viernes, 17 de julio de 2015

VOTOS DE AMOR: CAPITULO 7




¿Estaba David en el salón de baile observándola? Se había olvidado de él durante la actuación, pero se había vuelto a sentir inquieta al acabar y unirse a los invitados de la fiesta.


Se dijo que no debía exagerar. Su acosador no había amenazado con hacerle daño.


–No mires –le susurró Ryan al oído mientras bailaban–, pero un hombre muy peligroso viene hacia aquí.


A ella, el corazón le dio un vuelco.


–¿Qué hombre?


–Es Pedro y tengo la impresión de que le gustaría descuartizarme. ¿No me habías dicho que todo había acabado entre vosotros?


–Y así es…


Paula no pudo continuar porque una pesada mano le cayó sobre el hombro. Se dio la vuelta y allí estaba Pedro, que se interpuso entre Ryan y ella.


–Perdona, Fellows, pero me toca bailar con mi esposa.


–¿Te parece bien, Pau? –preguntó Ryan indeciso.


Paula no quería montar una escena, sobre todo porque sabía que había medios de comunicación en la fiesta a los que les encantaría informar de un escándalo en la pista de baile. De todos modos, no le dio tiempo a pedir ayuda a Ryan porque Pedro la agarró de la cintura y se la llevó bailando.


–¿Se puede saber a qué juegas? –preguntó Paula mientras él la abrazaba y atraía hacia sí hasta que ella apoyó el rostro en su pecho. Alzó la cabeza para mirarlo–. ¿Por qué estás aquí?


–He aceptado una invitación para contribuir a recaudar fondos con fines solidarios. Además, sabía que tú también estarías. Tu visita de la semana pasada ha conseguido que vuelva a examinar nuestra situación, y he llegado a la conclusión de que estabas en lo cierto al apuntar que hubo muchas cosas buenas en nuestra relación.


Ella lo miró confusa.


–¿A qué te refieres?


–Me refiero a que he cambiado de idea sobre el divorcio. Creo que deberíamos darnos otra oportunidad.


La sorpresa de Paula dio paso a la ira


–¿Así, sin más, has cambiado de idea? ¡Qué cara tienes!


Era típico de él no dar explicaciones y esperar que ella aceptara su decisión y lo recibiera con los brazos abiertos.


–La semana pasada insististe en que nos divorciáramos. ¿Qué ha pasado para que se haya producido este milagroso cambio de opinión?


De repente, todo comenzó a superarla: la música romántica, la forma en que él la abrazaba, que le permitía oír los latidos de su corazón y la presión de su excitación contra el muslo de ella.


El cerebro le lanzaba avisos de que se alejara de él, pero el deseo la iba invadiendo lentamente. 


Esto es lo que ha pasado, Paula –susurró al lado de sus labios–. Estamos prisioneros de la increíble pasión que hay entre nosotros, que la ha habido desde que nos conocimos. Cuando nos vimos la semana pasada, estuvimos a punto de arrancarnos la ropa. No fuiste la única que se imaginó que hacíamos el amor en la colchoneta del gimnasio.


–No quiero… –comenzó a decir ella con desesperación.


–Sí, si quieres. Y yo también –dijo Pedro con firmeza.


Y le demostró su dominio con un beso que exigía una respuesta por parte de Paula que ella fue incapaz de negarle.






VOTOS DE AMOR: CAPITULO 6




–¿Pedro?


El sonido de su nombre interfirió en sus pensamientos y apartó la vista del poco edificante espectáculo de su mujer bailando con su buen amigo Ryan Fellows. Sonrió a la mujer rubia que estaba a su lado, que le lanzaba una mirada acusadora.


–No me escuchas.


Mentirle no tenía sentido. La mujer, Ginny o Jenny, no recordaba el nombre, se había sentado a su lado en la cena y parecía creer que tenía el derecho exclusivo a que le prestara atención durante el resto de la velada. Pero no hacerle ni caso había sido una grosería.


