sábado, 18 de enero de 2020

SIN PALABRAS: CAPITULO FINAL





La realidad la abofeteó en la cara. Se mordió el labio y cambió su atención al té. Alzando la bolsita en una cuchara, la envolvió con la cuerda para escurrirla. Sus pensamientos vagaron en un intento de evitar encarar sus demonios. 


Colocó la bolsita en un plato pequeño y hundió su cuchara húmeda en el azúcar. Su hombro se movió en un involuntario encogimiento de hombros. Tres cucharadas de los blancos granitos se hundieron en el fondo de su taza.


Pedro le echó miel a su taza y añadió limón.


Sus neuronas trabajaron, pero ninguna excusa o respuesta se apresuraron a su lengua. ¿Por qué querría él que perdonara a su madre? Esa bruja no merecía perdón. Merecía quemarse. La culpa apretó su estómago como un puñetazo. Era una horrible persona. Pedro era demasiado bueno. 


Ella...


El giró su barbilla hasta que lo encaró. Sus ojos estaban vidriosos. Oh, no. Finalmente se dio cuenta de que ella no valía el esfuerzo. Estaba rota más allá de la reparación.


El acarició su mejilla y movió un mechón de cabello su cara. Sus cejas se movieron y ella miró hacia su móvil.


-El perdón no es para ella.


Estaba escrito en la pantalla.


—Pero... 


Pedro bajó el aparato y escribió como un rayo. 


Lo alzó de nuevo.


-El perdón es para ti. Mereces estar en paz.


— ¿Lo merezco? —Una gran lágrima se me salió del ojo y me bajó por la mejilla.


El la secó con su pulgar y puso su silla junto a la de ella. Sus muslos estaban presionados juntos. 


Su brazo envolvió sus hombros y su otra mano trazó la línea de su barbilla.


Él vio las revueltas profundidades de sus emociones retorcidas, y no se levantó y huyó. La vio claramente, defectos y todo, y aun así se movió más cerca.


Su cabeza se movió de arriba abajo en una sólida respuesta de Sí. La encontraba digna de valor.


Intentó sonreír débilmente, pero no podía reunir la fuerza para un movimiento.


Tenía razón. Necesitaba perdonar a su madre para poder ser libre. Sólo la libertad permitiría que su corazón se abriera y aceptara amor.


Juntó sus manos y las puso sobre su pecho, uñas presionadas contra uñas y los pulgares juntos abajo. El miró hacia abajo. Sus besables labios sonrieron mostrando los dientes.


Las manos de él se movieron enfrente de su pecho para imitar su gesto. Miró hacia la forma de corazón que sus fuertes manos formaban. La acción no dejaba espacio para la duda.


Pedro era el hombre que siempre esperó conocer. Esperó encontrar. Esperó amar.


Su silenciosa sabiduría fuerte y profunda la alzaban y ayudaban a curar su fractura corazón.


—Podría enamorarme de ti muy fácilmente.


Su mano derecha se alzó con su dedo medio y anular doblados.


Reconoció la señal internacional para el amor.


La jaló a su abrazo y ella floreció en el círculo de sus brazos. Ninguna palabra podía expresar más sentimientos más claramente que su toque. 


La sostenía con una suavidad, como si ella fuera un tesoro precioso y querido.


En sus brazos, ella se volvió su ser más verdadero, saludable y valioso.




SIN PALABRAS: CAPITULO 15





Pedro rompió su beso demasiado pronto. Pero si lo hubiera hecho, Paula hubiera podido desmayarse. Inspiró por la boca porque su respiración todavía no había vuelto a la normalidad. Un infortunado rastro de su fiesta de autocompasión.


Se alejó, inhalando otra bocanada de aire jadeante. Wow. ¿No era ella un premio?


La añoranza en el rostro de Pedro desde sus pesados párpados y sus labios todavía abiertos la tomaron por sorpresa. Tal vez para él, ella en verdad era algo especial.


Las manos de él se movieron para tomar su cara como si fuera la cosa más preciada que haya encontrado alguna vez. Depositó un suave y lento beso en sus labios. No había forma de no captar su genuino afecto.


Si la consideraba digna de su tiempo y afecto, entonces ella se esforzaría por ser una pareja merecedora. Apagó la duda grabada en su cabeza y prometió comenzar a recitar afirmaciones positivas en el espejo cada mañana. Quería a este hombre y no sabotearía otra relación con su baja autoestima.


Una sonrisa de lado apareció en la comisura de su boca. Su cabeza se ladeó ligeramente en la dirección opuesta y sus grandes pupilas estudiaron su boca.


