viernes, 21 de agosto de 2020

EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 52





Paula escuchaba el sonido del agua del arroyo e intentaba relajarse, pero se sentía culpable. No debería haber interferido, por mucho que pensara que estuviera ayudando. Después de un rato apareció Pedro y se sentó junto a ella, estirando sus bronceadas piernas hacia el agua. Su cara no revelaba nada de lo que había sucedido. Paula quiso preguntar, pero no le salieron las palabras.

¿Habría adivinado él que ella estaba detrás de la propuesta? Quizá Guillermo y los demás le habían dicho que había sido idea suya pedirle ayuda. Podían haber pensado que ella había hablado del asunto con él.

Paula metió el pie en el agua y pensó en cómo Pedro y ella habían trabajado en el jardín. Habían hecho mucho más juntos de lo que ella podía haber hecho sola. Había quedado muy bien, con los estanques limpios, era como un fresco oasis en medio del bochornoso calor de Illinois. Paula echó las piernas hacia atrás y tocó la hierba de la orilla con los dedos.

—Yo les pedí que vinieran.

Pedro no dijo nada y Paula lo miró.

—¿Pedro?

—Me lo temía.

—Oh. ¿Qué les has dicho?

—Al principio les dije que no, pero después les dije que lo pensaría. Pero mi vida está en Chicago, no en Divine, Paula. Cuando era joven quise irme y ahora no puedo imaginarme volver. Este lugar… es que hay demasiados malos recuerdos.

—Sé que estás enfadado con la gente de aquí, pero realmente podrías ayudar a que esto cambiara —dijo desesperada. No podía equivocarse con respecto a él—. Si te preocupa la gente y tienes principios, querrás ayudar a tus vecinos. ¿De verdad prefieres el prestigio de levantar centros comerciales y complejos de oficinas en ciudades donde no necesitan más centros comerciales ni más complejos de oficinas?

—Tú no lo entiendes.

—No, no lo entiendo —Paula sabía que se lo estaba tomando mal, pero no importaba lo culpable que se había sentido ni lo que le había costado decidir involucrarlo a él, había creído de verdad que él quería ayudar—. ¿Qué te da Chicago que no te de Divine? ¿Dinero? ¿No tienes ya suficiente para dos vidas?

—Paula, sé razonable. Algo así requerirá que me mude aquí y sabes cómo me siento con respecto a Divine.

Lo sabía. Sabía que la gente había actuado mal cuando se lesionó en el instituto y desaparecieron, con él, las esperanzas de ganar. Divine se había emocionado tanto con su equipo de fútbol y el carismático capitán del mismo, que se había olvidado de que era un ser humano como cualquier otro.

Pero también sabía que había más. 

Muchos de ellos no sabían qué decir ni cómo comportarse con un chico lesionado cuya vida había cambiado repentinamente.

El era humano. Ellos también. Y la vida continuó.

—Fue un accidente, ya está. No puedes aceptar que ni tú ni el pueblo tuvisteis la culpa. Se que no pudiste jugar al fútbol como habías soñado, pero ¿por qué no puedes ver que lo que tienes es, como mínimo, igual de bueno que lo que perdiste? —preguntó Paula casi llorando.

—Paula…

—Estabas en la cima del mundo y pensabas que nada malo podía ocurrirte. Pero sucedió y te enfadaste. Todo eso lo entiendo, pero es que todavía estás enfadado.

—No estoy enfadado. Lo estuve, pero ya no.

—Sí que lo estás. Y ahora no dejas a tu corazón creer en algo verdadero por miedo a que te sea arrebatado de nuevo.

—El dinero es real. Tú deberías saberlo.

El que usara una de sus inseguridades contra ella la hizo hablar todavía más alto y más deprisa.

—El dinero es con lo que pagas la hipoteca, sirve para comprar comida y medicamentos. Es una cosa buena, sí, pero es sólo dinero. Lo que importa es lo que haces con ese dinero.

—Yo he hecho cosas importantes —dijo Pedro con firmeza.

—¿Has hecho algo como lo que acaban de hacer los del Ayuntamiento viniendo hasta aquí? —preguntó Paula casi gritando—. Esos hombres no son estúpidos, saben que tienes razones para odiarlos, pero aun así, se han tragado su orgullo y te han pedido ayuda por el bien del pueblo.

—Sí, creo que tienen mucha cara— replicó, aunque dudaba. ¿El hombre en el que quería convertirse por Paula querría ayudar porque era lo correcto?

Paula, con lágrimas en los ojos, se puso de pie de un salto.

—Sigue justificándote, Pedro y no te olvides de que es el resto del mundo contra ti, seguro que eso te reconforta —dijo Paula y se dirigió hacia la casa.

Maldición. Pedro se frotó la cabeza. 

Quería ir tras ella, pero ¿qué iba a decirle? Observando el arroyo, pensó en cómo Paula le había abierto el corazón las semanas pasadas. Ella tenía tanto amor y bondad dentro que lo había iluminado. Y tenía razón. Paula le había enseñado que los hombres y mujeres de la residencia de ancianos eran interesantes y merecían respeto. Le había estado haciendo ver que el mundo no estaba contra él, que había cosas importantes que hacer que no daban ningún beneficio.

