miércoles, 13 de enero de 2021

AVENTURA: CAPITULO 35

 


A los pocos minutos de irse su hermano, Paula lo llamó al móvil.


–¿Crees que podrías llegar antes de que Matías se acueste este noche?


–Decididamente, lo intentaré –porque a pesar de que su equipo tenía vacaciones desde Nochebuena hasta Nochevieja, él había ido unas horas a trabajar a la oficina.


–Comunícame cuándo crees que podrás llegar. Si es necesario, puedo mantener a Matías levantado un rato más.


–Lo haré. A propósito, hoy he recibido tu regalo de Navidad.


–Qué coincidencia –comentó con tono risueño–, porque yo también recibí el tuyo. Y si encima me has comprado lo mismo que yo a ti, tendré que reconsiderar seriamente nuestra relación.


–En ese caso, no tienes que preocuparte. Y he de decirte que también le compré algunas cosas a Matias. Las entregarán en Nochebuena.


–Casi olvido preguntártelo, ¿a qué hora crees que terminarás en la casa de tu madre en Navidad? Estaba pensando que luego podríamos quedar en mi casa.


–No veré a mi madre en Navidad.


–¿Por qué no? Creía que tu hermano y tú cenaríais con ella.


–Cambio de planes por parte de ella. Mi madre es así.


–Lo siento. Entonces, ¿cuáles son tus planes?


–En realidad, aún no he hecho ninguno. Julián no me preguntó qué iba a hacer, así que doy por hecho que él ya tiene otro plan. Probablemente me quede en mi piso hasta que tú llegues de la casa de tu padre. ¿Cuándo sueles irte?


–Tan pronto como puedo. Por lo general somos nosotros dos y es muy… incómodo. Aunque al ser la primera Navidad de Matías, esperará que nos quedemos más tiempo.


–¿Qué crees que va a sentir cuando se entere de lo nuestro?


–Para serte sincera, ya no me importa. El juego me ha cansado. De no ser por Matías, probablemente pasaría la Navidad en casa contigo. Junto a la chimenea y en pijama.


–Planearemos eso para el año próximo –prometió él, dándose cuenta de que esperaba con ansia que hubiera un año próximo para ellos. Y otro y otro.


En ese momento Adrián asomó la cabeza por la puerta de su despacho.


–Lamento interrumpir. ¿Podría mantener unas palabras contigo?


–Para el jefe, siempre –le indicó que pasara y notó que cerraba la puerta a su espalda.


–Señorita Maxwell, ¿puedo llamarla luego? –supo que Paula reconocería la presencia de alguien importante en su despacho.


–Claro. Luego hablamos.


Cerró el teléfono móvil y se dirigió a Adrian.


–¿Qué sucede?


–Me preguntaba si habías tenido la oportunidad de hablar con tu hermano. Los descubrimientos financieros sospechosos.


–Lo siento, pero no –últimamente había estado demasiado concentrado en su vida como para pensar mucho en eso–. Como dije el otro día, Julián y yo no hablamos. Se suponía que iba a cenar con él el día de Navidad, y mi idea era tratar de averiguar algo allí, pero los planes se vinieron abajo. Como note que empiezo a meter las narices en sus finanzas personales, despertará sus sospechas.


–Lo entiendo. Quería preguntártelo de todos modos, por las dudas. Me parece que vamos a tener que sustituir a su secretaria por una operaria de la agencia. A él se le informará que nos la envió nuestra empresa de empleo temporal.


–Creo que esa será le mejor manera de conseguir la información que necesitamos. Aunque para que quede constancia de ello, sigo creyendo que es inocente.


–Espero que así sea –Adrian se volvió para marcharse, pero se detuvo con la mano en el pomo de la puerta y giró otra vez–. ¿Todo va bien contigo?


–Por supuesto. ¿Por qué lo preguntas?


–Últimamente se te ve un poco… distraído. Aparte de que te has tomado más tiempo libre que de costumbre.


