domingo, 30 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 54

 


Eduardo se marchó y Pedro se volvió hacia Paula, llevándola de nuevo a la pista de baile.


—Me pregunto a qué viene esto. Aunque sería como un don de Dios si fuera cierto.


Paula se encogió de hombros y dejó de bailar.


—¿Qué has dicho?


Él la miró fijamente.


—Entre tú y yo, querida —susurró—. Necesitamos ese dinero.


Paula sonrió ampliamente.


—¿Crees que es divertido? —le preguntó Pedro sorprendido por su reacción.


—¡No! ¡Por supuesto que no! —le contestó ella con demasiada solemnidad.


La música dejó de sonar y ellos salieron de la pista de baile. Paula estaba sorprendida por la reacción de Pedro ante el rumor. Su plan estaba funcionando. Eduardo correteaba de grupo en grupo, buscando información. Vio cómo le brillaban los ojos de interés y sabía que se lo había metido en el bolsillo. Tal vez tuviera realmente una oportunidad.


Dario Carmichael entró en el local. Paula sintió cómo Pedro se ponía tenso y lo miró. Luego siguió su mirada hasta el hombre que se les acercaba. Pedro se dio media vuelta y se alejó en la otra dirección.


Pedro, por favor… —le dijo Paula tratando de detenerlo—. Esto es algo infantil. ¿Es que no podemos ni siquiera ser civilizados con él?


—Adelante, Paula, sé lo civilizada que quieras. De todas formas, estoy seguro de que lo vas a ser —le dijo él marchándose.


Paula suspiró y dejó caer los hombros. Por algunos minutos, pensó que Pedro debería de haberse quedado con ella…


—Hola.


Paula se dio la vuelta y miró a Darío con aire de preocupación.


—Hola, Dario.


—No deje que eso la preocupe —le dijo él señalándole a Pedro.


—¡No sé cómo puede usted soportarlo!


Dario se rió.


—¡Oh! Estoy acostumbrado. Pero tengo fe en usted. Usted va a cambiar todo esto.


—No se fíe tanto de mí. ¡No tengo ni la más remota idea de lo que estoy haciendo!


—De momento, ya ha tomado una decisión.


Paula arqueó las cejas.


—Ya he oído el rumor —le dijo él sonriendo—. ¡Está muy bien! ¿A quién se lo ha comentado?


—A Sara Wooley.


—¡Ja! ¡Eso es mejor que decirlo por los altavoces! ¡Buena chica!


—Supongo que ya estoy demasiado metida en esto como para salirme ahora.


Dario la tomó de la mano.


—Convoque la reunión el lunes, antes de que cambie de opinión. Si necesita alguna ayuda, esté en contacto conmigo mañana. Y aquí tiene —le dijo, pasándole un sobre—. Léalo mañana, después de que piense cómo va a hacer la presentación de la oferta. Le recomiendo que no lo utilice a no ser que esté con la espada en la pared. Deje que el trato los convenza por sí solo. Si eso no funciona… —le dijo agitando el sobre—. Úselo.


Ella lo tomó y se lo metió en el bolso.


—¿Qué es?


—Mañana.


Ella asintió y se dio la vuelta, viendo cómo Pedro se les acercaba con cara de enfado. Se dirigió hacia él para evitar cualquier confrontación.


—Y, Paula…


Ella volvió a mirar a Dario.


—Gracias.


Paula le sonrió y le hizo una seña de ánimo levantando el pulgar. Para bien o para mal, estaba metida en el lío.




EL TRATO: CAPÍTULO 53

 


Se dirigieron a una zona con poca gente y se sentaron. Paula le contó los puntos principales de la propuesta de Darío, incluyendo la oferta de Bradford. Brian no apartaba los ojos de ella y Paula se dio cuenta de que no era un hombre que sólo se preocupara de divertirse y jugar. Como los otros hermanos Alfonso, era bastante inteligente.


—Así que ya ves —concluyó—. Eso resolvería muchos problemas de la compañía. Incluso doblará su tamaño y bienes de un golpe.


—Lo que dices tiene sentido, Paula, tengo que admitirlo. Podría incluso estar de acuerdo contigo en que necesitamos algo como esto, pero el nombre de Carmichael se vende muy mal entre nosotros.


—Entonces va a haber que vender la mercancía antes que el nombre.


—¿Quieres decir, no contarles a Eduardo y a Pedro quién está detrás de esto?


Paula asintió.


—Lo primero es lo primero. ¿Me ayudarás?


Brian hizo una mueca.


—¿Y a ti qué te va en esto?


—Tal vez un matrimonio.


Brian la tomó de la mano y se la apretó.


—En ese caso, tienes mi apoyo. En la vida hay más cosas que el rencor. Haré lo que pueda.


Paula lo abrazó.


—¡Eres un gran tipo!


