sábado, 22 de agosto de 2020

EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 57




Pedro estaba cansado. El ambiente festivo de la cena anual de la empresa no estaba hecho para él. Tenía problemas para dormir tan lejos de Paula. Se dio cuenta de que ella había cambiado su percepción de las cosas.

Tenía mil ideas para ayudar al centro de Divine. Necesitaban nuevos negocios en todas partes como un nuevo granero o una inmobiliaria para tentar a los alumnos adinerados a matricularse en la universidad privada. Incluso había encontrado inversores, unos que creían más en construir cosas buenas que en ganar dinero lo más rápidamente posible, aunque la mayor parte de la inversión provendría de él. No quería que nadie tuviera que preocuparse por cierres o por propietarios de fuera.

—¿Algo va mal, jefe? —le preguntó su ayudante. Iba elegantemente vestida con un traje de noche rojo que dejaba al descubierto sus atributos físicos, pero él apenas se dio cuenta.

—Estaba pensando en un proyecto nuevo. Espero que todo el mundo lo esté pasando bien —dijo. Miró a la gente deseando ver a Paula en lugar de ese mar de trajes y vestidos.

—Esta cena es muy esperada durante todo el año, aunque nos tienes pensando qué es lo que se te pasa por la cabeza. Desde que volviste no eres el mismo.

—Probablemente no quiera saber si eso es bueno o malo.

—Es bueno, pero ya casi es la hora de tu discurso. Espero que lo hayas preparado. Este público es duro y beligerante.

—Son todos unos comediantes.



EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 56




Aquella pregunta persiguió a Paula algunos días, al igual que el recuerdo del último beso. Ella amaba a Pedro. No había ninguna duda sobre ello. Con su ex marido se había estado engañando para creer que lo amaba de esa misma manera, pero quizá una parte de ella siempre había pertenecido a Pedro. No lo habría besado la primera vez si no hubiera presentido cómo era realmente.

Era un hermoso mes de junio, tan extrañamente fresco como cálido había sido mayo. Paula trabajaba en el jardín de los Alfonso y en el inventario de la colección de arte de Joaquin, investigando y dando precio a las obras que ella consideraba que no tenían precio. En el huerto crecían espinacas, lechugas que pronto habría que cortar las matas de tomates y calabacines.

No atendía las llamadas de Pedro, así que él le enviaba osos de peluche con nombres ridículos que estaba considerando para sus hijos. Paula sonrió pensando en el último que había enviado mientras podaba los rábanos. 

Era un surfista llamado Moondoggie. 

Los envíos diarios era lo que la hacían seguir adelante en su ausencia. ¿Cómo había sabido Pedro que las flores y los dulces la hubieran perturbado? Eran las típicas cosas que se enviaban a una mujer. ¿Era porque podía ver tan claramente dentro de ella igual que ella creía ver dentro de él? ¿No era eso algo a lo que poder agarrarse? ¿En lo que confiar? ¿Era suficiente? Tenía que serlo.

Paula encendió los aspersores del huerto y entró en casa. Comía con Joaquin cada día, excepto cuando llevaba la comida a los presos. Joaquin estaba cada día mejor, saliendo de la depresión que tenía desde la muerte de su mujer. Ayudó el tratamiento que finalmente había aceptado.

—¿Qué te parece ensalada de pollo? —sugirió ella con falsa alegría al entrar en el salón.

—¿Qué te parece contarme la verdad? Estoy cansado de ser educado y esperar a que encuentres el momento adecuado para decir algo. ¿Qué pasa entre mi nieto y tú?

—Él me ha propuesto matrimonio, así que le dije que volviera a Chicago.

—¿Qué hiciste qué?

—Pensé que tenía que volver a su vida por un tiempo para que estuviera seguro de lo que quería… para asegurarse de que me quería a mí.

—Jovencita, tú eres muy buena —dijo Joaquin, quien parecía molesto.

—Vale, pero tú sabes que yo no soy el tipo de mujer que siempre lo ha atraído.

—Es verdad, eres mucho mejor —levantó la mano y le indicó que se sentara junto a él—. No eres una cría cobarde, así que no actúes como tal. Ve por él. Demuéstrale que lo amas.

¿Se atrevería? Miró al profesor. Le llevaría tiempo volver a encontrarse a sí mismo y quizá su sonrisa nunca sería la misma, pero era un hombre sabio. Las lecciones que había enseñado en sus clases no eran únicamente sobre arte, sino también sobre la vida y, a su manera, continuaba enseñando a Paula.

