jueves, 2 de diciembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 75

 


Nadie se movió. Paula sentía que el corazón iba a salírsele por la boca.


Entonces Pedro la obsequió con una brillante sonrisa y ella estuvo perdida.


Se lanzó hacia él y lo besó por encima de la cabeza de Lisandro.


—Te quiero —beso—. Te quiero —beso—. Te quiero, Pedro Alfonso.


Él la besó como si fuera el aire que respiraba, con los labios firmes y calientes. Luego la agarró con las manos y la arrastró a su lado de la cama de Lisandro.


—Te he querido desde el momento en que me entregaste todas las cosas que habías robado de mi tienda.


—Yo te he querido desde que no te enteraste de que estaba robando.


Pedro abrió la boca para protestar y Paula se aprovechó de la situación.


Lo besó e introdujo su lengua para saborear el cielo con el que había estado soñando desde la noche del acto benéfico.


—Ehh, mamá —dijo Lisandro mientras intentaba empujar a Pedro—. ¡Qué asco!


Salir del dormitorio del niño se convirtió en una prioridad. Necesitaba estar a solas con Pedro. Volvieron a taparlo y bajaron las escaleras de puntillas sin despegarse. Si el mundo hubiese acabado en aquel momento, Paula se habría ido a la eternidad sabiendo que había sido amada. Y sobre todo, sabiendo que había sido capaz de amar.


—Me preguntaste por qué no deseaba volver al ejército —dijo él entre besos—. Ahora tengo mucho que perder. Muchas cosas por las que volver a casa. Y creo que no soportaría volver a ver esa mirada en tu cara.


—¿Qué mirada?


—Cuando creías que no volverías a verme. Cuando temía que tuvieras razón. No quiero volver a ponerte en esa situación.


—No lo harás. No te lo permitiré —dijo ella mientras tiraba de él hacia el sofá—. Nunca te dejaré marchar.


—Ya basta de comentarios acosadores. Me estás asustando.


Paula le dio una suave bofetada y se acurrucó junto a él en el sofá.


—Siempre que dudes de tu valentía, te recordaré cómo arriesgaste tu vida por la gente a la que querías.


—Y yo te recordaré lo espléndida que estuviste cuando rescataste a tu hijo. Y me rescataste a mí.


—¿A ti?


—No tienes idea de la oscuridad y la pena del lugar en el que he estado, Paula. El día que entraste en mi tienda fue como si una luz se encendiera en el cielo. Y esa luz me ha guiado desde entonces.


—Ojalá pudiera darte una medalla por lo que has hecho esta noche. Te mereces otra estrella honorífica.


—Paula Chaves, preferiría una de tus miradas sensuales antes que todas las condecoraciones al valor de este país —dijo él.


—¿Esta mirada? —preguntó Paula poniendo su mejor cara de estrella de cine.


—No —Pedro la besó hasta que quedaron los dos sin aliento, y después deslizó la mano por debajo de su jersey. Paula se sonrojó y lo miró—. Oh, sí —murmuró él—. Ésa es la mirada.




 

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 74

 

Paula apenas sentía los pasos bajo sus pies entumecidos mientras subía los escalones de su casa. Pedro llevó a Lisandro a su habitación, Paula le quitó los zapatos y las gafas y lo tapó con la colcha.


De pronto el niño la agarró con fuerza del jersey.


—Lo siento, mamá. Te he puesto en peligro.


—Yo correría cualquier peligro por ti, Lisandro. En cualquier lugar. En cualquier momento. ¿Lo comprendes? Eso es lo que hace la gente que se quiere. Lo demás no importa.


Lisandro sonrió tímidamente y se acurrucó en su hombro para un último abrazo. Luego miró a Pedro.


—Tú también has corrido peligro por mí, Pedro.


—Eso es porque también te quiero, campeón.


Lisandro soltó el jersey de su madre y se lanzó contra Pedro. Era exactamente lo que ella deseaba hacer, pero el miedo la mantuvo quieta.


Se quedó mirando a Pedro y susurró:


—Eso no es algo que dices solo porque crees que alguien desea oírlo — señaló a Lisandro con la cabeza, pero estaba hablando de sí misma—. Tiene ocho años, Pedro.


—Lo sé —contestó Pedro, y le dio un beso en la coronilla a Leighton—. Claro que te quiero, chico. Estaré junto a tu madre si alguna vez te metes en un lío y me necesitas. Siempre. Lo juro.


—No puedes hacer esto, Pedro—dijo ella—. No lo comprenderá.


—Comprende más cosas de las que crees, Paula. Os quiero a los dos. Mucho. Y siempre que me necesitéis, estaré ahí. Sin importar dónde estéis.


Paula levantó la barbilla y lo miró fijamente. Tenía que arriesgarse. El instinto de protección era casi abrumador, pero se obligó a pronunciar las palabras.


—¿Por qué? ¿Dónde te vas?


—A ninguna parte. Pero después de lo que dije esta noche…


—¿Aún quieres que nos marchemos?


—¡No! Pero…


—¿Entonces quieres que nos quedemos?


—He renunciado al derecho a esperar lo que deseo.


—¿Y si yo también lo deseo?


