viernes, 26 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 55

 


—¡Pedro está aquí! ¡Pedro está aquí!


Una bola de cañón humana bajó corriendo las escaleras de dos en dos.


Paula se quedó quieta donde estaba mientras encendía las velas del salón.


Las encendía cada noche para relajarse y olvidar las preocupaciones del día.


Esa noche había encendido el doble.


Aun así no era suficiente.


Lisandro abrió la puerta antes de que Pedro tuviera la oportunidad de llamar.


—Hola, colega, ¿cómo lo llevas?


—¿Has venido a llevarme de excursión? —preguntó Lisandro dando saltos—. Mamá dijo que iba a preguntártelo.


Pedro la miró y ella agachó la cabeza. Se había olvidado por completo de la promesa a su hijo.


—Claro que lo hizo —le dijo a Lisandro—. Y además puede venir con nosotros, si quiere.


—¿Ahora mismo? —preguntó ella.


—A no ser que tengas algo más importante que hacer.


—¡Sí! —exclamó Lisandro, y subió corriendo las escaleras.


—¿Y qué pasa con nuestra noche de película? —le preguntó su madre cuando regresó con las botas puestas.


—¿No podemos ver la película mañana por la noche, mamá?


—De acuerdo —dijo ella con un suspiro—. Deja que apague las velas y… Lisandro dio otro grito de emoción, salió corriendo por la puerta y dejó Pedro de pie en la cocina.


—Deja que te ayude con eso —dijo.


—No gracias. Ya casi he terminado —sus soplidos eran rápidos y eficientes, y extinguieron cada vela como si, con cada una, estuviera apagando uno de sus complejos sentimientos hacia el hombre que había en su cocina.


—Paula…


Ella se dio la vuelta de pronto y dijo:

—Imaginé que, al decirme que me mantuviese alejada de tu familia, tú te mantendrías alejado de la mía.


Él suspiró y miró al suelo.


—Es mi hermano, Paula. Lo investigaste basándote solo en una intuición.


—Una intuición muy certera.


—No es algo insignificante.


—Me contrataste para proteger WildSprings y tú eres WildSprings, Pedro. Estoy intentando protegerte.


—No necesito que me protejas de mi hermano, Paula.


—Eso no lo sabes.


—Sí lo sé —apretó los labios y negó con la cabeza—. Para ser alguien a quien no le gusta ser juzgada, se te da muy bien juzgar a los demás.


La rabia bullía entre ellos como un manantial. Pero, cuando abrió la boca para contestarle, Lisandro entró corriendo en la casa. Los miró a los dos y parte del brillo de sus mejillas desapareció. Parecía ansioso.


—¿Nos vamos?


—Sí, estamos listos para irnos —le contestó su madre con una sonrisa —. ¿Hacia dónde vamos?


—Pensaba llevaros a la próxima hondonada —contestó Pedro—. ¿Te gustaría ver dónde duermen las cacatúas, Lisandro?


—¡Sí! —Lisandro salió corriendo por la puerta otra vez.


Pedro se volvió para decir algo más, pero Paula fijó la mirada en algún punto por encima de su hombro y observó la pared de la cocina. Su voz sonó gélida.


—Vámonos.





CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 54

 


Paula podría haberse disculpado, pero sabía que sería mejor ir con cuidado. Había demasiado en juego. El corazón de Pedro.


—¿Por qué iba a mentirte?


—¿Ahora yo también soy parte de tu investigación?


—¿Por qué iba él a mentir, Pedro?


—¿Quién dice que miente?


—El gobierno de Estados Unidos. Mi contacto está en un departamento federal en Chicago.


—Algo exagerado, ¿no crees?


—Me puse en contacto con Carla como amiga, no como agente federal.


—¿Por qué?


—Porque hay algo en Julian que no cuadra…


—Ya te he dicho lo que es. Estuvo a punto de ahogarse…


Pedro, olvídate de que es tu hermano solo por un momento. ¿Por qué iba a mentir sobre su pasado?


—Desde luego no has tardado en llevar a cabo tu venganza.


—¿Venganza por qué?


—Por intentar ligar contigo.


—¿Crees que se trata de eso?


—Dímelo tú. Primero me dices que ligó contigo, luego me dices que es un mentiroso.


—Yo no te he dicho que ligara conmigo. Has sacado tú el tema.


—De hecho ha sido él quien lo ha sacado. Me lo dijo inmediatamente. Expresó su arrepentimiento.


—Bien por él —contestó ella con rabia—. ¿Y no se te ha ocurrido pensar por qué ha hecho eso? ¿Lo que podía ganar?