Las palabras de Pedro resonaron en la cabeza de Paula. El había dicho que ella tenía que creer en ellos dos y en ella misma y eso significaba creer que merecía ser amada, tenía que confiar, no en el chico que había sido, sino en el hombre en que se había convertido.

—¿De verdad crees que debo hacerlo?

—Claro. Es una cuestión de tiempo que yo tenga bisnietos, Paula. La Pequeña Sargento también está esperando.

Se miraron y Paula recordó que a Pedro le había enseñado a amar un maestro en la materia.

—Entonces será mejor que me vaya, no me gustaría decepcionar a la Pequeña Sargento.

—Eso es. Te pareces mucho a ella, ¿sabes?

Ése era quizá el mejor piropo que le habían dicho nunca y la mantuvo fuerte hasta que hizo planes apresurados para conducir hasta Chicago.



EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 55




Dos días después Pedro llenó el coche con sus cosas. El abuelo no parecía necesitar a nadie allí y él quería acabar cuanto antes con la separación forzosa entre Paula y él, ya que, daba igual lo que dijera, ella no cambiaría de idea.

—¿Cuánto tiempo? —preguntó—. ¿Una semana? ¿Un mes?

—El tiempo suficiente para que estés seguro.

Dios. Podía volver loco a cualquiera. Él ya estaba seguro. No tenía que separarse de ella para saber lo que quería. Si hubiera sido cualquier otra mujer, habría pensado que era una prueba, un intento de alejarlo para ver si realmente se iba, pero Paula no era así. 

Ella era la mujer más dulce, más amable, más inteligente, más honesta y también más terca que había conocido.

—Tú estarás bien, ¿verdad, abuelo? —preguntó mientras bajaba su maletín, que era lo único que le faltaba meter en el coche y que ya contenía un borrador de los planes que tenía para reimpulsar Divine. No se lo había dicho a Paula porque sabía que complicaría las cosas entre ellos.

Joaquin asintió. Había mejorado mucho, pero Pedro seguía preocupado. Aunque sus padres se habían ofrecido a ir, el abuelo se había negado, quería hacer las cosas por sí mismo.

—Estaré bien. Paula seguirá viniendo a verme y a trabajar en el jardín y en el inventario. También vamos a colaborar en la reedición de uno de mis libros de texto porque ella tiene buenas ideas para actualizarlo.

«Otra ironía», pensó Pedro. Paula lo estaba echando de Divine y al mismo tiempo ella se involucraba más con su abuelo.

—Y vete al médico y le cuentas lo que realmente va mal.

El abuelo finalmente reconoció su depresión y la necesidad de ir al médico.

—Sí, Paula dijo que me llevaría.

Paula. Siempre Paula. A Pedro se le partió el corazón al pensar en marcharse.

—¿Vas a verla antes de partir? —preguntó el abuelo—. Dijo que no vendría hasta más tarde.

—Voy a parar en su apartamento.
Había preguntas en los ojos de Joaquin. 

Cuando se enteró de que Pedro se iba, había arqueado las cejas y tuvo que imaginarse que había problemas entre ellos, pero no preguntó nada. Se dieron la mano y terminaron abrazándose. 

Pedro se subió a su Beamer plateado.

Se imaginó a una niña pequeña con los ojos azules de Paula sentada en el asiento trasero y a Paula a su lado, sonriendo mientras se tocaba el vientre, como sugiriendo que necesitarían algo más grande, como una furgoneta, para ir con otras familias al lago. ¿Cuántos hijos tendrían?

Se le aceleró el pulso. Quería la opción que había tomado su padre al entender, finalmente, por qué la había tomado y sintió lo mal que había llevado sus ausencias. El tiempo que habían estado separados, debía haber sido tan duro para él como para el resto de la familia.

Al otro lado del pueblo encontró el apartamento de Paula y llamó a la puerta. Estaba pálida cuando le abrió y lo hizo pasar al salón.

—Paula, por favor, reconsidéralo. No necesito tiempo, ya sé lo que siento.

Ella agitó su cabeza.

—Por favor, quiero que estemos juntos. Entiendo que quieras vivir en Divine, no hay problema, yo puedo dirigir mi negocio desde aquí, lo he estado haciendo durante semanas y está funcionando bien. Además, tendré que estar aquí si voy a trabajar en el proyecto del Ayuntamiento. ¿Por qué no vienes, por lo menos, a la cena de la que te hablé?

