viernes, 5 de marzo de 2021

UN EXTRAÑO EN LA CAMA: CAPÍTULO 52

 


Paula se obligó a reír cuando Julia le contó lo ocurrido con John. Era gracioso, pero a ella le estaba costando trabajo concentrarse. Había salido de compras con su amiga para tener algo que ponerse para su cita con Patricio, que iba a llevarla a algún sitio nuevo y muy caro.


—Parece un buen tipo —dijo, refiriéndose a John.


—Lo es —admitió Julia—. E incluso pienso que hay un hombre bastante guapo oculto por esa ropa tan fea.


—¿Pero no es para ti?


Su amiga se encogió de hombros.


—Lo estoy ayudando a prepararse para cuando llegue la mujer adecuada —dijo esta, enseñándole un vestido negro y corto, de cóctel—. Ah, apuesto a que a Patricio le encantarías con este.


Paula se dijo que no debía sentirse culpable por haber aceptado la invitación de su último cliente. No tenía por qué hacerlo.


Pedro no tenía nada que ofrecerle. Salvo el mejor sexo de su vida y una conexión que iba mucho más allá.


Deseó que fuese más hogareño.


O ser distinta ella.


Pedro le había hecho pensar que era demasiado rígida con sus planes, que la flexibilidad era algo bueno en la vida, en los negocios y en el amor.


—No sé, yo creo que prefiero algo en un color que no sea negro.


—De acuerdo —dijo Julia, dejando el vestido—. Tal vez me lo pruebe yo. No sé si tendrán mi talla.


Mientras miraba vestidos, Paula intentó imaginarse saliendo con Patricio.


Era un hombre inteligente, encantador y le gustaba Bellamy tanto como a ella. ¿Qué más le daba a Pedro quién comprase la casa si él no quería quedársela?


Intentó no imaginarse cómo sería salir con el dueño de Bellamy. Un dueño que no fuese Pedro. No se imaginaba con nadie más en aquella maravillosa casa.


—¿Qué tal si dejamos las compras y nos vamos a comer? —sugirió—. Necesito hablar contigo.


—Por supuesto —respondió Julia.


Fueron a comer a un pequeño restaurante y se lo contó todo a su amiga.


—¿Que tuvisteis sexo en la cama pequeña? —preguntó esta con los ojos muy abiertos.


—Sí.


—¿Y fue el mejor sexo de tu vida? ¿En una cama tan pequeña?


Paula asintió.


—¿Con un hombre con la pierna agujereada?


—Sí.


Julia la miró fijamente mientras bebía té.


—¿Te imaginas cómo sería en una cama de verdad? ¿Y con las dos piernas funcionando?


Ambas suspiraron.


—Bueno, la segunda vez lo hicimos en la cama con dosel.


—¿La segunda vez? —inquirió Julia, dejando la taza—. Pensé que habías dicho…


—Sí, pero enterramos las cenizas de su abuela y estaba tan triste… que me miró y no pude rechazarlo.


—Te entiendo. A mí también me excitan los entierros.


Paula rio. Las dos rieron. Por eso era tan estupendo tener una amiga.


Luego, ella se puso seria.


—En la cama grande. No puedo explicarlo. El sexo fue muy distinto. Lo hicimos más despacio, la conexión fue tan profunda, fue como si…


—¿Como si estuvieses enamorada de él? —le preguntó Julia, mirándola de manera comprensiva.


Paula se golpeó la frente con la palma de la mano.


—Me he enamorado de Pedro. Y eso que me prometí que no lo haría. Iba a ser solo una noche…


—Y te has enamorado de él.


—Sí.


—¿Y él? ¿Está enamorado de ti?


—Yo creo que sí, pero eso no cambia nada. Lo nuestro sigue siendo imposible.


—¿Y qué vas a hacer?


—Salir con Patricio. Y tal vez con alguien más. Pedro terminará de curarse y se marchará. Y yo lo olvidaré.


—Qué asco de plan —le dijo su amiga con toda sinceridad.


—¿Se te ocurre otro mejor?


—No.





UN EXTRAÑO EN LA CAMA: CAPÍTULO 51

 


John aceptó todos sus consejos y solo puso pegas cuando Julia intentó que sacase la enorme televisión del salón.


—Me niego —le dijo él—. Me gusta ver los partidos aquí. Me gusta hacer vida en el salón, es donde está la chimenea, está cerca de la cocina. La televisión se queda aquí.


—De acuerdo —respondió Julia.


