viernes, 20 de enero de 2017

UN SECRETO: CAPITULO 15







Al día siguiente por la tarde, Pedro aparcó su coche de manera brusca frente al umbral del Louvre Bar, donde había invitado a Raul y a su hermana para tomar algo y hacer una tregua. Iban a celebrar el nombramiento de él como presidente.


Llegó pronto y al entrar al bar vio dos cabezas rubias muy juntas. Apretó los dientes con fuerza.


¿Paula y Xander Safin?


Se preguntó si Xander era la razón por la que Paula lo había abandonado y por primera vez consideró a Xander como un hombre y no sólo como un diseñador de joyas. Era indiscutiblemente atractivo… alto, acicalado y poseedor de unas atrayentes facciones eslavas.


Demasiado absortos el uno en el otro, ninguno de los dos se había percatado de su presencia. Xander estaba sentado demasiado cerca de Paula y estaba hablándole con entusiasmo. Ella escuchaba con atención y de vez en cuando realizaba algún comentario.


La capacidad para escuchar que poseía Paula la diferenciaba de cualquier otra mujer que él había conocido y echaba mucho de menos su compañía y sus silencios. Paula le ponía las cosas fáciles para relajarse y para poder comportarse como él mismo.


Había pasado menos de una semana alejado de ella y ya echaba de menos todas esas cosas.


Encontró una mesa vacía y se sentó en uno de los bancos que la rodeaban. Desde aquella perspectiva todavía podía verlos. Ni siquiera había sabido que ella veía a Xander fuera del trabajo. Pero cuando Paula dijo algo que provocó la risa de su acompañante, estuvo claro que tenían bastante confianza entre sí.


Aquello era sólo culpa suya. Él había sido el que había insistido en que mantuvieran vidas sociales separadas y, aunque le había sido completamente fiel a Paula mientras habían estado juntos, no había querido tenerla pegada como una lapa cuando él finalizara la relación. Pero su filosofía se había vuelto en contra suya.


Paula era una mujer atractiva e inteligente. Sin duda habría una cola de hombres esperando a ocupar su lugar. 


Empezando por el maldito Xander Safin.


—¿Qué está haciendo Paula con él?


Pedro levantó la vista y vio a Raul sentarse en el banco que había frente al suyo. Llevaba dos cervezas en las manos. Le acercó una a él, que se dio la vuelta para mirar a su hermana.


—No le he dicho nada. Te lo prometo. Lo adivinó todo él solo —explicó Karen antes de que Pedro la reprendiera


—Supongo que ello convierte la reacción que tuve ante vuestra relación… —comenzó a decir Pedro, mirando a Raul y a su hermana— en algo completamente hipócrita.


—¿Ésa es la razón por la que te esforzaste tanto en ocultar tu relación con Paula? —preguntó Raul—. ¿No querías que se supiera que te estabas acostando con un miembro del personal ya que tú siempre has estado en contra de ese tipo de relaciones?


—Las relaciones sentimentales entre empleados de las empresas siempre causan tensiones.


—No siempre —terció Karen, sonriendo a Raul.


—Mira a papá —comentó Pedro, que envidiaba lo compenetrados que estaban Karen y Raul.


—Despedía a sus secretarias cuando éstas se tomaban demasiado en serio sus atenciones —contestó Karen, agitando la cabeza—. Pobres mujeres.


—Exactamente. Y su oficina entraba en estado de caos durante semanas.


—¿Entonces por qué comenzaste una relación con Paula si sabías que probablemente la ibas a despedir… y que ella sería tan tonta como para enamorarse de ti?


Las palabras de su hermana lo impresionaron. ¿Paula enamorada de él? De ninguna manera.


—Pensé que esta vez sería diferente y que sería capaz de controlar la situación.


—¿De la misma manera que controlas todo lo demás? —quiso saber Karen.


Pedro le dirigió una dura mirada y su hermana levantó las manos.


—Está bien, lo retiro.


—Nunca pretendí que fuera más que una breve aventura. Paula lo sabía. Y yo sabía que papá no aprobaría la relación entre ambos. Siempre me dejó claro que en lo que a mujeres se refería debía pensar con la cabeza. Los contactos son… eran… importantes para él.


