jueves, 23 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 29





Los siguientes días no se vieron. Pedro se iba muy temprano por la mañana y no volvía hasta la noche cuando ella ya había cenado. No fue a visitarla después de la cena, lo que por un lado la alivió, pero por otro…No quería pensar en el otro lado.


Llegó el día que tenía que volver a la revisión médica donde le quitarían los clavos exteriores. Estaba ansiosa por quitar ese estorbo que la molestaba continuamente. Vio a Pedro por primera vez en días pero él no le dirigió la palabra. –Está de un humor insoportable- le susurró Judy al oído tras ella mientras esperaban en el porche que aparcaran la camioneta ante la casa.


-¿Y eso?


-Desde hace unos días ni habla. Su tía está de lo más preocupada porque se mata a trabajar y trata a todo el mundo fatal. El otro día echó a dos peones por llegar tarde diez minutos a no sé qué reunión.


Ella se mordió el labio inferior mirándolo dar órdenes. Pedro subió los escalones del porche a toda prisa. 


–Ya está, vámonos de una maldita vez


-No tienes que venir sino quieres- dijo ella sintiéndose dolida.


Pedro entrecerró los ojos- ¡Claro que sí porque Billy no puede ir!- exclamó como si fuera una molestia. Judy jadeó tras ella.


-Pedro, ¿es que no tienes educación?- preguntó su tía escandalizada.


-Dejarlo- dijo ella empezando a enfadarse- Está enfadado porque no quiero volver con él. ¡Te estás comportando como un crío!


-¿Acaso hemos estado juntos alguna vez?- preguntó divertido- Que yo recuerde sólo echamos un par de polvos y tampoco fueron para tirar cohetes.


Paula palideció mientras sus amigas jadeaban indignadas. 


Miró alrededor viendo que Jose evitaba su mirada. Cuando volvió la vista a Pedro, este parecía arrepentido- Nena…


-No quiero que me dirijas la palabra nunca más- dijo al borde de las lágrimas.- Me acabas de demostrar que tenía razón.


Nadie dijo nada más y ella se miró las manos queriendo que se le tragara la tierra. La colocaron en la parte trasera de la camioneta y fue Jose quien sujetó la silla mientras Pedro conducía.- No sabe cómo comportarse contigo. ¿Lo sabes, no?


Ella le miró incrédula- Cuando le conocí no tenía ningún problema para relacionarse con las mujeres.


Jose hizo una mueca.-Eso son ligues, si te refieres a eso. Pero tú eres distinta para él.


-¿Qué quieres decir?


-Tú le has llegado al corazón- dijo mirándola fijamente.- Y sabe que te ha perdido con su estupidez. -Paula sintió que le daba un vuelco el corazón.- No sabe qué hacer para que vuelvas y está rabioso. Pero no ha querido hacerte daño. Hace unos minutos habló su orgullo, no él.


-Pues su orgullo me ha hecho daño- susurró desviando la mirada.- y estoy harta.


-Yo sólo sé que es uno de los mejores hombres que he conocido y al que he visto hablándote así no era Pedro Alfonso. Puede ser autoritario o incluso un tirano, pero nunca le he visto comportarse así con nadie. No es cruel.


-Entonces la culpa es mía. Le vuelvo así y lo mejor es que nos alejemos el uno del otro.


Jose suspiró.- Me caes bien. Es una pena que no haya funcionado lo vuestro.


-¡Yo sólo venía para trabajar de secretaria, por Dios!- exclamó exasperada cortando la conversación- Esto es ridículo.


Hasta llegar al avión estuvieron en silencio pues ella estaba sumida en sus pensamientos. Pedro la subió por la rampa y le aseguró la silla sin mirarla. Se fue hasta la cabina y Paula se mordió el labio inferior preocupada. ¿Estaba haciendo bien? ¿Cómo se había sentido Pedro al verla aterrorizada sobre el caballo? ¿Y al verla a punto de morir aplastada por él? Se tenía que sentir muy culpable. Al menos ella se sentiría así.


