domingo, 19 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 17





Pasaron de la cena, vaya que si pasaron. La tuvo entretenida varias horas y cuando la dejó en paz fue porque se quedó dormida.


Dolorida, abrió los ojos y escuchó como su estómago gruñía. 


Gimió girándose y jadeó al ver a Pedro sentado sobre la cama apoyado en el cabecero mirándola fijamente y desnudo - ¿Qué haces aquí?


-Esperar que te despertaras.- lo dijo como si fuera tonta y ella entrecerró lo ojos- Puesto que nuestra relación ha cambiado ligeramente deberíamos hablar de ello.


¿Ligeramente? ¡Más bien totalmente!- Yo soy tu secretaria, lo he pillado ¡Ahora lárgate antes de que alguien se entere de que estás aquí!


-Ya lo saben –contestó con indiferencia provocando que se sonrojara- Son las diez de la mañana. -Gimió tapándose la cara con la sábana- No es para tanto.


-¿Cómo que no es para tanto?- se destapó la cara y lo fulminó con la mirada.


Pedro sonrió y le cogió un rizo rubio acariciándolo entre sus dedos.- Mira, no pasa nada. Podemos seguir como hasta ahora y teniendo encuentros sexuales cuando nos apetezca.


Ella entrecerró los ojos –Encuentros sexuales.


-Somos adultos y tenemos necesidades. Es normal que dos personas que se atraen y que viven en la misma casa acaben acostándose, es lógico.



-Así que nos atraemos sexualmente- tenía ganas de matarlo pero forzó una sonrisa y dijo-y cuando nos apetezca pues nos acostamos.


Él sonrió-Veo que lo has entendido- se levantó enseñándole un trasero que le quitó el aliento y pensó que tampoco era mal trato, aunque ella seguía teniendo ganas de matarlo.


-Venga, vístete que llegas tarde al trabajo.


-Ah no- ella cogió la almohada abrazándola- Ayer mi jefe me dio permiso para dormir toda la mañana si quería.


-Muy graciosa.- Pedro miró la camisa e hizo una mueca- Me debes una camisa.


-Y tú a mí un vestido y no me quejo tanto.-Cerró los ojos cuando sintió una palmada en el trasero.- ¡Auchh!


-Tienes que ponerle la medicación a Rufus y llevas mucho sin comer. ¡Levanta!


Fue hasta la puerta y al ver que no se movía volvió para decirle al oído- Como no te levantes les diré a todos que eres multiorgásmica.


-No te atreverías.


-Pruébame.- la besó en el lóbulo de la oreja –Te doy diez minutos.


-¡No me da tiempo!- exclamó girándose con ganas de matarlo.


Pedro se rió por lo bajo- Pues yo que tú me daría prisa. Jose es un cotilla de primera…


Paula saltó de la cama corriendo hacia el baño pensando que tenía una cara durísima. –Estupendo, ahora tiene secretaria, veterinaria y amante todo en el mismo pack. Y encima se queja cuando me ha dado la mañana libre.-dijo entre dientes abriendo el agua de la ducha.


-Te he oído. –dijo divertido.-Te veo en la cocina.


-¡Lárgate de una vez!- gritó haciéndolo reír.


Quince minutos después entraba en la cocina. Gwen estaba sirviéndole a Pedro un enorme plato de huevos con beicon- Dios mío, entre el café que bebes y lo que comes, en diez años estarás bajo tierra.


-Mis últimos análisis son perfectos, muchas gracias.


-¿Huevos, Pau?


-Sí, gracias. Pero mucha menos cantidad, por favor.


Sonrió sirviéndose zumo de naranja- Había pensado que después de que atiendas a Rufus, puedes venir conmigo a recorrer la finca.


-¿Si? ¿No tengo trabajo pendiente?- preguntó irónica.


-Tu trabajo puede esperar para que conozcas donde estás viviendo.


-Muy bien, jefe.- le hizo un saludo militar y Pedro puso los ojos en blanco mientras Gwen se aguantaba la risa colocándole el plato ante ella.


Él siguió comiendo y terminó antes que ella. – ¿Tienes que ser tan lenta?


-¿Te has cambiado el vendaje?- preguntó distraída mirando unas latas de té antiguas que había en el aparador.


-¡No!


-Pues deberías- ignorándole bebió de su zumo.


-Ya me lo cambiarás en el establo- dijo como si nada.


Ella giró la cabeza lentamente- ¿Ahora eres un caballo?


-Nena, no me fastidies.


