es una locura.


-Aquí la señorita, tiene problemas hasta para ir sola.- dijo irónico su compañero entregándole al niño.


Le fulminó con la mirada pues su accidente era culpa suya de alguna manera.- Oh querida ¿qué te ha pasado en la cara?- preguntó Lydia mirando su frente. –Te está saliendo un morado muy feo.


Gimió llevándose una mano a la frente mientras el macizo la observaba sonriendo- Me golpeé contra una esquina del baño.


-Uff, debió ser un golpe de primera. Gracias Pedro.


-De nada Lydia- dijo su acompañante cogiendo un periódico que Paula no sabía de donde había salido.


¡Se llamaba Pedro! Sabía que tenía que tener un nombre así, de tipo duro. Como Juan o Rafael. Le miró de reojo. Pedro le iba muy bien.- ¿Tan mal está?


Él la miró a los ojos y después levantó la vista a la frente haciendo una mueca. –Tiene un chichón y como ha dicho ella se está amoratando.-Paula hizo una mueca y suspiró- ¿Le duele?


Le sorprendió que se preocupara por si le dolía y sonriendo le contestó- Un poco pero es normal ¿no?-Él gruñó volviendo a leer el periódico.- ¿Me deja pasar?


Se levantó y él la miró- ¿Seguro que puede ir sola?


-Muy gracioso.


La dejó pasar y Paula lo hizo rápidamente para ver a la morena mirándola con los ojos entrecerrados. Levantó a barbilla para ir al baño, pero no vio el pie del vecino de delante que lo tenía en el pasillo. Paula se cayó de morros en medio del pasillo.- ¡Por el amor de Dios!- Pedro se levantó a toda prisa – ¿Te has hecho daño?


-Perdone, señorita- dijo el del pie.


Paula gimió apoyándose en sus antebrazos.- Menuda leche.


Pedro inexplicablemente estaba acuclillado ante ella. 


Seguramente porque había saltado sobre ella, la miraba entre preocupado y divertido. – ¿Estás bien?


Gimió arrodillándose sobre la moqueta azul y levantó la vista. Dos azafatas y Pedro estaban allí mirándolas como todos los de primera clase. Incluso varios se había levantado para ver mejor.- Sí, sí- dijo sonrojándose- No ha sido nada.


Pedro la cogió de la cintura y la puso de pie con mucha facilidad. –Gracias.


-Por lo visto no eres capaz ni de ir sola al baño- dijo como si fuera una molestia.


-¡He dicho gracias!- le empujó para ir al baño totalmente avergonzada. Cuando cerró el pestillo, gimió tapándose la cara de la rabia. –Será….-quitó las manos y vio su reflejo en el espejo abriendo los ojos como platos. – ¡Mierda!- el morado cubría media frente. – ¡Joder!


Vale que había sido un buen golpe, pero aquello era demasiado. Se lo palpó y tampoco dolía tanto. Hizo una mueca y decidió olvidarlo. No podía hacer otra cosa, aunque la impresión que le iba a dar a su jefa no iba a ser buena.


Al salir, su torturador estaba hablando con la morena. Estaba de pie en medio del pasillo y su brazo estaba apoyado en el reposacabezas de ella. Se sonreían y hablaban como si fueran amantes. Molesta se acercó a su asiento y se sentó sin mirarle.- ¿Ningún desastre más?- preguntó cuando se sentó a su lado.


-No me hable- dijo entre dientes cogiendo su libro.


-¿Acaso ha sido culpa mía?- preguntó asombrado.


Ignorándolo abrió su libro y lo hizo tan fuerte que rompió la portada. – ¡Mierda!


-Hoy no es tu día ¿verdad?- se lo estaba pasando en grande.- Espero que donde vaya a trabajar tengan un buen seguro porque si no puede llegar a arruinar a la empresa.


-Si está insinuando que soy propensa a los accidentes, es mentira.


-Sí, ya lo he visto.


Cuando pasó una azafata ella la interrumpió-Disculpe ¿puede traerme agua?


-Por supuesto, señorita.


Al irse la azafata, él se puso cómodo – ¿Y dónde vas a trabajar? ¿A una oficina?


