viernes, 13 de agosto de 2021

QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 12


Cuando esa noche Pau llegó a la cabaña de su hermana, se sentía agotada pero jubilosa. Todos los que había conocido ese día se habían mostrado agradables. En particular Pedro.


Por lo que ella sabía, seguía soltero. La antigua Pau se habría centrado en conseguir que la invitara a salir. Resistir su atractivo alto, moreno y posiblemente peligroso no iba a resultar fácil, pero estaba decidida a mantener esa relación en el ámbito laboral.


Después de dejar el bolso y la comida que había llevado del restaurante japonés, colgó su nuevo abrigo de una percha que había junto a la puerta. La cabaña no tenía armarios, sólo un diminuto guardarropa en el único dormitorio. Quizá algún día se trasladara a la ciudad, pero abandonar el entorno tranquilo y el paisaje espectacular no sería fácil a menos que su hermana y cuñado decidieran que querían la cabaña para ellos. Mientras tanto, tenía la intención de centrar toda su energía en aprender todo lo que pudiera acerca de Alfonso International.


QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 11

 

Seguía siendo hermosa, en especial cuando sonreía, pero se había encariñado con su aspecto más desenfadado. Parecía parte de su personalidad, por lo que quizá ésta también se hallara más apagada en ese momento. Tenía curiosidad por averiguarlo.


—No, está bien —le dijo a Susana, que esperaba expectante—. Yo lo haré —le indicó a su nueva asistente que avanzara por el pasillo—. Por aquí.


Después de que Paula hubiera colgado el abrigo, la presentó a la contable, quien le entregó unas nóminas para que las rellenara.


—Cuando termines, llévala a mi despacho —le indicó a Nina. Si la mujer mayor creyó raro que le mostrara el lugar en persona, no lo reveló. Después de todo, era una oficina pequeña y Paula iba a depender directamente de él.


De vuelta a su escritorio, giró el sillón para quedar ante la ventana con la vista de las montañas. La visión nunca dejaba de recordarle su relativa insignificancia con esa grandeza atemporal. Ante ella, fuera lo que fuere a lo que se enfrentara, por lo general adquiría proporciones manejables.


Ese día apenas percibió el paisaje. ¿Había olvidado que la mariposa a la que había esperado impresionar con su éxito era una persona de verdad, con deseos y ambiciones propios? ¿Había dedicado algún pensamiento a lo que ella podría desear al elaborar ese atolondrado plan?


Una llamada a la puerta abierta interrumpió su autocondena. Eliminó el ceño y puso una expresión hospitalaria al girar y ponerse de pie.


—Paula, pasa —invitó.


—Recuerda que prefiero Pau, si no te importa —dijo con suavidad—. ¿Y cómo he de llamarte yo ahora que eres mi jefe?


—Sigo siendo Pedro —repuso—. Aquí somos bastante informales, y algunos llevan conmigo desde el principio.


—Espero que tengas tiempo para contármelo —permaneció justo en la entrada, con las manos juntas delante.


Él se recordó que, probablemente, Pau trataba de establecer algunos puntos, pero que no estaría interesada en los detalles de cómo había levantado Alfonso International desde los cimientos.


—Por ahora echémosle un vistazo rápido al taller —sugirió—. Te presentaré al capataz y al director del almacén.





QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 10

 

Sentado en el sillón de piel de su despacho, Pedro miraba ceñudo la invitación a la boda de Darío Traub. No es que le molestara la felicidad de Darío al casarse con una mujer a la que evidentemente amaba tanto… lo que odiaba era asistir solo a algún acontecimiento social.


Volvió a guardar la invitación en el sobre a juego y la metió en el primer cajón de su escritorio. Mirando con impaciencia el reloj de la pared, echó para atrás el sillón y se puso de pie.


Era el primer día de Pau y llegaría en cualquier momento. Convencerla no había sido fácil, pero al fin habían pasado los días legalmente requeridos antes de dejar el Lounge.


No lo había sorprendido recibir una llamada de Gastón aquel mismo día, acusándolo de robarle a la mejor camarera que tenía. Por fortuna, su amistad se remontaba a años atrás y su amigo casi se había calmado de inmediato. Con una risita, Gastón incluso le había advertido acerca de relacionarse con una mujer como Pau.


—Sólo se trata de negocios —había respondido él sin un atisbo de culpabilidad—, pero si necesito algún consejo para salir con una mujer, no dudes de que recurriré a ti primero.


No era un secreto entre el grupo de amigos, que en su día, el mismo Gastón había invitado a salir a Paula con el fin de poner celosa a Stephanie Julen. Quizá Gastón había olvidado su pequeño ardid, ya que había convencido a Steph de que se casaran, pero él no lo había olvidado.


Inquieto, volvió a sentarse y recogió una revista de comercio. La hojeaba cuando la voz vivaz de Susana sonó por el intercomunicador. Había aceptado quedarse unos días más hasta que Pau se sintiera cómoda.


—Jefe, me pidió que le avisara cuando llegara la señorita Chaves. Está bajando de su todoterreno ahora mismo.


—De acuerdo, gracias.


Al ponerse de pie y rodear la mesa, pudo sentir la misma descarga de adrenalina que experimentaba cada vez que iniciaba un proyecto nuevo. En cierto modo, llegar a conocer mejor a Paula en su propio terreno era una especie de proyecto, que esperaba culminar con un éxito completo.


Cuando recorría el corto pasillo que conducía a la zona de recepción contigua a la sala de exposición, Paula cruzaba las puertas de cristal. Aunque la reconoció, el corazón le dio un vuelco.


La brillante mariposa multicolor que había capturado su atención se había convertido en una apagada polilla marrón.


Ella debió de notar su expresión, porque su sonrisa se desvaneció.


—Se suponía que empezaba hoy, ¿verdad? —preguntó con vacilación—. Creía que me habías dicho que viniera el lunes.


Pedro reunió sus neuronas dispersas y avanzó con la mano extendida.


—Por supuesto —exclamó con un entusiasmo que sonó falso incluso a sus propios oídos—. Llegas justo a la hora, ¿verdad, Susana?


La joven asintió.


—Absolutamente —convino con una leve sonrisa—. Empezamos la jornada a las ocho en punto.


Paula pareció sentirse aliviada mientras se quitaba el abrigo marrón claro.


—¿Hay algún sitio donde pueda colgarlo?


—¿Se lo muestro? —le preguntó Susana a Pedro.


Éste se estaba preguntando que había sido del cabello rojizo con intensas mechas que en ese instante estaba recogido en un pulcro moño en lo alto de la cabeza de Paula. Su severidad encajaba a la perfección con la chaqueta marrón oscuro, los pantalones a juego y los zapatos de tacón bajo, todo prueba de la seriedad con que se tomaba el nuevo trabajo.