Nerviosa se apretó las manos – ¿Estás bien, Paula?- preguntó Judy con el ceño fruncido.


-Sí, claro.-respondió distraída y así continuó todo el vuelo.


Al llegar al hospital, Pedro la miró con el ceño fruncido cuando la bajó de la furgoneta que había alquilado pero no comento nada. La atendieron muy rápido y cuando entró en la consulta sonrió al doctor Cummings.- Paula, me alegro de verte.


-Y yo a usted, doctor.-respondió con una encantadora sonrisa. Pedro se cruzó de brazos en tensión y ella se dio cuenta. ¡Estaba celoso de su doctor! Sintió algo dentro de sí que la emocionó mucho y sin poder evitarlo le dijo al doctor.-Está muy guapo esta mañana.


El doctor se sonrojó ligeramente –Vaya, gracias.


-¿Vamos al grano?-preguntó Pedro molesto.


-Tú sí que estás hermosa- respondió el médico sin hacerle caso. Pedro estaba rojo de furia y ella se sintió feliz.- ¿Cómo te encuentras?


-Ahora sólo me duele si hago un movimiento brusco.


-Vamos a ver cómo va.


La revisó y ella hizo varios gestos de dolor. –Esto tiene muy buena pinta- dijo el doctor sonriendo de oreja a oreja.-De hecho te voy a quitar la sujeción exterior.


-¿Puedo empezar con la rehabilitación?


-Sí.


Le quitó los clavos exteriores con cuidado y cuando terminó ella hizo una mueca por el aspecto de la pierna.- No pongas esa cara, en cuanto termine contigo no tendrá ese aspecto.- dijo Judy sonriendo.


-¿Haces milagros?- preguntó decepcionada observando su pierna hinchada.


-Quedará como antes- dijo Pedro muy serio.


Ella le miró –Mire doctor, una que hace milagros y otro que ve el futuro. Puedo montar una feria.


El doctor Cummings se echó a reír a carcajadas y Pedro lo miró como si quisiera matarlo.-Bueno, Paula. Te voy a quitar la escayola.


-¿No es un poco pronto?- preguntó Pedro alerta.


-No, en realidad lleva un mes con ella- dijo confundido.- Así que ya podemos quitarla. De todas maneras todavía no puedes posar la pierna ¿me oyes?


-Sí, doctor –dijo sonriendo radiante.


Pedro apretó los labios al ver como abría el yeso del fémur. Y cuando separó las partes, el doctor observó el hueso atentamente palpando su pierna. –Voy a pedir unas radiografías para asegurarnos de que todo está bien y hablamos luego.


-¿Hay algo raro?- preguntó asustada.


-Es el procedimiento habitual después de una lesión como la tuya.- dijo acariciándole el hombro. No te preocupes.


-Gracias, doctor.


-Os veré luego.


Cuando se fue Judy sonrió –Todo va muy bien.


-¿Si algo fuera mal me lo dirías?- preguntó irónica.


-No.


Paula se echó a reír y miró a Pedro que la observaba como si quisiera matarla.- ¿Y a ti qué te pasa?


-Uff, voy a ver a una amiga que tengo en esta planta- dijo Judy saliendo a toda prisa.


No le hicieron ni caso.- ¿Estás ligando con ese tío?


-¿Y si lo hiciera qué? Seguro que él piensa que mis polvos son fantásticos.- dijo provocándole. Él abrió las manos para volver a cerrarlas totalmente furioso y a ella le encantó. Dio un paso hacia su camilla donde estaba sentada y su actitud era claramente amenazante pero Paula levantó la barbilla.-Además ¿a ti qué te importa? En cuanto me dé el alta, me largaré de tu casa. Estarás encantado de conseguir lo que querías desde que me conoces.


-Pau, te aconsejo que hables lo menos posible hasta llegar a casa- dijo él entre dientes.-O al menos hasta que te reponga.


-¿Ahora tampoco puedo hablar? ¡Me tienes harta!