Todos parecieron contener la respiración. Incluido Lisandro. Paula se quedó mirando a Pedro a los ojos. Jamás los había visto tan desnudos. Tan valientes.


—Deseo quedarme —dijo—. Contigo.


CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 73

 


Desaparecieron en la oscuridad del bosque mientras tres coches oficiales pasaban por la carretera. Luego volvieron a salir y recorrieron el largo camino a casa. A cada instante, a Lisandro se le ocurría otro aspecto que comentar sobre su temeraria huida. Paula sabía que no escucharía con frecuencia a su hijo utilizar las palabras «increíble» y «mamá» en la misma frase a medida que se hiciera mayor, así que disfrutaba de aquel momento único.


—¿Quién es el héroe ahora? —preguntó Pedro mientras levantaba a Lisandro en brazos.


Caminaron en silencio. La conversación era casi imposible cuando había tantas cosas que decir.


—Has estado asombroso —dijo Paula finalmente después de que Lisandro se quedara dormido en brazos de Pedro—. Arriesgarte así por Lisandro, por nosotros… Gracias. Debiste de ser un soldado extraordinario. Un gran activo en combate.


—Todos los activos tienen su fecha de caducidad. Después de hoy, no creo que fuese un soldado tan efectivo.


—¿Por qué no? A mí me ha parecido que no habías perdido ninguna de tus habilidades.


—Me parece que he perdido mi corazón.


—Quería decir que… que esta noche me he dado cuenta de lo importante que debe de ser tu entrenamiento cuando estás en un combate de verdad. La manera en que sabías exactamente lo que hacer…


Pedro dejó de andar y se volvió hacia ella.


—Esto era un combate de verdad, Paula. El hecho de que no fuera en una guerra no significa que sea menos peligroso. Era peor que la guerra porque Lisandro no era un simple objetivo, un nombre en un documento. Esto era personal. Era nuestro Lisandro. He luchado lo mismo que tú por intentar ser objetivo. Por eso he perdido.


—Creo que ahora lo comprendo. No es una decisión que tomas. Tomar o dejar el ejército. Eres tú. Está en todo lo que haces, en todo lo que piensas. Está inculcado con la misma fuerza que cualquier valor que yo intente inculcarle a mi hijo. He visto cómo te comportas con él. He visto el impacto positivo que has tenido en su comportamiento. Te respeta, PedroRespeta tu autoridad natural y responde a ella. No le hace daño, le hace más fuerte —se detuvo en seco y el suelo pareció vibrar bajo sus pies—. Oh, Pedro, ¿y si yo le he debilitado?


—No te juzgues a ti misma de esta forma. Has hecho un gran trabajo al educarlo sola, sin ayuda. No hay nada de malo en que quieras a tu hijo y no quieras que le hagan daño.


—Sí que lo hay. Necesita salvarme. Se ha puesto en peligro esta noche porque siente que es responsable de mí. Yo estaba intentando protegerlo y en vez de eso le he hecho pensar que su madre no puede defenderse. Que un niño de ocho años tenga que proteger a su madre. ¡Yo le he hecho esto, Pedro! Después de todo a lo que sobreviví con mi padre, he olvidado cómo ser fuerte.


—Eres la mujer más fuerte que conozco, Paula Chaves. No deseabas criar a tu hijo como tu padre te educó a ti. Eso es comprensible. Todo el mundo tiene una debilidad. Perdónate por eso.


—Tú no. Tú estás hecho de piedra.


—Nada de eso, Paula. Me he dejado absorber por la culpa por un error de hace décadas. Me alisté en el ejército para huir del matrimonio conflictivo de mis padres. Huí del ejército cuando la cosa se puso fea. Huí de la muerte y ahora estoy huyendo de ti. De lo que Lisandro y tú representáis. Es lo que yo hago, Paula. Huir. Ésa es mi debilidad.


Paula se quedó mirándole, sin importarle que pudiera leer sus sentimientos solo con ver su rostro.


—Estás temblando. Deberíamos seguir andando.


—Debería haber esperado antes de actuar cuando me di cuenta de que Julián estaba implicado en el contrabando —dijo ella mientras retomaban el paso—. Debería haber hablado primero contigo. Traicioné nuestra… —¿qué tenían? ¿Una relación? ¿Un vínculo? ¿Una amistad?—. Te traicioné. Lo siento mucho, Pedro.


—No me debes nada, Paula. Si acaso, te lo debo yo a ti. Lisandro y tú me habéis dado más de lo que puedes imaginar estos últimos meses. Me dejaste entrar en tu familia y nunca lo olvidaré.


«No tienes por qué olvidarlo», quería gritar. «Pídemelo y me quedaré».


Sin Julian cerca, Lisandro estaría a salvo. Quería que todos estuvieran a salvo. Juntos. Aguantó la respiración, aguardó la más mínima señal que indicase que quería que se quedase.


Finalmente su cuerpo la obligó a respirar de nuevo, y el aire frío le llegó al fondo de su alma al darse cuenta…


No se lo iba a pedir.


Sintió un calor extraño en la mejilla y se dio cuenta de que la parte más caliente de su cuerpo frío eran sus lágrimas.