sábado, 10 de diciembre de 2016

ENAMORAME: CAPITULO 23




Despierto.


Mi dormitorio se encuentra en penumbras y el otro lado de la cama está vacío. Busco mi teléfono móvil en la mesa de luz para ver la hora… 11.30 ¡no puedo creer que durmiese tanto! 


Esta mujer agota mis reservas de energía hasta el punto de lograr que un enfermo del trabajo como yo, duerma hasta el mediodía. Seguramente Pau se encuentre en la cocina preparando el almuerzo junto a los niños. Hoy al ser domingo por norma general, son los pequeños de la casa quienes eligen el menú. Me pongo de pie y voy por una ducha antes de unirme a ellos.


Media hora más tarde bajo a la cocina y para mi sorpresa no hay ni rastro de mi cocinerita preferida. Concepción se encuentra preparando unas tostadas, mientras Rita coloca flores frescas en un jarrón.


—Buenos días —saludo y ambas giran.


—Buenos días señor —responden a coro.


—¿La señorita Pau no se ha despertado aún? —miento… ya que, sé muy bien en qué anda mi bella pelirroja porque ¡durmió conmigo! Pienso hinchado de orgullo.


—Sí, señor Alfonso, ella bajó hace un par de horas, pero salió muy apurada —responde Concepción


–Llevaba una pequeña valija con ella y lloraba mucho la pobre… al parecer es algo referente con su esposo —remata la arpía de Rita, logrando su cometido.


«Dejarme con la sangre en el ojo»


¡Pero que mierda sucede con esta mujer! ¿Se fue sin avisarme?... ¿algo referente a su esposo?


Automáticamente tomo mi teléfono móvil y disco al suyo. Da libre. Suena una vez, dos, tres, seis… hasta que finalmente la llamada cae al buzón de correo.


—“Mierda Pau ¡toma el puto teléfono mujer!”—Cuelgo más furioso de lo que estaba, temiendo lo peor e ignorando el motivo por el cual ella huyó de mí.


¿Me abandonó?


¡Justo ahora!… ¿cuando todo parecía tener forma me abandona?






ENAMORAME: CAPITULO 22





La claridad de la mañana inunda la alcoba. La casa aún se encuentra en silencio. Volteo buscando la suavidad del cuerpo de la señorita Pau, cuando me topo con uno aún más tierno, suave y pequeño.


Entre medio de nosotros dos, encuentro a mis dos pequeños hijos durmiendo plácidamente. En ese instante mis ojos se topan con los de la mujer que amo contemplándome.


—Buen día señor Alfonso, como verá tenemos compañía.


—Eso veo señorita Pau, lamento informarle que esto es algo muy común entre nosotros tres. Mi dormitorio siempre fue de libre acceso —digo haciendo una mueca de lado con mi boca.


Sorprendentemente una gran sonrisa comienza a formarse en su rostro.


—Me alegra mucho escuchar eso querido señor, ya que hasta los ocho años me pasé a la cama de mi madre y encuentro algo muy tierno en ese gesto suyo.


Reímos


—Eso quiere decir que nos quedan unos cuatro años por delante y luego tendremos privacidad absoluta.


Aunque su risa cesa rápidamente y su ceño se frunce


—¿Es costumbre en ti, que tus hijos te encuentren con mujeres en la cama?


¿Pero qué mierda insinúa? ¡Que mi dormitorio es un maldito tiradero de mujeres! Un tanto molesto respondo:
—Jamás una mujer ha dormido en este dormitorio Pau.


—Ohh.


—Sí, ohh ¿y no entiendo cómo puedes pensar eso de mí?


Pero la descarada cambia de tema abruptamente. Toma asiento en la cama y apoyando sus manos en la frente comenta…


—Temo que cambie mi relación con ellos de ahora en adelante. Quizás asuman que van a perderte.


—No subestimes a los niños mi amor, ellos son más perspicaces de lo que podemos llegar a pensar. Sara hace semanas que me hace bromas sobre que tú y yo somos novios. Felipe directamente lo afirma.


—¿Novios? —repite para sí misma.


—¿No es eso lo que somos?


Y me regala una de sus cautivantes sonrisas, aunque no responde a mi pregunta. Sin embargo, continúa con el tema de los niños. Se encuentra hermosa. Con un pequeño pijama de short y musculosa, color negro y su rojiza cabellera alborotada.


—Nunca me dijeron nada al respecto. Pero hoy fueron muy naturales cuando se pasaron a la cama grande, como si vernos juntos fuera moneda corriente.


—Vamos hermosa, bajemos a desayunar… necesito recuperar energías por la maratón de anoche.


—¿Pancakes? —insinúa con picardía.


—Mmm… ¡si por favor!


Ella se pone de pie y naturalmente coloca una de las almohadas en la espalda de mi niña. Luego besa su frente y mi cerebro automáticamente piensa, lo mucho que me asombra su espontaneo amor y la naturalidad con la que se maneja con los niños. Pau se dirige a su habitación para tomar una ducha rápida y colocarse ropa limpia, mientras yo hago lo mismo.