Se pusieron de pie y ya estaban a punto de marcharse en direcciones diferentes, cuando Brian la tomó por el brazo.


—Y tú también Paula. Pedro ha tenido mucha suerte —le dijo dándole un beso en la mejilla.


Paula sonrió y se fue a buscar a Pedro. Le dio un toque en el hombro para hacerle saber que estaba de vuelta. Instintivamente, él le pasó un brazo por los hombros y la atrajo hacia sí. Ella le apoyó la cabeza en el hombro y Pedro apartó su atención de la discusión el tiempo suficiente como para ver la expresión soñadora que había en su rostro. Lo que quería más que nada Pedro era derretir ese muro de hielo que había entre ellos.


—¿Bailamos? —le preguntó.


Ella asintió y se disculparon de los demás, dirigiéndose a continuación a la pista de baile. Bailaron en silencio, mirándose a los ojos mientras la orquesta tocaba una balada. Ese fuego abrasador que estaba siempre tan cerca de la superficie se desató entre ellos.


—Vámonos a casa —le dijo él.


—¡Pero si acabamos de llegar!


—Ya lo sé; pero no me importa. Vámonos.


Él la apretó aún más contra su cuerpo y los dos empezaron a moverse al unísono con el ritmo de la música.


—No nos podemos ir ahora —le dijo ella—, y tú lo sabes.


—Me estás haciendo perder la cabeza.


—Si dijiste que no te gustaba mi vestido.


—No es que no me guste, me encanta. Lo que pasa es que me pone nervioso el saber que esta cosita —le dijo jugueteando con la cremallera de la espalda del vestido—, es lo único que hay entre tú y la desnudez total.


Ella le dio en el hombro de broma, feliz porque volviera a estar de buen humor.


—Déjala. Es completamente segura y no va a bajarse.


—De momento —le contestó él sonriendo ampliamente.


Como siempre, esa transformación hizo que se le derritiera el corazón. Ella agitó la cabeza, como liberándose de sus preocupaciones y le devolvió la sonrisa. En respuesta, él la apretó con más fuerza.


Pedro —dijo Eduardo dándole un golpecito en el hombro—. Ven un momento, tengo que hablar contigo.


—Ahora no, Eduardo. ¿No ves que estoy bailando?


—Ya bailarás luego. Tengo que hablar contigo ya, te digo.


Eduardo lo agarró del brazo y los sacó de la pista de baile. Se dirigieron los tres a la mesa.


—Francisco Marshall acaba de acorralarme un poco. No tiene mucho sentido lo que me dijo, pero parece ser que anda circulando por ahí el rumor de que estamos metidos en una gran fusión de empresas. ¿Tienes alguna idea de lo que me ha hablado?


Pedro se quedó mirando un momento a su hermano.


—¿Fusión? ¿Qué fusión?


—Algo acerca de un nuevo socio, enormes montones de dinero. No lo sé.


—¿Dónde lo ha oído él?


—No me lo pudo decir. ¿Así que tú tampoco sabes nada? —le dijo Eduardo y, cuando Pedro asintió, continuó—. Creo que voy a hablar con Leonardo a ver si llego al fondo de esto.




EL TRATO: CAPÍTULO 52

 


Durante todo el camino hacia el lugar de la fiesta guardaron un enojoso silencio. De alguna manera, Pedro sabía que estaba siendo deliberadamente difícil, pero no lo podía evitar. El vestido, a pesar de que no le gustara nada verla vestida así en público, era una cortina de humo para lo que llevaba desarrollándose en su interior durante toda la semana. Todavía estaba resentido con ella por su hiriente comentario. Pero, más que eso, se sentía absolutamente impotente con ella. La amaba, pero estaba acostumbrado a tener lo que quisiera cuando lo quisiera. Con Paula las cosas nunca parecían ir tan suavemente. Lo desafiaba y, mientras la admiraba por eso, no podía dejar de fastidiarle la falta de control que tenía sobre ella. Su actitud hacia Carmichael era un buen ejemplo. No se lo había vuelto a mencionar, pero él sabía que la cuestión no estaba zanjada. Dario estaría allí esa noche. ¿La vería? Y si era así ¿se mostraría Paula receptiva?


Paula se mordía los labios pensativa. Tenía que encontrar a Brian tan pronto como llegara. Él, por lo menos, podría ser razonable. Se volvió hacia Pedro y observó detenidamente su perfil. «Te quiero», le dijo con el pensamiento. Suspiró y miró por la ventanilla.


La pista central del Club de Campo estaba llena de mujeres vestidas con la elegancia y opulencia de su clase. Los hombres, igual. Era realmente toda una gala. Paula sonrió abiertamente ante el ambiente festivo y se dio cuenta de que, hasta la adusta expresión de Pedro se suavizaba cuando la gente les daba la enhorabuena mientras se abrían camino por la pista de baile, hacia la mesa de los Alfonso.