-¡No es asunto suyo!


-Es para avisar a mis compatriotas


-Ja, ja.


-Venga, dime dónde vas a trabajar. En cuanto salgamos de este avión no nos volveremos a ver.


-Gracias a Dios.


Él levantó una ceja – ¿No te gusta mi compañía?


-¿Por qué no se cambia de asiento?- dijo mirándole a los ojos. Él perdió la sonrisa y eso la satisfizo, mucho.


-¿Me estás echando?- preguntó en alto.


Se sonrojó cuando varias personas se volvieron para mirarlos. –No, que va.


Él entrecerró los ojos. –Me parecía. Algo totalmente irracional porque tú no puedes echar a nadie.


-¿Qué tal si me ignora?- forzó una sonrisa- Nos ignoramos mutuamente hasta llegar a nuestro destino.


-Eso es imposible cuando estás comiéndome con los ojos desde que te has sentado.


Abrió la boca de la sorpresa e indignación- Si hasta has puesto la oreja para enterarte de algo- Pedro reprimió una risa. Se acercó a ella y Paula retrocedió todo lo que pudo- Si quieres te acompaño al baño la próxima vez. En nada de tiempo tenemos la escala en Abu Dhabi…- le susurró mirándola a los ojos- ¿Qué me dices?


Atónita sintió que se le erizaba el cabello de la nuca y sus pechos se endurecieron. Desgraciadamente para aumentar su humillación se notó a través de la liguera camiseta blanca que llevaba. Pedro bajó la vista y la miró sin ningún disimulo- Nena, no te arrepentirías.


Sin aliento vio cómo se acercaba todavía más- Su agua.


Paula se sobresaltó mientras Pedro se apartaba de ella mirándola divertido.- Gracias- susurró cogiendo el vasito de plástico con las manos temblorosa. No podía creer que aquel gigoló la hubiera dejado en ese estado. Sintiéndose humillada bebió el agua a toda prisa.


Le ignoró a propósito y él la observaba divertido. En cuanto sintió que empezaban a descender bostezó varias veces para que no le dolieran los oídos y el muy imbécil la miraba como a una extraterreste. Apretó las manos en el descenso cerrando los ojos hasta que escuchó- No seas tan histérica. Aterrizan vuelos todos los días.


Lo fulminó con la mirada con ganas de pegarle cuatro gritos pero se contuvo. Él se rió enseñando una dentadura perfecta y Paula sintió que le daba un vuelco el estómago sin darse ni cuenta de cuando aterrizaron.


Nerviosa se levantó en cuanto se detuvieron pero él seguía sentado y le oyó preguntar a la morena – ¿Tomamos un café?


Paula se cruzó de brazos.-Claro- respondió radiante la modelo levantándose y dejando ver un cuerpo de infarto. 


Gimió interiormente al verla bien. Estaba claro que a su lado era un cero a la izquierda. Resignada esperó a que él se levantara lentamente. Abrió el compartimiento superior y cogió su maleta de mano. Ella miraba alrededor intentando disimular cuando vio su bolso ante ella. Sorprendida lo cogió 


–Gracias.


-De nada- la ironía de su voz le indicó que pensaba que era algo tonta y que no era capaz ni de coger su bolso sin pillarse la mano con la puerta del compartimiento.


Salió tras ellos al exterior y caminaron por el pasadizo hasta llegar a la zona de descanso. –Esto va a ser eterno- dijo entre dientes mirando a su alrededor.


-¿Lena?


Se volvió con una sonrisa en la cara- ¿Vamos a tomar algo?- preguntó cogiendo a Roy de entre sus brazos.


-Sí. ¿Aquí no hay guardería?


Se echó a reír y le guiñó un ojo al niño- ¿Te has portado mal?


-¡No!


-Así me gusta- se acercaron a una cafetería.


-Dios mío ¿qué vamos a hacer aquí cuatro horas?- Lydia estaba espantada haciéndola reír sin darse cuenta de cómo varios hombres la miraban.


-¿Sabes lo que vamos a hacer? Vamos a ver tiendas.


