viernes, 27 de enero de 2017

LA VENGANZA DE UN HOMBRE: CAPITULO 3



Más tarde, recién duchada y sin maquillaje, Paula se sintió lo suficientemente relajada como para dedicarle atención a su padre. Roberto Chaves era un hombre que apenas pensaba en algo más que en el trabajo. Al llegar a casa, en lugar de celebrar la boda de Catalina brindando con champán junto a su otra hija, le había dicho a Paula que quería verla en su despacho.


Con el ceño fruncido, Paula se estiró el vestido de algodón blanco que se había puesto. Llegaba tarde y su padre odiaba que lo hicieran esperar. Pero por una vez, se dio el placer de tomarse su tiempo, una pequeña muestra de rebeldía que no era habitual en ella.


Catalina siempre había sido la rebelde. Unos años atrás, Paula había intentado escapar de la prisión en que se había convertido la bonita mansión, pero su padre había impedido todos sus intentos de irse a vivir a un apartamento con sus amigas del colegio.


Con el tiempo, sus amigas la habían dejado de lado y habían continuado con sus vidas, mientras ella había seguido viviendo con su padre.


Paula sonrió. Había sido una estúpida por no haberse dado cuenta antes de lo sola que se había quedado. Había tenido que acabar sus estudios universitarios, además de soportar la presión de su padre para obtener las mejores calificaciones. Había sido una hija sumisa durante tanto tiempo, que se había convertido en un hábito.


Al salir de su habitación, el sonido del teléfono le hizo detenerse. Sería su padre para decirle que se diera prisa. 


Suspirando, atravesó la alfombra para contestar.


—¿Cata? —dijo Paula sin poder ocultar su sorpresa al oír la voz de su hermana—. ¿Qué ocurre?


Catalina balbuceaba.


—No me odies, pero no podía vivir con ello. Y menos aún siendo tan feliz. Tenía que hacer algo.


—Espera, más despacio —dijo Paula tratando desesperadamente de encontrar sentido a aquellas palabras—. ¿Qué has hecho?


La línea se quedó en silencio unos segundos.


—¿No te lo ha dicho papá todavía?


—¿Decirme qué?


Se volvió a hacer el silencio. Paula respiró hondo y contó hasta tres antes de continuar hablando.


—No. Ha convocado no sé qué reunión, pero quería verme antes. Tengo que irme, ya llego tarde.


—Va a decírtelo —dijo Cata con voz entrecortada, haciendo que la preocupación de Paula fuera en aumento—. Lo siento.


—¿Pero el qué?


—Papá te lo dirá —dijo y colgó.


—¿Cata? —la llamó su hermana desesperada, pero la línea se había cortado.


Paula colgó el auricular y se dio cuenta de que la relajación que había sentido hasta unos minutos antes, había desaparecido.



LA VENGANZA DE UN HOMBRE: CAPITULO 2





—¿Qué demonios quieres, Alfonso?


«Llevaros a ti y a tu hija al infierno conmigo», pensó Pedro Alfonso, pero en lugar de contestar a la pregunta de Roberto Chaves se inclinó sobre el escritorio.


Allí, en el inmenso estudio de la mansión de Chaves, sin prestar atención al esplendor que lo rodeaba, Pedro puso lentamente sus puños sobre la mesa y miró al hombre que estaba al otro lado.


Tenía que reconocerle su mérito a Chaves. El viejo no se dejaba impresionar ante dos metros de puro músculo. 


Tampoco se estremeció al ver que el descendiente de italianos se inclinaba hacia delante.


De pronto, Chaves parpadeó. Así que su viejo mentor estaba nervioso. Pedro entrecerró los ojos mientras Chaves comprobaba que sus secuaces estuvieran en su sitio. A Pedro no le preocupaba la presencia de David Matthews, el asesor legal de Chavesco, ni del joven musculoso junto a él, que portaba una pistola y que parecía estar preparado para entrar en acción. Pero el hombre siniestro que estaba al otro lado de la habitación, era otra historia. Arturo Pascal era un hombre al que no se debía de perder de vista.