Bajo el agua de la regadera, comienzo a pensar en que, el hecho que nos encontremos en dormitorios separados es cuestión de tiempo; porque es inminente el cambio de logística en nuestra relación. En esto, ya no hay vuelta atrás. 


Amo a esta mujer con toda mi alma, y me tiene cautivado con su naturalidad, descaro y buen humor. Hace años que ninguna mujer logra que el ogro Alfonso se ablande tanto.


ENAMORAME: CAPITULO 21





Durante el trayecto Pau duerme contra mí. Siento su pecho subir y bajar mientras respira… ese sonido me relaja, ella es un bálsamo de paz para mí. Las luces de los letreros de neón iluminan esporádicamente el coche, creando un juego de sobras en el bello rostro de la mujer por la cual me encuentro loco de amor.


Llegamos a casa pasadas las cuatro de la mañana. José detiene el coche frente a la puerta de la entrada principal y aguarda a que salgamos antes de proceder a dejarlo en el garaje.


—Pau… preciosa, ya llegamos a casa —susurro contra su cabello.


Pasan unos segundos antes de que comience a incorporarse y a pestañar intentando ubicarse. Se encuentra hermosamente desaliñada y automáticamente pienso que es con ella con quien quiero envejecer.


—¿Llegamos?


—Sí, cariño, salgamos antes que te enfríes. — Noto cómo contrae su cuerpo ni bien estamos fuera del coche, la noche es preciosa, pero la falta de sueño, sumado al alcohol que ingirió, le hace tener frío. Automáticamente me quito el saco y se lo coloco sobre sus hombros, y agradece el gesto con una dulce sonrisa que me mata de amor.


Una vez dentro subimos la escalinata que une nuestros dormitorios y en silencio caminamos abrazados por el largo pasillo. Frenamos frente a la puerta de su recámara y antes de dejarla ir «cosa que no pienso hacer» sujeto su cintura mientras nuestras caderas se chocan… ¡es tan hermosa! 


Mis manos se niegan a dejarla ir… su cabello alborotado y sus ojitos pequeños de dormir me resultan de lo más apetecible.


—Señorita Pau… ¿me preguntaba si aceptaría pernoctar en mis aposentos?


—¿Me está invitando a una pijamada señor Alfonso? –suelta la muy descarada con picardía.


—Exactamente.


Sonríe de lado y mi pija se retuerce.


—¿Habrá palomitas y sacos de dormir?


—No. Pero habrá champaña y buen sexo.


Rasca su barbilla y sonríe como solo ella puede hacerlo «me la como a besos»


—Eso suena muy bien… porque yo jamás he ido a una pijamada de ese estilo —responde provocadora.


—Cuánto me alegra escuchar eso cariño, porque, por lo que pienso hacerte dentro de esas cuatro paredes, no me hubiera gustado ser el segundo –guiño mi ojo y le sonrío sádicamente.


—Señor Alfonso, ese comentario me hace replantear si es conveniente o no que acepte su invitación… 


Comienzo a retirar mi cinturón y a enrollarlo en una de mis manos—Oh cariño… ¡déjate tentar!


Tomo su mano guiándola con paso firme hasta mi dormitorio, pero antes de encerrarla bajo llave, solicito me aguarde unos minutos, mientras voy a ver a los niños.


Camino hasta el dormitorio de Felipe y como es de esperar, encuentro a Sara acurrucada junto a su hermano. Acomodo el cubre y beso sus frentes. En ese instante veo a Pau detrás de mí.


Ingresa sin sus zapatos y camina hasta el ventanal. En un gesto muy doméstico, cierra las cortinas evitando que la luz del amanecer interrumpa el sueño de mis pequeños, luego camina hasta nosotros y también besa a los niños. Da un beso a cada uno de ellos en sus coronillas y sale de la habitación. Inmediatamente voy tras sus pasos y la encuentro mirando la nada a través del gran ventanal que da al balcón. Llego hasta su espalda, envuelvo mis brazos en
torno a su cintura y descanso mi mentón sobre su hombro. 


En esa posición permanecemos unos minutos sin darnos cuenta. Amo a esta mujer y deseo con todas las fuerzas que el hechizo nunca acabe. Lentamente la giro, hasta que quedamos frente a frente. Su pecho sube y baja rítmicamente contra el mío, y nuestras respiraciones es lo único que se escucha en la calma de la noche. Planto un pequeño beso sobre su frente y ella cierra los ojos. 


Lentamente… muy despacio voy bajando mis labios, primero rozo sus parpados… luego su nariz, hasta llegar finalmente a sus labios.


Una vez ahí no puedo controlarme más y libero ese maldito y enorme sentimiento que ha crecido dentro de mí y logra oprimirme el pecho hasta dejarme sin aire.


—Te amo, Pau.


En silencio levanta su mirada hasta que sus hermosas esmeraldas se fijan en mis ojos… —Yo también te amo, Pedro.