Se entretuvieron un rato viendo algunas boutiques pero después de la primera hora perdió su encanto, entonces decidieron tomar un café. Pero tampoco duró mucho. 


Entonces en una de las tiendas vio un balón de Bob Esponja que a Roy le encantó. –No lo hagas.- Le advirtió Lydia.


-Déjame comprarle algo.


-No sabes cómo se pone cuando tiene un balón.


-No seas exagerada.


Pero no exageraba nada. En cuanto le dio el balón empezó a perseguirlas para que le chutaran. Ella divertida le tiró la pelota varias veces en una zona despejada y el niño se lo pasó en grande. – ¡Más!-gritaba el niño una y otra vez


-Te lo advertí.


-Piensa que así se dormirá antes- dijo guiñándole un ojo


-¿Siempre eres tan positiva?


El balón le dio en la cabeza y miró al niño que se estaba riendo a carcajadas- Ya te pillaré. –empezó a correr tras él que chilló al ver que lo seguía. Varias personas del avión estaban sentadas cerca de ellos y sonrieron al verlos. Sólo uno al que no había visto la miraba con los ojos entrecerrados. Se le puso la piel de gallina al ver sus ojos pero disimuló siguiendo al niño. Cuando lo cogió, Roy chilló y consiguió escaparse para esconderse detrás de las piernas de Lydia. –Dios mío. Que energía tienes.


-Me quedaré grogui en cuanto me suba al avión –dijo divertida.


Afortunadamente llamaron a su vuelo y embarcaron mientras ellas charlaban. Sus asientos eran los mismos –Lydia ¿por qué…?


-Ni se te ocurra- dijo la mujer mirándola muy seria- Bastante haces ya…


-Estarás más cómoda.


-Gracias pero no. No me parece justo.


-Está bien. Pero…


-Ya lo sé- dijo apretándole el brazo.


Cuando llegó a su asiento puso los ojos en blanco al ver que Pedro no se había cambiado de sitio. Tenía la esperanza de que se hubiera ido con la morena, pero no había tenido suerte.


Él se levantó en cuanto la vio llegar y abrió el compartimiento. Paula mordiéndose la lengua sacó sus cosas lentamente antes de meterlo. Él la miraba impaciente y cerró fuertemente en cuanto lo hizo. Se sentó al lado de la ventanilla y suspirando se abrochó el cinturón.


-¿Y bien?


-¿Y bien qué?- preguntó enfadada.


-¿En qué vas a trabajar?- le dijo como si hubiera repetido la pregunta veinte veces.


Ahora sí que se negaba a decirle donde iba a trabajar. Ese hombre no estaba bien de la cabeza. Sin responder miró su maltratado libro. – ¿Ahora no me vas a hablar?


Decidió cambiar de tema- ¿Cómo es trabajar en un rancho?


Él puso tal cara de horror que supo que se había delatado- Ni hablar.


-¿Ni hablar qué?- preguntó sonrojándose.


-¿A dónde vas? Llamaré para decir que no eres adecuada.


-No tengo ni idea de qué habla. ¡Y no sé cómo puede bromear así con el trabajo de otra persona!- dijo furiosa.


-No eres apta para trabajar en un rancho. ¡Eso lo vería un ciego!- ahora el furioso era él.-Dime qué rancho.


-Púdrase- dijo entre dientes. Se miraron retándose.


En cuanto despegaron volvió a la carga-Dime el rancho, Pau.


-¿Se puede saber cuándo le he dado permiso para que me tutee?


-¿Te has visto? ¿Te crees capaz de trabajar entre peones y reses? ¿Te crees capaz de pasar un calor horrible y no salir a un restaurante fino en todo un año? ¿Sabes montar a caballo?


-Aprenderé.


-¿Quién ha sido el loco que te ha contratado - Pedro estaba atónito. Entonces entrecerró los ojos- ¿No serás una de esas locas que esperan encontrar marido como si esto fuera una novela rosa?- dijo señalando la novela que tenía entre las manos.


-Claro que no. ¡Yo me vuelvo en un año!


-¿Ah sí?


-¡Sí! En cuanto consiga el dinero para dar la entrada para un piso, volveré a Nueva York- lo dijo tan convencida que él pareció más relajado.


