sábado, 4 de diciembre de 2021

LA MAGIA DE LA NAVIDAD: CAPÍTULO 25

 

Pedro estaba de pie delante de la ventana contemplando el suelo cubierto de nieve. Desde el último piso del edificio de consultas médicas, podía ver el parque de abajo.


—Siento haberle hecho esperar —dijo el doctor Hernán Stewart, sentándose en su mesa.


—No importa.


—Siéntese, señor Alfonso.


—Prefiero estar de pie, si no le importa.


—Como prefiera.


—¿Cuál es el veredicto, doctor?


—Primero permítame que le pregunte por qué no volvió usted al especialista que lo trató en Houston. Es uno de los mejores.


Pedro se encogió de hombros.


—Presentía que ya había hecho todo lo que podía.


—¿Y espera usted que yo pueda hacer más?


Pedro volvió a encogerse de hombros.


—No lo sé. ¿Puede hacerlo?


—No —lo miró a los ojos—. No esperaba usted que lo hiciera, ¿verdad?


—Sí y no.


—Desgraciadamente, no hay curas milagrosas para una herida como la suya. Cuando está dañado el músculo además del hueso, lo único que puede ayudar es la terapia.


—Ya la he probado y no ha dado mucho resultado.


—Entonces me temo que tendrá que aprender a vivir así.


—Oh, puedo vivir así, doctor —dijo Pedro, con voz tensa—. Ese no es el problema. Lo que quiero es volver a mi trabajo. A apagar fuegos. Ese es el problema.


El doctor Stewart no vaciló.


—Lo siento, pero eso no va a ser posible.


—Bueno, supongo que esto es todo —se acercó a la mesa y le tendió la mano—. Gracias por su tiempo, doctor.


—Lo siento.


—Sí. Yo también.





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