La cena anual que organizaba para sus empleados y clientes era una semana más tarde. Paula podía pensar que estaba cansado de la vida social del pueblo y que necesitaba algo más sofisticado, pero Pedro quería que fuera con él, por eso lo había mencionado.

—Me volveré loco sin ti.

—Creo que necesitas más tiempo que ése, pero no te preocupes, no soy como las otras. Yo nunca… Quiero decir que te esperaré.

—Lo sé. Confío en ti. Yo no te vería de forma distinta en Chicago o en ningún otro sitio. Finalmente sé lo que es importante y lo que quiero… tú me has mostrado eso. Me gusta cómo soy cuando estoy contigo y nunca he sido capaz de decirle a nadie todo esto.

Paula quería creerlo, pero ella no era como las mujeres por las que Pedro se había sentido atraído en el pasado. Era difícil no pensar que volviera a la ciudad, que viera a alguna de ellas y se preguntara qué le había pasado para pensar que quería casarse con la pequeña Paula Chaves.

—¿Paula?

—Eres un buen hombre, eso ya lo sé. Que tengas buen viaje. Ten cuidado.

—Lo tendré —le agarró la cara con las manos y la besó con suavidad—. Ojalá me dejaras quedarme.

—No ahora… todavía no.

Después de otro tierno beso Pedro se marchó y Paula se echó en el sofá. ¿Qué le pasaba? ¿Tenía tan poca confianza en sí misma que no podía creer que el amor de Pedro fuera verdadero?




EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 54




Una lágrima cayó por la mejilla de Paula y Pedro esperó que fuera una buena señal.

—Paula, podías haberme salvado hace catorce años, pero perdí la oportunidad. Por favor, dime que no es demasiado tarde.

Miles de pensamientos se amontonaban en la cabeza de Paula. Se había enamorado de Pedro con sus ridículas peleas en el jardín y al ver la devoción que sentía por su abuelo, pero nunca pensó que él la amara. Parecía imposible. Pero estaba en sus ojos, desnudos de arrogancia o autodefensa.

—Paula, por favor, di algo.

—Yo…yo te quiero —dijo con la garganta seca.

Pedro le tapó la boca con la suya antes de que pudiera decir nada más. Ella sabía que tenía que decirle algo importante, pero… con el beso no pudo recordar lo que era. Hasta que no estuvo sentada a horcajadas en su regazo y él comenzó a quitarle el vestido, ella no recobró el sentido.

—Espera.

—Ya sé que éste no es el lugar apropiado. ¿Cuándo nos casamos?

¿Casarse? Paula comenzó a temblar. 

Quería estar con Pedro, pero no si no era de verdad y para siempre. No si no era lo correcto. No había sido justa forzando que volviera a Divine y aquellos días habían vivido en una burbuja. Su mundo estaba en otro lugar.

—Creo que deberías volver a Chicago.

—A ti no te gusta la ciudad. Tú quieres vivir en Divine.

—No he dicho «deberíamos» volver.

—¿Qué?

—Sólo por un período de prueba… para estar seguros de que quieres estar conmigo después de volver a tu vida. No es justo que yo te presione con el tema de Divine. Y después de lo que le ocurre a tu abuelo… tienes que estar seguro.

Pedro casi pierde los nervios. 

Anteriormente, habría reaccionado enfadándose con ella por haberle herido en su orgullo. Pero había algo más, aunque pareciera que lo que ocurría era que Paula no lo creía. Paula creía en el amor, pero nunca había sido amada por la gente que tenía más cerca. ¿Era tan extraño que no lo creyera? Pedro tomó la cara de ella entre sus manos, haciendo que lo mirara a la cara.

—Te quiero, Paula y esto no es cuestión de Divine o de dónde vayamos a vivir. Te juro que tanto aquí como en la ciudad, nada cambiará.

—Eso no lo sabes.

—Sé lo que siento. Tú me has liberado. No volveré a mirar atrás y a preguntarme qué habría pasado. Sólo quiero un futuro y ver cómo podemos construirlo. Vamos a llamar a mi familia para decirles que vengan a la boda. Por favor, cariño, no quiero esperar más.

—Yo tampoco, pero no voy a divorciarme otra vez y necesito que estés seguro.