-Da igual. Dime el nombre del rancho. ¿No te habrá contratado Steve Mellers?


-¡Y a ti qué más te da!- le espetó sin darse cuenta de que lo había tuteado.


-No- dijo pensando en ello- Steve no ha sido porque tiene dos dedos de frente. ¿En qué te han dicho que vas a trabajar?


Ella cerró la boca y cogió los cascos de su ipad- Oh no. 
Ahora no me vas a dejar con la intriga.- dijo arrebatándoselo de la mano.


-¿Eres idiota? Dame mi ipad.


-Ni hablar- se miraron furiosos- Dime quién te ha contratado.


-Como no me dejes en paz voy a pedirle a la azafata que me cambie de asiento- dijo entre dientes.


-Eres un accidente andante y no voy consentir que les amargues la vida a mis amigos. Dime el nombre del rancho.


Sólo por fastidiarle se negaba a dárselo y levantó la barbilla cruzándose de brazos.


-Pau…- se negó a mirarlo y miró por la ventanilla.-Bueno, me enteraré antes de que te bajes de este avión.


Harta de él levantó el brazo y Pedro se lo atrapó antes de llamar a la azafata- Está bien. Te dejo en paz.


Ella sonrió sin ganas y le arrebató el ipad de la mano. Pedro gruñó levantándose y se fue hacia los baños. Sonriendo porque no había podido con ella se puso los cascos y decidió ponerse a leer.



TU ME HACES FALTA: CAPITULO 2






Esa tarde la pasaron terminando el equipaje mientras se tomaban una botella de vino. Se pasaron hablando horas y prácticamente no durmieron. Cuando la dejó en el JFK al día siguiente, se abrazaron llorando. –Cuando se entere tu madre me va a matar- susurró Sara contra su oído- Y tu padre se subirá al primer avión como cuando nos vinimos a Nueva York.


Sonrió pensando en sus padres que vivían en Boston.- Sabes que si se lo decía, tendría que discutir con ellos y no tengo ganas. Se lo diré desde allí y ya estará hecho.


-Luego no te arrepientas si alquilo tu habitación.


Se echó a reír dándole un beso en la mejilla y cogiendo las asas de sus dos trolley. –Te quiero. Dale un beso de despedida a Saul de mi parte.


-Te veremos en la boda.


Se miraron mientras se alejaba unos pasos. Paula intentando contener las lágrimas, se giró mirando al frente y tomó aire- Vamos, Pau. Hora de volar sola.


Buscó en la pantalla su vuelo a Perth y sonrió al ver que ya estaban facturando. Se acercó a la cola pensando que aquello no era tan difícil. Lo conseguiría y volvería más fuerte. La ruptura con Carlos la había dejado algo insegura y esto era lo que necesitaba. En realidad se había dado cuenta de que aunque le quería, no era el hombre de su vida. Hacía mucho tiempo que no sentía mariposas en el estómago y se comportaban más como amigos que como amantes. Le había dolido la ruptura porque ya se había acostumbrado a tenerlo cerca, pero era lo mejor. Después de muchas lágrimas y dramas se había dado cuenta de que era lo mejor para ambos. Además, en la cama no era como para tirar cohetes.


Facturó las maletas y se dirigió al control. Decidió acercarse a la puerta de embarque para estar cerca mientras curioseaba en alguna de las tiendas. Se miró a un espejo que había en una boutique. Los leggings azul eléctrico y la amplia camiseta blanca de tirantes que llevaba no eran muy elegantes, pero era un vuelo largo y quería estar lo más cómoda posible. Además era un rancho, tampoco iría de gala a trabajar. Colocó el asa de su enorme bolso blanco sobre su hombro apartando sus rizos rubios, cuando vio a un hombre que la miraba. Estaba en la cola del vuelo a Perth y se le cortó el aliento al ver sus ojos azules. Él frunció el ceño y Paula desvió la mirada sonrojándose intensamente.


Disimulando miró unos pañuelos de seda que había en la entrada de una tienda. De reojo volvió a observar al hombre.


