jueves, 26 de marzo de 2020

RECUERDAME: CAPITULO 3





Después de colgar, Pedro se acercó a la ventana, pensativo. En el jardín de la casa, frente a su despacho, estaba Maria Pavia, la niñera que había contratado tras el accidente, sentada sobre una manta, cantándole a Sebastian.


Que una mujer pudiese olvidar a un marido del que estaba cansada era comprensible, aunque no muy halagador. ¿Pero cómo era posible que Paula hubiese olvidado a su hijo?


Tras él, una voz autoritaria interrumpió sus pensamientos:
—He oído lo suficiente como para saber que Paula está mejor.


Pedro se volvió para enfrentarse con su visitante. Con el pelo negro sujeto en un moño perfecto, un inmaculado vestido de color crudo y un collar de perlas al cuello, Celeste Alfonso podría haber pasado por una mujer de cuarenta y cinco años cuando en realidad estaba a punto de cumplir los sesenta.


Pareces vestida para una fiesta, pero se supone que estás relajándote en la isla, madre.


—Estar fuera del ojo público en Pantelleria no es razón para no arreglarse... y no cambies de tema. ¿Qué te ha dicho el neurólogo?


Que Paula ha salido del coma y espera que se recupere del todo. 


¿Entonces va a vivir?


—Intenta disimular tu desilusión —suspiró Pedro—. Después de todo, es la madre de tu nieto.


—Después de lo que ha pasado no entiendo por qué sigues defendiéndola.


—Pero ésa es la cuestión, madre, que no sabemos lo que ha pasado. De las dos personas que lo saben, una está muerta y la otra ha perdido la memoria.


—Ah, ése es su juego ahora, ¿no? Fingir que no recuerda nada, que no había intentado dejarte llevándose al niño —su madre hizo un gesto de desprecio—. ¡Qué conveniente para ella!


Eso es una tontería y tú lo sabes. Paula no está en posición de hacer teatro y aunque así fuera, los médicos tienen demasiada experiencia como para no darse cuenta.


¿Entonces tú crees en ese diagnóstico?


Debo hacerlo y tú también.


Me temo que no, hijo.


Te aconsejo que lo pienses si quieres ser bienvenida en mi casa —replicó Pedro.


Celeste palideció.


¡Soy tu madre!


—Y Paula sigue siendo mi mujer.


—¿Durante cuánto tiempo? ¿Hasta que decida volver a marcharse? ¿Hasta que un día descubras que Sebastian vive al otro lado del mundo y llama «papá» a otro hombre? Dime qué tengo que hacer para que veas qué clase de mujer es...


—Es la madre de mi hijo —la interrumpió él—. Y haz el favor de no repetir que no te parece una buena madre o una buena esposa.


—No tendré que hacerlo, Pedro. Paula te lo recordará enseguida.



****

Todo el mundo en la clínica, desde el último enfermero al médico más prestigioso, fueron a despedirla.


Los que, cuando preguntó qué le había pasado, sólo contestaban que había tenido un accidente de tráfico y que no debía preocuparse porque recuperaría la memoria tarde o temprano.


Y los que se negaban a decirle quién pagaba las facturas del hospital o enviaba las flores... todos salvo una joven auxiliar a quien se le había escapado que era «él» antes de que la jefa de enfermeras la fulminase con la mirada.


¿Quién era «él»?, quería preguntar Paula. Aunque sabía que no conseguiría respuestas.


—¿Puedo preguntar al menos dónde voy a ir cuando salga de aquí?


—Por supuesto —contestó la enfermera, adoptando el tono que usaría con un niño recalcitrante—. Al sitio en el que vivía antes, con gente que la quiere.


¿Dónde sería ese sitio y quién sería esa gente?, se preguntó Paula.


Unos días antes de que le diesen el alta los médicos le habían dicho que pasaría su convalecencia en un sitio llamado Pantelleria, del que ella nunca había oído hablar.


—¿Quién estará allí?


—Pedro Alfonso.


