miércoles, 1 de diciembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 72

 

¿Cuánto tiempo tardaría Pedro en recuperarse de eso? Como si no cargase ya con suficiente sentimiento de culpa.


De pronto Lisandro se interpuso entre ellos, con los pies ya desatados y las gafas torcidas. Paula lo abrazó con fuerza.


—Hola, colega —le dijo Pedro tras agacharse junto a él—. Has vivido toda una aventura, ¿verdad?


El niño asintió y se sonó la nariz con la manga.


—¿Por qué te escapaste, campeón?


Silencio.


—¿Lisandro, por qué te marchaste de casa de noche y sin permiso? Sabes que eso va contra las reglas, ¿verdad?


—Sí, señor —contestó Lisandro con un susurro que casi desapareció en el viento.


—¿Te escapaste, Lisandro? —insistió Pedro.


Lisandro negó con la cabeza ligeramente y Paula sintió un tremendo alivio. La idea de que su hijo estuviera tan infeliz como para escaparse de casa había estado rondándole por la cabeza desde que descubriera su cama vacía. Temía ser la culpable de que se sintiera así. ¿Cuántas veces había deseado hacer lo mismo cuando tenía su edad?


—¿Entonces qué? ¿Por qué te fuiste de casa? —preguntó Pedro.


Las palabras del niño fueron casi un susurro.


—En voz alta, Lisandro. Tu madre tiene que oírlo.


—Quería ayudar, mamá. Quería atrapar a los malos. Hacerte feliz. Que volvieras a sonreír.


—No soy infeliz, Lisandro. Jamás deberías ponerte en peligro por mí.


—Has estado muy triste. Desde que llegamos. Te oí llorar…


Paula sintió un acalorado rubor que le subía por el cuello. Miró a Pedrocuyos ojos ardían con intensidad. Parecía rabia, ¿pero por qué iba a importarle a él si lloraba o no en la oscuridad? Se agachó junto a su hijo y lo abrazó con ternura.


—Eso no importa ahora. Solo me alegro de que todo el mundo esté bien. Ya no lloraré más, te lo prometo —añadió mirando a Pedro.


Había una tensión incómoda entre ellos. Paula abrió la boca para hablar y luego volvió a cerrarla. El sonido de las sirenas cada vez se oía más cerca.


—Salvada por la campana —dijo Pedro—. A no ser que queramos estar aquí durante más horas, deberíamos irnos. Dejemos que las autoridades se encarguen. Steve sabrá dónde encontrarnos cuando estén listos para tomarnos declaración. Vámonos a casa, Paula.



CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 71

 


Una sirena llegó hasta ellos a través del aire nocturno.


Los pájaros… Paula se giró para mirar hacia el maletero.


—No hay nada que podamos hacer hasta que lleguen las autoridades. Estarán cómodos ahí hasta que los agentes puedan examinarlos y reanimarlos del tranquilizante.


—¿Por qué iba Julián a robarlos?


—El contrabando de animales salvajes es un gran negocio. Cada uno de esos pájaros podría reportar quince mil dólares de coleccionistas extranjeros que no saben o que no les importa cómo los han conseguido. Para ayudar a Julián a pagar sus deudas. Es un intercambio asqueroso.


—¿Julián está endeudado?


Pedro suspiró y asintió.


—Imagino que yo no soy la única persona a la que ha engañado en su vida, y estoy seguro de que, cuando abandonó Estados Unidos por los cargos de drogas, le perseguía alguien más aparte de las autoridades.


—Pobre Julián.


—¿Pobre Julián? ¿Ahora tienes empatía por él? Después de todo lo que ha hecho. Le vi ir a por Lisandro en la parte de atrás del coche —dijo asqueado.


—No. A por Lisandro no. Derribó a ese otro hombre. Nos ayudó a escapar, Pedro. Él no podía saber que Lisandro acabaría implicado. Creo que… creo que hizo el bien cuando tuvo que hacerlo, Pedro.


—Esto es todo culpa mía. Debería haberlo visto, Paula. Si no estuviera tan cegado por mi propia culpa… si no me hubiera apartado de cualquier criatura viviente, entonces habría sido más consciente de lo que sucedía en mi propiedad. Nada de esto habría ocurrido.


—No. Si Julián hubiera tomado decisiones diferentes, entonces nada de esto habría ocurrido.


—Os puse en peligro con mi lealtad cegadora. Las dos personas que…


—le acarició la espalda suavemente—. Fue una decisión que tomé, Paula. Elegí mal. Otra vez.


—No. Has salvado a Lisandro. Me has salvado a mí. Jamás podría haberlo hecho sin ti. Puede que Julián sea un ladrón, pero no le haría daño a Lisandro. Ni a mí. Estoy segura.


Y por alguna razón lo estaba. Era el hermano de Pedro. La maldad no podía estar presente en la sangre de alguien que compartiera el ADN Alfonso.


De pronto a Pedro se le llenaron los ojos de lágrimas.


—¿Le has pegado, Pedro?


Tras un momento de silencio inundado solo por el sonido creciente de las sirenas, él asintió.


—¿Mucho? —preguntó ella.


—No se ha defendido, Paula —contestó él tras aclararse la garganta—. No me ha quitado los ojos de encima. Simplemente se ha quedado allí de pie, aguantando. Como si creyera que lo merecía.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 70

 


Paula le contó la historia de su huida con toda la brevedad que pudo.


Él miró hacia el coche con los párpados entornados y examinó él mismo el contenido del maletero, aunque sin soltar a Paula un solo momento.


—¿Pedro, estás bien? —preguntó ella. Cada momento de independencia por el que había luchado se desvaneció en comparación con el hecho de que Pedro la hubiera protegido. De que hubiera protegido a Lisandro.


De que todo estaría bien siempre que él estuviese cerca.


Era lo que había estado sintiendo, y a lo que se había resistido, desde el principio.


Deseaba que él estuviese al cargo. No porque ella no fuese capaz de solucionar sus problemas. Lo deseaba porque era increíblemente competente y Paula se sentía mimada cuando cuidaba de ella. ¿Cuándo en toda su vida la habían mimado? ¿Cómo iba a apartarse de aquel sentimiento?


—¿Y Julián? —preguntó ella.


—Atado a un árbol. Lo encontrarán.


Paula se quedó sin aire. Pedro no había ayudado a su hermano. No le había dejado marchar. Después de todo lo que había intentado hacer por Julián, debía de haber sido como amputarse un miembro.


—¿No deseas estar allí?


—No —contestó Pedro antes de besarla—. Deseo estar aquí.


—Siento mucho lo de Julian.


—No lo sientas. Julián no es culpa tuya.


—Tampoco es tuya. ¿Puedes permitirte creer eso?


—No. No creo. Mira en lo que se ha convertido. Está dispuesto a explotar a las aves a las que hemos dado cobijo durante generaciones. Ése no es el chico que recuerdo.


—No puedo imaginarme lo duro que debe de haber sido para ti ver a la sangre de tu sangre de pie en aquel claro…


—Supongo que hace mucho, mucho tiempo que ya no es mi hermano pequeño.