Ya no la miraba, sino que impaciente se había girado hacia la azafata de tierra. Era moreno y muy masculino. Llevaba unas botas negras, unos vaqueros desgastados y una camiseta negra. Tenía el pasaporte en la mano e inexplicablemente Paula se decepcionó al ver que no era americano. Observó su espalda. La verdad es que estaba para comérselo y todas las que tenían alrededor se habían dado cuenta. La azafata sonreía como una tonta simulando trabajar cuando sólo se lo comía con los ojos.


-Despierta, Pau.- dijo dándose valor para acercarse a la cola.


Lentamente caminó hasta la cola y se puso detrás de una señora de unos cincuenta años que llevaba de la mano a un niño pequeño. El niño no debía tener más de tres años y le sorprendió que hiciera un viaje tan largo con él. El niño la miró sonriendo y le tendió un muñeco que plástico que llevaba en la mano- Vaya, ¿me lo dejas?-El niño asintió muy serio- Pero es muy importante. Estás seguro que no quieres subírtelo al avión


Parecía que se lo estaba pensando y después asintió otra vez- Vale. ¿Cómo te llamas?


-¡Roy!- gritó para luego reírse a carcajadas.- ¡Vamos avión!


-Sí… vamos a subir a un avión muy grande- dijo sonriendo a la mujer que cogió al niño en brazos.


-Es la primera vez que subimos en avión ¿verdad cariño?- le preguntó la mujer.


-¡Sí!


La mujer gimió bizqueando los ojos- Espero que se porte bien.


-Si necesita ayuda, son treinta horas de vuelo y...


-¿De veras?- preguntó esperanzada.


-Claro, llevo somníferos- dijo en broma haciéndola reír. –No de verdad, si necesita un respiro… Estoy en el avión.


-Gracias…


-Paula, pero todos me llaman Pau- dijo tendiendo la mano.


-Yo soy Lydia y él es Roy, mi sobrino nieto. Sus padres se han mudado a Australia y se lo llevo.


-Yo también voy a trabajar allí una temporada. Un año.


-Mi sobrino está encantado. Se fueron hace un mes para ver como era aquello, pero se han aclimatado tan bien, que se quedan.- parecía que le entristecía ese hecho y se imaginó que eran su familia y los echaría mucho de menos.


-¿Se va a quedar mucho tiempo?


-Dos semanas- dijo acariciando los rizos rubios del niño- tengo que volver al trabajo. Soy enfermera.


-Lo siento- susurró al ver la tristeza en sus ojos.


-No pasa nada. Es ley de vida.


-Sí.


Levantó la vista hacia la puerta de embarque y vio al australiano mirándola tres personas más allá. Al verle de frente se fijó mejor en su cara. Era tan masculino que quitaba el aliento. Su barbilla cuadrada, su nariz recta y sus cejas negras enmarcando sus maravillosos ojos azules. Y esos labios. En la comisura de la boca tenía una pequeña cicatriz que hasta le quedaba bien.


Se volvió cuando oyó que se abrían las puertas y Paula pudo respirar al fin. Esperaba que no se lo pusieran cerca o terminaría dándole una apoplejía. Sintió un escalofrío y miró al niño que le volvió a tender el juguete.- Bueno Roy, si insistes…- cogió el juguete sonriendo- Es muy chulo.


-Mío.


-Sí, ya sé que es tuyo pero me lo has dejado


-¡No!


-¿Cómo qué no?- dijo abriendo los ojos como platos haciendo reír al niño y a la tía.- Toma guárdalo que vamos a subir al avión y tienes que estar atento.


El niño asintió poniéndose serio. Avanzaron en la fila y Lydia entregó los billetes y los pasaportes.- Que tengan un buen vuelo.


-Gracias- la miró sobre el hombro y sonrió.


-Nos vemos luego- dijo ella para que supiera que si necesitaba ayuda, allí estaría.


-Hasta luego.


Entregó su billete a la azafata y la chica sonrió- Tiene asiento en primera, señorita Chaves. Que tenga un buen vuelo.


-Gracias.


Ya sabía que volaba en primera. Su jefa se lo había explicado antes de que recogiera el billete. Ella le había dicho que no era necesario, pero la mujer había insistido y quién era ella para negarse. Era un vuelo larguísimo y así podría descansar.


