martes, 13 de abril de 2021

FARSANTES: CAPÍTULO FINAL

 


Pedro soltó una risa ahogada: parecía mentira que llevasen cinco años casados y que Paula, aún se sonrojara de vez en cuando, con sus piropos. Su matrimonio conservaba la pasión del primer encuentro amoroso, aunque de vez en cuando discutieran fuertemente. Pero después de la tormenta, volvía la calma. Pero Alfonso seguía opinando que casarse con Paula había sido el mayor acierto de su vida.


—Por cierto, tu abuela nos ha regalado una botella de champán para que celebremos el aniversario. Realmente, ha sido un detalle por su parte, haberse quedado con los niños.


—Pero si les encanta tener en casa a Jeny y a Kevin—dijo la ranchera, sonriendo—. Lo peor es que los miman demasiado.


Paula sacó las copas y Pedro descorchó la botella.


—Es extraño que no hayan querido venir a Montana para cuidarlos —siguió diciendo Paula.


—Eva estaba sugiriendo últimamente que por qué no teníamos otro bebé —dijo Pedro, mirando al vientre plano de la ranchera—. He pensado que sería una buena idea para un día como hoy.


—La respuesta es sí, teniendo en cuenta lo controlada que tienes a mi fertilidad.


—Muy bien, eso es lo que quería oír —intervino Alfonso, mientras Paula lamía una gota de champán que se le había resbalado a Pedro por la barbilla.


A continuación, ambos se besaron y Pedro acarició los senos y el vientre de su querida esposa, hasta hacerla vibrar con auténtica pasión.


—No tan deprisa, Pedro. Tenemos toda la noche…


—Haremos todo lo que tú quieras y como quieras —dijo Alfonso, mirándola dulcemente.


—Pues has de saber que me encuentro muy en forma, Pedro.


Acto seguido, la pareja se metió dentro de la tienda, manchando el saco de dormir con el champán que habían derramado sin querer. Ambos rieron, porque el incidente no tenía ninguna importancia.


Entonces, Paula dejó de reír: Pedro la estaba mirando profundamente, ofreciéndole toda su alma. Había muchas mujeres en el mundo que desearían estar en lugar de la ranchera. Sin embargo, allí estaba él, rodeándola con su atlético cuerpo y haciendo que se sintiera más feliz que nunca.


—Feliz aniversario —dijo Paula susurrando—. Te quiero.


—Eso digo yo… ¡Por lo pronto no te vas a deshacer de mí! Espero llegar a celebrar nuestro cincuenta aniversario persiguiendo al ganado y a los niños. Y por supuesto a ti también.


—Por supuesto —dijo lacónicamente su esposa.


Y Paula supo entonces que el que la quería con toda su alma era un auténtico ranchero.



FARSANTES: CAPÍTULO 64

 


—¿Ya esta todo, querida? 


Paula sonrió a su marido, mientras instalaba la tienda de campaña. Se trataba del quinto aniversario de boda y lo iban a celebrar pasando la noche en la peña favorita de Paula.


—No hace falta que te compliques mucho, Pedro. Sólo vamos a pasar una noche, al fin y al cabo.


Alfonso extendió una manta en el suelo.


—Lo sé. Ven aquí mujer —dijo Pedro imitando a los pioneros machistas del Oeste. A continuación, sonrió arrebatadoramente.


Sonriendo a su vez, Paula se sentó, abrazada a su marido.


Era 1 de julio. No disponían de mucho tiempo para celebrar su aniversario, porque el día 4, la fiesta nacional, iba a ser un día de mucho ajetreo. Llegarían nuevos turistas y había que estar muy pendientes de ellos.


Paula apenas podía creer que habían pasado cinco años desde que se conocieron. Su matrimonio había sido un éxito. Pedro disfrutaba enormemente trabajando con ella en el rancho. Cuando se ponía demasiado protector, ella sabía como hacerle reaccionar. Pedro era un esposo y un padre de familia ejemplar.


—¡Hace tanto calor! —dijo Paula, un poco sofocada—. No sé por qué te has empeñado en plantar la tienda…


Pedro sonreía sobre la cabeza de su mujer, que estaba acurrucada en el regazo masculino. Ambos disfrutaban del paisaje que se extendía a sus pies.


—Es que quiero revivir el pasado.


—¿Con una tienda? —preguntó Paula sin entender nada.


—Recuerdo el primer día que llegué aquí. Me pareció horrible tener que dormir en una tienda, sin tener intimidad para ligar con alguna turista soltera.


—O sea, que quieres hacer el amor en la tienda esta noche…


—Si tu quieres ser cariñosa y amable conmigo.


—¿Acaso no lo soy el resto del año? —le interrogó la ranchera.


Desde que se casaron, Pedro había sido tremendamente feliz, compartiendo la vorágine que organizaba su esposa cada día. Ella seguía siendo pura energía para el rancho aunque también era una excelente esposa y una buenísima madre.


Ambos tenían dos hijos: Jenifer, de cuatro años, y Kevin, de dieciocho meses. La niña era el vivo retrato de su madre y el niño adoraba los caballos. Ese amor por los animales lo había heredado de su madre, indudablemente.


—Ha llegado un fax con otra reserva para el día cuatro —dijo Paula, misteriosamente—. ¿A qué no sabes de quién?


—No será de Gabriela…


—Pues, sí. Cuando se lo he dicho a Claudio, se ha puesto muy contento.


—¡Pobrecillo! —exclamó Alfonso, con ironía.


—Silencio. Gabriela lo quiere de verdad —le reprendió Paula.


—La verdad es que no me los imagino casados.


—Tú tampoco querías casarte cuando llegaste por primera vez —replicó la ranchera.


Ella tenía razón.


—De acuerdo, lo admito. Pero Claudio no me saca ventaja.


—¿A qué ventaja te refieres? —preguntó Paula.


—El no te tiene a ti por esposa.


—Ah… —murmuró la granjera, poniéndose roja.