Tampoco había oído hablar de él.


—Su marido —dijo el médico entonces.


Y eso la había dejado sin habla.





RECUERDAME: CAPITULO 2




Amnesia retrógrada, amnesia psicogénica, amnesia histérica... términos que no habían significado nada para Pedro un mes antes, pero con los que se había familiarizado en ese tiempo.


—¿Está diciendo que su amnesia es psicológica en lugar de fisiológica?


Eso parece —contestó el doctor Peruzzi—. Pero la buena noticia es que, le pongamos la etiqueta que le pongamos, es una condición que rara vez resulta permanente. Con el tiempo, es prácticamente seguro que su esposa recuperará
la memoria.


¿Cuánto tiempo?


—Eso no podemos predecirlo. Podría recordarlo todo en cuanto volviese a un sitio que le resultase familiar, pero seguramente tardará días o incluso semanas, con recuerdos o retazos de recuerdos volviendo poco a poco. Lo que debe usted entender es que no va a ganar nada intentando forzarla a recordar eso que, por la razón que sea, no puede recordar. Hacerlo sería en detrimento de su bienestar. Y eso, signor Alfonso, me lleva a lo más importante de esta conversación: nosotros ya hemos hecho nuestra parte. Ahora usted debe hacer la suya.


—¿Cómo?


Cómo. Esa palabra lo había perseguido durante un mes, suplicando respuestas que nadie podía darle. ¿Cómo había podido no darse cuenta del descontento de Paula? ¿Cómo, después de todo lo que se habían prometido el uno al otro, podría ella haber buscado a otro hombre? ¿Cómo había demostrado tan poca fe en él, su marido?


—La paciencia es la clave. Puede llevársela a casa, pero no debe exponerla inmediatamente a los extraños. Debe hacer que se sienta segura y a salvo con usted.


¿Cómo voy a hacer eso si ni siquiera se acuerda de mí?


Cuando se haya recuperado un poco le explicaremos quién es usted. No tenemos más remedio que hacerlo porque debe saber que no está sola en el mundo. Pero ha perdido un año de su vida, algo aterrador para cualquiera. Hágala ver que le importa la persona que ella recuerda ser. Y luego, cuando tenga un poco más de confianza, vaya presentándole poco a poco al resto de los miembros de la familia.


—El resto de mi familia incluye a nuestro hijo de diecisiete meses. ¿Qué sugiere que haga con él mientras tanto? ¿Debo decirle que es hijo de la cocinera?


—El sentimiento de culpa al descubrir que tiene un hijo al que no recuerda podría dejarle cicatrices emocionales permanentes. Este asunto es el más delicado de todos porque va contra la naturaleza de una mujer haber olvidado que tuvo un hijo.


—Ya veo.


Y era cierto, lo veía: Paula había despertado del coma, pero no estaba curada.


—¿Alguna cosa más?


Sí —respondió el neurólogo—. Por el momento, no espere que Paula sea nada más que su esposa de nombre. La intimidad con un hombre que aunque sea su marido para ella es un completo extraño es una complicación que debemos evitar a toda costa.


Fantástico. No podían hacer uso de la única cosa que entre ellos había funcionado siempre. Y, además, tendría que enviar a Sebastian a vivir con su hermana.


—¿Puedo hacer algo más, aparte de dormir en
otra habitación y enviar a mi hijo a algún otro sitio?


—Desde luego que sí —contestó Peruzzi— Su mujer ha perdido la memoria no el intelecto, de modo que le hará preguntas. Conteste honradamente, pero no elabore las respuestas y, sobre todo, no intente apresurarla. Piense en cada dato que le revele como un trazo en el lienzo vacío de su memoria. Cuando haya colocado suficientes trazos, ella empezará a rellenar el resto por sí misma.


—¿Y si no le gusta lo que vaya descubriendo?


—Entonces será imperativo que usted, signor Alfonso, siga apoyándola. Paula debe saber que puede confiar en usted, haya ocurrido lo que haya ocurrido en el pasado. ¿Puede hacer eso?


