jueves, 28 de marzo de 2019

EN APUROS: CAPITULO 32




Belen estaba sentada en el columpio del porche, meciéndose suavemente. Teniendo en cuenta lo que habían hecho, tenía que reconocer que el tío Pedro no había sido demasiado severo con ellos. No se había enfadado ni la mitad de lo que ella creía que haría.


—Tendremos que pensar otra cosa, ¿no? —dijo Simon.


—Sí, habrá que cambiar de plan —reconoció la niña con un suspiro.


—Pero hemos prometido que no nos meteríamos por medio.


—Error: lo que hemos prometido es que abandonaríamos la idea de hacerle parecer como un inútil. Y he de admitir que me parece una buena idea… Os habéis pasado, chicos.


—Jope —Simon se enfurruñó como un niño pequeño.


Chicos. Siempre estaban a la defensiva. Belen esperaba que las cosas cambiaran cuando fuera mayor.


—Vamos a olvidarlo, chicos. Hay que concentrarse en una nueva estrategia.


—¿Nos vamos a meter en líos otra vez? —preguntó Kevin.


—¿Cómo vamos a meternos en líos si nos esforzamos por ser encantadores? —replicó Belen—. Vamos a conseguir que Pedro se convierta en el príncipe azul.


—¡Genial! —exclamaron sus dos hermanos.



EN APUROS: CAPITULO 31




Pedro estaba sentado en el escalón superior de la escalera que conducía al sótano, intentando poner en orden sus ideas. La poca luz, el ambiente sombrío, no ayudaban precisamente a que mejorara su ánimo.


Una esposa. Pedro sacudió la cabeza agobiado: «Ya estuve casado una vez, y con una me basta».


¿Por qué estarían tan empeñados los niños en que se volviera a casar? Sabían de sobra, porque se lo habían oído un millón de veces, que no tenía la menor idea de hacerlo.


Incluso si llegaba a cambiar de idea, no se casaría nunca con Paula. Era verdad que no se parecía en absoluto a su ex, una mujer egoísta y falsa que le había pedido el divorcio apenas un mes después de que abandonara su prestigioso trabajo en la universidad. Pero, por otra parte, tenía muy claro que Paula era su jefa: ni siquiera podía salir con ella sin arriesgar todo por lo que había estado luchando en los últimos meses.


Además, Paula nunca le dejaría acercarse demasiado. Siempre mantendría aquella armadura, escondería sus emociones cuidadosamente. Era una lástima que necesitara protegerse tanto, pero él entendía perfectamente sus razones.


Paula había sufrido la traición en sus carnes, y lo que la diferenciaba definitivamente de su ex esposa era que mientras esta tenía un corazón de piedra envuelto en suave terciopelo, Paula era exactamente lo contrario.


Ya él le encantaba vislumbrar su dulzura interior cuando descuidaba sus defensas. Y si se casaran… ¿Casarse? ¿Una esposa?


No, los solterones como él no se casaban. 


Nunca.



EN APUROS: CAPITULO 30





—Está bien, chicos: reunión familiar ahora mismo —Pedro condujo a los niños al porche. Se preguntó cómo enfrentarían la situación Ana o Pedro Garcia, el padre perfecto. No tenía la menor idea, así que decidió improvisar sobre la marcha—. Estáis tramando algo, lo sé, así que más vale que me lo digáis claramente.


—Fue idea de Belen —dijo Simon.


—Yo no te dije que metieras la camiseta en la lavadora, y tampoco que estropearas el aspirador —se defendió Belen—. Lo único que te dije es que teníamos que conseguir que Pedro pareciera un poco… inútil, nada más.


—¿Por qué?


—Porque a las mujeres les gustan los patosos —le explicó Simon.


Pedro sintió que un estremecimiento le recorría la espina dorsal, de tal calibre que casi ni se atrevía a seguir preguntando. Sin embargo, tenía que llegar al fondo de aquel asunto.


—A ver si lo he entendido: queríais hacerme pasar por un inútil para que les gustara a las mujeres.


—No —replicó Kevin—, para que le gustaras solo a ella.


—¡Ah! —por lo menos, sus sobrinos tenían un gusto impecable. Si su trabajo no estuviera en peligro y no estuviera enredado en aquel asunto, muy probablemente también él habría cortejado a Paula—. Ahora lo he entendido: queréis que le guste a la señorita Chaves para que pueda mantener mi empleo.


—No exactamente —le aclaró Belen—. Queremos que le gustes de verdad.


—Eso, de verdad —repitió Simon para remachar la idea.


—Chicos, eso es muy amable por vuestra parte, pero creo que soy capaz de buscarme novias yo solito, ¿no os parece?


—No, novias no, tío —le contradijo Kevin.


—Lo que queremos es algo más duradero —dijo Simon.


—¿Algo cómo qué?


—Pues como una esposa —apostilló Belen.