-¿Sabes lo que son las infecciones?


Pedro se levantó-¿Vienes o no?


Suspiró levantándose y le cogió del brazo sano –Vamos a cambiarte el vendaje, pesado.


-No sé si tenemos vendas- dijo mirando a Gwen.


-En el armarito del baño de abajo. Ahí está el botiquín de la casa.


-¿Cómo es que no sabes dónde tienes el botiquín en tu casa?


-Porque nunca lo necesito. Si me corto, Alvaro me venda con lo que encuentra y listo.


A Paula no le sorprendía nada. Los rancheros eran personas duras y un corte no lo debían considerar algo de importancia. 


Al llegar al baño, ella miró debajo del lavabo y vio que el botiquín era de primera. Con profesionalidad le quitó el vendaje y suavemente levantó las gasas que la cubrían. La cicatriz era larga y ella apretó los labios viendo los puntos por si alguno estaba infectado.- Te va a quedar una buena cicatriz.


Al ver que no contestaba levantó la vista y Pedro estaba mirándola fijamente con una sonrisa en los labios-¿Qué?


-Nada. Que tengo ganas de estar dentro de ti.


Paula, a la que ningún novio le había dicho algo así, se puso como un tomate y él se echó a reír a carcajadas. –Muy gracioso.- dijo entre dientes cogiendo el alcohol iodado con un algodón.


-Hablo en serio.


-¿Quieres callarte?- echó el alcohol sobre la herida y él dio un respingo.


-Serás mala.


Le vendó rápidamente y cuando terminó dijo-Listo.


-Gracias, doctora- dijo irónicamente antes de besarla hasta quitarle el aliento.


La soltó de golpe- Vámonos. Ya me has hecho perder toda la mañana.


Atontada le vio salir del baño y le siguió pensado que debía espabilarse o le robaría el corazón en nada de tiempo. 


Subida tras él en el quad la llevó al establo donde estaba un chico que no conocía-Scott, ella es Paula. La nueva veterinaria.


Paula puso los ojos en blanco haciéndolo sonreír.- Hola- dijo extendiendo la mano para que el chico, que no debía tener más de dieciocho años se la estrechara.


-Encantado- ella miró sus ojos que eran de un negro profundo y sintió un escalofrío.


-¿Cómo está Rufus?- le preguntó Pedro sin darse cuenta de nada.


-Mejor.


Ella le observó sin que se diera cuenta. Era delgado como un junco y alto. A ella le sacaba la cabeza. Su pelo era negro y estaba muy moreno. No sabía porque, pero su instinto le decía que no se fiara de él.


Al pasar ante el box del potrillo este se revolvió inquieto y ella entrecerró los ojos.- ¿Eres el encargado de los caballos?


-Sólo ayudo a Blint.


-El jefe del establo está enfermo de lumbago y está de baja.- añadió Pedro- Scott sólo se encarga de dar de comer y de beber a los caballos.


-¿Quién los ejercita?


-Casi todos salen a diario con los peones. A no ser que estén enfermos- Llegaron al box de Rufus y Paula frunció el ceño al ver la comida y el agua.- Scott, coge esa agua y cámbiala. Y la comida.


-Te he dicho mil veces que quiero que los cambies a diario- dijo Pedro molesto.


-Sí, jefe.


Scott no aparentó que le molestaba la reprimenda pero Paula se dio cuenta por como brillaron sus ojos que no le había gustado ni un pelo. Se fijó en el caballo y sonrió al ver que sus ojos eran más expresivos.- ¿Cómo vas precioso?- se arrodilló sobre su cabeza y antes de pedirlo tenía el estetoscopio ante ella-Gracias


Lo revisó y sonrió porque respiraba mucho mejor. Estaba algo más inquieto y cuando le tomó la temperatura protestó relinchado- Muy bien.-dijo mirando el termómetro.-Mañana ya estarás de pie ¿verdad?


El chico puso el agua limpia y cambio la comida- Tienes que beber, eso te sentará muy bien.


Como si la entendiera Rufus se puso de rodillas y Pedro se echó a reír acariciando su morro.- No le distraigas, Pedro- dijo ella apartándose.-Tiene que beber. Bebe Rufus.


El caballo acercó la cabeza hasta el envase de plástico negro y bebió con ganas. Paula sonrió y miró a Pedro que estaba atónito.- Vale, vale. No hace falta que te lo bebas todo…-Le acarició el lomo antes de que se recostara otra vez.


