viernes, 29 de abril de 2016

MI CANCION: CAPITULO 15





–Oye, dormilona, hemos llegado a casa –Pedro trató de despertar a Paula, pues se había quedado dormida durante el viaje de regreso a casa.


Agarrándola del brazo, la sacudió suavemente. Ella no tardó en abrir esos ojos hermosos y grandes que tenía.


–¿Me he dormido? Supongo que sí porque el viaje se me ha pasado volando.


Sacudiendo la cabeza, se desabrochó el cinturón de seguridad y se incorporó.


–Bueno, hemos llegado a casa y tienes que irte directamente a la cama. Dame las llaves. Te abriré la puerta.


El frío aire nocturno le golpeó en cuanto salió del coche. Eso era justo lo que necesitaba, no obstante, para bajar un poco la temperatura de su cuerpo. Metió la llave en la cerradura rápidamente, abrió la puerta principal y esperó a que ella entrara. Nada más hacerlo, se volvió hacia él. Se había puesto la chaqueta sobre los hombros y en ese momento se la cerró un poco más. Pedro, sin embargo, tuvo tiempo de volver a verle el escote de refilón. Era hora de marcharse.


–Gracias por una velada estupenda –le dijo ella de repente, acercándose un poco–. Y también por el detalle de comprarme la ropa y todo lo demás. Me has hecho sentir como una princesa y nadie había hecho eso por mí jamás.


–No ha sido difícil, Paula. A mis ojos, eres una princesa.


Pedro no fue capaz de resistirse más y la estrechó entre sus brazos. La besó con una pasión que ya no podía contener y el deseo irrefrenable que le consumía estalló en llamas como un hilo de pólvora. Paula apartó los labios y entonces pudo ver algo cercano a un anhelo en su rostro.


Con el corazón retumbando, Pedro la soltó.


–Creo que es hora de decir buenas noches, ¿no crees? Ha sido un día muy largo para los dos y estamos a un par de días del primer concierto de la banda. Tenemos que descansar y estar en forma para lo que se avecina.


–Sé que tienes razón, pero…


Antes de que terminara la frase, Pedro había salido y se dirigía al coche.




MI CANCION: CAPITULO 14





Pedro estaba sentado frente a Paula en el suntuoso local de un exclusivo club de jazz, frecuentado no solo por aficionados al género, sino también por celebridades del mundo de la música y del cine. Ronnie la había ayudado a escoger el conjunto idóneo para la velada. Las posibilidades de un vestidito negro eran ilimitadas y Pedro se había quedado sin aliento al verla dentro de ese sencillo traje que la estilista había seleccionado para ella. El escote era más que atrevido y el satén negro se ceñía a su piel como un guante. Las gloriosas curvas que tanto se esforzaba en esconder estaban expuestas al mundo esa noche.


El gerente del local, un francés con mucho estilo que se había llamar Dion, le había recibido con gran efusividad. Hacía mucho tiempo que no pasaba por allí. De hecho, la última vez que recordaba haber pisado el pequeño club de jazz había sido antes de que su ex hiciera esas declaraciones tan nefastas. Dion, sin embargo, le había reconocido sin vacilar, a pesar todo el tiempo que llevaba retirado de la vida pública.


–Me alegro mucho de verle de nuevo por aquí, señor Alfonso. Ha pasado mucho tiempo –se volvió hacia Paula–. Por este local pasan muchas mujeres hermosas, pero usted ma chère… ¡Me deja sin aliento!


Aunque el género musical predominante en el local era el jazz, esa noche estaba dedicada al burlesque, y por eso precisamente la había llevado allí esa noche.


–Vaya. Este sitio es increíble –comentó Paula.


–Y tú acabas de llevarlo a un nivel superior –le dijo él, sonriendo.


Paula bebió un sorbo del margarita que había pedido.


–Me siento tan culpable bebiéndome esto mientras tú te bebes ese refresco de lima.


–No tienes por qué. Hoy no tengo ganas de beber alcohol, sobre todo porque tengo que cuidar de algo muy preciado.


Pedro suponía que era inevitable que se sonrojara, pero aun así experimentó un gran placer al ver cómo se le coloreaban las mejillas.


–He oído hablar del burlesque, pero no sé mucho sobre ello. ¿Es un tipo de espectáculo de variedades?


–Puede ser eso. Pero el burlesque es en realidad un tipo de arte… que celebra la belleza de las formas femeninas.


–Oh. ¿Entonces lleva un striptease y cosas así?