—Nunca nadie penetro mis barreras de esta forma. Te quiero cerca día y noche, en las buenas y en las malas, cuando te encuentres feliz o cuando tus hormonas aspiren catapultarme… te quiero conmigo siempre ¿me entiendes Pau? Ya no hay vuelta atrás. Eres mía y solo me resta preguntar… ¿Cómo quieres que te haga el amor esta noche?


—¿Las opciones son…? —pregunta ella con picardía.


Sin apartar mi mirada de la suya y con una sonrisa lobuna de lado brindo las opciones…


—Opción uno: lenta y delicadamente como el caballero que soy.


—Entonces la opción dos por favor —remata la atrevida buscando guerra.


Aún mantengo mi cinturón en las manos y de un solo movimiento lo despliego. Luego lo levanto hasta que quede a la altura de su vista


—¿Desea la opción dos, señorita Pau?… ¿quiere despertar al ogro Alfonso acaso? —observa mi cinturón y luego a mí, se la ve curiosa y sorprendida «me encanta» y adoro que se preste a estos juegos conmigo ¡solo y únicamente conmigo!


—Manos al frente, señorita Pau. ¡Ahora! —solicito firmemente.


Obedece.


Une sus palmas y me entrega sus manos unidas en señal de rendición.


«Excelente»


—Pau, entiendes que esto es solamente para divertirnos y gozar mutuamente ¿comprendes? —ella asiente con un movimiento de cabeza y aletea sus largas pestañas.


—Antes debemos quitar ese molesto vestido del medio —observo —así que desnúdese ahora mismo señorita Pau —reclamo y puedo ver en su rostro una ráfaga de sorpresa.


Me alejo dos pasos, para de esta forma admirar plenamente su belleza y tomo asiento en el sillón de cuero que se encuentra frente a mi cama, y buscando el mando a distancia que se encuentra en la mesilla a un lado, enciendo música.


“Have you ever loved a woman” de Steve Wonder inunda el lugar, intensificando el momento aún más.


Pau me observa en silencio sin saber qué hacer. Aunque para mi sorpresa con los primeros acordes musicales muerde su labio y comienza lentamente a mecer sus caderas con sensualidad.


«Buena chica»


Dejo caer mi espalda en el sofá e intento reajustar mi irregular respiración.


Pau se mueve bien y de eso no tenía la menor duda, fui espectador… o mejor dicho un voyeur en su clase de danza, cuando con el imbécil del moreno movía sus torneadas y gráciles piernas al son del mambo.


Lentamente mi chica estira sus brazos hasta dar con el ruedo de su corto y ajustado vestido. Su rojiza melena cae por un lado de su rostro hasta prácticamente tocar uno de sus pechos, y es así, de esa forma que lentamente y con ritmo que comienza a subir su vestido. Sus muslos comienzan a liberarse y su pequeña tanga de encaje negro se asoma ante mi curiosa mirada. Pau me observa y parece estar disfrutando mucho ya que sigue subiéndolo y enrollándolo aún más, hasta que vislumbro su pequeño ombligo. Repleta de alevosía lleva su dedo índice dentro de su boca «Estoy que exploto» y humedeciéndolo con saliva lo retira, para luego deslizarlo por la zona que se encuentra en su bajo vientre hasta llegar debajo de su ropa interior y hundirlo en su sexo.


«Tomo una profunda respiración y apoyo la mano sobre mi abultado paquete»


Pau voltea en el preciso momento en que tiene arremangado el vestido debajo de sus pechos, y es de esa forma «de espalda» que termina de retirarlo por completo.


Me pongo de pie, y como un león camino hasta mi presa. Se mantiene de espaldas cuando presiono mi cuerpo contra ella y hago notar mi prominente erección sobre su perfecto culito. 


Ella de forma provocadora mueve el trasero en círculos «siempre al ritmo de la música» y presiona mi pija en medio de sus nalgas. —Es precisamente a ese lugar en donde pienso terminar esta noche querida —detiene por un instante su baile y colocando mi mano en su vientre insto que continúe su movimiento, mientras que con la otra llevo el cinturón frente a ella.


—Ahora sí, preciosa, manos al frente.


Lo hace.


Obedece y con la destreza que me caracteriza en estas cuestiones, uno sus manos en medio del fuerte cinturón de cuero, midiendo la presión adecuada para no incomodar, pero a su vez evitando que se zafe por voluntad propia. Así como se encuentra, de tanga y tacones la guío, hasta colocarla de rodillas sobre el sofá. Su torso y pechos quedan sobre el respaldo, sus piernas levemente separadas y su culo expuesto a mí.


«No te muevas» ordeno, y camino hasta el baño en busca del aceite de coco que uso en la tina. Lo coloco bajo el agua caliente del lavamanos, templándolo y logrando mayor fluidez. Vuelvo y tal cual ordené Pau continúa en la misma posición, con la vista fija en la pared y expectante. 