-Tienes una mano para los animales…


-Sí, ya, ya.


Pedro se echó a reír y Paula le puso la medicación al equino que ya no dejaba que lo hiciera tan fácilmente.- A partir de ahora tendré que echarle el antibiótico en el agua- dijo ella preocupada. No le gustaba tener que hacerlo así pero era peligroso inyectar al caballo si se ponía inquieto. La aguja se podía desviar y ser fatal. Hizo una mueca y Pedro preguntó viéndola salir- ¿Qué?


-Oh nada.- Salió del box y miró de reojo al chico que no se perdía detalle.


-¿Quieres ver al potro ahora?


-No-dijo saliendo del establo- Volveré luego.


Al pasar ante él, relinchó nervioso y ella no pudo evitar detenerse. Entrecerró los ojos al ver una llaga en su rodilla derecha. – ¿Quién ha trabajado aquí desde que nos fuimos ayer?


-Solo Alvaro y yo, señorita- dijo el muchacho.


-¿Qué le ha pasado al potro?


-¿Qué quiere decir?


-Tiene una llaga en su rodilla- señaló la pata y el potro fue hasta ella.


Pedro se acercó y vio la llaga – ¿Qué coño…?


-Le han golpeado en las patas- dijo ella entre dientes. No soportaba que maltrataran a los animales y estaba a punto de pegar cuatro gritos- con una vara fina o algo así.


Miró a su alrededor y vio la vara tirada en el suelo entre la paja. La levantó mostrándosela al chico- ¿Has sido tú?


-No, señorita.- estaba muy serio y parecía que decía la verdad.


-¿Estás insinuando que has sido Alvaro?-Pedro no salía de su asombro.


-No haría eso, señor.


-Pedro


-Yo me ocupo, Pau. Tranquilízate.


-¿Qué me tranquilice? ¡Están maltratando al potro! ¡Como lo pille ya puede salir corriendo!- fulminó con la mirada al chico que levantó la barbilla nada intimidado.


Se volvió furiosa rompiendo la vara con la rodilla y tirándola en medio del pasillo antes de salir de allí.


Espero sentada en el quad con los brazos cruzados mientras refunfuñaba. Pedro salió del establo muy tenso y Paula iba a decir algo cuando la cortó- Te he dicho que me ocuparé de ello. Ponte el casco.


Furiosa se puso el casco y Pedro se lo abrochó. –Ese chico… – susurró ella mirando por encima de su hombro


-Hablaremos luego.- se subió al quad y lo arrancó para empezar a bajar el camino.


Ella se abrazó a él.- No le hará nada ¿verdad? O a Rufus.


-Por la cuenta que le trae, no se le ocurrirá.


-¿Crees que Alvaro…?.


-Ni hablar. Le he visto quedarse sin dormir por cuidar al potro cuando nació. Ni se le pasaría por la cabeza. No te preocupes más, está solucionado.


Más tranquila se dedicó a mirar a su alrededor. Llegaron a una zona con edificaciones que parecían barracones- Aquí duermen los peones- dijo él deteniendo el quad- ahora no hay nadie porque están trabajando. Pero no quiero que vengas por aquí sin ir acompañada.


-¿Por qué?


Él la miró a los ojos- Nena, son hombres y se envalentonan cuando están acompañados. Pueden decir burradas o algo peor. Ni mi tía viene sola. Siempre lo hace acompañada de alguien.


-¿Qué me estás diciendo, Pedro?


-No digo que vaya a pasar nada, pero para evitar problemas es lo mejor. ¿Lo entiendes? Sino vienes con Alvaro, con Bill o conmigo, no vengas.


-Vale.


-No quiero que tengas miedo pero no me gustaría que te encontraras rodeada de veinte peones. Muchos son buena gente pero hay varios que no conozco demasiado y no quiero exponerte a que pases un mal rato.


-Lo entiendo. En Nueva York tampoco me gustaría encontrarme rodeada de veinte hombres. No sabes las burradas que he oído en el metro.


Él sonrió y le dio un suave beso en los labios. Continuaron camino y Paula comenzó a oírlo antes de verlo. Abrió los ojos como platos al ver una cantidad de ganado enorme- ¡Dios mío! –exclamó viendo a más de cuarenta vaqueros sobre sus caballos rodeando una gran manada de reses.-¿Cuantas cabezas hay ahí?


-Son las que vamos a marcar. Unas dos mil.- dijo deteniendo el quad cerca de lo que parecía una caseta.