—Seguro que estás a punto de decírmelo.


Paula habló con la voz cargada de pena. Algo hermoso estaba muriendo. Podía sentir cómo se le escapaba entre los dedos.


—¿De verdad tengo que hablarte sobre las acciones preventivas? Julian sabía que lo harías pedazos cuando descubrieras que me había tocado, así que actuó primero. Fue pura estrategia, Pedro. Es listo.


—Decídete, Paula. Primero dices que tiene el cerebro dañado y al minuto dices que es Einstein. Hay algo que no comprendo. Si estás tan decidida a meterte entre nosotros, ¿por qué no me dijiste que había intentado algo contigo?


—¡Tal vez porque las suyas no fueron las únicas manos que me tocaron aquella noche!


Nada más ver su cara pálida supo cómo debían de haber sonado sus palabras. Sintió un vuelco en el estómago.


Pedro


Pero Pedro se alejó de ella en dirección a la puerta y lanzó el informe sobre la mesa.


—Mantente alejada de mi familia.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 53

 


Paula se tensó al momento e inmediatamente se puso en pie.


—Pedro…


—¿Cómo estás?


—Estoy bien, gracias. ¿Necesitas algo?


Pedro entró en su despacho y cerró la puerta.


—Necesito preguntarte por algo.


—De hecho yo también tenía que pedirte una cosa —«mantente alejado de mi hijo»—. ¿Por qué has estado hablando con Lisandro sobre el ejército?


—No lo he hecho.


—Sabe que eras soldado. Ahora quiere serlo también.


—Pues no es por mí. Y sabes que a mí no me parece una cosa tan terrible.


—¿A pesar de todo lo que has pasado?


—A pesar de eso. Pero eso no significa que hable con él del tema. Apenas puedo hablar con mi psiquiatra de ello. ¿Me imaginas descargándome con un niño de ocho años?


—A mí me hablaste del tema.


—Fue un impulso inapropiado.


—No quiero que te idolatre. Al menos no quiero que idolatre lo que eras.


—Sí, porque eso sería un crimen. Viendo que a tus ojos soy basura.


—Sabes que eso no es cierto.


—Sé que tu infancia fue difícil y entiendo que debe de haberte dejado una mala imagen del ejército, pero yo estoy muy orgulloso del trabajo que hice, de las vidas que salvé y de las cosas que cambié para mi país…


—Pedro…


—No puedo suprimir eso para ti, Paula. Es parte de lo que soy y ya estoy cansado de disculparme por ello. Soy miembro de las Fuerzas Armadas Australianas, estoy orgulloso de haber servido a mi país, orgulloso de mis acciones en los conflictos y orgulloso de pertenecer aún a los Taipán. Asúmelo.


—De acuerdo.


—¿De acuerdo? ¿Nada más?


—No deberías disculparte por hacer algo en lo que crees con todo tu corazón. Son tus valores. No te pediré que lo hagas.


—Me lo pides de mil maneras distintas, Paula. Lo noto cada vez que estoy contigo.


Paula se sintió avergonzada. Así era como solía sentirse con su padre.


Tomó aire e intentó apartarse del escritorio, pero no había muchos lugares a los que ir cuando él ocupaba gran parte del diminuto despacho.


—¿Para qué querías verme? —preguntó finalmente para volver a territorio seguro.


—¿Confías en mí, Paula?


—¿Por qué?


—No me contaste lo de mi hermano.


Paula frunció el ceño y miró la pantalla de su ordenador. ¿Cómo lo sabía?


—Antes de hoy tampoco había mucho que decir —antes de recibir esa mañana el correo electrónico de su contacto en Chicago.


—¿Creías que no te creería?


—Yo… —Paula negó con la cabeza para aclararse—. Es tu hermano… Yo no quería…


—Dímelo ahora. Quiero oírlo.


Paula sacó un archivo del cajón y le pasó la primera hoja a Pedro.


—Julian nunca trabajó en el Joliet Grosvenor. No consta en los archivos de la Asociación de Hoteles de Chicago. Tendría que estar para trabajar en la recepción de un hotel importante.


—¿Qué es esto? —preguntó él con voz de hielo.


—Julian nunca trabajó…


—Ya he oído lo que has dicho. ¿Has investigado a mi hermano?


—¿Pero de qué estabas hablando tú? —preguntó ella sin entender nada.


—De que Julián se comportó de manera inapropiada en el acto benéfico. ¿Y por qué diablos estás investigando a mi hermano?