El sudor en la frente de Chaves produjo enorme satisfacción a Pedro. Iba a tener que sudar mucho más antes de que todo aquello terminara.


—Te dije ayer por teléfono que te compensaría —dijo Roberto Chaves señalando la pila de documentos que había en un extremo de la mesa—. Firma el contrato que David Matthews ha preparado y me aseguraré de que todo el dinero se transfiera a la cuenta bancaria que me indiques.


Pedro tensó la mandíbula.


—Ninguna cantidad podrá compensar todo lo que he perdido.


Roberto Chaves frunció el ceño.


—¿Qué es lo que quieres?


—¡Todo!


—¿Todo? ¿Qué quieres decir con todo?


Por primera vez, se le veía desconcertado. Chaves era bueno, muy bueno. Dos días después de recibir la llamada del abogado, Pedro había volado al pie de la cama de su padre enfermo, quien le había hecho prometer que le daría un nieto.


Tiempo atrás, en un cementerio a las afueras de Milán, con el corazón lleno de dolor y pena, Pedro había prometido venganza sobre la tumba de Lucia. Ahora, después de cuatro años tenía una misión: regresar a Nueva Zelanda y hacer pagar a Roberto Chaves y a su hija. Pero no podría cumplir uno de sus objetivos, puesto que Catalina se había casado.


Pedro sonrió lentamente, mientras comprobaba cómo los ojos grises del viejo se llenaban de miedo.


—¿No entiendes la palabra todo? —preguntó Pedro con tono burlón—. Quizá necesites un diccionario para buscar su significado —y arqueando una ceja, añadió—. ¿O acaso no entiendes mi acento?


—Tu inglés es impecable, Alfonso, como no podía ser de otra manera después de una década en Nueva Zelanda.


Pedro sintió deseos de dar un puñetazo al otro hombre, pero se contuvo. No quería ser arrestado, aunque tampoco le importaba nada ya. La frente de Chaves continuó llenándose de perlas de sudor.


—¿Qué quieres?


—Quiero que me devuelvas mis acciones de Chavesco Security y me compenses por todo lo que he perdido.


—Hecho —dijo Chaves con voz de alivio.


—Aún hay algo más que quiero.


—¿Cuánto? —preguntó Chaves mirando con desprecio a Pedro.


Pedro cerró los puños, luchando contra la furia y el dolor que amenazaban con hacerle salir corriendo. Era evidente que Chaves todavía pensaba que podía comprarle. Hubo un tiempo en que la riqueza de Roberto Chaves le había impresionado, pero ahora, ya no necesitaba a Roberto Chaves ni a Sinco Security. Su fortuna era inmensa y por ella había tenido que pagar un alto precio.


Pero Chaves no lo sabía. Él pensaba que estaba tratando con un nómada sin raíces al que había llevado al exilio.


—No quiero tu sucio dinero —dijo Pedro entre dientes.


—Entonces, ¿qué quieres, Alfonso?


Si Chaves supiera...


Pedro se quedó pensativo por unos instantes, buscando las palabras que le habría dicho cuatro años atrás, cuando perdió todo el respeto por el hombre que tenía frente a él. La respuesta llegó al cabo de unos segundos, al encontrarse con la gélida mirada de Chaves.


—Quiero volver a formar parte del consejo de Sinco.


Se había dejado la piel trabajando para que Chavesco Security fuera lo que era hoy en día. Había sido idea suya proveer de seguridad a los ricos, haciendo que Chavesco se convirtiera en una compañía de prestigio en Australia y gran parte de Asia.


—Y no quiero cualquier cargo, quiero ser el consejero.


—Imposible, ese cargo ya está ocupado —dijo Chaves y su frente se arrugó—. Venga, Alfonso. Soy un hombre razonable y estoy tratando de hacer todo lo posible por contentarte.