Una azafata la acompañó a su sitio y se sorprendió del lujo de sus asientos. Eran grandes y de cuero gris oscuro- Aquí, señorita- cuando le indicó su sitio, se quedó de piedra. ¡Iba justo al lado del macizo australiano! Algo sonrojada se acercó murmurando las gracias a la azafata y el australiano al verla entrecerró los ojos. –Hola- dijo sonriendo sentándose a su lado. Cuando le llegó el aroma de su aftershave gimió interiormente. Ese vuelo iba a ser una tortura.


-Hola- gruñó su acompañante las próximas veintitrés horas.


Colocó su bolso sobre las piernas y empezó a sacar cosas.


Un libro, su ipad, un antifaz de seda rosa con unos grandes ojos verdes dibujados que le había regalado Sara… revisó si tenía que sacar algo más y decidió que si lo necesitaba lo haría después. Se levantó para colocar el bolso en el compartimiento de encima de ella, cuando vio que el hombre no le quitaba ojo. Nerviosa lo abrió a toda prisa y lo metió con cuidado respirando profundamente. Cuando volvió a mirar hacia abajo, vio que le estaba mirando los pechos y se sonrojó todavía más.


-¿Quiere sentarse en el pasillo?- preguntó intentando ser agradable. –Es más alto que yo y así estará más cómodo.


Él volvió a entrecerrar los ojos antes de preguntar- ¿No le importa?


-No, claro que no.


Se levantó saliendo al pasillo y ella tuvo que rozarle para pasar a su lado- Lo siento- susurró dejándose caer en su asiento. Sonrió tímidamente y recogió sus cosas de su antiguo asiento para que él se sentara.- Ya está.


Sin responder se sentó a su lado y ella colocó sus cosas en la bolsa que tenía ante ella.- Es emocionante ¿verdad?- preguntó intentando ser agradable.


Su acompañante gruñó y ella le miró sorprendida. Lo menos que podía hacer era ser mínimamente educado, pero al parecer el australiano era un grosero de primera. Molesta sacó su libro y empezó a leer. Era una novela romántica de su autora favorita y esperaba que le durara todo el vuelo porque cuando se ponía a leer una, la devoraba. Entonces recordó que no había apagado su móvil y miró de reojo a su acompañante. Gimió interiormente al tener que decirle que tenía que levantarse otra vez. Él estaba concentrado en una conversación con una morena que tenía al otro lado. 


Indignada pensó que con esa sí que podía ser amable. No sabía porque la molestaba tanto que a ella no le hiciera caso cuando a esa le estaba sonriendo. Igual por eso se había cambiado de sitio- Perdone- dijo levantándose ligeramente- se me ha olvidado apagar el móvil. Él volvió la cabeza lentamente como si fuera una pesada y se levantó sin decir ni pío sin darse demasiada prisa. Paula se mordió la lengua mientras salía. Abrió el compartimiento y cogió su bolso.-Tienen que sentarse- dijo la azafata con una agradable sonrisa.


-En cuanto apague el teléfono- respondió irónico dejándola de piedra.


Le costó encontrar el móvil en el enorme bolso y cuando lo hizo suspiró de alivio apagándolo a toda prisa.- Señorita, el avión va a despegar- dijo el grosero metiéndole prisa.


Sin responder metió el bolso en el compartimiento superior y cerró la puerta con fuerza antes de sentarse a toda prisa. Se estaba abrochando el cinturón cuando el hombre le dijo a la morena- Va a ser un viaje eterno.


La morena se echó a reír apartando su larga melena del hombro- Pues a mí se me va a hacer corto.


Paula puso los ojos en blanco y bruscamente volvió a coger la novela. Más le valía ignorarlo durante todo el vuelo.


Al despegar se encogió en su asiento porque era cuando lo pasaba peor. Respiró profundamente cerrando los ojos intentando pensar en otra cosa. La tabla de multiplicar le pareció una buena idea y cuando llegó a la del cinco abrió los ojos aliviada. Su compañero de viaje la estaba mirando y levantó una ceja riéndose de ella. Se sonrojó mordiéndose el labio inferior y cogió el libro que tenía sobre las rodillas. – ¿Le da miedo volar?