—Estoy seguro —Pedro estuvo suplicando hasta que se hizo de noche y, entonces, se dio cuenta de que ella no cambiaría de opinión. Lo que Paula no podía comprender era que ella era la que no estaba segura de él y Pedro sintió un escalofrío al comprenderlo.

¿Y si nunca llegaba a creerlo?




EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 53




Paula se sentó en las gradas, miró el campo de fútbol y suspiró. Nunca había visto un partido de fútbol cuando iba al instituto, pero recordaba la emoción de la gente sobre la capacidad atlética de Pedro y porque, finalmente, podían hacerse con el título estatal. El vecino pueblo de Beardington había ganado tres veces y era decepcionante que Divine nunca hubiera conseguido el trofeo. Aquel año, un tornado había destruido el granero y los dueños, que vivían fuera del estado, habían decidido no reconstruirlo, la iglesia más vieja del pueblo se había carbonizado víctima de un defecto en la instalación eléctrica y lo peor de todo había sido la muerte de una familia entera cuando el coche en el que viajaban se había salido de la carretera. El fútbol dio al pueblo una distracción, algo con lo que soñar.

—Parece tan inofensivo —murmuró, buscando todavía una señal en el campo.

—Muchos recuerdos hay en este lugar —dijo una voz. Paula no se sorprendió porque fuera Pedro.

—No para mí, yo nunca vi un partido aquí.

—¿Nunca?

—Mi padre quería que estudiase, no que perdiera el tiempo con friv… —se detuvo sabiendo que Pedro nunca diría que el fútbol era algo frívolo—. No quería que hiciera actividades extraescolares.

—Sabes lo que opino de tu padre.

—Tenía sus defectos, pero estaba perdido y solo. No importa lo que parezca, yo sé que quería lo mejor para mí, sólo que no sabía cómo manifestarlo.

Pedro supuso que el padre de Paula había sido como él… un hombre decepcionado con la vida y enfadado sin ni siquiera saberlo. Quizá por eso Paula lo entendía sin que él mismo se entendiera.

—Debería haberte permitido tener infancia.

—Me di cuenta hace mucho tiempo de que tenía miedo, Pedro. Era inseguro y estaba cansado de sus derrotas. Quería que mi vida fuera mejor que la suya y sólo sabía hacerlo presionándome. Quizá no fuese la manera de la que me hubiera gustado ser querida, pero era todo lo que podía dar.

—Supongo —Pedro miró el campo de fútbol que había albergado tantos de sus sueños.

Probablemente se habría convertido en un famoso futbolista si las cosas hubieran salido de otra manera.

—¿Por qué has venido aquí? —preguntó ella tras un largo silencio.

—Te estaba buscando.

—¿Por qué?

—Porque me he dado cuenta de que he sido idiota. Afortunadamente es algo pasajero, aunque cuento contigo para curarme.

Paula se rió y quiso a Pedro más que nunca.

—Bueno, siempre me han tachado de lista pero de corazón blando así que no sé lo útil que te puedo ser.

—No eres blanda de corazón. Tienes un corazón muy bonito y está a tono con tu belleza exterior.

Paula apoyó la cabeza en el hombro de Pedro. No hacía mucho habría evitado cualquier comentario sobre su inteligencia, su cerebro o sus proezas académicas, que tantos problemas le habían causado en su matrimonio. Pero con Pedro era diferente.

—Sé cómo puedes curarme, Paula.

—¿Cómo?

—Diciéndome que me quieres como yo te quiero a ti.

—¿Qué?

—Te quiero —Pedro tomó la mano de Paula y la miró a los ojos. Ya había hecho un milagro yendo a casa de su abuelo y Pedro rezaba por que hiciera otro—. Me ha llevado bastante darme cuenta de ello. Sé que en el instituto eras especial, pero yo era un idiota y un cobarde y probablemente no merezca otra oportunidad, pero tengo que pedírtela.

—Creí que habías dicho que el amor era demasiado arriesgado.

El amor era arriesgado, pero vivir sin él era peor. Además, Paula nunca lo traicionaría. Y además, el amor era lo que hacía que mereciera la pena vivir.

—Digo muchas estupideces.

Sé inclinó y la besó en los labios.

—Pero amarte a ti es lo más inteligente que he hecho en mi vida. Incluso pienso mudarme a Divine y trabajar en el proyecto del Ayuntamiento. Chicago no sería un hogar sin ti. Quiero casarme contigo, que seas la madre de mis hijos y, sobre todo, que seas mi amiga y mi amante.