–¿Tienes alguna queja con el desempeño de mis funciones?


–No, en absoluto. Y por si te preocupa, no se trata de nada que vaya a tener un impacto negativo cuando se analice tu posición para presidente ejecutivo. Te considero un amigo y estaba preocupado.


Aunque Adrian no lo dijo abiertamente, Pedro supo que quería una especie de explicación. Sabía que a la inversa, a él le pasaría lo mismo.


–La verdad es que he estado saliendo con alguien –le informó a Adrian–. Es bastante informal en este punto, pero existen posibilidades reales.


–Me gustaría conocerla. ¿La traerás a la boda de Emilio?


–Por desgracia, no creo que esté disponible –aunque no era justo para ninguno, no podía llevarla.


–Primero me casé yo, ahora el que toma los votos es Emilio –sonrió–. Quizá el próximo seas tú.


–Sí, pero no nos precipitemos.


–Sentar cabeza, tener una familia, no es algo tan negativo, Pedro –comentó antes de marcharse.


Quería poder alardear sobre su hijo, mostrar fotos en la oficina y a sus amigos.


Pero Paula y él tendrían que esperar solo unos meses para ser libres.



AVENTURA: CAPITULO 34

 

El lunes por la mañana se hallaba en su despacho conectado a Internet en busca de ideas cuando llamó su madre.


–Un amigo me ha invitado a un crucero, así que no podré pasar la Navidad contigo y con tu hermano –le dijo sin mostrarse en absoluto arrepentida.


Pedro estaba seguro de que su amigo sería significativamente mayor y muy rico.


–Bueno, pues que te lo pases bien –repuso, preguntándose si había captado el alivio en su voz.


Antes de colgar, ella le deseo una feliz Navidad. Su madre, la reina de hielo. Pero aunque solo sirviera para eso, la llamada lo ayudó para darle una excelente idea para el regalo.


A la primera búsqueda, encontró exactamente lo que buscaba en Internet. ¡Era perfecto!


Concluyó los arreglos, imprimió el correo electrónico de confirmación y borró el historial de su buscador cinco minutos antes de una reunión programada con varios miembros de su equipo en la cafetería del hall de entrada.


La reunión duró todo el almuerzo y cuando estaba a punto de subir a su despacho, su secretaria lo llamó para decirle que lo esperaba su hermano.


–Ya estoy subiendo.


–Le diré que espere.


Subió hasta la última planta sintiéndose orgulloso consigo mismo por lo que consideraba el regalo ideal para Paula. Algo que ella no esperaría ni en un millón de años. Iba por el vestíbulo de su planta cuando se dio cuenta de que había olvidado el correo de confirmación en su mesa. No llevaba impreso los nombres de los pasajeros, solo el itinerario, pero solo eso sería sospechoso. Quizá tuviera suerte y Julian no mirara nada que hubiera sobre su mesa, aunque sabía que la posibilidad era remota.


Al pasar saludó a su secretaria con un gesto de la cabeza y entró en el despacho. Julian se hallaba de pie junto a la ventana. Se volvió al oír a su hermano.


–¿Cómo estás? –saludó Pedro, yendo hacia su mesa.


El correo seguía donde lo había dejado, junto a su ordenador portátil. Depositó la carpeta que llevaba encima de él y se sentó.


–Supongo que te llamó –dijo Julián.


–Supongo que hay un Papá Noel y este año me ha regalado exactamente lo que quería.


–¿Te dijo quién era su nuevo «amigo»?


–No, y yo no se lo pregunté.


–Es un barón que conoció en su último viaje a Europa. Veinte años mayor que ella. Rico desde tiempos inmemoriales.


–Vaya sorpresa.


–Supongo que no has hablado con papá.


Miró a su hermano. Desde luego que no, y por su vida que aún no sabía por qué Julián lo hacía.


–Vuelve a casarse.


–¿Cuántas veces lleva con esta?