Lentamente comienzo a desvestirme, en un punto donde ella no puede verme y de esa forma ir aumentando su ansiedad. 


Tomo el aceite que dejé en la mesilla y llego hasta ella.


Tomo los extremos de su tanga y lenta, muy lentamente comienzo a bajarla hasta que queda a la mitad de sus muslos.


«Estoy tan caliente que temo eyacular en este momento»


Abro el bote y dejo caer un chorro en su espalda.


Se estremece.


Coloco otro poco en mi mano y comienzo a embadurnar mi pija, la que se encuentra dura como un mástil, con las venas marcadas a fuego debajo de mi piel. De rodillas en su espalda, comienzo a masajear el tibio aceite sobre ella, puedo notar como lentamente comienza a sucumbir y su cuerpo a aflojarse. Dejo un beso en su cuello mientras mis manos bajan lentamente por los huesillos de su columna vertebral.


Gime.


Dejo otro pequeño beso en su cuello y luego muerdo suavemente la zona. Pau deja caer su cabeza atrás apoyándola en mi hombro. Mis manos continúan viaje,
humectando y lubricando todo a su paso, mi dedo medio se hace lugar en el recorrido hasta llegar al medio de sus nalgas. Pau continúa laxa, por lo que me autorizo a
seguir, el dedo se abre paso hasta el pequeño y fruncido agujero de su ano y sin permiso lo introduzco en él.


Pau se sobresalta y puedo saber con claridad que mi chica es virgen de esa zona. Siente placer, de eso no hay duda, pero le teme a lo que vendrá.


—Shh, tranquila… prometo hacértelo disfrutar… y mucho.


Siento su cuerpo aflojarse y entregarse a mi merced. Juego con mi dedo entrando y saliendo de ella, mientras con mi otra mano, circundo su vientre hasta llegar a los labios de su vagina. Lentamente los abro y comienzo a estimular su clítoris realizando pequeños círculos en él. Pau mueve su cadera buscando mayor contacto. Esta húmeda y excitada. 


Otro dedo es introducido en su cola y ella deja escapar un sonido mezcla de queja y placer.


—Shh —susurro nuevamente —tu floja, y sin prejuicios cielo… solo somos tú y yo.


Introduzco dos dedos dentro de su húmeda y caliente vagina al tiempo que retiro los de atrás, cambiando posición por mi tórrido miembro. Este como si tuviera vida propia se sitúa en la entrada y ayudado por mi mano comienza a jugar en el orificio de entrada. El aceite ha hecho bien su trabajo y la zona se encuentra resbaladiza.


Tomando su nuca insto a que deje caer su cuerpo adelante, hasta que su pecho reposa cómodamente en el alto respaldo de cuero. Con mi mano aproximo su trasero más atrás y lentamente comienzo a adentrarme en su pequeño e inexplorado orificio —Aaah… —deja escapar Pau, pero una vez que pasó la ancha cabeza de mi miembro el resto no será problema.


—¿Duele mucho? —pregunto mientras aguardo para continuar.


—Sí —responde —pero me gusta.


«¡Esa es mi chica!»


Centímetro a centímetro comienzo a ingresar, dilatando a mi paso su cavidad. La imagen no puede ser más erótica. Pau se encuentra muy quieta y expectante al dolor, aunque a medida que me muevo en su interior va aflojándose y acompaña mis movimientos con los suyos.


Me muevo entrando y saliendo y con mayor libertad, busco el agarre de sus prominentes pechos. Me afirmo en ellos mientras mi pija entra y sale de su culo.


Pellizco levemente sus pezones y soy recompensado con un respingo de su trasero.


Noto como se encuentra a punto caramelo. La excitación pudo con ella y tras un «Vamos preciosa» los gemidos de ella aumentan segundo a segundo y la intensidad de mis embestidas son mayores, hasta que en medio de súplicas, gemidos y gritos de placer la lleno de semen y caemos exhaustos.


Beso su espalda antes de liberar su interior. Aflojo el agarre de sus muñecas y para mi felicidad, para mi enorme orgullo de macho, soy recompensado con una enorme sonrisa y un agradecido…—¡Me encantó!


En brazos la llevo hasta el baño, donde la tina nos espera con un relajante baño caliente. Pau se coloca su pijama de short corto y top de tirantes y yo solamente unos bóxer Calvin Klein. Felices y enamorados vamos hasta la cama, donde Morfeo sonríe con picardía y levanta su pulgar en aprobación a lo que acabamos de hacer, para finalmente llevarnos al mundo de los sueños.





ENAMORAME: CAPITULO 20





Una vez que llegamos a la fiesta descubro que mágicamente Pedro tiene su lugar asignado en mi mesa. 


Seguramente mi madre hizo algo de su magia y logró que
lo incluyeran en la lista de invitados a último momento. 


Entramos y siento el peso de miles de ojos caer sobre nosotros.


Imagino los pensamientos de todos… “¿Quién es el bello hombre que acompaña a la cornuda?” Un pensamiento un tanto pesimista pero real.