-¡Tú sí que me tienes harto! Estoy harto de sentirme como un idiota a tu lado.


Ella le miró asombrada – ¡Sentirte como un idiota! Si siempre tienes la razón en todo- dijo con burla.


-¡Muy graciosa!- le gritó a la cara


-¡No pretendía hacerme la graciosa!


Se miraron enfrentados antes de tirarse el uno al otro besándose desesperados. Pedro acarició su nuca mientras ella se aferraba a sus brazos. Un carraspeo les hizo separarse de golpe para ver a Judy mirándolos con una ceja levantada.- Paula, a rayos.


-Sí- dijo con voz ronca.-Estoy lista.


-¿Seguro?- preguntó irónica.


Se sonrojó intensamente y miró de reojo a Pedro que parecía de lo más satisfecho de sí mismo.-Sí- dijo entre dientes.


Cuando volvió de rayos apareció el doctor Cummings sonriendo de oreja a oreja- Todo perfecto. Así que rehabilitación y revisión en dos semanas.


-Que bien- dijo ella encantada.


El doctor sonrió y cogió una silla sentándose a su lado mirándola de frente.- Voy a darle a Judy las instrucciones pero a ti quiero decirte algunas para que no hagas tonterías.


Ella soltó una risita tonta- No voy a apoyar la pierna.


-No me refiero a eso, aunque también. –Miró de reojo a Pedro que volvía a mirarlo con los brazos cruzados.- Por los gritos que oímos antes creo que tenéis una relación. –Paula se puso como un tomate y Pedro sonrió de oreja a oreja.- De momento no podéis mantener relaciones sexuales por tu pierna y por la lesión de la cadera. ¿Lo has entendido?


Ella estaba en shock. ¿Les había oído? ¡Dios mío, si había dicho lo de los polvos!- Sí doctor, lo suponía- dijo Pedro sacándola de su estado.


-Bien, pues todo va estupendamente, continua así y hazle caso a Judy que sabe lo que hace.


-Gracias, doctor- la enfermera lo dijo comiéndoselo con los ojos y Paula levantó una ceja divertida.


Pedro se acercó a ella y empujó la silla de ruedas mientras Judy llevaba con ella unas muletas- Ya sabes, nena -le dijo al oído- Nada de sexo hasta nueva orden.


-Muy gracioso- respondió entre dientes.- Se te va a caer por la falta de uso antes de que deje que me toques un pelo.


Las carcajadas de Pedro la hicieron sonreír.





TU ME HACES FALTA: CAPITULO 28





Esa noche después de cenar estaba leyendo la novela que todavía no había terminado cuando Pedro entró en su habitación- ¿No sabes llamar?- preguntó sin dejar de mirar la novela.


-Sí, pero lo veo algo innecesario.


-Fíjate, al contrario que yo- dijo pasando la página.


-Me he enterado de lo de esta mañana -se sentó en la cama a su lado y le arrebató el libro. Paula suspiró antes de mirarlo. La miraba sonriendo- Así que has recibido una visita.


-Sí, de un macho guapísimo y con mucho carácter.


-Vaya, entonces se parece a mí.


Paula le miró antes de echarse a reír porque el paralelismo era bastante exacto. Los dos eran cabezotas y con mal carácter.- Sí, se parece a ti.


-Estás preciosa cuando te ríes- dijo él cogiendo uno de sus rizos rubios. Entonces frunció el ceño- ¿Te has bañado?


-Me han duchado en el porche- respondió algo sonrojada por su piropo.


-Perdona ¿qué has dicho?- lo dijo en un tono muy suave pero supo que no le había gustado nada de nada.


-Pues…- miró hacia la puerta.


-Pau, ¿te han duchado en el porche a la vista de cualquiera?- preguntó muy tenso.


-Bueno, no estamos precisamente en Times Square…


-¡Me importa poco!


Pues no sabía lo del agua y no pensaba decírselo porque sus gritos se oirían en toda Australia.-Me ha gustado mucho- dijo provocadora- Soy un poco exhibicionista.


