miércoles, 24 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 49

 


Dejar a Paula sola y lesionada en su porche la noche anterior había sido una de las cosas más difíciles que Pedro había hecho desde que llegara a WildSprings. Deseaba llevarla en brazos a la cama, vendarle el tobillo, cuidarla. En vez de eso, había aparcado su coche y había vuelto a casa caminando en la oscuridad para aliviar parte de su tensión.


Eso le había ayudado. Un poco.


El café de por la mañana estaba ayudándole más.


De pronto llamaron a la puerta y Pedro se dispuso inconscientemente a sacar la nueve milímetros que ya no llevaba encima. El hecho de que alguien hubiera llegado hasta su puerta sin ser detectado… Estaba perdiendo su toque.


—Hola, Clint —dijo Julián cuando le abrió la puerta—. ¿Puedo pasar?


Parecía distraído, y era la primera vez en meses que su hermano visitaba la casa del árbol. Algo pasaba. Pedro se echó a un lado y le dejó pasar.


—Necesito hablar contigo. Es sobre anoche.


—¿Quieres un café? —preguntó Pedro mientras regresaba a la cocina a por su taza.


—No. Aunque una cerveza para la resaca no me iría mal.


Pedro abrió la nevera para sacar una cerveza y después miró el reloj del microondas. Apenas eran las nueve de la mañana. Frunció el ceño, pero le pasó la botella a su hermano de todos modos antes de que salieran al balcón.


—Escúpelo —le dijo a Julián.


—Se trata de Paula…


—¿Qué le pasa?


—Yo… —Julián maldijo en voz baja y se sentó en el asiento más cercano antes de dar un trago a la cerveza—. Intenté ligar con ella. Estaba borracho. No pensaba.


Pedro optó por el silencio como respuesta. Si hablaba, diría demasiadas cosas. Así que Julián continuó.


—Estaba despampanante, Pedro. Coqueteaba con todos. Incluido tú.


—¿Qué hiciste exactamente?


—¿De verdad no te lo ha contado?


—No. ¿Esperabas que lo hiciera?


—Seguro que está esperando su momento.


—Yo creo que no. Le gusta librar sus propias batallas.


—Dímelo a mí. Casi me rompió el hombro cuando la toqué.


—¿Por qué me lo estás contando?


Julian suspiró y agitó las manos dramáticamente.


—Por las leyes de acoso. Ella es nuestra empleada.


—¿Entonces no deberías estar disculpándote con ella ahora mismo en vez de estar confesándome a mí tus pecados? —sugirió Pedro. Pero entonces se arrepintió. No. No quería que Julián se acercase a Paula.


—Es una mujer —respondió su hermano—. Encontrará alguna manera insidiosa de vengarse. Les dirá a todas las chicas del distrito que no se acerquen a mí. Pondrá sal en el azucarero. Comenzará a hacer circular rumores.


—Aún sigues teniendo dieciséis años, ¿verdad?


—Le doy dos días antes de que empiece a ponerlos a todos en mi contra.


Pedro estiró el brazo y le confiscó la botella de cerveza.


—Estás paranoico. No bebas durante el día. Si anoche intentaste ligar con ella, entonces tendrás que afrontar las consecuencias, aunque eso signifique beberte el café con sal. —Julián se puso en pie para irse, pero en la puerta Pedro lo detuvo.


—Por cierto, Julian. Vuelve a tocarla y yo haré algo mucho peor que romperte el hombro.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 48

 


Los últimos quince minutos explicaban muchas cosas. Era lógico que Pedro se hubiera aislado después de un incidente como el que había vivido en el ejército.


Pensó en su padre y en las cosas que habría visto durante su servicio, y cómo eso podía afectar a un hombre.


Debía de requerir mucha fuerza hacer las cosas que les pedían. ¿Su padre habría hecho algo de eso? Pensó en que no había arma suficientemente poderosa en el mundo capaz de combatir la infección que había matado a su madre, y en cómo se habría sentido el coronel por no poder hacer nada, y lo que habría pensado del bebé cuyo nacimiento había provocado la infección mortal.


El coronel tuvo que abandonar el servicio para cuidar de una niña huérfana de madre y después de eso solo le dieron papeles administrativos y de entrenamiento pasivo. Aquello no cambiaba la tristeza que ella había experimentado durante su infancia, pero le hacía comprender, aunque fuera un poco, lo que debía de haber sido la vida para el coronel veintiséis años atrás.


Y por qué tal vez la hubiera visto como al enemigo durante toda su vida.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 47


—Ellos lo consideran una especie de compensación. O eso o no querían a un soldado de élite suelto y llamando la atención. En cualquier caso, me dieron la baja médica hasta que concluya mi tiempo, entonces levantarán los cargos honorablemente. Todo ha acabado.


—¿Pero no para ti?


—Esa unidad era mi familia, Paula. Habría muerto por cualquiera de ellos y casi lo hice, varias veces. Así que ser entregado por los hombres por los que habría recibido un balazo… Que pusieran mi valor y mi honor en entredicho…


—¿El teniente sigue en la cárcel?


—Sí —contestó él mientras ponía el coche en marcha—. No verá la luz hasta dentro de diez años.


—Bien. Lo merece.


—Tal vez los dos lo merezcamos.


—Te culpas a ti mismo por el chico que murió.


—Podría haber sido Lisandro. Era un simple niño antes de que comenzara el conflicto. El único que quedaba para defender a su madre y a sus hermanas. Estaba aterrorizado.


—Tú no lo mataste.


—Tampoco lo salvé.


—No puedes responsabilizarte de cada niño. De cada pérdida.


—Una vez estuve a punto de matar a Julián —continuó él—. En el embalse que hay cerca de tu casa. Se suponía que tenía que vigilarlo. Estaba alardeando frente a unas chicas de la zona cuyos padres estaban de visita en mi casa. Eran chicas mayores. Chicas guapas.


—¿Tuvo problemas en el agua?


—Estaba ahogándose. Yo no me di cuenta durante casi un minuto. Una de las chicas era socorrista en la ciudad durante las vacaciones de verano. Hizo que volviera en sí después de que yo lo sacara del agua. Tenía solo cinco años.


Lo cual significaba que Pedro tenía trece. Aún un niño. Demasiado joven para cargar con esa culpa.


—Mencionaste que se lo debías.


—Se desarrolló despacio después de eso. Durante años pareció que nunca sería capaz de aprender como los demás. El hombre con el que mi madre se fue a Estados Unidos era el especialista en desarrollo de Julián.


—Ahora parece bastante normal —dijo Paula, y suprimió el recuerdo del desagradable brillo en la mirada de Julián durante el baile—. Si consiguió un puesto en un hotel importante, Julian no habrá tenido muchas secuelas.


—Pura suerte. Y habilidad por parte de Ricardo López, mi padrastro. Podría haber sido muy distinto.


—La verdad es que no habla mucho de eso —dijo Paula—. De su trabajo en Estados Unidos.


—Déjalo, Paula. Deja de buscar misterios donde no los hay.


—Solo siento curiosidad —porque el hotel Joliet Grosvenor no tenía constancia de que allí hubiese trabajado ningún Julian Lopez. Ni Julian Alfonso. Y ahí era donde Simone había dicho que había trabajado—. Me gustaría saber más sobre cómo dirigen los grandes hoteles de Estados Unidos.


—Entonces pregúntaselo a él.


—Puede que lo haga.