Pedro toma mi mano ni bien cruzamos el umbral que da ingreso al salón. Su tacto me brinda seguridad y confianza, algo que necesito por kilos en este momento, sobre todo cuando mis ojos no paran de escudriñar el entorno intentando ubicar al hombre que me robó diez años de vida, junto a la bruja que fingió amistad mientras se apropiaba de mi hombre. Ni bien pienso eso, Pedro susurra en mi oído… “Eres la mujer más hermosa de la fiesta sin lugar a dudas” y es todo lo que necesito escuchar en este momento. Porque su comentario me baja a tierra y me hace sentir la mujer más afortunada del universo, y no puedo evitar pensar… «¡Je… Él es mío perras!» acompaño el pensamiento con una sonrisa de lado y mis brazos cruzados estilo matón de Hollywood.


Me sonríe dulcemente.«¡Que me lo como!» No puedo controlarme y le doy un pequeño beso en su mejilla y luego humedezco mi dedo pulgar en saliva para limpiar la marca que deja mi labial.


Pedro me sonríe tiernamente y no dejo de pensar que dentro de mi gran ogro Alfonso, se esconde un dulce y tierno hombre. De la mano caminamos hasta la mesa donde se encuentra ubicado mi clan. Mis hermanas no cierran la boca por la sorpresa de verme acompañada.


—¡Pero que escondidito te lo tenías manita! —grita Karina «la mayor de mis hermanas» mientras se pone de pie para abrazarme.


Me estrecha en sus brazos y susurra en mi oído —Ricardo se morirá cuando te vea tan divina y con ese machototote del brazo.


—Shh ¡Kari, por favor!


Sonríe y tiende la mano a Pedro para presentarse


—Mucho gusto. Soy Karina Chaves, hermana de Pau.


Pedro revelando años de caballerosidad y galantería, toma la mano de mi hermana e inclinando su cabeza besa el dorso de ella.


—Un placer conocerla, Karina, soy Pedro Alfonso el novio de Pau.


—¿Mi novio? —repito sorprendida de enterarme que eso es lo que somos y volteo para mirarlo de frente


—Lo soy —responde tranquilo.


—¿Lo eres? —estoy con esa sensación como cuando de niño tu padre frenaba el auto frente a la tienda de dulces, pero junto a ella, se encontraba el consultorio donde atendía tu dentista. Especulas si será lo que quieres o solo una triste ilusión.


—¡Por supuesto que lo soy! —. Remata, molesto ante mi insistencia.


—¿Tu novio? —esa es Macarena, otra de mis hermanas —pero mucho gusto caballero, ¡si es por mi hermana no nos enteraríamos de nada!


—Niñas tranquilas —solicita mamá para evitar que mi guapo ogro corra despavorido del lugar.


Más tarde y luego de las presentaciones ingresan los novios, el juez que está esperando, los casa y finalmente da comienzo la cena. Cada uno ocupa sus lugares y tras una, para nada disimulada mirada de mi madre, puedo intuir que vio a mi ex.


¡La cena es deliciosa! Salmon grillado con una guarnición de papas al romero y volcán de calabaza. Pero no puedo comer más de dos bocados. Realmente no me encuentro a gusto. 


Sé que debo controlar mi humor, pero se me está haciendo bastante pesado encontrarme en el mismo lugar que ellos y respirar el mismo oxígeno. Con el correr de las horas en vez de ir aflojándome esto solo empeoró… sobre todo cuando en una ida al baño choco con ella frente al espejo.


«Contra Samantha» la que un día fue mi amiga.


Intento ignorarla.


Juro que lo intento, pero no puedo.


—Hola —saluda poniéndose incómodamente a mi lado. 


Continúo aplicándome brillo labial.


—Hola, Samantha —respondo calmadamente.


Mi antigua amiga comienza a llorar muy compungida y yo que… mierda ¡no sé qué hacer! Imagino el motivo de su llanto «la culpa la carcome por dentro» … o ¿será vergüenza? Bueno, sea lo que sea no me gusta verla así y si dejo de actuar como lo haría la Pau de siempre, solo me estaría convirtiendo en algo que no soy. «Jamás pagues con la misma moneda» dijo siempre mi madre «sé diferente… incluso hasta llegar al punto, en que tus enemigos te caigan bien… porque solo ese día, sentirás que habrás dado vuelta la página por completo»


¡Y eso es lo que haré! Por tal motivo es que sin pensarlo mucho, en un gesto automático y muy mío… la estrecho en un cálido abrazo.


—Perdón, Pau… perdóname amiga mía —lloraba compungida contra mi cuello —ojalá pudiera volver el tiempo atrás y no sucumbir ante las estupideces de Ricardo.


—Ya te perdoné, Samantha. En este instante te estoy perdonando.


—¿De veras, amiga?


—¡No! —respondo bruscamente mientras la libero de mis brazos —“amiga” no. Eso ya no se puede reconstruir… confié en ti y me defraudaste, lo que significa que has perdido algo que es muy valioso para mí… y se llama confianza. Una vez que ella se va, ya no hay vuelta atrás.