-¿Ah sí?- él entrecerró los ojos.


-Sí, me gusta ir en pelotas a todos los sitios. Cuantos más me vean mucho mejor.


Pedro se echó a reír moviendo la cama y ella hizo una mueca de dolor- Joder nena, lo siento.


-No pasa nada.- se miraron a los ojos y él se acercó pero antes de llegar a sus labios ella desvió la cara- No es buena idea.


-Sí que lo es- dijo cogiéndola de la barbilla antes de atrapar sus labios.-Es una idea fantástica- dijo contra sus labios antes de entrar en su boca besándola apasionadamente.


Paula se quedó sin aliento al entrelazar sus lenguas y gimió abrazando su cuello pegándolo a ella. Al sentir la mano de Pedro en su pecho gritó cuando acarició su pezón entre sus dedos. Se apartó de su boca abrazándola a él, acariciando su mejilla con la suya- Nena, te echo de menos.


-¿Si?- preguntó incrédula.


-¿Tú a mí no?


Ella no contestó y él se separó mirando su rostro. La miraba como si quisiera matarla.- ¿Tú a mí no?- repitió con voz grave.


-¿Qué crees que tendría que echar de menos? ¿Qué me trates como si fuera idiota? ¿Qué no quieras que esté aquí? ¿Qué me amenaces para que haga siempre lo que tú quieras?


-¿Sólo recuerdas eso?


-¿Hay otra cosa que recordar? – esa pregunta lo dejó helado y la dejó suavemente sobre las almohadas antes de levantarse de la cama.


-Buenas noches.


-Buenas noches, Pedro.



TU ME HACES FALTA: CAPITULO 27





Se sentía confundida. Estaba con la pierna destrozada y encima se sentía culpable de no tener una sonrisa todo el día en la cara. En un primer momento culpó a Pedro de lo que había pasado por obligarla a hacer algo que no quería. 


Pero tenía que reconocer que también era culpa suya. No tenía que haberse subido a ese caballo nunca. Había vivido esa misma experiencia en el pasado y tenía que haber sido más firme en negarse. Pero había confiado en él y eso era lo que realmente le había dolido. Él había soltado las riendas…


Se limpió las lágrimas enfadada al llorar por eso. Era una tonta.


-Señorita ¿qué ocurre?- vio aparecer a la enfermera e intentó sonreír- No se preocupe antes de darse cuenta verá de nuevo a su padre.


-Sí.


-¿Qué tal si la aseamos y la ponemos guapa?


-Eso sí que va a ser misión imposible.- dijo cogiéndose un mechón de sus rizos rubios. Estaban apagados y sin brillo.


-Eso lo arreglo yo con una buena mascarilla- dijo decidida.


Le habían lavado la cabeza sólo una vez en el hospital y su padre se había desesperado porque le dolía la espalda al forzarla en una posición muy incómoda. Pero en casa no era igual.


Judy no dudo en sacarla de la casa, con Gwen y Cris preparadas para la batalla. Las miró con desconfianza- ¿Qué vais a hacer?- preguntó al salir al porche y al ver una silla de madera con una mesa con champú y varias cosas más.


-Te vamos a duchar.


Levantó una ceja sin comprender- ¿Cómo?


-El sistema es muy sencillo- dijo Gwen –Te sentamos ahí y te lavamos la cabeza.


Atónita miró alrededor- ¿Y si me ve alguien?


Todas se giraron divertidas- ¿Estás de broma?- preguntó Cris.- Y si viene alguien, eso que se lleva.


-Vamos a sentarla.-dijo Judy.


La sentaron con cuidado en la silla de madera manteniendo siempre la pierna en posición con otra silla de apoyo. 


Después le quitaron el camisón y antes de darse cuenta Gwen le tiró un cubo de agua por la cabeza. El chillido de
Paula se tuvo que oír a kilómetros de distancia- ¡Está fría!
Gwen hizo una mueca- Me he confundido de cubo.


