jueves, 21 de octubre de 2021

SIN ATADURAS: CAPÍTULO 9

 

Paula trató de calmar los latidos de su corazón razonando. Aquel hombre era su nuevo inquilino, de manera que más le valía contener las respuestas. No quería estropear aquello. Pronto sería libre para viajar al extranjero y descubrir a todos los tíos buenos que había por el mundo… aunque dudaba que hubiera otro como aquel en todo el planeta.


–¿Quieres salir por la verja o por el seto? –aún no le había enseñado la parte trasera de la casa ni el jardín, y quería ser testigo de su sorpresa.


–Saldré por el seto y trataré de recolocar alguna de las ramas que he tenido que doblar para pasar. No me gustaría que alguien más entrara por ahí y te diera un susto.


–Menos mal que no me había desnudado del todo para limpiar la ducha; si lo hubiera hecho habrías sido tú el que se habría llevado el susto –dijo Paula con una risita avergonzada.


Para su sorpresa, la breve sonrisa que le dedicó Pedro antes de alejarse de ella pareció igualmente avergonzada.


Menuda metedura de pata. El bochorno la enfrió por completo al recordar que el hombre del milenio ni siquiera la veía como una auténtica mujer. Moviendo la cabeza por su torpeza, volvió al baño para terminar su tarea. Al verse en el espejo casi se lleva un auténtico susto. Además de tener los ojos rojos a causa de la irritación, su camiseta estaba mojada y se había vuelto casi transparente. De algún modo, el efecto resultaba aún más revelador que si hubiera estado directamente desnuda. Sin embargo, Pedro el Macizo ni siquiera había parpadeado. No había mostrado el más mínimo interés. Se preguntó qué tendría que hacer para que alguien como él se fijara en ella dos veces seguidas.


Suspiró mientras se pasaba una mano por la desarreglada cola de caballo. No era de extrañar que Pedro ni siquiera hubiera parpadeado. Imaginó un nuevo corte y un nuevo tinte. Luego bajó la mirada hacia su pecho e imaginó que llevaba un sujetador de los que realzaba el busto. Ya era hora de cambiar de aspecto. Sin duda, lo más razonable habría sido ingresar aquel dinero en el banco en cuanto abriera al día siguiente, pero llevaba tanto tiempo sin un penique que podía permitirse algún lujo. Con aquella renta no tardaría en ahorrar lo que necesitaba, y si invertía algo en vestuario tendría un aspecto magnífico para la audición. Compraría algo para celebrarlo.


Sintiéndose más energética, puso música y empezó a practicar su baile hasta que, agotada, acabó sentada en el suelo, con la espalda apoyada contra el árbol. Sus pensamientos volvieron de inmediato a su inquilino. Escuchó su voz, sintió de nuevo la firmeza de sus manos… pero en cuanto recordó su impasible expresión sintió que su determinación aumentaba. No pensaba volver a parecer tan invisible para nadie.


Su trabajo en la casa había terminado y se merecía algo de diversión. Y no era solo por la audición por lo que pensaba tener un aspecto fabuloso. La siguiente ocasión en que viera a su inquilino iba a conseguir que la mirara dos veces.


E incluso tres.



SIN ATADURAS: CAPÍTULO 8

 


Se volvió de nuevo hacia Paula y mencionó una renta semanal que consideró razonable para la zona.

 

–Lo cierto es que pensaba cobrar algo más que eso. Mi abogado le enviará los detalles de la cuenta para que automatice los ingresos.


De manera que la Bella Durmiente no estaba tan dormida. Bien por ella. Hablaba a su favor el que estuviera al tanto del verdadero valor de su propiedad. Pedro reprimió las flirteantes frases que tenía en la punta de la lengua y sacó su cartera, de la que extrajo suficiente dinero para cubrir dos meses de alquiler. Paula lo aceptó con mano firme.


–¿No crees que deberías decirme tu nombre? –preguntó Pedro, tratando de ocultar que se moría de deseo por dentro.


–Paula Chaves–contestó Paula con la cabeza alta y sin ruborizarse.


–Es un placer hacer negocios contigo, Paula.


–¿Cuándo quiere mudarse?


–Mañana.


Paula se quedó boquiabierta.


–¿Está sin casa?


–No, pero me gusta mucho la intimidad de este sitio.


–Lo entiendo –Paula sonrió, repentinamente animada ante las perspectivas que le ofrecía el futuro.


Pedro asintió y se volvió bruscamente.


–Ahora será mejor que te deje seguir con tu trabajo.


–¿No quieres ver el resto de la casa?


–Lo veré mañana.


–De acuerdo. En cuanto estén los papeles arreglaré las cosas para que puedas meter tus cosas por el garaje.


–Eso estaría bien –dijo Pedro en un tono cargado de ironía.



SIN ATADURAS: CAPÍTULO 7


Pedro asintió y se volvió de nuevo hacia el árbol, tratando de mantener la mirada alta. Porque la camiseta blanca de la señorita Arrendadora no había resultado inmune tras el incidente en el baño. De hecho, prácticamente era como si no llevara nada. Pero ella no lo sabía y él no quería decírselo. No quería pensar ni un segundo más en ello. No quería pensar en lo preciosa que era. No aparentaba más de diecisiete años, y él no podía desear a alguien que apenas había alcanzado la edad legal. Parecía una niña.


Pero no lo era. Tenía el cuerpo más delicadamente femenino que había visto en su vida. Se había fijado en ello nada más entrar en el baño, sus largas piernas, su esbelta cintura, su rostro con forma de corazón, su deslumbrante piel, sus labios, carnosos y sensuales, sus vivaces ojos azules…


Y tendría que haber estado ciego para no notar cómo lo había mirado. Era una mirada a la que estaba acostumbrado, y no debería haberlo afectado. Pero le estaba costando no devolverle la misma mirada de aprecio sensual e inesperado deseo.


Tal vez él también había inhalado aquellos vapores, porque su imaginación no estaba haciendo más que empeorar las cosas. Hacía mucho que no ligaba. Demasiado. El corazón le estaba latiendo con más fuerza que hacía tiempo. Lo último que esperaba encontrar tras aquel espeso seto era una casa asombrosa con Blancanieves, la Bella Durmiente o Rapunzel dentro. No pudo evitar preguntarse dónde estarían los enanos, o las brujas…


Tenía que salir de aquel estado. Tan solo se debía a la frustración. Habría sido una locura ir a por una mujer como aquella, que debía tener la misma edad que Diana, si es que no era más joven. Sin duda querría más de la relación que él. Sería emocionalmente inmadura y aún soñaría con fantasías de amor eterno y cosas semejantes. Cuando le había dicho aquello mismo a Diana había surgido la bruja que esta llevaba dentro, intensa, necesitada, al borde de la locura… Pensar en aquello sirvió para enfriar su deseo.


Casi del todo.


Menos mal que su arrendadora se iba de viaje al extranjero. De lo contrario habría tenido que pensárselo dos veces antes de alquilar la casa. Seguro que volvería de su viaje más madura y sofisticada y, si el destino decidía volver a cruzar sus caminos, coquetearía con ella entonces. De momento iba a alquilar aquel escondite e iba a esconderse. En un par de semanas el equipo tenía un partido en Sídney y entonces pasaría un par de noches divirtiéndose como un auténtico adulto. Después de haber pasado tanto tiempo luchando para conseguir independizarse de las expectativas de su familia, no pensaba permitir que ninguna mujer obstaculizara su libertad.