—Entiendo —responde con los ojos hinchados y la nariz rojiza de tanto llorar —pero quiero decirte algo… en estos meses que llevo viviendo con Ricardo, jamás… pero ¡jamás! —recalca con énfasis —he podido igualar la sombra que dejaste Pau. Porque créeme, por más que fui una pieza clave en toda la desgracia que viviste, yo no dejo de ser “la otra” … además de una víctima de él.


Dejo escapar una risita, que se transforma en una gran carcajada.


— ¿Tú, una víctima?... no me jodas, Samantha, tú y yo sabemos que siempre fuiste una calienta braguetas y que te gusta más un chorizo de bípedo que la mantequilla de maní.


Su boca permanece abierta de asombro, ante la brusquedad de mis palabras. Esto se está poniendo bueno. Continúo…


—Y si te consideras una víctima porque Ricardo ya te está echando los cuernos a ti, déjame decirte algo “querida amiga” —realizo comillas con mis dedos — que quien duerme con niños amanece mojado… ¡sencillito! 1+1 son 2. Así como se metió en la cama contigo que eras mi mejor amiga ¡de la familia prácticamente!, no dudará en hacerlo con alguien más.


«¡Chan chan!» necesitaría un redoble o el triste quejido de un bandoneón para dar el drama necesario, al final de mi discurso.


Noto como su rostro lentamente se transfigura más y más y pienso que ya es suficiente.


—Eres muy dura, Pau.


—¿Cómo?... ¿dura? Ahh no, m’hijita, dura no… yo lo que soy es ¡REALISTA! —guardo mi brillo de labios y acomodo mi cabello sin mirarla, y antes de marcharme coloco la palabra “Fin” de una buena vez al doloroso pasado —adiós Samantha, fue lindo verte, y en el fondo estoy agradecida de que me sacaras a Ricardo de encima. Es que siempre cogió tan mal… —pongo cara de pensativa y sigo —ni hablar que también la tenía chiquita como un conito 3D —sonrío, guiño un ojo y me voy —¡bye!


Salgo con actitud triunfante y esa sensación como cuando de niña hacía una picardía y ésta salía bien. Admito que no es bueno pagar con la misma moneda… pero, ¡qué bien se sintió! Y más que merecido se lo tenía.


En medio de mis reflexiones choco contra mí amado ogro Alfonso quien se encuentra con dos copas de champaña en su mano, aguardando al final del pasillo.


«Tan lindo»


Me entrega una de las copas y sin mediar palabras brindamos. La cena ha finalizado y la pista de baile se encuentra en su apogeo. Pedro toma mi mano y tira de
mí hasta que quedo pegada a su cuerpo. Huele de mil amores y una sensación de orgullo y miedo recorren mi cuerpo… orgullo de encontrarme junto a este hermoso y
elegante galán de cine y miedo… terror… ¡pánico! de que esta “relación” dure lo que un suspiro y me deje rota por completo. No puedo evitar pensar en esos puzzles de 5000 piezas que armábamos en invierno con mi madre y hermanas, donde todo el maldito puzzle era una pradera verde y solo alteraba el paisaje, algunas flores silvestres de colores. Siempre nos pasaba lo mismo… noches y noches de arduo armado, hasta llegar al clímax… “¡solo faltan colocar 4 fichas y lo completamos!”


Gritaba Karina y la aguafiestas de Macarena arruinaba la diversión “pero solo quedan 3 fichas” Así era señores… siempre nos faltaba una ficha, nunca supimos si el vendedor era un despiadado anciano que se regodeaba pensando en la desgracia de todos nosotros, o si la aspiradora se la había tragado en la limpieza o como pensaba yo… que el ratón Pérez las llevaba para decorar su cueva. Y puede que algo similar me ocurra a mí… cuando crea que todo se encamina en mi vida… «plaff» que falte la última pieza y se vaya todo a la mierda.


Si eso ocurre, seguramente me mude a una pequeña cabaña en el bosque, donde cocinaré los animales que cace con mi rifle y una docena de gatos serán mi única compañía.


Pedro desliza su dedo pulgar por mis labios y se inclina hasta que nuestros ojos quedan a la misma altura.


—Tardaste mucho dentro del baño… ¿todo está bien? —susurra tiernamente y yo estoy que me derrito en sus brazos —¿dime en que piensas? —ordena.


Sonrío…


—Pienso que nunca tuve tanto miedo en toda la vida —últimamente mis malditos sentimientos tienen vida propia y han dejado de obedecerme.


—Somos dos —dice para mi sorpresa —pienso que no sé qué sería de mí si un día decides marcharte. — Besa mis labios lentamente y el sonido de la puerta del baño al abrirse, corta el pequeño hechizo en el cual nos encontramos. Mi ex amiga sale del toilette con la cara rojiza de llorar.


