lunes, 31 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 57

 


Paula dio un salto en su silla, recorrida por una mezcla de emociones; orgullo por la capacidad de Pedro de sobreponerse a sus prejuicios y gratitud por su apoyo frente a su hermano… además de amor, un completo amor por ese hombre que era realmente su compañero, su amigo, su marido.


Sus miradas se encontraron, comunicándose el millón de cosas que no se podían decir en voz alta, diciéndose lo único que nunca antes se habían dicho: «Te amo».


—Así que estoy en minoría ¿no? —dijo Eduardo mientras el color le volvía a su tono normal—. ¡No me lo puedo creer! ¡Mi propia sangre en contra mía junto a un hombre que fue el instrumento de la muerte de nuestro padre, un hombre que nos ha espiado, robado…


—Él no ha hecho nada de eso —dijo Paula.


—Paula, no me digas lo que ha hecho o dejado de hacer. Tú no estabas aquí para saberlo, para ver…


—Y no tenía por qué estar aquí para saber la verdad —dijo ella volviéndose hacia Pedro—. ¿Te acuerdas de lo que pasó entre Mateo y yo? ¿Cómo yo no le conté la verdad acerca de nuestro estado económico y los desastrosos resultados que tuvo?


Pedro asintió, sin ver qué tenía que ver una cosa con la otra.


—¿Te acuerdas de cómo me sentí cuando tu interviniste a mis espaldas, tratando de ayudarme? ¿Y de lo que hablamos luego? Decidimos que estaba mal actuar a espaldas de alguien a quien se ama, estaba mal pensar por él, incluso si era por su propio bien —ella respiró profundamente y los miró a cada uno por turno—, bueno, pues eso es lo que ha pasado aquí.


—Sé lo que estás haciendo pero ¿qué tiene que ver con lo que pasa entre Carmichael y nosotros? —le preguntó Pedro.


Paula sacó entonces un sobre. El mismo que le había dado Dario la noche de la fiesta. Su seguro. Ya que Pedro había aceptado el plan, ella sabía que la batalla estaba ganada, pero estaba segura de que Darío no se iba a enfadar si ella les enseñaba ahora la carta que contenía.


—¿Qué es eso, Paula? —le preguntó Pedro.


Ella le pasó el sobre y se lo quedó mirando mientras él leía la corta nota, escrita a mano. Su rostro pareció reflejar el aturdimiento que lo embargó, también aceptación y un poco de remordimientos.


—¿Por qué Darío no nos ha enseñado esto antes?


—Le había dado su palabra a vuestro padre. Era importante para él mantener esa promesa.


—¿Qué es eso? —preguntó Brian—. ¿Qué dice?


Pedro suspiró.


—Es una carta de papá.


Eduardo dio un salto en su silla.


—¿Qué? ¡No puede ser!


—Lo es, Edu. Reconozco su letra. Voy a leerla.


Dario:

Ya casi está todo. Lo has hecho muy bien con la oferta, exactamente como te dije. Tan pronto como se haya hecho ya todo el papeleo tendremos la pelota en movimiento para el plan B, fusionar las dos compañías. Los chicos no lo saben, por supuesto, pero es mejor así… menos problemas y todo eso. Pronto, chico, estaremos todos juntos. Estate seguro de que eso es lo que siempre he querido. Hablaremos la semana que viene.


—Está firmada —dijo Pedro pasándole la nota a Eduardo—. Lleva la fecha de dos días antes de que muriera.




EL TRATO: CAPÍTULO 56

 


Observó a su hermano mayor. Paula lo estaba haciendo muy bien. Tenía a Eduardo haciéndosele la boca agua ante la perspectiva que le estaba presentando. El hecho de verse como presidente de una compañía gigante de la industria era demasiado tentador, incluso para Eduardo con su fuerte sentimiento de que la compañía era sólo para la familia como para resistirlo. De todas formas, era sólo cuestión de tiempo el que se mencionara el nombre de Carmichael y entonces, lo sabía, Eduardo podía explotar.


—Así que ya ves, Eduardo. Ésta es una oportunidad entre un millón, una que no va a volver a presentarse, estoy segura. ¿Qué me decís?


Eduardo levantó la mirada de los papeles que tenía delante.


—Tendría que ser un idiota para decir que no estoy interesado, Paula. Incluso mi padre, que nunca quiso extraños en la compañía, podría ver seriamente esta oferta. Pero todavía no tengo muy clara la fusión. Los datos están todos aquí, pero ¿de qué compañía estamos hablando? No veo que se mencione su nombre por ninguna parte.


Paula sintió cómo el sudor le corría por el escote. La hora de la verdad había llegado. Miró a Brian y se dio cuenta del leve gesto de asentimiento que le hizo con la cabeza. Tomó el siguiente montón de folios y los fue pasando a todos.


—Esto responderá a todas tus preguntas, Eduardo.