Judy se aguantaba la risa- Sí, reíros- dijo Paula indignada- Aprovecháis que no me puedo mover, pero cuando pueda levantarme ya veréis- dijo indignada.


-No está tan fría- Gwen cogió el champú y se echó un montón en la palma de la mano- No seas quejica. El agua fría es buena para la circulación sanguínea.


Paula puso los ojos en blanco y Cris se echó a reír. Gwen le empezó a enjabonar la cabeza mientras Judy le tendió una esponja. Sonrió porque podía hacerlo ella por primera vez en muchos días. Se enjabonó bien el torso y cuando terminó, lo único de su cuerpo que no tenía espuma era la pierna lesionada. –Bien, segundo cubo- dijo Cris dirigiendo la operación.


-Eh, eh-dijo ella mirando el cubo con desconfianza.


-Está templada, pesada. –Gwen se lo tiró encima y Paula volvió a chillar.


-Por Dios ¿queréis matarme de una pulmonía?


-Debe haberse quedado fría- dijo Gwen sin darle importancia dejando el cubo y cogiendo otro.


-¿No habéis calentado el agua?- preguntó asombrada al ver que Cris traía otro del interior.


-Sí, hombre. ¿Sabes cuantos cubos vamos a gastar con esta mata de pelo?- Judy se reía sin esconderlo- ¿Qué tal si lo cortamos?


-¡No!- protestó ella haciéndolas reír a carcajadas.- ¡Se lo diré a Pedro!


-¿De veras?- Cris le guiñó un ojo a Gwen y ella lo vio.


Estaba atónita. ¿Lo habían hecho a propósito para que se lo dijera a él? Entrecerró los ojos- No va a funcionar.


-¿El qué?- preguntó Gwen antes de tirarle otro cubo agua.


-¡Queréis que hable con él!


-¿Y qué tiene de malo?- Judy cogió un bote y lo abrió cogiendo la mascarilla.- Es un hombre atractivo que se preocupa por usted.


-¡Eso será ahora! ¡Porque hace días no era así!


-¡Eso no es cierto! –Protestó Cris.- ¡Lo que pasa es que es muy cabezota y siempre quiere salirse con la suya!


-¡Y he sido yo la que he sufrido las consecuencias!- gritó fulminándola con la mirada señalando su pierna.


Cris chasqueó la lengua. –No lo hizo a propósito.


-¿Crees que no lo sé?-gritó fuera de sí- ¡Pero confiaba en él y me soltó cuando me dijo que no lo haría!-Las tres la miraron muy serias – ¡No tenéis derecho a decirme como me debo sentir, ni lo que debo dejar pasar por alto! ¡No estáis en mi situación, ni habéis vivido lo que yo he pasado con él desde que lo conozco!


-No llores, Pau. No queríamos alterarte.- dijo Gwen preocupada.- Solo queríamos…


-Lo sé- susurró cerrando los ojos.- pero no tiene solución.


Se quedaron en silencio mientras Judy le hidrataba el cabello. Le echaron otro cubo de agua aclarándolo y Judy la secó en silencio.


Antes de cepillárselo la volvieron a sentar en su silla con un camisón limpio. –Dame el cepillo- le dijo a Judy –ya me lo cepillo yo.


-¿Está segura, señorita?


-Sí. Todo lo que pueda hacer sin ayuda quiero hacerlo yo.
Judy sonrió y le tendió el cepillo.


Cuando recogieron, la dejaron sola. Después de un rato ya se había cepillado su melena y suspiró mirando el cepillo. 


Cuando oyó el sonido de un caballo galopando, levantó la cabeza y abrió los ojos como platos al ver al potro. – ¡Cris! ¡Cris, ven aquí!- gritó viendo que el potro pasaba ante la casa.- Mierda.


Cris salió corriendo-¿Qué ocurre?


-Se ha escapado el potro- dijo señalando el caballo. 


Entonces entrecerró los ojos cuando el potro se desvió yendo hacia la casa.- ¿Qué hace?