–Perdona. Tengo muchas cosas en la cabeza, y no soy una buena compañía esta noche. Pero estoy seguro de que habrá muchos otros hombres a quienes les encantará conocerte.


La rubia captó la indirecta y desapareció. Él volvió a mirar a Paula bailando.


Al oírla cantar antes le había sorprendido de nuevo su voz cristalina. Nunca había entendido que la música fuera parte de ella, como afirmaba. Pero al verla esa noche en el escenario, se percató de que cantaba con el corazón.


Se fijó en Ryan Fellows. Era cierto que hacían muy buena pareja. ¿Serían ya amantes o tendrían la decencia de esperar a que ella estuviera divorciada? Le hervía la sangre de rabia. La fuerza de los celos lo aterrorizaba, pero no podía controlarse.


¿Así se había sentido su padre al ver a su joven segunda esposa riéndose con sus amigos? ¿Se había apoderado de Franco Alfonso una furia asesina cuando Lorena y él habían discutido en el balcón aquella fatídica noche?


Tenía la frente perlada de sudor. No debiera haber aceptado la invitación para esa noche sabiendo que actuarían las Stone Ladies. Se dirigió hacia donde se hallaba Paula.







VOTOS DE AMOR: CAPITULO 5




–Adelante –dijo Paula apartándose del espejo al oír llamar a la puerta de la habitación del hotel que le habían asignado como camerino.


–¡Vaya! –exclamó Ryan–. Estás deslumbrante.


–¿No crees que este vestido es excesivo? –volvió a mirarse en el espejo con el vestido de noche de lentejuelas doradas que se le ajustaba como un guante y le dejaba un hombro al descubierto.


–La cena para recaudar fondos con fines solidarios del duque de Beaufort es uno de los acontecimientos más prestigiosos de Londres, y, esta noche, todo va a ser excesivo, por lo que estás perfecta para la ocasión.


–Me parece increíble que nos hayan pedido que actuemos. ¿Llegaste a pensar, cuando tocábamos en pubs, que un día encabezaríamos las actuaciones en una gran fiesta en un hotel de cinco estrellas?


Él se echó a reír.


–Es una locura la velocidad a la que ha ocurrido todo. A veces tengo miedo de despertarme y darme cuenta de que era un sueño –Ryan vaciló–. Supongo que tu padre estaría orgulloso de ti, Izzy.


La sonrisa de ella se evaporó.



–Lo dudo.


Paula recordó la conversación que había tenido con su madre, hacía tres meses, frente a la tumba de su padre, el día de su funeral. Su madre había sollozado, pero a ella le había resultado imposible llorar por su padre, cuya personalidad áspera y brusca había ensombrecido su infancia.


–Tu padre era un buen hombre –había dicho su madre–. Sé que no era fácil vivir con él, sobre todo cuando estaba de mal humor, pero no estaba siempre así. Cuando nos casamos, era un hombre divertido, que tenía grandes esperanzas sobre nosotros y sobre el futuro. Pero cambió tras el accidente y dejó de ser el hombre fuerte que había sido. Cuando la mina cerró y no pudo encontrar otro empleo, perdió el orgullo y, al evaporarse su sueño de lograr una vida mejor para su familia, se hundió emocionalmente.


–Pues parecía estar dispuesto a aplastar mi energía y mis sueños de tener una vida distinta. Sé que te sentías desgraciada con papá. Te oía llorar en la cocina cuando creías que estaba acostada. Nunca he entendido por qué seguiste con él.


–Parte de él murió con tu hermano. Nunca se recuperó de la pérdida de Simon, y me necesitaba. Yo me tomé los votos matrimoniales en serio, «en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad». Tú también los hiciste al casarte con Pedro. Nunca me has contado por qué acabó vuestro matrimonio. No intento inmiscuirme en tu vida, pero creo que te diste por vencida muy pronto. Un año no es mucho tiempo, y el matrimonio no es siempre coser y cantar. Hay que trabajarse la relación y hacer concesiones para llegar a una mutua comprensión.


