martes, 5 de mayo de 2020

SU HÉROE. CAPÍTULO 20





—¿Has venido conduciendo? —preguntó Pedro, interrumpiendo sus pensamientos.


—No, he venido en taxi —Paula lo miró a los ojos y se ruborizó ligeramente—. De acuerdo, estaba nerviosa por lo del parking. ¿Algún problema?


—En absoluto. Has hecho lo correcto. Por mucha calma con la que te tomes el asunto, supongo que no querrás correr el riesgo de caer en la emboscada de un accionista decepcionado y lo suficientemente cabreado como para hacer lo que está haciendo.


—Yo no sabía nada sobre las actividades de Benjamin —dijo Paula —ni de su plan de huir del país si las cosas le salían mal. Me crees, ¿no?


—Por supuesto que te creo. En cuanto pueda voy a ponerme a investigar los asuntos personales y profesionales de Benjamin para tratar de deducir quién está detrás de esto. No esperaba que tuvieras una lista de sospechosos a mano, ni que investigaras el asunto por tu cuenta. Te has visto atrapada en medio de este lío, estás embarazada y es obvio que no te sientes muy segura de... —se interrumpió y enseguida continuó—. De hecho, creo que has demostrado mucho coraje. Y ahora, vámonos.


A Paula le habría gustado ver su rostro en aquel momento, pero Pedro ya había tomado su cartera y se había vuelto hacia la puerta. Y le habría gustado aún más escuchar el final de aquella frase inconclusa. ¿Qué creía haber averiguado sobre su estado mental? ¿Y en qué aspecto de su vida creía que no se sentía segura?


Al parecer, era algo que no pensaba compartir con ella.


Martin y Leonel eran adorables.


Cuando llegaron a la casa de la madre de Pedro, los niños recibieron a este con auténtico alboroto. Como apenas estuvieron en la casa unos minutos, Paula solo tuvo oportunidad de sacar una rápida impresión de Margarita Alfonso. Tenía el pelo corto y canoso, llevaba unos pantalones holgados y un jersey con las mangas arremangadas, y muchas arrugas de reír en el rostro.


Pedro presentó a Paula como a una cliente.


—Es la hija de Otis Chaves, ¿recuerdas? —añadió.


La señora Alfonso asintió y sonrió.


—Mi marido respetaba mucho a tu padre. Deberían haberse mantenido en contacto; así habríamos sido amigos mucho antes. Siento que estés pasando por una época difícil.


—Contar con Pedro ayudará mucho —dijo Paula. En realidad lo dijo por cortesía. Era la clase de cosa que solía decirse. Pero a ella le agradó decirla, y le sonó a cierta.


En el coche, los niños cantaron sin parar hasta que su padre se detuvo a comprar unas pizzas. 


Tenían los ojos azules, el pelo castaño claro y rizado y una risa encantadora y contagiosa. 


Parecían felices, bien alimentados y queridos. 


Simplemente queridos.





SU HÉROE. CAPÍTULO 19




¿No se suponía que ambos hombres debían reír después de aquella frase? se preguntó Paula.


Pero no lo hicieron, y su padre salía del despacho unos segundos después. En cuanto la puerta se cerró tras él, ella empezó a sentirse incómoda. No quería estar allí, y no había ayudado que su padre hubiera utilizado el sobrenombre de Pedro, con los recuerdos que le había traído al instante de lo sucedido seis meses antes.


De pronto, se le ocurrió algo.


—¿Sabe papá que quedaste atrapado conmigo cuando se vino abajo el edificio?


Él la miró con expresión seria.


—Lo sabe ahora.


—¿Desde cuándo?


—Desde que me abordó por primera vez para tratar el asunto de tu seguridad personal, hace una semana. Entonces me pareció que debía informarle de lo sucedido.


—¡De manera que lo sabe hace días y no me ha dicho nada! —Paula movió la cabeza, disgustada— ¡Estoy empezando a hartarme de esto!


—¿De qué?


—De que me traten como... como...


—¿Cómo a una mujer que ha recibido amenazas anónimas, a la que han rajado las ruedas del coche, que está embarazada y vive sola?