—¿Lo dices porque la familia de ella no es rica? —preguntó Karen—. Eso es ridículo. Ella dirige con gran habilidad la tienda de Sidney, diseña muy bien, sabe lo que quiere el consumidor y tiene un don para los negocios.


—Nunca me había dado cuenta de que eras fan suya.


—Hemos pasado mucho tiempo juntas durante el último mes y me gustaría pensar que la puedo considerar amiga mía —contestó Karen.


—Estoy seguro de que a papá no le habría importado que Paula fuera mi «amiga»… él mismo tenía muchas —dijo Pedro, esbozando una mueca—. Pero no creo que le hubiera hecho mucha gracia descubrir que ella estaba viviendo en mi ático.


—¿Está viviendo contigo? —preguntó Karen, impresionada—. ¿Por qué tanto secreto?


—¿Entonces qué está haciendo ella con Xander Safin? —terció Raul.


—Hemos roto —confesó Pedro de mala gana.


—Oh, Pedro—dijo Karen—. A veces me desconciertas. Ella es lo mejor que te podía haber pasado… ¿y a ti te preocupa lo que hubiera pensado papá?


Pedro pensó que quizá su hermana tuviera razón; se había comportado como un estúpido.


—Tú sabes cómo eran las cosas, Karen —no pudo evitar decir—. Siempre teníamos que hacer lo correcto. Ya conoces el precio de decepcionar a Enrique Alfonso.


Él siempre había tratado de ser el hijo que Enrique había querido, pero había llegado el momento de vivir su vida como él quería… de dejar de ser un clon de su padre.


—Papá está muerto y nosotros ya no somos unos niños. Ya te lo he dicho antes; Paula Chaves es estupenda, hermano pequeño.


—No parece que Pedro vaya a tener una oportunidad —comentó Raul, señalando con la cabeza hacia la otra pareja.


Pedro dirigió su mirada hacia donde estaba Paula… sólo para ver cómo ella se acercaba a darle un beso en los labios a Xander Safin.


Los celos se apoderaron de él. ¡Malditos fueran! Paula no tenía ningún derecho de besar a otro hombre. Ella debía estar en su cama, no en los brazos de aquel hombre. 


Paula era su mujer… y sólo suya.


—Marchémonos de aquí… —le dijo entonces a su cuñado, apartando la vista de la pareja y mirando a éste a los ojos— antes de que le pegue una paliza.


Había sabido que algo la había llevado a ella a romper la relación. Y ese algo era el condenado Xander Safin.


Enfurecido, no comprendió cómo ella se había marchado con otro hombre y se preguntó si se había sentido descuidada o si había creído que él se avergonzaba de ella.


—No hay necesidad —contestó Raul—. Ya se marchan. Si quieres recuperarla vas a tener que actuar con rapidez. Está claro que ella no se va a quedar sentada llorando por ti.


Pedro tuvo que reconocer que Raul tenía razón; había esperado que ella se diera cuenta de su error y que regresara con él, pero al haberla visto en una actitud tan íntima con Xander ya no sabía qué pensar. Si no se apresuraba, quizá la perdiera para siempre.


Paula le pertenecía y lo que necesitaba era una manera de hacer que pasara tiempo con él. Iba a hacer las cosas de distinta manera; iba a asegurarse de cautivarla tan intensamente que ella no tuviera necesidad de mirar a otro hombre.


Pero en aquel momento lo único que pudo hacer fue observar cómo la mujer que deseaba más que nada en el mundo salía del bar en compañía del alto y rubio diseñador de joyas.




UN SECRETO: CAPITULO 14





Al día siguiente todos sabían que Raul Perrini era el nuevo presidente y Paula sintió mucha pena por Pedro. Pero no se iba a permitir la debilidad de telefonearlo y ofrecerle sus condolencias. Tenía que pensar en ella… y en el hijo de ambos.


No lo vio aquel día y pensó que seguramente estarían pasando demasiadas cosas en la oficina de Pitt Street. 


Cuando llegó a su apartamento después de haber ido a nadar a la piscina local, Picasso estaba muy nervioso y vio que había mensajes en su contestador automático.


Pedro.


Pero entonces recordó que él ni siquiera tenía aquel número de teléfono. El mensaje era de su madre, a quien ella le había dado el número aquel mismo día. Cuando sacó su teléfono móvil del bolso, vio que tenía cuatro llamadas perdidas que él había realizado aquella tarde. Se sentó en una silla y puso la cabeza entre las manos. Entonces tomó de nuevo su teléfono móvil.


