domingo, 7 de marzo de 2021

UN EXTRAÑO EN LA CAMA: CAPÍTULO 60

 


Paula intentó recordar otra cita peor que aquella. Ni la deliciosa comida, ni el exquisito vino, ni la discreta decoración y el maravilloso servicio podían cambiar el hecho de que no le gustase la compañía. Patricio era un hombre presuntuoso, que trataba mal a las personas que consideraba inferiores, como al camarero, mientras que no paraba de adularla a ella.


Una voz conocida la sacó de sus pensamientos.


—¡Anda, qué sorpresa!


Levantó la vista.


—¡Julia! —dijo ella, sinceramente sorprendida, ya que le había dicho a su amiga adónde iban a ir a cenar.


Y lo más extraño era que Julia, que siempre se arreglaba con esmero para salir, llevaba la misma ropa con la que había ido a trabajar. Tampoco se había retocado el pintalabios ni se había peinado. Y John, más o menos igual.


Ambos la miraban de manera extraña.


—¿Ocurre algo? —preguntó.


—No, por supuesto que no —le dijo su amiga—. Solo…


—¿Son amigos tuyos? —preguntó Patricio.


—Sí. Esta es Julia Atkinson, la decoradora de Bellamy. Y su amigo… Lo siento, pero no nos conocemos. Soy Paula.


—John. Es un placer —le dijo este.


Paula notó que le apretaba demasiado la mano. O tenía un problema neurológico o estaba intentando decirle algo. Y a juzgar por la extraña y repentina aparición de la pareja, tenía que ser lo segundo.


—Sentaos con nosotros. Invito yo —dijo Patricio.


—Seguro que prefieren estar solos —intervino Paula.


—¿Podemos hablar un momento en el baño? —le preguntó Julia.


—Por supu…


—A mí no me parece buena idea —la interrumpió Patricio, agarrándola del brazo para que no se fuese.


A Paula no le gustó el gesto.


—Por favor, suéltame.


—Estás montando una escena. Siéntate. Sentaos todos —respondió él sin hacerle caso.


Su tono hizo que los demás obedeciesen.


—Es evidente que acabáis de salir de la cama para venir aquí —le dijo Patricio a Julia y a John—. ¿A qué habéis venido?


Paula levantó la vista y vio a Pedro acercándose a ellos. Estaba empapado y parecía dolerle la pierna. A juzgar por su respiración, había estado corriendo.


Nunca le había alegrado tanto ver a alguien. Sus miradas se cruzaron y vio tanto amor en sus ojos que no supo cómo había podido dudar de él.


—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Patricio al verlo aparecer.


—Que tu cita se ha terminado. Ven, Paula —dijo, tendiéndole la mano.


Julia y John ya se estaban poniendo de pie y Paula se dispuso a imitarlos, pero Patricio se lo impidió.


—Suéltame —le dijo.


Pero él no obedeció. La agarró todavía con más fuerza y tiró de ella, haciendo que fuese a sentarse en su regazo y que su copa de vino les cayese encima.


Intentó levantarse, Pedro se acercó más y, entonces, por el rabillo del ojo, vio el brillo de una pistola.




UN EXTRAÑO EN LA CAMA: CAPÍTULO 59

 


Después de un rato esperando bajo la lluvia y dado que Julia no le había devuelto la llamada, Pedro decidió actuar.


Tomó un taxi y le preguntó al conductor cuál era el restaurante más nuevo y elegante de la ciudad.


—Hay dos, Gastronome o Luminous. He oído que en el primero se come mejor y que el segundo es más vistoso.


—Pues lléveme al segundo.


—¿Ha quedado con una mujer? —le preguntó el taxista, al verlo nervioso.


—Sí.


—¿Y tiene pensado pedirle que se case con usted o algo así?


Lo normal habría sido que Pedro se sintiese horrorizado al oír aquello, pero no fue así. Todo lo contrario, se dio cuenta de que era lo que tenía que hacer.


Solo tenía que encontrarla, sacarla de las garras del otro hombre y demostrarle que tenía que estar con él.


—Sí, tengo pensado casarme con ella, si me acepta —respondió.


Llegaron a Luminous y Pedro le pidió al taxista que lo esperase en la puerta. Entró, buscó con la mirada y no encontró a Paula, así que volvió a salir y se metió en el taxi.


—No está. Vamos a intentarlo en el otro.


El taxista arrancó, pero había mucho tráfico. Después de un rato, Pedro le preguntó si faltaba mucho para llegar.


—Tres manzanas —respondió el conductor.


—Está bien. Iré andando.


—Es probable que llegue antes.


Pagó al taxista, salió del coche y empezó a correr.


Le dolía la pierna, los pulmones le iban a estallar, pero no se detuvo. Tenía que encontrar a Paula.


Su sentido común le decía que, en realidad, no estaba en peligro, pero Pedro no se podía controlar.




UN EXTRAÑO EN LA CAMA: CAPÍTULO 58

 


Paula creía en el poder del pensamiento positivo. Eso significaba que, si decidía que iba a pasarlo bien, tenía que pasarlo bien.


La extraña sensación que tenía en el estómago se debía solo al hambre.


Se obligó a sonreír mientras el hombre con el que estaba le pedía una botella de vino al sumiller, al que había hecho ir hasta la mesa.


Debía de haberlo hecho para impresionarla, pero Paula en vez de halagada estaba más bien aburrida.


Le daba igual el microclima en el que crecían las uvas, cómo iba a ser el tiempo ese verano y las fases de la luna.


Le gustaba ir a un restaurante, pedir algo que le apeteciese comer sin darle demasiadas vueltas y disfrutar de ello.


Aquello había sido mala idea y se recordó el motivo por el que no salía nunca con clientes.


—¿Por qué decidiste venir a Seattle? —le preguntó cuando por fin decidió el vino.


—Porque quiero establecerme y me parece una buena ciudad para hacerlo. Es cosmopolita, pero tiene naturaleza cerca. Y me gusta su oferta de ocio. El clima es bueno. Suave.


—Salvo por la lluvia —comentó ella, señalando hacia la ventana.


—Sí. Lo primero que voy a hacer cuando compre Bellamy es contratar a un arquitecto. Quiero un garaje en el que quepan tres coches.


—¿Vas a echar abajo la casa?


—Lo valioso es el terreno. Y el jardín y los árboles son un desperdicio. Voy a levantar una casa de verdad y me gustaría encontrar a alguien con quien compartirla —le contó, acercándose más.


Y Paula supo que no volvería a salir con él. Tampoco le vendería Bellamy. En cuanto le contase a Pedro que aquel hombre quería tirar la casa, este jamás accedería.


Se miró el reloj y se preguntó cuánto tiempo más tendría que estar allí.


—Estás preciosa esta noche —le dijo Pedro—. Ese vestido azul resalta el color de tus ojos.


—Gracias —le respondió.


Al final no se había comprado ningún vestido nuevo y había decidido ponerse uno de sus favoritos, de seda azul, elegante, pero no demasiado sexy.


Al fin y al cabo, Patricio era su cliente.


—Y eres alta. Me gustan las mujeres altas. Yo también lo soy. Hacemos buena pareja.


Paula pensó en el modo en que la miraba Pedro. No necesitaba hacerle cumplidos, la hacía sentirse bella solo con la expresión de sus ojos.


No le gustaban los halagos de Patricio y no quería ser una más de sus posesiones.


Estaba deseando marcharse de allí.