Eduardo se puso a leer la primera página y todo el mundo contuvo la respiración cuando su redondo rostro se puso blanco, luego de un rojo brillante desde el cuello hasta el cabello. De repente el cuello de su camisa pareció quedarle más pequeño. Paula se quedó helada cuando él empezó a despotricar.


—¿Br… Bradford Ltd? ¡Dios! ¡Dario Carmichael! ¡No me puedo creer que hayas hecho esto! ¿Tienes idea de lo que este hombre nos ha podido hacer?


—Tráigale un vaso de agua a Edu, por favor —le dijo Pedro a la secretaria.


La mujer salió rápidamente de la habitación mientras Edu los apuntaba a todos con un dedo acusador.


—¿Todos vosotros lo sabíais? —dijo dándole un puñetazo a la mesa—. ¿No es así?


—Cálmate —le dijo Brian—. No dejes que tus emociones se sobrepongan a tu buen sentido. Mira los hechos. Hace dos minutos, estabas diciendo que era un buen trato y estabas a punto de morder el anzuelo. Pues bien, el trato no ha cambiado.


—¡Oh, sí, sí lo ha hecho! —rugió Eduardo—. Supongo que te has olvidado de lo que él ha hecho ahora que estás tan deseoso de hacer negocios con él. ¿No es así, Brian? ¡Estás con ella en esto! ¡Bueno, pues yo no! ¡No quiero hacer negocios con un ladrón y un truhán!


—Dario Carmichael no es nada de eso —dijo Paula.


—¡Tú no sabes nada de esto, jovencita! ¡Todo lo que has hecho ha sido causarme problemas a mí y a mi familia! ¿Cómo te atreves a defender a ese hombre?


—Tómatelo con calma, Eduardo —le dijo Pedro indicándole el vaso de agua que tenía delante—. Bebe un poco, antes de que te dé algo.


Eduardo le hizo caso y le dio un trago al agua, mirando a sus hermanos y a Paula por encima del borde del vaso.


—¿Y de qué lado estás tú, Pedro?


Todas las miradas se volvieron hacia Pedro. Él sintió más que ninguna la de Paula. Respiró profundamente y rezó porque lo que iba a hacer estuviera bien.


—Es un buen trato, Edu. Necesitamos el dinero. Y, tenías razón, hasta papá estaría de acuerdo en esto. Creo que deberíamos aceptarlo.



EL TRATO: CAPÍTULO 55

 


El lunes llegó demasiado pronto, por lo menos para Paula. Miró el reloj. Era casi la hora de empezar la reunión. Juntó todas las notas que había tomado y se las puso delante. Pedro se había ido a trabajar muy temprano por la mañana para una reunión especial con Eduardo, de modo que ella se fue a la oficina con Brian. Agradecía ese descanso, ya que con los nervios que tenía, no hubiera podido enfrentarse ni por un momento con Pedro. Había practicado con Brian la presentación de la propuesta y él le había ayudado extraordinariamente coordinando la reunión y revisando la propuesta. Todo estaba listo… tan listo como era posible.


Paula respiró profundamente y se puso de pie cuando Brian asomó la cabeza por la puerta.


—¿Todo listo? —le preguntó.


—Sí —le contestó ella—. ¿Pedro y Eduardo están de acuerdo?


—No hay problema. Les he dicho que tenemos que hacer una reunión imprevista para que tú presentes algo. Probablemente pensarán que es algo referente al personal de la oficina.


Paula hizo girar los ojos en sus órbitas.


—¡No voy a poder hacerlo!


—Deja de preocuparte. Lo harás bien. Estás bien preparada. Como te dije antes, el truco consiste en convencer a Eduardo «antes» de que menciones a Bradford. No se trata sólo de dinero; Edu va más por el prestigio. Si nos ganamos a Edu, no importará lo que haga Pedro. Ellos dos controlan la mayoría de las acciones, pero si no los podemos convencer, ya nos podemos ir buscando un refugio.


—Ya lo sé.


Ella tomó sus papeles y salió del despacho con Brian a su lado. Se detuvo en la puerta de la sala de juntas y le puso una mano en el brazo.


—Es un buen trato ¿no es así, Brian?


—Lo es. Me gustas, Paula, pero no estaría a tu lado si esto no fuera bueno para la compañía —le dijo él apretándole el brazo.


Paula abrió la puerta y entró en la habitación. Eduardo, Pedro y una secretaria ya estaban allí, sentados alrededor de una mesa rectangular. Brian se sentó delante de Paula y le hizo una señal de ánimo. Eduardo presidía la mesa con la secretaria preparada para tomar notas a su derecha. Pedro estaba sentado al otro extremo, con un cuaderno y un lápiz delante suyo; parecía abstraído dibujando figuritas. Levantó la mirada rápidamente y se encontró con la mirada de Paula. Ella le sonrió dudosamente, pero él le devolvió sólo una mueca.