-¿Cuantas tienes en total?-se bajó del quad y él sonrió- ¿Lo sabes, no? Porque viendo tu contabilidad…


-Unas diez mil.


-Esos son muchos filetes.


Pedro se echó a reír a carcajadas. –Sí, estarás bien alimentada.


-Más te vale, con lo que me haces trabajar- se quitó el casco y miró alrededor- Parece que estoy en una película- dijo emocionada.


-Ven- La llevó a la valla de madera y la acercó para ver como marcaban las reses. Era impresionante como las giraban tumbándolas en el suelo mientras uno de los vaqueros las marcaban rápidamente. Una uve doble. Miró sonriendo a Pedro apoyada en la valla mientras él le iba explicando de lo que estaban haciendo sus hombres.


Alvaro y Bill estaban hablando en el porche de aquella casa, cuando uno de los vaqueros pasó ante ella guiñándole un ojo. Pedro entrecerró los ojos y le hizo un gesto a Alvaro que se tensó. – ¡Travis, ven aquí!- gritó el capataz.


El vaquero hizo una mueca y ella miró a Pedro que sonrió como si no hubiera hecho nada. Después tomaron un café con Alvaro y Bill charlando del trabajo en la finca. Oyó el sonido de un helicóptero y ella levantó la vista tapándose los ojos. – ¿Quién lo pilota?


-Mi tía. Ha ido a ver una amiga que está enferma al norte.


-¿Todos pilotáis?- preguntó asombrada.


-Yo no- dijo Alvaro haciéndolos reír.- Odio las alturas.


-Aquí está bien tener la licencia. Por cierto ¿dónde está Lousie?


Bill puso los ojos en blanco-Deberías deshacerte de ella. Pedro. Te lo digo en serio.


-¡Si funciona muy bien!


-¡Es una chatarra! ¡Y no sé cómo te atreves a subirte en ella y menos a llevar a tu novia!


-No soy su novia- dijo asombrada.


Los tres la ignoraron dejándola atónita mientras seguían discutiendo. – ¡Eh!-La miraron y ella les dijo muy seria- ¡Que no soy su novia!


La volvieron a ignorar para seguir discutiendo del dichoso avión. Bufando se giró y miró a los hombres que estaban trabajando. Uno de ellos se acercó subido a su caballo y gritó-¡Jefe!


Pedro interrumpió la conversación para ver como el vaquero se comía con los ojos a Paula- ¿Qué quieres Al?- se acercó varios pasos colocándose al lado de ella y pasando su brazo sano sobre sus hombros.


El vaquero no perdió la sonrisa- Al parecer a algunos chicos se les están ocurriendo ideas raras, jefe.


Pedro se puso tenso-¿Qué ideas?


-Quieren invitar a la señorita, jefe. Al baile del sábado.


-Pues diles que la señorita ya tiene pareja y que se mantengan alejados si quieren conservar sus trabajos.- el tono helado de su voz ponía los pelos de punta y ella le miró cogiendo su mano


-¿Qué ocurre, Pedro? ¿Estoy creando problemas?


-No, cielo.-la miró sonriendo y le dio un suave beso en los labios.-Todo va bien.


El vaquero se acercó a un compañero y le dijo algo sonriendo. El hombre la miró sobre el hombro y asintió.


-¿Nos vamos? Es hora de comer y después tienes mucho que hacer en el despacho.


-Sí.- le miró de reojo y estaba muy serio. Suponía que no quería tener problemas con sus empleados por ella y les estaba insinuando que estaba con ella para evitarlos. A Pau no le preocupaba. Mientras quedara claro que no se acercaran a ella con malas intenciones le parecía bien.




TU ME HACES FALTA: CAPITULO 16






Cuando le administró la medicación a Rufus, le acarició el cuello y después se levantó para tirar la jeringuilla al cubo que seguía allí.


Después de tirar los guantes de látex, pasó a su lado ignorándolo.- ¡Está bien! Haz lo que quieras…


-Vaya, muchas gracias- respondió irónica sin volverse.


-Pero entonces no te sorprendas cuando te prohíba acercarte a los animales.


Ella se giró lentamente- ¿Qué has dicho?


Él sonreía divertido- Los animales son míos y si quiero no te acercarás a ellos.


-¡Eres un desagradecido!- le gritó furiosa- ¿Después de que he salvado a tu caballo tienes el descaro de decirme eso? Aunque no sé de que me sorprende después de haberte salvado la vida.


-¿Te ha salvado la vida?


