jueves, 1 de julio de 2021

IRA Y PASIÓN: CAPÍTULO 38

 



Pedro dio un paso adelante, su primera reacción fue ir tras ella para convencerla de que estaba diciendo la verdad. Pero su orgullo masculino se lo impidió. Nunca había tenido que justificarse ante una mujer y no iba a hacerlo ahora. Eso era como suplicar…


Otra experiencia nueva para él. Ninguna mujer lo había rechazado, nunca había tenido que pedir disculpas por nada. Pero Paula le había insultado descaradamente, incluso le había dicho que podía ir a buscar a otra mujer…


Furioso, soltando una retahíla de palabrotas, abrió la puerta del camarote de un empujón y subió a cubierta para calmarse un poco. No podía quedarse allí, escuchando insultos.


Más tarde, cuando volvió al camarote, encontró a Paula profundamente dormida.


Era tan inocente… seguramente Sofia Harding sabía que estaba escuchándola y se había dedicado a contar mentiras para hacerle daño.


Paula no era rival para alguna de las mujeres que se movían en el círculo de los ricos.


Pedro había aprendido tiempo atrás que era absurdo negar una acusación. Cualquier mujer con la que lo vieran era etiquetada como una nueva conquista o una nueva amante, aunque él nunca había tenido una amante en el estricto sentido de la palabra. La historia de su madre, esperando toda la vida a un hombre que iba a visitarla de vez en cuando y que para él fue un padre inexistente, había sido una lección que no olvidaría nunca.


Sí, él era soltero, sano y sexualmente activo; por supuesto que había mujeres en su vida, mujeres con quienes mantenía relaciones informales y a las que no había engañado nunca sobre sus intenciones. Sólo una vez tuvo una aventura de una noche y había sido con Eloisa. Que Paula le creyese era cuestionable, claro. Pero fuera lo que fuera lo que su padre le había hecho a su hermana, su obligación moral era convencerla de que estaba diciendo la verdad.


Sin hacer ruido, se duchó antes de meterse en la cama con ella y le pasó un brazo por la cintura, pero Paula no se movió.


La convencería por la mañana, fue su último y arrogante pensamiento antes de quedarse dormido.





IRA Y PASIÓN: CAPÍTULO 37

 


Y estuvo completamente seguro cuando por fin llegaron a su camarote y la tomó entre sus brazos.


—Llevo toda la noche esperando este momento —murmuró, inclinando la cabeza para buscar sus labios.


Pero ella apartó la cara.


—Si no te importa… son las cuatro de la mañana y estoy agotada. Además, tengo que levantarme casi de madrugada para organizarlo todo.


Algunos de los invitados se marchan muy temprano.


—Un beso —insistió él.


Paula, con los ojos cerrados, entreabrió los labios para recibir un beso… pero Pedro siguió besándola apasionadamente hasta que se derritió entre sus brazos.


—¿Seguro que estás demasiado cansada?


Ella lo miró durante largo rato y Pedro pudo ver cómo el brillo de sensualidad en sus ojos desaparecía.


—Sí, lo siento —se disculpó—. Pero tú puedes hacer lo que quieras.Tengo entendido que hay al menos dos mujeres en este barco con las que te has acostado y estoy segura de que no les importaría repetir la experiencia. Y, si no, siempre puedes volver a tierra y buscar a alguna que te guste.


El la miró, furioso. ¿Cómo podía dudar de su integridad moral?


—Veo que tienes muy buena opinión sobre mí —dijo, irónico—. Y en el futuro es posible que me aproveche de tu generosa oferta. Pero me gustaría saber quién ha estado contándote mentiras.


—Bueno, yo sabía lo de Eloisa, pero mientras tú estabas con tus cochecitos oí hablar a Sofía Harding. Te describía como un gran amante, por supuesto, y decía que yo le daba pena. Creo que sus palabras exactas fueron: «seguro que no sabe que Pedro se ha acostado con al menos dos de sus invitadas… probablemente más».


Lo había dicho en un tono helado, desinteresado, como si no tuviera nada que ver con ella y Pedro la miró, sorprendido.


—¿ Y tú has creído eso?


—El número de mujeres con las que te has acostado es legendario — contestó Paula, irónica—. Y tú nunca lo has negado.


Su reputación en el mundo de los negocios era de primera clase, pero él no solía preocuparse por lo que dijeran las revistas del corazón.


—No tengo por qué hacerlo. En cuanto a Sofia Harding… intentó coquetear conmigo y yo le paré los pies. Es una mujer despechada, eso es todo.


—Si tú lo dices… —Paula se encogió de hombros antes de entrar en el cuarto de baño.




IRA Y PASIÓN: CAPÍTULO 36

 


Paula giró la cabeza para mirar alrededor. Eso no sólo hacía más fácil ignorar la mano de Pedro en su cintura, también le permitía estudiar a los invitados. O, si era sincera, a las invitadas.


Pedro estaba como pez en el agua entre esa gente. Le había presentado al ganador del Gran Premio de Mónaco, al propietario del equipo y a un montón de personas cuyo nombre no recordaba y ni siquiera intentaba recordar. Pero durante todo ese tiempo, Paula no podía dejar de preguntarse cuántas de aquellas mujeres se habrían acostado con él.


Según la propia admisión de Pedro, llevaba años acudiendo a Mónaco en esa época del año y ella no había olvidado lo que Máximo le había contado sobre las chicas que estaban alrededor de los boxes.


—¿Quieres volver al yate? —le preguntó su marido entonces.


—No —contestó ella—. En realidad, me gustaría ir al Casino. Carlo me ha dicho que soléis ir allí después de la fiesta. Otra tradición de las vuestras, aparentemente.


Además de acostarse con todas las mujeres que iban por allí.


Pedro maldijo a Carlo mentalmente porque, aunque le gustaría volver al yate para acostarse con Paula, no podía decirle que no.


—Muy bien, de acuerdo.


Pedro apretó los dientes cuando la ruleta empezó a girar de nuevo.


—¡Madre mía! —exclamó Paula cuando la bolita blanca cayó en su número, el veinticuatro—. ¡He vuelto a ganar!


El crupier le sonrió mientras empujaba un montón de fichas hacia ella Pedro habría querido darle un empujón.


—Sí, pero llevamos aquí tres horas. Tres largas horas. Has ganado al menos diez mil dólares, no deberías seguir tentando a la suerte.


La euforia y el buen humor por el triunfo de su equipo habían desaparecido al darse cuenta de que Paula estaba intentando alargar la fiesta para no volver al yate. Para no acostarse con él.


—¿Ah, sí? Pues eso demuestra el dicho popular: afortunado en el juego…


—Déjate de sarcasmos. Recoge tus fichas y vámonos.


Pedro estaba furioso. Tras la discusión del primer día no había tenido que ser demasiado persuasivo para que Paula siguiera siendo su voluntaria compañera de cama. Ella había aceptado continuar su matrimonio como si no hubiera pasado nada, de manera civilizada. No podía echarle nada en cara. Incluso había sido amable con sus invitados, a pesar de que deberían estar de luna de miel. Pero él no era tonto y sabía que tenía algo en la cabeza…