Nos observa, mejor dicho… observa a Pedro «¡a mi Pedro!» y noto cuando ella mete panza y cuadra sus hombros «zorra al cuadrado» la observo por un instante y vuelvo mis ojos al atlético y guapo caballero que me acompaña.


—¿Vamos? —solicito —y tomando mi mano, Pedro me dirige a la pista de baile donde la familia se mueve al son de una bella y conocida melodía del músico Marc Anthony… Flor Pálida.



Hallé una flor un día en el camino.
Que apareció marchita y deshojada,
Ya casi pálida ahogada en un suspiro,
Me la llevé a mi jardín para cuidarla.
Aquella flor de pétalos dormidos,
A la que cuido hoy con toda el alma.
Recuperó el color que había perdido,
Porque encontró un cuidador que la regara.
Le fui poniendo un poquito de amor,
La fui abrigando en mi alma,
Y en el invierno le daba calor,
Para que no se dañara.
De aquella flor hoy el dueño soy yo,
Y he prometido cuidarla.
Para que nadie le robe el color,
Para que nunca se vaya…


«Mierda con esta melodía»


Pedro mantiene una de sus manos en mi espalda baja mientras que con la otra sostiene mi muñeca contra su pecho. Se mueve bien, y eso me sorprende mucho… porque nunca imaginé que mi bello ogro llevara el ritmo en su sangre.


—Muy apropiada es esta letra señorita Pau —susurra en mi oído y noto que la proximidad de nuestros cuerpos ha despertado cierta parte de su anatomía.


«Ohh»


—¡Señor Alfonso! —Comento con fingido enfado —es usted todo un pervertido.


—¡Ni lo digas mujer! En cuanto lleguemos a casa te desnudaré y hablaremos al respecto.


—¿Necesita desnudarme para que hablemos? —pregunto dejando un lugar entre nosotros y cruzando mis brazos cuando a mi espalda escuchamos un molesto…


—Ejem… Pau ¿podemos hablar?


Reconocería ese tono de voz a un millón de kilómetros de distancia.


«Mierda»


Giro y lo veo.


Guapo y elegante como siempre. Vistiendo un impecable traje gris, con su habitual cabellera de príncipe Valiente y el peor caso de cara de cordero degollado, visto por el ser humano.


Inesperadamente toma una de mis manos, y pese a mi resistencia la lleva hasta sus labios besando mis nudillos como lo hacía frecuentemente en el pasado. Creo que, si presto atención, puedo escuchar el chirrido que producen los dientes de Pedro al contener su furia.


—¡Deja ya mismo a mi mujer imbécil! —ese piropo es regalo de mi ogro Alfonso.


Retiro rápidamente mi mano de sus labios y seco el resto de baba que dejó contra mi vestido. Parece importarle poco y nada la amenaza de Pedro cuando prosigue…


—Pau, yo… —eleva sus húmedos ojos en alto parpadeando repetidamente y sorprendiéndome por segunda vez en fracción de segundos, no solo toma nuevamente una de mis manos entre las suyas, ¡sino que toma las dos! —gordi… estoy muy avergonzado de cómo me comporté. Fui realmente un estúpido al desaprovechar lo mejor que la vida me puso frente a los ojos. ¡No escuché cuando me rogabas que pasáramos más tiempo juntos!, o que hiciéramos un viaje romántico, tampoco cuando me pedias tener un bebé y yo… estoy muy arrepentido. Estás tan hermosa que solo pienso en llevarte a casa de una buena vez, quitarte ese
vestido y hacer un hermoso y regordete bebé. Pau yo de veras… lo lamento mucho cariño.


—¿Cariño?... ¿bebé? —repito indignada —de verdad si es una cámara oculta ya no es gracioso —forcejeando por la libertad de mis manos, aunque es inútil. Esto es lo más vergonzoso y patético que viví en mi vida.


—Suéltala ya mismo idiota —gruñe Pedro dando un paso adelante. Calculo que debe estar frenando el impulso de golpearlo porque me encuentro en medio de ambos.


Pero a Ricardo parece no importarle cuando redoblando la apuesta planta mis palmas en su corazón. Es inevitable que en ese momento me pregunte…


«¿Qué cojones hago yo en este lugar?» Nunca tendría que haber venido a esta boda.


Pedro deja caer el peso de su brazo y apoya fuertemente una de sus manos en el hombro de Ricardo.


—¡Suéltala ya! —y el tono que usa es tan firme y sereno, que haría cagarse en los pantalones hasta al marinero más macho de todos los machos.


—¡Silencio, Alfonso! Tú no te metas mientras hablo con mi mujer.


—¿Tu mujer? —repetimos a coro Pedro y yo, cuál de los dos más indignado que el otro.


—Te dije que la sueltes ya mismo o…


—¿O qué?... ¿acaso vas a golpearme otra vez?


—¿Otra vez? —repito mirando a mi ogro directo a los ojos.


—Exacto amor, tu amiguito me rompió el tabique de la nariz de un puñetazo fuera del juzgado.