-Es una exagerada.


-Corté la hemorragia- gritó ella- ¡No tenía por qué haberte atendido! ¡Y alejé al canguro!


-¿Alejó a un canguro?


-Es una exagerada- volvió a repetir sin perder la sonrisa.- Y algo gafe, así que ten cuidado.


Abrió los ojos como platos de la indignación- ¡Idiota!


-Y cuando no sabe que decir siempre dice eso.


Alvaro se echó a reír y Paula furiosa enfiló el camino hasta la salida murmurando lo idiota que era.- Va, está cansada. En cuanto descanse un poco recapacitará- le oyó decir.


Furiosa se subió en el quad y arrancó sin esperarlo. Que fuera caminando, así se despejaría un poco.


Cuando dejó el quad en el garaje fue hasta su habitación y se desvistió para ducharse. Fue hasta el baño y comprobó que lo tuviera todo quitándose después las braguitas. Cogió el asa de la mampara de la ducha cuando se abrió la puerta de golpe haciéndola gritar del susto. Pedro estaba allí mirándola furioso- ¿Estás loco?- gritó histérica mirando a su alrededor para buscar con qué cubrirse.


Iba a agarrar una toalla del colgador cuando la cogió por la cintura pegándola a él.- ¿Qué haces?


-Escúchame bien- dijo con la voz muy suave indicándole que estaba realmente furioso.-En mi rancho se hace lo que yo digo.-Paula intentó apartarle empujando sus hombros- Y si yo digo que no conducirás el quad como una loca, no lo harás ¿me has entendido?


Ella le miró a los ojos – ¡Entendido! ¡Ahora sal de aquí!


Pedro entrecerró los ojos y bajó la vista hasta sus pechos que presionaban su torso.- ¿Estás excitada?


Paula se puso de todos los colores- ¡Suéltame!


La mano de Pedro que estaba en su cintura subió hasta su pecho y ella jadeó con los ojos como platos al sentir su caricia. –Nena, estás excitada- susurró ronco apretando su endurecido pezón entre sus dedos.


-Tienes que soltarme- dijo arqueando su espalda sin darse cuenta.-Eres mi jefe.


-¿De veras?- él se agachó sin dejar de mirarla y Pau tembló cuando le besó el pecho justo por encima de su mano. –Dios, eres preciosa.- dijo antes de mover la mano y meterse el pezón en la boca.


Ella gritó sujetándose en sus hombros cerrando los ojos por el placer que la traspasó. Sintió los dientes de Pedro rozándola antes de que su otra mano acariciara el otro pecho-¡Dios!- gritó ella muerta de deseo.


Pedro se incorporó y atrapó su boca, devorándola. Paula sólo pudo abrazar su cuello y dejarse llevar mientras sentía sus manos por todo su cuerpo. Metió las manos por el cuello de su camisa intentando tocarle pero no llegaba, así que llevó sus manos a la pechera tirando con fuerza abriendo la camisa en dos provocando que los botones salieran disparados. El gemido de Pedro cuando se pegó a su pecho la excitó más si eso era posible y se apretó a él que la cogió por el trasero levantándola. Ni se dio cuenta de que rodeó sus caderas con sus piernas ni que la sacaba del baño. 


Cuando la tumbó en la cama, él separó su boca de la suya para mirar sus ojos verdes-Me faltabas tú- dijo antes de entrar en ella haciéndola gritar de placer. –Dios, eres maravillosa- susurró moviendo su cadera en una lenta cadencia que la volvió loca, hasta hacerla estallar en un millón de estrellas. Nunca había sentido algo así, tan maravilloso que no quería volver a la realidad.


Pero lo hizo y se dio cuenta de lo que había hecho o mejor dicho de lo que habían hecho. Abrió los ojos y miró al techo.


Pedro seguía sobre ella y se levantó levemente para mirarla a la cara. Se sonrojó intensamente y le miró brevemente antes de desviar la vista al techo mordiéndose el labio inferir- Bueno…Pues…


Pedro se echó a reír y la besó liberando su labio.-No te agobies – le susurró.


-¿No?


-No.- se alejó de ella moviendo la cadera y haciéndola gemir.-Cielo, volvería a empezar pero vamos a llegar tarde a la cena- dijo mirándola intensamente.


-¿La cena?- preguntó distraída volviendo a sentir cosas maravillosas. – ¡Por Dios, muévete ya!- le exigió aferrándose a sus hombros.


-Entonces ¿pasamos de la cena?