Bruscamente, Pedro se puso de pie y se dirigió a la puerta.


—¿Adónde vas? —preguntó Chaves alarmado.


Pedro se dio media vuelta y se pasó la mano por el pelo.


—A que me hagan unas fotos. Los periódicos van a necesitarlas. Ah, y quizá también llame a algún canal de televisión. A ver quién me hace la mejor oferta—dijo mostrando una sonrisa despreocupada—. Ciao.


Lo cierto es que no tenía ninguna intención de vender su historia a los tabloides, pero eso no lo sabía su interlocutor. 


Al girarse hacia la puerta, Pedro oyó el rechinar de los dientes de Chaves.



—No tan deprisa, Alfonso—dijo Chaves por fin, haciendo que Pedro sonriera para sus adentros.


Pedro se detuvo y se giró sobre sus talones. No había ninguna duda de que era la primera vez que Chaves pedía algo en su vida.







LA VENGANZA DE UN HOMBRE: CAPITULO 1





Ya estaba hecho.


Paula Chaves dejó escapar el aire que llevaba conteniendo todo el día y colocó el ramo de flores en un jarrón. Por fin, Cata se había casado.


Después de años cuidando de su hermana, sacándola de aprietos, Catalina había dejado de ser un problema. Ahora tenía un marido y Paula podía relajarse.


La boda del año había sido fastuosa, llena de arreglos florales y champán francés. No exactamente lo que había imaginado para su rebelde hermana, pero aun así, Cata había brillado con un impresionante vestido y el cabello enmarcando su rostro, inesperadamente pálido.


Al terminar la fiesta, Cata se había girado, había escrutado a la multitud y había lanzado el ramo, que había ido a parar a las manos de Paula. Sujetándolo y embriagada por el olor de las flores, Paula se había quedado de piedra. Aquel ramo no iba a proporcionarle un marido y mucho menos, al hombre de sus sueños.


Paula confiaba que Manuel Lester, consejero de la compañía de su padre y recién convertido en su cuñado, supiera en lo que se estaba metiendo. Catalina se merecía un poco de felicidad, después del dolor y humillación que Pedro Alfonso le había hecho pasar cuatro años atrás.


No, no estaba dispuesta a pensar en aquel hombre el día de la boda de Cata. Por lo que a ella incumbía, podía arder en el infierno. Paula miró su reloj de oro. A esa hora, Cata y Manuel debían de estar en la suite real del Hilton, con vistas a los lujosos yates del puerto de Auckland. Al día siguiente, volarían a Fiji.


Paula se soltó el pelo y sacudió la cabeza. Se quitó el vestido magenta que había llevado durante todo el día y lo colgó en una percha, aunque nunca más volvería a ponérselo. Aquel color tan intenso no era de su gusto, pero no lo había elegido ella. Hubiera preferido un tono azul, pero ¿cómo discutir con una novia?


Se daría una rápida ducha e iría al encuentro de su padre para ver de qué quería hablarle. Quizá incluso tuviera oportunidad de echar un vistazo al informe que había preparado el día anterior antes de irse a la cama. El trabajo era algo que se le daba mucho mejor que las bodas.





LA VENGANZA DE UN HOMBRE: SINOPSIS






La venganza había sido su única compañera de cama...


El ejecutivo italiano Pedro Alfonso no se detendría ante nada hasta haber llevado a cabo su venganza y haber destruido por completo a la familia Chaves. Convertir en su esposa a Paula Chaves, la hija mayor, no era más que el comienzo. 


Dejarla embarazada para que trajera al mundo a su heredero sería la prueba definitiva de su triunfo. ¿Pero enamorarse de la mujer con la que se había casado por venganza? Eso era algo que jamás habría imaginado que podría suceder... como tampoco había imaginado los secretos que saldrían a la luz con su unión...