Antes de todo aquello, nunca se había tomado tiempo para disfrutar nada, ni siquiera su éxito. Lo peor de todo era que durante todos esos años había ignorado a Paula y ése era el error más grave que había cometido. Ella había perdonado a Divine por el pasado. Lo había perdonado a él por lo mal que la había tratado cuando eran niños. ¿No era lo menos que podía hacer?

Pedro se había sentido intrigado por la paz interior de Paula, la que en aquel momento sentía en su propio corazón. Le había preocupado perder el control de nuevo, pero había confiado en Paula y si había que cometer errores, al menos se cometerían por buenas causas.

Pedro se levantó y atravesó el jardín. 

Amaba a Paula… ella era lo mejor que le había pasado en la vida. Alegaría demencia temporal y confiaría en que le perdonase una vez más por ser un idiota.

De vuelta en casa se topó con su abuelo.

—Lo sé. He metido la pata —Paula tenía razón, el accidente sólo había sido un accidente. Y la gente cometía errores. El no era mejor que los demás—. ¿Dónde está?

—No lo sé. No ha entrado en casa. Se metió en su coche y se fue.

No podía pensar en ningún sitio adonde Paula pudiera ir. Se puso a pensar y le vino una idea.



EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 51




Pedro no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Los hombres que estaban sentados en el salón de su abuelo querían que invirtiera su tiempo y su dinero en un proyecto que revitalizara el centro de Divine? Ni hablar. Sus sentimientos hacia Divine no estaban claros desde antes del accidente. Por aquel entonces se estaba convirtiendo en un pueblo deprimente y en la actualidad era peor. Solucionar sus problemas supondría una gran cantidad de dinero y muchísima suerte. El reto era interesante, pero tendría que volver a vivir allí para hacerlo bien.

—Caballeros, lo siento, pero mis negocios están en Chicago y dudo de que pueda conseguir inversores para un proyecto como éste.

—Teníamos que preguntar. Aquí tienes mi tarjeta y si tienes ideas sobre qué podemos hacer, por favor, compártelas conmigo.

—Lo haré. Os deseo buena suerte —dijo Pedro mientras tomaba la tarjeta. 

Excepto en lo que concernía a Paula y a su abuelo, la idea de que Divine iba muriendo lentamente no lo molestaba mucho. Bueno, en realidad lo molestaba.

Pensó en la gente de la residencia de ancianos y en lo que Paula había dicho sobre su trabajo, sus sacrificios y sus éxitos. La mujer con artrosis en los dedos que había sido profesora de piano y de violín y que ya no podía ni colocar las fichas en el cartón; o el hombre que había pilotado bombarderos, con la esperanza de que el mundo fuera más seguro una vez que los estragos de la guerra hubieran desaparecido; o la mujer que había acogido a niños con tanto amor que tenía vínculos de por vida con ellos. 

¿Cómo se sentían ellos a causa de que Divine se estuviera apagando? De alguna forma sabía que les dolía tanto como a Paula.

—Miren. Pensaré sobre ello. Divine es un lugar especial que tiene que sobrevivir.

—Gracias por su tiempo —dijo Guillermo.

Estrecharon las manos y Pedro vio cómo salían de la casa. Entonces se volvió y vio que su abuelo lo miraba en silencio. Hacía años que no buscaba su consejo, que no escuchaba a nadie más que a él mismo.

—Supongo que piensas que debería hacerlo.

—Sólo si pones el corazón en ello.

Hacía mucho tiempo que no ponía el corazón en algo, ni siquiera en vivir, pero tenía la impresión de que las cosas estaban a punto de cambiar.

—Necesito hablar con Paula.

—Sabía que te sentirías así. Está fuera, en la parte de atrás.




EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 50





Paula tuvo problemas para concentrarse aquella tarde y pasó más tiempo mirando la pared que catalogando la colección de arte del profesor Alfonso. 

El inventario no era tan importante al estar mejorando él y habían hablado sobre ello durante la mañana. Joaquin había decidido que evaluar la colección era una buena idea y le había pedido que continuara.

—Venid todos —llamó Pedro desde el piso de abajo—. ¿Estáis listos para una sorpresa?

—¿Qué clase de sorpresa? —contestó Paula.

—Helados con refresco ¿Te acuerdas de cuando los hacían en el colegio?

—Me acuerdo —Paula no añadió que nunca tenía dinero para comprarlos.

—Entonces baja. Se hacen así —dijo mientras sacaba vasos largos del congelador—. Hay que tenerlo todo muy frío, porque parte del refresco se debería congelar al echar el helado. En el colegio nunca lo hacían bien porque el refresco estaba templado y el helado medio derretido antes de que los juntaran.

La diversión duró hasta que sonó el timbre y Paula recordó su visita al alcalde.

—Yo abriré —dijo Pedro.

Sus dudas se disiparon cuando siguió a Pedro al vestíbulo y vio a Guillermo Jenkins a través del cristal de la puerta de entrada.

—¿Qué demonios? —Pedro abrió la puerta sorprendido—. ¿Qué desean, señores?

—Buenas tardes. A lo mejor no me recuerdas, Pedro, soy Guillermo Jenkins, el alcalde de Divine.

—Te recuerdo. Os recuerdo a todos —dijo Pedro mirando a Teo Davis.

Paula no pudo aguantar los nervios y se fue al jardín.