—Sí —contestó él—. Mientras tanto, ¿puedo visitarla?


—No puedo prohibírselo, pero le sugiero que no lo haga. Ahora mismo lo importante es que se recupere físicamente y su aparición sólo serviría para comprometer esa recuperación.


—Entiendo —murmuró Pedro—. Y le agradezco mucho que me haya llamado.


—Ojalá tuviese tan buenas noticias para todos mis pacientes —suspiró el médico—. Volveré a llamarlo cuando Paula esté preparada para volver a casa. Mientras tanto, puede llamarme cuando quiera para pedir información sobre los progresos de su esposa. A mí o a cualquiera del equipo. Ciao, signor Alfonso, y buena suerte.


Grazie e ciao.





RECUERDAME: CAPITULO 1





LAS DIEZ de la mañana del lunes 4 de septiembre, exactamente un mes después del accidente, Pedro Alfonso recibió la llamada de teléfono que había temido no recibir.


—Tengo noticias, signor Alfonso —anunció Arturo Peruzzi, el jefe de neurología que atendía a Paula—. Esta mañana su esposa ha despertado del coma.


Intuyendo por el tono del cirujano que había algo más, Pedro tuvo que hacer un esfuerzo para permanecer calmado. Durante las últimas semanas había leído y estudiado lo suficiente como para saber que el daño neurológico debido a un golpe en la cabeza podría tener muchas consecuencias, ninguna de ellas buena.


—Pero ocurre algo malo, ¿no es así, doctor?


—Me temo que sí.


Pedro había creído estar preparado, pero descubrió que no lo estaba en absoluto. La última vez que vio a Paula, con la cabeza llena de vendajes y conectada a una serie de máquinas y tubos para mantenerla viva, contrastaba de manera horrible con su aspecto antes del accidente.


Hermosa, elegante, llena de encanto.


Era un rayo de sol.


Era suya. ¿Y ahora?


Abruptamente, Pedro se dejó caer frente a su escritorio, temiendo que las piernas no lo sostuvieran.


—Dígame.


Físicamente muestra muchos signos de recuperación. Naturalmente, ahora mismo se encuentra muy débil, pero con la fisioterapia adecuada estamos seguros de que pronto podrá volver a casa. El problema, signor Alfonso, es su mente.


¡Ah, Dio, eso no! No quería ni imaginar que Paula se hubiera convertido en un vegetal.


—...no quiero alarmarlo inútilmente —siguió el neurólogo—. Es algo común después de un traumatismo craneoencefálico y no es tan serio como usted podría suponer.


Pensando que había sacado la peor conclusión posible, Pedro decidió escuchar al neurólogo.


¿Qué esta sugiriendo, doctor Peruzzi?


—No estoy sugiriendo nada, estoy diciéndole que su esposa sufre de amnesia. En resumen, no tiene recuerdos... de su pasado reciente.


La vacilación del doctor fue breve, pero lo bastante significativa como para despertar de nuevo los miedos de Pedro.


—¿Hasta qué momento? ¿No recuerda el accidente?


—Eso es lo que lo hace tan inusual. En general, la amnesia retrógrada se refiere sólo a los eventos que han tenido lugar inmediatamente antes del trauma. En este caso, sin embargo, la pérdida de memoria de su esposa se extiende a un periodo más largo. Lamento decirle que no parece recordarlo a usted o su vida de casada.





RECUERDAME: SINOPSIS





Era su esposa… sólo de nombre


Se había casado con ella, se había acostado con ella y Paula le había dado un heredero… y eso era todo lo que quería. Hasta que Paula sufre un terrible accidente en el que pierde la memoria y no recuerda ni a su marido ni a su hijo.


Tal vez la mente de Paula no recuerde a su marido, pero su cuerpo sí lo recuerda… y cada vez que la toca, la hace temblar. ¿De verdad que aquel hombre increíblemente guapo es su marido? Pedro decide entonces seducir a su esposa para recordarle lo felices que eran juntos…