–Cinco. Es una auxiliar de vuelo de veintiocho años. La conoció en un viaje de negocios a Nueva York. Piensa venirse aquí desde Seattle para vivir con él.


–Les doy seis meses.


–Sé que no lo quieres creer, pero se ha suavizado mucho desde que éramos críos. Cada vez que hablo con él pregunta por ti. Sé que le gustaría tener noticias tuyas.


–Eso no va a suceder.


–Cielos, Pedro, a veces creo que eres más obstinado que él –comenzó a dirigirse hacia la salida, pero se detuvo y se volvió–. A propósito, tengo que preguntártelo, ¿qué hace un hombre soltero comprando un crucero a Disneylandia para tres?


Pedro maldijo para sus adentros, aunque por fuera permaneció impasible.


–No es que sea asunto tuyo, pero no he reservado el viaje para mí. Lo hice para un amigo. Le preocupaba que su mujer lo descubriera y quería que fuera una sorpresa para Navidad.


Fue la mejor excusa que se le ocurrió.


Julian se encogió de hombros.


–Será mejor que vuelva al trabajo.


Pedro esperó haber evitado la tragedia.




AVENTURA: CAPITULO 33

 


Se volvió y lo vio. Tumbado boca arriba, los ojos aún cerrados, el torso desnudo y hermoso. La excitación, el júbilo y la esperanza borbotearon en su interior. En todo el tiempo que llevaban viéndose, ni una sola vez se había quedado a pasar la noche. Aunque se quedaran haciendo el amor hasta las cuatro de la mañana, él siempre se iba a su casa. De modo que eso solo podía significar una cosa. La noche anterior él había hablado en serio. Quería hacer que eso funcionara.


Pedro abrió los ojos y la miró.


–Como se te ha olvidado poner el despertador para ir a desayunar a la casa de tu padre, ¿por qué no nos vamos Matias, tú y yo a desayunar a alguna parte?


Era evidente que acababa de escuchar la conversación desagradable que había mantenido con su padre al respecto.


–¿Te parece una buena idea? ¿Y si alguien nos ve juntos?


–Hay una cafetería a la que voy que está próxima a la universidad. Es muy improbable que nos encontremos allí con alguien.


–De acuerdo. Suena divertido.


–¿A qué hora suele levantarse Matias?


–Lo hará de un momento a otro.


Aunque el día anterior debería haber dedicado algunas horas de trabajo en la oficina, Pedro terminó pasando todo el día con Paula y Matías. Primero fueron a desayunar, donde nadie los reconoció, luego hicieron unas compras de último minuto para el pequeño. Como la temperatura era agradable, llevaron un rato a Matías al parque. Luego, de camino a la casa de ella, compraron comida tailandesa y cenaron, y aunque vio que Paula quería que volviera a pasar la noche con ella, tenía que estar en el trabajo a primera hora de la mañana.


Se marchó después de que Matías se acostara y al entrar en su piso, le pareció menos hogar que nunca. Si las cosas con Paula y Matías salían como él esperaba, tendrían que pensar en trasladarse a una casa juntos. Una que tuviera preferiblemente un patio enorme donde Matías pudiera jugar, situada en un vecindario familiar y amigable, con abundantes parques.


Pasó el resto de la tarde comprando más juguetes que los que probablemente Matias tendría tiempo de usar alguna vez y asegurándose de que serían entregados para las fiestas. La Navidad ya la tenía comprometida para pasarla con su madre y Julián, pero planeaba estar en la casa de Paula la Nochebuena, después de la fiesta en la oficina, y la mañana de Navidad, cuando Matías abriera sus regalos. Sin embargo, tenía un ligero problema, no sabía qué comprarle a Paula. No le gustaban las joyas, aparte de que eso parecía demasiado… impersonal. ¿Qué podía regalarle un hombre a una mujer que disponía de los medios para comprarse cualquier cosa que alguna vez pudiera necesitar o desear?