Pedro se levantó de la mesa y se acercó a ella. Se inclinó y ella levantó el rostro. Por un momento, ella pensó que iba a besarla, antes de darse cuenta de lo fuera de lugar que estaría eso en el sitio donde se hallaban. En vez de eso, le susurró al oído:

—¿De qué se trata todo esto?


—Me… me han hecho una propuesta de negocios. Creí que era adecuado convocar una reunión.


—¿Quién te la ha hecho? —le preguntó él.


No tuvo tiempo de contestar porque Eduardo los llamó al orden. Pedro la miró confundido y se volvió a su asiento de mala gana. Eduardo hizo algunas puntualizaciones que consideraba necesarias y, poco después, le preguntó a Paula.


—Ahora ¿a qué demonios se debe todo esto, Paula? ¿Para qué ha tenido que ser convocada la reunión del consejo de administración?


—Quería hablaros a todos juntos acerca de una propuesta que me han presentado para la «Alfonso Corporation».


—¿Y no podríamos hablar de esto en casa, a la hora de cenar?


—No. Necesitaba algo más oficial y, dentro de un momento veréis la razón —les dijo, respirando profundamente y poniéndose de pie—. Caballeros, tengo una proposición de un tercero que desea hacer una inversión muy sustancial en «Alfonso Corporation».


Eduardo miró a Pedro.


—Esto puede tener algo que ver con esos rumores que oí en la fiesta el sábado pasado. Tal vez ahora podamos llegar al fondo de la cuestión.


Pedro sólo asintió como respuesta, mirando con curiosidad a Paula, mirada que ella procuró no ver mientras continuaba:

—Aquí tenéis copias de la propuesta escrita, que me gustaría fuerais leyendo mientras yo voy a los puntos más importantes —les dijo pasándoles unos folios.


—Somos una compañía familiar, Paula. Ya sabes eso. No tenemos interés en terceros inversores. De todas formas ¿quién es esa persona?—le preguntó Eduardo.


Paula le pasó unos folios e ignoró su pregunta.


—Como podéis ver los números que se expresan, estamos hablando de una gran cantidad de capital —dijo ella, dándose cuenta de la mirada de Brian y cambiando de táctica—. Aceptar esta oferta puede significar que, virtualmente, se doblen los activos de Alfonso, transformándola en una de las mayores compañías de la industria.


Eduardo estudió la primera página.


—Muy impresionante —dijo mientras leía su contenido—. Es una oferta muy interesante y lucrativa. De todas formas, siento curiosidad de saber por qué no se han puesto en contacto conmigo, Pedro o Brian. ¿Por qué han ido a ti, Paula?


—Era la más accesible.


Pedro sonrió, dejando caer la cara sobre el pecho, de forma que nadie lo pudiera ver. Desde el primer momento en que vio la propuesta, se había dado cuenta de quién estaba detrás. La mano de Darío Carmichael le resultaba tan familiar como la suya propia. Había sentido cómo la ira le borboteaba bajo la superficie y estaba a punto de explotar y decírselo, cuando se contuvo y se lo pensó mejor. Quería saber cómo intentaba ella seguir con eso.


Eso sí, tenía que concedérselo, la propuesta era profesional, detallada y muy ajustada a la situación real de la empresa. Se estremeció al pensar en cómo ella o Dario podían estar tan bien informados de sus finanzas.


Paula estaba jugando con su hermano hábilmente. No podía evitar que parte de él estuviera orgulloso de ella. Tenía que admitir que tenía agallas suficientes como para enfrentarse con todos ellos en esto. Su hermano era un duro e inteligente hombre de negocios, pero ella estaba haciendo con él lo que quería. Sus datos eran claros, concisos y puntuales.


También se dio cuenta de algo más, mientras escuchaba atentamente cómo ella le vendía el producto a Eduardo. Tenía razón. Era una oferta sólida y podía ser buena para la compañía. Se obligó a sí mismo a leer los folios que tenía delante. Eso tenía sentido. Podría resolver muchos de sus problemas tanto a corto como a largo plazo. Aún más, se parecía extraordinariamente al plan original de su padre. La entrada de dinero podría permitirles llevar a cabo programas que llevaban años siendo sólo teorías. Estarían locos de no aceptar aquello.


Si no estuviera mezclado Dario Carmichael…


Necesitaba pensar seriamente en eso. ¿Y qué pasaría si realmente Darío no hubiera tenido nada que ver con la muerte de su padre? ¿Era él el que estaba actuando mal al no perdonarlo? ¿Es que simplemente era un cabezota? Deseaba con toda su alma que nunca se hubiera producido esa confrontación.


Pero eso ya no tenía sentido. Pedro necesitaba aclararse la mente y, rápidamente, para ver si le daba a Darío el beneficio de la duda y apoyar en esto a Paula. No importaba lo buena que fuera su presentación, ya que sabía que, una vez que Eduardo supiera que el autor de la propuesta era Darío, se acabaría el juego. Ella lo necesitaba a su lado o se caería con todo el equipo