Ella lo había intentado, pero ya sabía que él se había casado solo porque estaba embarazada. Nunca había hablado a su madre de Arianna. Hubiera sido una crueldad decirle que había perdido a su nieta, después de haber perdido a su marido y a su hijo.


Paula volvió a la realidad cuando se dio cuenta de que Ryan estaba hablando.


–No habría conocido a Emilia si me hubiera quedado en el pueblo. Le he pedido que se case conmigo y ha aceptado.


Ella lo abrazó.


–Estáis hechos el uno para el otro. Sé que seréis muy felices.



La expresión de Ryan se oscureció.


–Emilia me hace muy feliz, pero no merezco sentirme así. No dejo de pensar en Simon. Ojalá le hubiera impedido ese día ir al embalse.


–No digas eso.


En la mente de Paula apareció la sonrisa pícara de Simon. 


Para ella, siempre tendría catorce años.


–Ya sabes lo temerario que era. No te hubiera hecho caso. Sé que hiciste todo lo posible para salvarlo, por lo que debes dejar de sentirte culpable –apretó el brazo de Ryan–. Mi hermano y tú erais amigos íntimos. Estaría contento de que te vayas a casar con la mujer a la que quieres.


Ryan asintió lentamente.


–Supongo que sí. Gracias, Pau–miró el reloj–. Más vale que nos demos prisa. Tenemos que estar en el escenario dentro de diez minutos. ¿Cómo estás?


–Nerviosa, como siempre antes de actuar, pero se me pasará cuando empiece a cantar.


Iba a salir detrás de Ryan cuando le sonó el móvil, por lo que volvió a la mesa donde lo había dejado. Como tenía prisa, contestó sin comprobar quién la llamaba.



–Te veré esta noche, Pau. Está escrito en las estrellas que estamos destinados a estar juntos para siempre.


Ella cortó la llamada. ¿Estaría David en el hotel? ¿Estaría invitado al acto de recaudación de fondos?


–Vamos –le dijo Ryan desde el umbral. Frunció el ceño al ver lo pálida que estaba–. ¿Te pasa algo? Se diría que has visto un fantasma. ¿Te sigue molestando ese tipo por teléfono?


No sería justo compartir su preocupación con Ryan esa noche, cuando estaba feliz porque su novia hubiera aceptado casarse con él.


Se encogió de hombros.


–Ya te he dicho que tengo un poco de miedo escénico –afirmó mientras tomaban el ascensor a la planta baja.


Deseosa de olvidarse de la inquietante llamada telefónica, cambió de tema.


–¿Vais a anunciar vuestro compromiso esta noche?


–No. Se lo pedí ayer a Emilia, y se ha ido a casa de sus padres en Suffolk para darles la noticia.



Mientras esperaban entre bastidores a que les tocara el turno de actuar, Ryan la tomó de la mano.


–Gracias por ayudarnos a que los medios no se enteraran de nuestra relación. Los rumores sobre una posible relación entre nosotros dos ha permitido que Emilia pase desapercibida.


Los interrumpió un técnico de sonido.


–Salís dentro de dos minutos. ¿Quieres comprobar tu micrófono, Pau?


Se alzó el telón y los espectadores comenzaron a gritar. 


Pero ella se quedó clavada en el sitio al tiempo que sentía la urgente necesidad de salir corriendo.


–Olvídate de todo lo demás y concéntrate en la música –le dijo Ryan–. Imagina que volvemos a ser niños, cuatro amigos que fingían ser estrellas del rock.


Las palabras de Ryan la calmaron. Miró a Carla y a Benja y se sonrieron.


Durante su matrimonio había intentado explicar a Pedro que el grupo era su familia, la que le daba el amor y el afecto que no le había dado su padre. Después de perder al bebé, la apoyaron en los días más tristes de su vida mientras él se negaba a hablar de lo sucedido.



Inspiró profundamente, salió al escenario y comenzó a cantar una canción que hacía poco había alcanzado el número uno en las listas de éxito. Se olvidó de todo y se sumergió en la música. Desde niña, la música había sido su gran amor, su alegría y su consuelo cuando necesitaba dar salida a sus emociones.