Un enorme árbol de Navidad, adornado tradicionalmente dominaba la sala. La orquesta tocaba los villancicos típicos y algunas parejas mayores aprovechaban cuando tocaban canciones antiguas para salir a bailar. Paula fue presentada a varias personas que no conocía y se volvió a encontrar con otras que le habían sido presentadas el día de su boda.


—Paula —le dijo Pedro—. Me gustaría presentarte a Leonardo y a Sara Wooley. Leonardo es nuestro nuevo banquero.


—Hola —dijo Paula—. Encantada de conocerlos.


Los Wooley le devolvieron el saludo y, después de un pequeño rato de charla intrascendente, los hombres se pusieron a hablar de negocios. Paula asentía educadamente mientras Sara empezaba con un auténtico chorro de cotilleos acerca de todo el mundo, pero ella trató de buscar con la mirada a Brian o a Dario, o a cualquiera que la pudiera rescatar de ese torrente de palabras.


—Y, probablemente, no conozcas todavía a Lorena Marshall, su marido trabaja en seguros, ya sabes, pero ella me dijo que Laura Hutchins le había dicho que…


En medio de todo eso, una luz se le encendió en lo más profundo de su mente. «Cotilleos». ¿Por qué no lo había pensado antes? ¿No le había dicho Darío que era un arma poderosa? Bueno, también podía ser una herramienta poderosa.


—Señora Wooley —la interrumpió Paula—. ¿Su marido es uno de los banqueros con los que mi familia tiene negocios, no?


—Bueno, ah, sí. Como estaba diciendo…


—Entonces debe de ser uno de los que está llevando nuestra nueva adquisición —continuó Paula.


—¿Adquisición?


—Sí, la nueva compañía de la que se está haciendo cargo Alfonso. La que trae el nuevo socio. Usted debe de haber oído hablar de eso a su marido. La cantidad de dinero que va a proporcionar es tan grande que el banco debe de estar muy ocupado haciéndose cargo de todos los detalles.


—Bueno, por supuesto, estoy segura de que lo están. ¿Has dicho «socio»? No sé nada acerca de un nuevo socio. Yo creía que Alfonso siempre había sido un negocio enteramente familiar.


—Sí, así fue en el pasado, pero esta nueva propuesta es algo innovador y excitante. No han podido dejarla pasar. Era algo que no podían rehusar.


—¡No tenía ni idea! —le dijo la señora Wooley con los ojos como platos—. ¡Mira que Leonardo no decirme nada!


—¡Oh, querida! —le dijo Paula cubriéndose la boca con las manos, como si se arrepintiera de haber hablado—. ¡Espero no haber levantado la liebre! ¡Pedro me mataría! ¡Yo pensé que lo sabía ya todo el mundo! ¡Por favor, no le diga nada a nadie!


La señora Wooley le dio unos golpecitos en la mano y le sonrió.


—No te preocupes de nada, querida. Mis labios están sellados. No he oído nada de lo que me has dicho.


—Es usted muy amable —le contestó ella sonriendo a su vez.


—No pienses más en ello —le dijo la señora Wooley mirando por encima de su hombro—. Hablando del rey de Roma, ahí está Lorena Marshall. Si me perdonas…


—Por supuesto —dijo Paula tratando de aguantarse la risa. Bueno, si eso no echaba la bola a rodar, no sabía qué iba a poder hacerlo.


En ese momento vio a Brian, le hizo una seña y se le acercó, dejando a Pedro charlando con varios hombres.


—Hola, Paula —le dijo Brian cuando ella lo tomó del brazo—. ¡Vaya vestido!


—¡No empieces tú también!


—¿Que empiece con qué? Está muy bien. ¿Es que no le gusta a Pedro?


—Sí, le gusta, pero sólo en el dormitorio.


Brian se rió.


—Se está volviendo celoso.


Paula agitó la cabeza.


—Tengo que hablar contigo.


—¿Acerca de qué?


Ella dudó, sin saber exactamente cómo empezar.


—Alguien me ha hecho una propuesta muy lucrativa para la «Alfonso Corporation». Puede significar una enorme suma de dinero para la compañía, así como una nueva adquisición. ¿Te interesa?


—¿Es que te parezco idiota? ¿Quién te ha hecho la oferta?


Paula dejó de andar y le miró directamente a los ojos.


—Dario Carmichael.


—Paula… ¡Olvídalo! ¡Ya sabes lo que pensamos de Carmichael!


—Brian, por favor, mantén abierta la mente. Deja que te explique su oferta, lo que tiene que decir. Estoy segura de que estarás de acuerdo en que ya es hora de dejar atrás las rencillas. Se trata de los negocios. Y yo creo que se trata de algo que tu padre habría querido.


—Pareces saber mucho de nosotros en muy poco tiempo, Paula.


—Estoy aprendiendo. ¿Me vas a dar la oportunidad?


—Vamos a buscar una mesa.