Se aclaró la garganta. 


— ¿Te gustaría algo de café?


Su cabeza se movió en un movimiento rápido horizontal. Colocó una palma sobre los dedos derechos de su otra mano, formando una T.
— ¿Quieres té?


Asintió.


—Cuando estaba en la escuela media, aprendí el alfabeto en lenguaje de señas. —Hizo un puño, manteniendo su pulgar derecho afuera—. ¿A?


Su sonrisa mostrando los dientes iluminó sus ojos y dio un asentimiento apreciativo. Su corazón se calentó y la mandó de vuelta a sus brazos. El la abrazó, levantándose bien alto y levantándole los pies del suelo.


Ella se rio mientras sus tres largas zancadas los llevaron a la cocina. Una vez de vuelta en sus pies, él señalizó las letras t-e. Ella imitó las acciones y le gesticuló para que se sentara. 


Con Pedro en la mesa, llenó la tetera, agarró dos tazas, un pequeño plato y bolsas de té. 


Esperando a que el agua hirviera, se le unió en la mesa y señalizó una torpe repasada al alfabeto. Su paciencia y ayuda en las letras que ella no podía recordar pronto tenían su mano moviéndose por todas ellas como una profesional. Se sentó de vuelta sonriendo de vuelta a su radiante cara y se dio cuenta de que la tetera estaba hirviendo y la apagó.


Añadiendo azúcar, miel, limón y leche a la mesa, inhaló el aroma del té de Desayuno inglés. Su mente divagó, había tanto que quería decirle. 


Tantas cosas que quería preguntar.


El alcanzó su mano y la cubrió con su toque cálido.


Miró a sus ojos chocolate. 


—Necesitamos un modo más rápido de comunicarnos.


El sacó su móvil de su pantalón y escribió. 


Inclinó la pantalla en su dirección, decía:
¿Te gustaría ir a una cita?


Se rio alegre y fuertemente, estaba aliviada de que no escuchara. 


Sí, sí, sí, me encantaría ir a una cita.


Enseñó la pantalla de nuevo.


-¿Cuál es tu color favorito?


Amarillo, me recuerda el sol y siempre estoy feliz cuando el sol está brillando.


Sonrió. Sus ojos brillaron. Se inclinó hacia ella y puso su nariz en su cabello, sus labios pasaron por su oído. Un escalofrío la recorrió, de cabeza a dedos de los pies. Depositó besos de mariposa en su mejilla antes de enderezarse en su asiento.


El poder de su reacción ante su ligero toque envío preocupación en su pecho. ¿Era demasiado bueno para ser verdad? ¿Era esto un sueño?


El inclinó su teléfono para que ella leyera.


-¿Has perdonado a tu madre?




SIN PALABRAS: CAPITULO 14





Pasó nuevamente el trapo frío por su cara para ayuda a calmar sus nervios. Aún lejos de estar en su mejor faceta la duda la alcanzó, pero la hizo a un lado. Pedro no estaría aquí si no pensara que lo valiera. No estaría aquí.


Tiró la toalla en el fregadero y volvió a hacerse la cola de caballo floja y sin vida. Acomodándose la camisa, ignoró el vino y las lágrimas que hicieron que el dobladillo estuviera rígido. Una actitud renovada la llevó a la sala de estar. Hacia el sillón. Hacia Pedro. Hacia la esperanza.


Estaba parado. Su alto cuerpo delgado decoraba su apartamento mejor que cualquier accesorio. Se tomó un momento para apreciar su hermosa forma. Una camisa polo naranja abrazaba sus hombros, cayendo floja sobre su cintura. Su pantalón le ajustaba bien, pero con un poco de espacio para respirar. Unos zapatos cafés casuales con la cantidad justa de desgaste finalizaban su apariencia relajada.


Pau suspiró, llevando sus ojos picosos de vuelta a la parte superior de su cabeza. Cada cabello oscuro recortado caía perfectamente en su lugar y la barba en su rostro pedía ser tocada. Estaba hermoso.


Se detuvo a unos pies de él y se envolvió la cintura con sus brazos. No podía mirarlo a los ojos. Otro ataque de autocompasión la ahogó y amenazó con vaciar las lágrimas que empañaban su visión. El merecía más que su desastroso ser. Si uno de los dos era “discapacitado” esa sería Pau. Nunca aprendió cómo amar. No tenía confianza en sí misma. Era una lisiada emocional.


Pedro recortó la distancia entre ellos. Extendió su mano y le metió una hebra de cabello detrás de su oreja.