—¡No! Estoy harta de que me traten como a una niña a la que no se le dicen las cosas que le conciernen porque otras personas han decidido que no es... ¿qué? ¿Lo suficientemente inteligente? ¿Lo suficientemente fuerte? ¿Lo suficientemente equilibrada desde un punto de vista emocional como para enfrentarse a ello? ¡Eso tiene que terminar ya! —tras levantarse con cierta dificultad del sillón que ocupaba, miró a Pedro con gesto desafiante—. Hablo en serio. De ahora en adelante me informarás de todo lo que suceda, de todo lo que te cuente la policía y de todo lo que te cuente mi padre, ¡ya que al parecer no puedo fiarme de que vaya a hacerlo él mismo! Si no es así, no tendré en cuenta lo que tu padre le debe al mío, los secretos que compartimos bajo los escombros ni nada. Estarás... ¿cómo dicen los polis en la tele?... ¡fuera del caso!


—Me alegra saberlo —dijo Pedro en tono lacónico.


Ella volvió a mirarlo con gesto iracundo.


—¡Lo digo en serio!


—Yo también. Me alegra saberlo.


—¿A qué te refieres? —preguntó Paula, suspicaz.


—En primer lugar, me alegra comprobar que no estás tan asustada como para salir corriendo, pero sí lo suficiente como para preocuparte por cómo se lleven las cosas. En segundo lugar, deduzco que quieres información completa sobre lo que suceda y quieres que se te consulte cada cosa que vaya a hacerse. No todo el mundo suele querer que sea así. En tercer lugar...


Pedro se interrumpió de repente y su expresión cambió.


Paula esperó un momento. Luego dijo.


—¿Y? ¿Cuál es el punto número tres?


—¿Qué horas es? —Pedro miró su reloj, que era bastante normal y un poco anticuado. Paula supuso que habría pertenecido a su padre—. Las seis menos cuarto. Se supone que tengo que ir a por los niños, pero aún tenemos que hablar de varias cosas. ¿Podemos hacerlo mientras comemos?


—¿Fuera? ¿Con tus hijos?


—No, sería mejor en mi casa. Compraremos una pizza. Lo siento, sé que no es lo ideal, pero la semana que viene voy a tener que dedicarte unas cuantas horas extra y...


—No hay problema —dijo Paula rápidamente—. Entiendo.


Pedro tenía una expresión en el rostro que Paula no había visto antes y comprendió que, aunque Alfie y su esposa no hubieran sido felices, él amaba sinceramente a sus hijos.


Paula no se había preguntado en ningún momento cómo sería como padre, y de pronto quiso saberlo.


—No tienes por qué darme explicaciones —continuó—. Me parece bien lo de la pizza en tu casa. A fin de cuentas, no queremos hacer esto precipitadamente. Ya que vamos a hacerlo, hagámoslo como es debido.


Así era como ella se había sentido respecto al bebé, pero Benjamin no había compartido su actitud. La última vez que habían hablado le había dicho que tenía «abogados y gente trabajando en ello», como si ser padre fuera algo que pudiera encargarse a los profesionales adecuados.


Ella no había dejado que la responsabilidad la venciera, y estaba dispuesta a ser una buena madre y un buen padre para el bebé que llevaba dentro. Pero lo cierto era que la traición de Benjamin aún le dolía. ¿Cómo había podido equivocarse tanto con él?





SU HÉROE. CAPÍTULO 18




—Cuento con un experto en seguridad personal que podría ocuparse perfectamente de esta misión, Otis —Pedro estaba sentado en uno de los sillones de cuero del despacho de Paula—. Yo ya no estoy tan centrado en ese tema porque estoy ocupado en otros aspectos de la empresa, de manera que él está más al día que yo.


Esperaba que Otis Chaves dudara al menos unos segundos antes de contestar, pero no fue así.


—No, Pedro. Quiero que te ocupes tú personalmente —dijo Otis. De pelo canoso, pero aún en forma, debía tener poco más de setenta años —. Consulta lo que sea necesario con tu experto, pero quiero que seas tú quien se haga cargo de la seguridad de mi hija.


El padre de Paula habló en el tono enérgico y ligeramente tenso de un hombre con una apretada agenda.


—De acuerdo, señor. Aprecio su confianza.


Pedro miró de reojo a Paula y vio que se encogía casi imperceptiblemente de hombros, como diciendo «al menos lo has intentado». 


Llevaba un vestido de premamá azul marino y estaba claramente cansada, pero no temblorosa y enfadada como el viernes, cuando había encontrado su coche con las cuatro ruedas pinchadas. Otis miró su reloj.


—Tengo otra reunión dentro de un rato. ¿Podéis ocuparos entre los dos de elaborar un plan?


—He traído algunas notas —dijo Pedro.


—Quiero informes sobre vuestros avances, Alfie, porque mi hija puede ser muy testaruda cuando quiere.