-Creo que viene hacia aquí- dijo la tía de Pedro acercándose a la barandilla.


Sonrió viéndolo acercarse reduciendo el paso a medida que se acercaba- Hola, bonito- susurró ella alargando la mano.


No podía llegar hasta su morro y Cris la acercó todo lo que pudo.- Te he echado de menos- acarició su quijada. Sonrió radiante mirando a Cris- Ha venido a verme.


-Increíble. Cuando se lo cuente a Pedro no se lo va a creer.


Dos hombres a caballo se acercaban y el potro se puso nervioso- Shuss, no pasa nada- dijo abrazándolo y besándole.


Los hombres eran Jose y Alvaro.- Pensábamos que no lo íbamos a encontrar.- dijo Alvaro divertido empujando su sombrero hacia atrás.


-Ha venido a verme.- se podía ver la felicidad en sus ojos y los hombres sonrieron.


-Está muy hermosa esta mañana- dijo Jose sonrojándose un poco.


Alvaro le fulminó con la mirada haciéndola reír- No es cierto, pero gracias.


-Cierra el pico- dijo Alvaro. Jose se sonrojó todavía más provocando las risas de Cris y Paula.


-¿Nos lo llevamos?


Le daba pena dejarlo ir pero tenía que volver tarde o temprano. –Darme las riendas.


Los dejó con la boca abierta.-Señorita nunca se ha puesto un bocado.


-Pues ya va siendo hora.


Gwen apareció con una manzana en trozos y se la entregó a ella- Gracias- le dio la manzana al potro- Ir a por el bocado mientras hablo un rato con él.


Jose salió disparado. Paula bajo la atenta mirada de los demás habló con él un rato hasta que lo miró a los ojos- ¿No tienes nombre?


-No, Pau. No tiene.- dijo Alvaro apoyado en el pomo de su silla observándola.


-Pues hay que ponerte uno.-le acarició entre los ojos – ¿Te gusta Pegaso?- miró a los demás- ¿Hay alguno que se llame Pegaso?


-No- Cris alargó la manó lentamente y le acarició el cuello.- Ahora ya se deja tocar.


-Dentro de nada podrá ser montado. ¿Verdad amor?- sonrió cuando la hociqueó.- Eres un mimoso.


Jose llegó a toda prisa con el bocado en la mano y se lo tendió a Judy guiñándole un ojo. Paula se echó a reír al ver que había dejado a la enfermera algo descolocada.


Se lo entregó a ella y lo colocó sobre su regazo un rato sin dejar de hacerle mimos. – ¿Ves esto?- le preguntó- Pues es para que te pueda guiar y te lo voy a poner.


Con paciencia se lo intentó colocar pero Pegaso se negaba hasta que ella dijo firmemente- Si quieres azúcar te lo tengo que poner.


Dejando a todos de piedra Pegaso se quedó quieto y ella se lo colocó. –Buen chico.- le besó en la frente. Gwen le colocó unos terrones de azúcar en el regazo y ella le dio uno.- ¿Ves? No ha sido tan difícil.


Se sintió impotente porque no podía caminar guiándolo –No te puedo acompañar, pequeño- dijo con tristeza.- Pero te acompañará Alvaro.


-Claro, Paula.- dijo el capataz.- Lo haré con cuidado.


Asintió reteniendo las lágrimas. Le daba pena no poder ir con él para que se sintiera seguro.-Yo estaré aquí, ¿me oyes? Mirándote.


Le entregó las riendas a Alvaro que se acercó subido a su caballo y se alejaron lentamente- ¡Muy bien, Pegaso! Lo haces muy bien. Alvaro, dale un terrón al llegar.


-Sí, jefa.


-Estoy impresionada.-dijo Cris mirando cómo se alejaban.-Ahora entiendo lo que quería decir Pedro con que tenías mano para los caballos.


-Sí, una mano increíble- dijo irónica señalando la pierna.


Todas se echaron a reír al escucharla.