Pau levantó sus ojos adoloridos para buscar sus cálidos ojos cafés. El dulce afecto que su mirada tenía le comprimió el corazón. Abrió su boca para hablar, pero no podía imaginar por dónde comenzar.


Él puso su dedo en los labios de ella. Un billón de pequeñas luciérnagas quemaron su piel debido a su toque. Le agarró el rostro con sus cálidas manos. Inclinándose, depositó un suave besó en una mejilla y luego en la otra.


Cerró los ojos y permitió que el afecto pacífico que fluía de él limpiara su mente, alma y cuerpo.


Sus labios rozaron sus párpados antes de aterrizar en su frente. Él la acercó con fuerza contra su pecho.


Paula le rodeó la cintura con sus brazos. Olía a esencia fresca de sábanas secas, a aire libre, y a amor. Echó la cabeza hacia atrás para mirarlo. 


Esos penetrantes ojos oscuros miraban a través de ella y estudiaban su espíritu frágil. Un lado de su boca pedía afecto. Se extendió y atrajo su cabeza hacia ella.


Su primer beso quedó al lado de su boca. Lo mantuvo firme y se tomó un momento para respirar. Su barba rozó sus labios y sonrió. 


Tomándose su tiempo, ella se movió por su labio inferior, probando el calor de su piel antes de moverse al superior.


Sus brazos se tensaron alrededor de ella, acercándola y presionando su suave cuerpo contra su cuerpo musculoso. Su agarre parecía posesivo, como si no tuviera intención de dejarla ir nunca.


Ella lo besó directamente. Sus labios se fundieron en los de ella y su cuerpo entero se rasgó con deseo. Lentamente, su boca se abrió, abriendo sus labios con la acción. Él deslizó su lengua por su labio inferior, probándola y jugando. Cuando la lengua de él encontró la suya, la sensación se sintió como una sinfonía sonando entre ellos. Ningún primer beso había sido tan mágico como éste.





SIN PALABRAS: CAPITULO 13




Un golpe firme sonó en la puerta. Paula se levantó, tomó un pañuelo para limpiarse la nariz y fue a abrir.


—Probablemente es la señora McNealy de al lado. Ha estado pasado diariamente para comprobarme.


Giró el pomo y abrió la puerta, mirando sobre su hombro. En un susurro dijo—: Espero no asustarla.


Su mirada inyectada en sangre se encontró con los cálidos ojos chocolate de Pedro. Su barbilla cayó al suelo. Parpadeó. El tiempo se congeló.


Las manos de Pau cayeron flácidas a sus costados. Miró la hermosa cara de Pedro y observó sus ojos nublados con preocupación.


Alicia se apresuró a su lado y abrió más la puerta.


—Es bueno verte de nuevo, Pedro —dijo en un tono relajado y alegre. Agarrándolo por el codo, lo acompañó hasta el sillón.


Paula observó la interacción como una espectadora en la escena de un accidente. ¿En verdad su suerte era así de mala?


—Sólo tengo que terminar de limpiar un derrame y me voy —dijo Ali, sonando calmada y como si el mundo de su mejor amiga no acabara de implosionar—. Me alegra que estés aquí para hacerle compañía.


El asintió.


Pasó junto a Pau y cerró la puerta, antes de regresar sobre sus pasos para enganchar el codo de Paula. Arrastrándola hacia la cocina, la depositó junto al fregadero. En una ráfaga de actividad Alicia puso la silla de pie, limpió el derrame y despejó la mesa. El florero fue llenado nuevamente y unos cuántos pétalos manchados fueron arrancados.


Pasó un trapo limpio bajo el chorro frío del grifo y lo usó para darle palmaditas a las mejillas y ojos de Pau.


—Estarás bien —dijo con voz fuerte y confiada—. Ahora es tu oportunidad de conocerlo mejor.


—Pero... —La barbilla de Pau tembló. Sus ojos escocían con lágrimas.


—Cariño, tenías razón. —Su mirada fue por encima de su hombro hacia Pedro, luego de regreso—. Es un gran tipo. Averigua si hay potencial para una relación entre ustedes.
Ali le besó la mejilla y susurró en su oído—: Llámame después. Quiero detalles.


En la puerta, se giró para mirar hacia el sillón. 


—Adiós, Pedro—Se despidió. 


En la puerta abierta, le dio la espalda a Pedro y le mostró a Pau un discreto pulgar arriba.


La puerta se cerró. Paula inspiró y trató de no entrar en pánico. Podía hacer esto.