sábado, 4 de diciembre de 2021

LA MAGIA DE LA NAVIDAD: CAPÍTULO 21

 

Paula se despertó cerca del amanecer. Se movió lentamente y entonces recordó lo ocurrido. Movió la cabeza. Pedro estaba tumbado de lado, profundamente dormido. Lo miró y se preguntó qué significado tendría lo que había pasado entre ellos.


¿Sería sólo sexo? Decidió que sí. Ambos habían sido víctimas de sus cuerpos; dos personas solitarias que necesitaban alivio físico. Sería una tontería pretender que aquello podía ser otra cosa. Eso sólo conseguiría hacerla sufrir más.


Pero ya era demasiado tarde. Había hecho lo que se había prometido a sí misma que no ocurriría nunca. Se había enamorado de él como una loca. Su corazón le decía que aquello era el verdadero amor y que duraría para siempre. Aquel hombre, cuya soledad ocultaba un corazón amable y generoso, despertó emociones en su interior que nadie había despertado nunca. Y, desde luego, no su ex marido.


Pero eso no la hizo sentirse mejor. Todavía la esperaban el dolor y la desilusión.


El hombre se despertó de repente y se sentó en un lado de la cama. Ella observó su espalda musculosa y tuvo que hacer un gran esfuerzo de voluntad para no acerarse a besarlo.


Como si pudiera leer sus pensamientos, él se volvió hacia ella. Sus ojos estaban oscurecidos por la pasión.


—Si empiezo a tocarte de nuevo —dijo en un susurro—, no podré detenerme. Y no quiero que Olivia se despierte y…


—Lo sé.


—Yo no me arrepiento de lo ocurrido.


Ella bajó los ojos.


—Paula, mírame.


La joven obedeció y levantó la cabeza.


—Yo tampoco me arrepiento —dijo al fin.


Pedro se puso en pie y se acercó a la puerta.


—Te veré luego. ¿De acuerdo?


Paula se quedó rígida hasta que la puerta del dormitorio se cerró tras él. Entonces se dejó caer contra la almohada, apretó la sábana contra sus labios temblorosos y se echó a llorar.


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