-No hace falta que se ría- dijo entre dientes volviendo una página. –Les pasa a muchas personas. Y no me da miedo volar…


-Ya lo he visto…


Le miró de reojo –No me da miedo. Sólo siento algo de aprehensión en el despegue y cuando aterrizamos.


-¿Y entre medias no?


-No


-Perfecto. – la miró atentamente- ¿Va de vacaciones?


-No.- susurró volviendo la vista a su libro para acabar la conversación. Todavía estaba molesta por su grosería anterior.


-¿Es un viaje de negocios?


Parecía intrigado y ella le miró- ¿Por qué quiere saberlo?


Se encogió de hombros- Curiosidad, supongo.


-Pues voy a trabajar- respondió sin especificar. No le conocía, así que no iba a explayarse.


Asintió entrecerrando los ojos- ¿En qué?


-Disculpe pero está haciendo preguntas muy personales.


Levantó las dos cejas – ¿En serio?


-Sí- volvió a su libro ignorándolo.


-Tiene pinta de profesora.


Le miró sorprendida- ¿Profesora? ¿Si ni siquiera llevo gafas?


-Tenía una profesora en secundaria que era igualita a usted. –dijo con los ojos entrecerrados –Y tenía bastante mal carácter. La llamábamos la amargada.


-¿De veras? –preguntó entre dientes.


-Sí- dijo divertido- La había dejado plantada su novio y se le agrió el carácter.


Paula se sonrojó intensamente –Vaya, ¿no me diga que se repite la historia?


-No soy profesora- dijo entre dientes.


-¿Desean tomar algo?- preguntó la azafata llevando una bandeja en la mano.


-Sí, gracias- ella alargó la mano hacia una copa de champán pero su acompañante le cogió un zumo antes de que pudiera evitarlo colocándoselo en la mano- Pero…-sorprendida vio que la azafata se iba mientras que él sí que había cogido una copa de champán.


-Si va a hacer de niñera no debe beber- dijo divertido antes de beber de su copa de plástico.


¡La había oído! Entrecerró los ojos antes de llevar su copa a sus labios. Estaba bueno y se lamió los labios en cuanto tragó. El macizo observó su gesto sin perder detalle y ella avergonzada desvió la vista. Decidió ignorarla otro rato hablando con la morena y ella suspiró de alivio. Intentó concentrarse en el libro. De verdad que lo intentó, pero la risa chillona de la morena hacía que estuviera pendiente de la conversación. Al parecer era modelo, y especificó con una voz sensual “de lencería”. Paula gruñó para sí sin ver para nada las líneas que tenía delante.


-Así que de lencería –dijo él con voz grave.


-Oh sí, voy a un desfile.- Paula se inclinó ligeramente para intentar verla bien


Pues tampoco es para tanto, pensó ella chasqueando la lengua viendo aquella belleza con rasgos latinos. Tenía unas piernas quilométricas y por lo que podía ver, llevaba un vestido rojo que dejaba ver un escote de infarto. Molesta apoyó la espalda en el respaldo de su asiento. Debía reconocer que igual sí estaba algo molesta porque ese hombre tan sexy le hiciera caso a otra mujer. Y encima le había cambiado el asiento facilitándole la tarea.


-Así que no te quedarás mucho tiempo…


La hiena se volvió a reír y Paula puso los ojos en blanco- El suficiente- ¿Tenía la voz ronca? Estaba claro lo que buscaba, la muy lagarta.


-¿Por qué no te sientas aquí a mi lado?- dijo la lagarta en un tono de lo más sensual- así hablaremos sin el pasillo por el medio.


Él la miró por encima del hombro pero Paula enterró la cabeza en su libro- Quizás más tarde.


¡No le había dicho que sí! Encantada dio la vuelta a la página pensando que debería releer lo anterior antes de seguir, porque no se había enterado de nada.


-¿Y tú a qué te dedicas?- preguntó ella sin que pareciera que le afectara su rechazo.


-Trabajo en un rancho.