—Me he enterado de lo de la presidencia. Lo siento. ¿Por eso viniste a la tienda? ¿Para decírmelo?


—¿Por eso me has telefoneado? —preguntó Pedro a su vez—. ¿Para decirme que lo sientes?


—¿Por qué si no?


—Entiendo —contestó él, que parecía extraño.


—¿Pedro…? —al no obtener respuesta, Paula continuó—. ¿Quieres que vaya a verte?


—¿Venir a verme o volver?


—No voy a volver contigo —afirmó ella con dureza.


—No te preocupes, ahora mismo no necesito compasión —dijo él, suspirando.


Al colgar el teléfono, Paula pensó que Pedro Alfonso era un tonto que no necesitaba nada… ¡ni su amor!




UN SECRETO: CAPITULO 13






Aquella tarde, mientras seleccionaba algunas joyas para la exposición «Algo antiguo, algo nuevo», Paula no se podía quitar de la cabeza la sombría expresión de Pedro.


Pero estaba claro que esa expresión no era porque ella lo había dejado.


Seguramente hubiera sido el haberse dado cuenta de que su padre se había ido para siempre lo que había transformado las bellas facciones de Pedro en una máscara demacrada.


Ella no podía evitar sentirse culpable por haber terminado su relación. Pero no había tenido otra opción. Era mejor para ella… y para su bebé. En realidad… ¿qué iba a poder tener con un hombre que había dejado claro que no quería nada más que una amante secreta… una a la que creía capaz de meterse en la cama con su padre?


Y también era la mejor solución para Pedro. Con todos los problemas a los que se iba a enfrentar Alfonso Diamonds, lo último que necesitaba él era un escándalo sobre un embarazo secreto.


Todavía no estaba preparada para decirle nada del bebé ya que no podría soportar que él la acusara de haberse quedado embarazada a propósito o que le pidiera que abortara al niño que jamás querría. Aquello era problema suyo, no de él. Y ella deseaba aquel bebé, el hijo de Pedro, con tal desesperación que la tenía impresionada.


Entonces vio una preciosa fotografía de una magnífica pieza de Xander Safin. Se apresuró a telefonear a Xander para verse con él y mostrarle lo bien que habían salido los catálogos.


—¿Has leído la nota de la dirección? —le preguntó Holly cuando se acercó con más folletos.


—¿Qué nota? —quiso saber Paula.


—La nota que se ha mandado por correo electrónico informando de que ya se ha decidido quién va a ocupar la presidencia de Alfonso Diamonds.


Cansada, Paula se apartó el pelo de la cara y se quedó mirando los folletos. Recordó que Pedro había querido más que nada en el mundo ocupar ese cargo.


—He estado tan ocupaba que todavía no he tenido tiempo de comprobar mis mensajes. ¿Quién será el presidente? —preguntó, deseando que fuera Pedro.


—El elegido ha sido Raul Perrini.


Paula cerró los ojos y un terrible pensamiento se apoderó de su mente. A continuación abrió los ojos bruscamente.


—¿Cuándo? ¿Cuándo ha ocurrido eso?


—Esta mañana, justo antes de la hora de comer.


Paula maldijo en voz baja y Holly la miró levemente sobresaltada.


Pedro debía de haberse dirigido directamente desde la reunión a la tienda. Le había pedido que fueran a comer juntos y ella lo había apartado de su lado. ¿Habría ido a compartir con ella lo que seguramente había sido una experiencia devastadora para él? Entonces se percató de que ésa debía de ser la razón por la que había parecido tan abatido. No tenía nada que ver con su ruptura ni con ella. 


Todo era por Alfonso Diamonds.


Pedro estará bien —comentó Holly.


Paula se preguntó si era de aquella manera como la gente veía a Pedro… como un hombre frío y sin sentimientos. 


Quizá sólo ella pudiera ver la pasión y el enfado que escondía él, la mezcla de turbulentas emociones que componían al hombre que amaba pero que no siempre comprendía.


—Pensaba que lo sabías —dijo Holly, que parecía preocupada.


—No te preocupes. Más tarde leeré el correo. Me alegra que me lo hayas dicho. Estoy segura de que Pedro estará decepcionado, pero Raul será un buen presidente.