–Es mucho más que eso. A veces lo único que hace una chica es quitarse los guantes. Pero lo que lo convierte en un arte es cómo lo hacen. Además, los trajes que llevan y la forma en que se mueven es parte del espectáculo. Solo quiero que te acomodes bien y que disfrutes de ello… y que te sientas orgullosa de ser una mujer.


–¿Por eso me has traído aquí? ¿Para enseñarme que las mujeres pueden sentirse seguras de sí mismas mientras exhiben sus cuerpos en público? ¿Para que no sienta tanta vergüenza cuando actúe con el grupo?


–Sí. Ya te vas a hacer dueña del escenario con esa voz increíble que tienes, pero no quiero que te sientas insegura de tu imagen. Quiero que disfrutes de cada segundo cuando te subas a un escenario.


Para sorpresa de Pedro, Paula se bebió lo que le quedaba del margarita de un trago y después se relamió los labios.


–En ese caso, creo que voy a necesitar otra copa. No me vendrá mal sacar un poco de coraje de la botella esta vez. ¿Te importa?


–¿Lo dices en serio? –Pedro se inclinó hacia ella y le tocó la mejilla con la yema del pulgar–. ¿Tienes idea de lo peligrosamente sexy que resultas con ese vestido? Si me pidieras la luna, haría lo que fuera para conseguirla.


–Oh, yo no esperaría tantas molestias.


Contento de ver que Paula comenzaba a disfrutar de la velada, Pedro le hizo señas a una camarera para que les tomara nota. En ese momento dejó de sonar el sugerente saxo que salía de los altavoces y la intensidad de las luces disminuyó. Todas las miradas se volvieron hacia el escenario.


El espectáculo fue extraordinario. Paula quedó maravillada con el exuberante despliegue de baile y movimiento de todas esas mujeres tan voluptuosas, con sus trajes rutilantes y maquillaje exagerado.






MI CANCION: CAPITULO 13





Pedro no recordaba la última vez que se lo había pasado tan bien. Y tampoco recordaba haber sufrido una tortura tan grande. La asistente, una pelirroja pequeña y delgada, le había hecho sentarse en una cómoda silla para que disfrutara del desfile mientras Ronnie, la estilista, seleccionaba las prendas de una percha móvil y se las entregaba a Paula para que se las probara.


Ella entraba y salía de los probadores una y otra vez, con vestidos diferentes y con cara de pocos amigos. Lo gracioso era, sin embargo, que incluso aunque le mirara como si quisiera estrangularle, era más sexy y hermosa que todas las mujeres a las que había conocido en su vida.


–No me habías dicho que este iba a ser uno de los encargos más divertidos que me has hecho jamás. Es una gozada vestir a esta chica, Pedro.


La estilista, elegante y con un corte de pelo a lo garçon, se sentó junto a Pedro, satisfecha.


–He vestido a las mejores artistas del mundo, pero si el talento vocal de esta chica es tan bueno como su aspecto…


–Sí. Lo es. Ya seas productor o mánager de una banda, las cantantes como Paula no aparecen más que una vez en la vida… si tienes suerte.


–Hay una cosa que está bien clara, amigo mío –le dijo Ronnie, dándole un golpecito en la rodilla–, la industria de la música se va a echar a temblar porque esta muchacha que has encontrado te va a devolver al sitio que mereces… a golpe de bombo y platillo.


Paula abrió la cortina del probador en ese preciso instante. Llevaba unos vaqueros de polipiel con una blusa blanca de gasa más que reveladora.


–Espero que estéis satisfechos. En mi opinión, estoy ridícula con este traje –Paula se echó el pelo hacia atrás, malhumorada. Tenía las mejillas en llamas.


Ronnie hizo ademán de ir hacia ella, pero Pedro se puso en pie rápidamente.


–Créeme –le dijo, bajando la voz–. No estás ridícula.


–Bueno, no me voy a subir a un escenario con esta ropa. No me he puesto a cantar para que la gente me coma con los ojos. Si te gusta tanto, ¿por qué no te lo pones tú?


Fue hacia Pedro como si quisiera borrarle esa sonrisa de la cara a golpe de bofetada.


Él cubrió la distancia que le separaba de ella y respiró profundamente.


–Cálmate. Te estás sofocando por nada. Ronnie y yo queremos probar diferentes estilos, pero eso no quiere decir que te tengas que poner algo que no te guste. Al final es tu decisión.


Paula se tranquilizó un poco al oír sus palabras.


–No me gusta llevar esta clase de ropa que enseña tanto. Es que no me siento cómoda exhibiendo tanto mi cuerpo –admitió.