—¿Lo hiciste? —necesito confirmar tal información.


—¡Claro que lo hice! El hijo de puta cambió las llaves de tu negocio provocando que un desgraciado ¡por poco te viole!


Una gran, enorme… ¡gigante! Sonrisa de amor y admiración por este hombre comienza a formarse en mi rostro, haciéndome olvidar por completo que me encuentro con mis manos contra el pecho del que un día pensé amar.


La fiesta se encuentra en su apogeo y los novios bailan muy melosos en el centro de la pista. A lo lejos veo los agudos ojos de mi madre como dos rayos laser fulminarme, pero no te preocupes ma… no soy vengativa, pero tengo buena memoria.


Finalmente decido que ya es tiempo de ponerle punto final a las estupideces y viendo que, por las buenas, Ricardo parece no entender, creo que el plan “b” es la mejor opción.


—¿Me vas a soltar sí o no? —pregunto con la esperanza de que se retire solito por donde vino y por la sombrita.


—Jamás Pau… ¡tú eres mi gordita hermosa!


Evidentemente el universo conspiró para que, en ese preciso instante, un fallo en la discoteca produjera un perfecto silencio.


Primero fue un pequeño crujido, similar al de dos huevitos rompiéndose. O mejor dicho… al de los huevos de Ricardo rompiéndose contra mi rodilla. Porque si de algo me sirvieron las clases de defensa personal a las que mi madre nos obligó a ir en la adolescencia fue para esto... ¡Gracias ma! 


Pienso mientras observo a Ricardo realizar unos extraños movimientos en cuclillas, y balbucear insultos entre dientes a mi progenitora. Entonces decido que es hora de darle el tacle final a la situación y mandar al “macho de América” que se cree que es, a dormir la siesta al ático.


—Querido Ricardo… lamento mucho tener que haber llegado al punto de golpearte, porque ambos sabemos muy bien… que no hay segundo round entre nosotros. Primero que nada, porque metiste tú sucia, aburrida y pequeña verga en la vagina de mi ex mejor amiga —suelto el aire de mis pulmones y dejo caer mi cabeza hacia atrás —¡te regalé diez años de mi existencia! ¿y tú qué haces?... ¡me jodes la maldita existencia sin ningún tipo de consideración! Y segundo… una vez que pruebas el mejor salmón ¡ya no quieres volver a comer un vulgar pez gato de río como tú! Antes de comer eso nuevamente, ¡prefiero volverme vegana!


—¿Esa metáfora fue respecto a mi pene, Pau?


Puedo escuchar alguna risotada entre medio de los “ohhh” de las mujeres de la familia, pero afortunadamente no me importa. Mi prima sabía en lo que se metía al juntarnos a todos en su boda… ¡joder!


—¡Claro que no Ricardo! No hacía referencia a tu pene cuando mencionaba al delicioso y firme salmón que tengo el honor de comer en esta etapa de mi vida… en realidad esa metáfora engloba a todo tu ser.


—¿Me estas llamando simplón?


Y todo se resume a esto… ¡a su puto ego! Noto como su orgullo se ha resentido y de un minuto al otro pasa del te amo al te odio.


—¡Claro que no te estoy llamando simplón! —Manifiesto enérgica y parece aliviado —lo que intento decir… es que luego de conocer a Pedro y de haber hecho el amor con él, nunca… ¡pero nunca! dejaría que me toques un pelo nuevamente, y en el fondo creo que es lo mejor para ambos. Porque luego que eso estuvo aquí (señalo la entrepierna de Alfonso y luego la mía) lo tuyo querido amigo ¡bailaría!


Su rostro comienza a ponerse rojizo, llegando al punto de temer por mi integridad física. Gracias a Dios en cuanto se me viene encima Pedro se interpone y para nuestra sorpresa mamá se coloca frente a Pedro haciendo frenar en seco a su ex yerno.


Con sus manos en jarra y el mentón en alto deja algo del encanto italiano de nuestra familia…


—Fuera de mi vista bobalicón de mierda, o juro por Dios que donde sigas molestando a mi niña… te cortaré los dedos uno a uno con un alicate y luego esa lengua tan larga y mentirosa que Dios te dio y haré un escabeche con ello, para que coma tu dulce noviecita.


—Ex novia, querrás decir Silvia.


Y esa fue Samantha señores y señoras, así es… el tipejo se está quedando sin el pan y sin la torta.


«Excelente»


Ricardo voltea sobre sus talones y sale del salón dando un gran portazo. Minutos más tarde lo hace mi ex amiga, justo en el instante en que la música vuelve a sonar.


Y como si nada hubiese ocurrido, la familia y amigos vuelven a la pista con sus respectivos tragos en mano, a menear las caderas al ritmo del mambo.


—Vamos muchachos… —insta mamá —¡bailen y disfruten!
Que esos payasos no puedan empañar jamás esto tan bello que está creciendo entre ustedes.


Pedro toma mi mano y me arrastra a la pista.


—Vamos, hermosa… —susurra seductor.