¡Trabajaba en un rancho! Seguro que podrían hablar de mil cosas si le hacía caso alguna vez.


-Oh, que pintoresco. Una vez hice fotos en un rancho de Texas. Tanto calor y tanto polvo. No podría soportar vivir así.


Paula hizo una mueca- De eso estoy seguro –contestó divertido- Tú estás hecha para la gran ciudad.


-Oh, sí. Nueva York es maravilloso. Nunca podría vivir en otro sitio. Allí tengo de todo.


-¿De todo?


Hubo un silencio entre ellos y Paula no pudo evitar mirar. Se lo estaba comiendo con los ojos y él muy idiota se dejaba querer. Se levantó de golpe y dijo –Perdón, ¿me deja pasar?


Él se giró y la miró de arriba abajo provocando que se sonrojara- Por supuesto. –No se molestó en levantarse sino que sacó las piernas al pasillo. Tuvo que pasar frente a él enseñándole el trasero para no rozarlo y Paula gruñó para sí.


Decidió ir al baño y después de usar ese inodoro tan incómodo, se lavó las manos mirándose al espejo. ¡Ella tampoco estaba mal! Bueno, no era modelo de lencería pero su novio siempre le había dicho que tenía un pecho bonito. 


Se puso de perfil y colocó el pecho en el sujetador. Asintió poniéndose otra vez de frente. Había dejado el maquillaje en el bolso, pero se mordió sus gruesos labios para darles algo de color. Se apartó el cabello de la cara pero había perdido volumen. Entonces dobló la espalda en un golpe seco para bajar la cabeza, dándose en la frente con una esquina en la que no había reparado. Atontada se sujetó al lavabo para no caer.- ¡Joder! –Exclamó llevándose una mano en la frente.- ¿Por qué harán estos baños tan enanos? –Apartó la mano y gimió al ver que tenía la zona muy sonrojada- Estupendo, te va a salir un cuerno. Vas a causar mejor impresión. Sí, señor.


Fue hasta la puerta y abrió el pasador. Cuando salió al pasillo los vio seguir hablando y decidió pasar de largo. Él le echó una mirada rápida antes de seguir hablando con la morena, pero la volvió a mirar de inmediato y frunció el ceño mirándole la frente. Disimulando siguió de largo decidiendo ir a ver a Lydia y al niño. Pero cuando pasaba ante ellos la cogió de la muñeca.- Se pasa de largo.


Sólo le faltaba eso, que la tocara. Su tacto le provocó un escalofrío e incómoda al sonrojarse se soltó.- Voy a ver al niño.


-¿Qué le ha pasado en la frente?- él se levantó y Paula tragó saliva cuando apartó el mechón con el que había cubierto el golpe.


-Oh- dijo apartando la cabeza-me he golpeado con una esquina en el aseo-. Estaba como un tomate.


-¿Está ciega?- preguntó como si fuera idiota.


-Pues al parecer sí- respondió molesta dándose la vuelta y dejándolo allí con la palabra en la boca.


-¿Está ciega?- repitió para sí con burla.- Será imbecil- siseó mirando a su alrededor buscando a Roy. No tuvo que buscar mucho tiempo, el niño estaba subido a su asiento y en cuanto la vio, chilló de alegría. Su tía la miró sonriendo- ¿Qué tal va?- preguntó ella acercándose a Roy y sentándose en el brazo del asiento del niño.


-De momento bien, pero no tardará en ponerse pesado.


-Estoy en primera clase. Si ocurre, tráigamelo un rato. O cuando quiera dormir.


-Eres muy amable, querida. ¿No es un abuso?


-Va, no diga eso. –Le acarició los rizos a niño sonriendo- Lo pasaremos bien. ¿Verdad Roy?


-¡Sí!


-Además tengo un compañero de asiento que es un gruñón. Le pondremos en su sitio.


Lydia se echó a reír.


Se pasaron hablando un rato, pero las azafatas empezaron a pasar con unos carritos.- El almuerzo.


-Te veo luego, Pau.


-Hasta luego.- Se levantó y fue hasta primera. Al pasar se quedó de piedra, pues allí ya habían servido la comida.