Pedro no dejaba de mirarla ni un segundo.


–¿Por qué? –le preguntó, sacudiendo la cabeza–. Dime qué tienes en la cabeza que te hace sentir tanta vergüenza de enseñar algo tan hermoso. Porque eso es lo que es, Paula, ni más ni menos.


Pedro miró a Ronnie un instante. La estilista esperaba pacientemente a que se decidieran antes de dar su opinión.


–No es fácil de explicar –dijo Paula.


Pedro se volvió hacia ella y le dedicó toda su atención.


–Eres preciosa, Paula. Si te doy un saco de patatas para que te lo pongas, seguirás siendo preciosa. ¿Por qué no disfrutas de tu juventud sin más? ¿Por qué no te permites disfrutar de la libertad de vestir de una manera un poquito provocativa?


–Bueno, es normal que un hombre diga algo así, ¿no? –Paula se sujetó un mechón de pelo detrás de la oreja. Estaba furiosa–. Las mujeres no dejan a los hombres solo porque se hacen mayores. Parece que somos muy modernos hoy en día, pero en el fondo las cosas siguen siendo como siempre. Los hombres mayores se vuelven «interesantes» y «experimentados», pero cuando se trata de una mujer las etiquetas son todo lo contrario.


Una media sonrisa asomó en la comisura de los labios de Pedro.


Paula hizo una pausa. A lo mejor estaba exagerando un poco, pero lo que decía era innegable.


–No nos metas a todos dentro del mismo saco, Paula –extendiendo la mano, liberó el mechón de pelo que ella se había sujetado detrás de la oreja–. De verdad espero no ser tan superficial como pareces creer que soy. La atracción física es algo real, pero también hace falta algo más profundo para que ambas partes sigan interesadas en una relación. Si yo encontrara a una mujer con la que quisiera pasar el resto de mi vida, jamás la abandonaría, pasara lo que pasara.


Sus ojos azules la taladraban con tanta intensidad que Paula sintió cómo resonaban las palabras en su interior.


–Este es el último conjunto que me dio Ronnie. Creo que voy a cambiarme ya. De repente tengo mucho frío.


Dio media vuelta y se frotó los brazos, pero él la agarró y la hizo volverse una vez más.


–Ese primer conjunto que te probaste… el top morado de terciopelo y la falda larga negra con el cinturón… Era muy bonito. ¿Empezamos con ese?


Paula vio cómo se contraía un músculo en su mandíbula. 


Ese también había sido uno de los conjuntos que más le había gustado.


–Muy bien.


–Y, por cierto, no nos vamos a casa ahora. Vamos a ir a casa de Ronnie y después te voy a llevar a un sitio. Cenaremos allí y disfrutaremos de la música.


¿Iba a llevarla a un sitio de conciertos?


–¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Qué clase de sitio es?


La expresión de Pedro permaneció tan hermética como de costumbre. Había, sin embargo, un brillo especial en su mirada. Paula se preguntó qué se traía entre manos.


–Quería que fuera una sorpresa, una sorpresa que te iba a gustar mucho.


–No estoy vestida como para salir por la noche… y mucho menos de fiesta. ¿No podemos dejarlo para otro día?


Pedro apretó la mandíbula y sacudió la cabeza.


–Lo siento, pero no te vas a librar de esta. Confía en mí. 
Esta noche va a ser justo lo que necesitas. Y en cuanto a lo de no tener la ropa adecuada, ¿por qué no escoges uno de los conjuntos que te has estado probando? Puedes prepararte en casa de Ronnie.


–¡Pero estos trajes son carísimos, Pedro! No puedo permitirme…


–Invito yo. Puedes escoger lo que quieras, cualquier cosa. Tómatelo como un regalo.


Paula se quedó sorprendida ante tanta generosidad inesperada.


–Bueno… quiero decir que eres muy amable, pero… ¿A qué clase de sitio me vas a llevar?


Él esbozó una de sus sonrisas más arrebatadoras.


–Es un sitio muy elegante, con mucha clase. Eso es todo lo que tienes que saber.


–Déjame ayudarte a escoger el conjunto. Pedro me ha dicho adónde vais, y sé cuál es el traje perfecto. También necesitarás zapatos y accesorios para completar el look.


Solícita y entusiasmada, Ronnie se detuvo a su lado de repente y Paula supo que era inútil seguir con las objeciones. Tenía sus reservas respecto a esa noche, pero todo intento de escapada sería una pérdida de tiempo.