Al fin y al cabo, era su casa y la había convencido con su argumentación.


Iban de camino a un mexicano donde iban a cenar cuando pasaron por delante de una tienda de ropa para hombres. Julia miró el escaparate y luego a su acompañante y se preguntó si podía hacerlo.


—John —empezó.


—No me gusta cómo me estás mirando. No pienso comprar tres jarrones idénticos para colocarlos encima de la chimenea.


—No, no es eso. Solo me estaba preguntado si te apetecería entrar en esa tienda.


—¿Para qué?


Ella se encogió de hombros.


—Para nada. Creo que esos vaqueros te sentarían muy bien.


No consiguió engañarlo.


—¿Estás intentando redecorarme a mí también?


Julia se mordió el labio inferior. ¿Podía decirle la verdad? Decidió ser sincera, ya que eran amigos y no amantes.


—No pretendo ser grosera, pero estarías mucho mejor. Tienes buen cuerpo, pero esa ropa que llevas no te favorece.


—Estoy cómodo.


—Pero ahora que estás soltero, deberías prestar más atención a tu aspecto. Solo pruébatelos.


Le hizo entrar en la tienda y lo metió en un probador con varios pantalones vaqueros, jerséis y camisas.


John salió con unos vaqueros que le sentaban bien y Julia no pudo evitar admirar la diferencia.


Lo obligó a mirarse a un espejo.


—¿Ves cómo estás mucho mejor?


—Sí, pero estos vaqueros cuestan casi tanto como ese sofá que me has hecho comprar.


No obstante, lo dijo sonriendo.


Media hora después, Julia lo había convencido para que se comprase unos vaqueros, unos pantalones negros para salir, una camisa, un jersey y unos zapatos de piel.


—Cerca de mi despacho hay un buen peluquero. El dueño se llama Felix, podría…


John levantó una mano.


—Ya vale. Yo creo que por hoy ya está bien.


UN EXTRAÑO EN LA CAMA: CAPÍTULO 50

 


—No tengo ganas de volver a casa —le dijo John a Julia.


Habían ido a probar un restaurante tailandés nuevo. Era la segunda vez que quedaban esa semana.


—La decoró mi mujer. Vivo en una caja de paredes beis, con los muebles que ella no ha querido.


—Podría acompañarte y darte algunas ideas —le sugirió ella.


—¿De verdad? ¿Has pillado la indirecta?


Julia se echó a reír.


—Sí.


—¿Podrías venir mañana después de trabajar? Después, podríamos ir a cenar.


—¿No tienes ninguna cita a la vista?


—No. ¿Y tú?


—Estaré en tu casa a las dos.


—Estupendo.


Cuando llegó a su casa al día siguiente, Julia se dio cuenta de que John no había exagerado lo más mínimo, pero el sitio tenía posibilidades.


Las habitaciones eran grandes, el suelo de madera estaba en buen estado y había mucha luz.


Los muebles, sin embargo, eran horribles. Y en el dormitorio solo había un enorme colchón en el suelo.


—Necesito un presupuesto —le dijo Julia a los diez minutos de estar allí.


—¿Tan pronto?


—Sí. Tengo que saber cuánto dinero estás dispuesto a gastarte —le dijo, sacando la tablet—. Hay cosas más necesarias, esenciales. Les daremos prioridad.


—Veamos, si te dejo que hagas todo lo que quieras, ¿cuánto costará?


Julia sonrió.


—Esos son los presupuestos que me gustan.


Él abrió la boca para protestar, pero Julia no le dio tiempo:

—Está bien, está bien. Primero, si he llegado un poquito tarde es porque tenía algo de pintura de otro trabajo. Es ideal para tu casa. Pintaremos las habitaciones principales del piso de abajo en un color llamado lino blanco. No te preocupes, es muy neutro. Masculino. Te encantará. Si te apetece hacer algo, podrías pintar tú los horribles muebles de la cocina. Si no, lo mandaremos hacer —le dijo, dándole un golpecito en el hombro—. Como ves, la pintura es gratis.


—¿Por qué tengo la sensación de que va a ser lo único?


—Me hacen descuentos en varias tiendas de muebles. Sinceramente, John, tienes que deshacerte de toda esta basura. Ya.


—Odio ir de compras.


—Puedes darme tu tarjeta de crédito e iré yo —le dijo Julia.


—Está bien, iré.


—Estupendo, vamos.


—¿Qué? ¿Ahora? —le preguntó él asustado.


—No vamos a encontrar un momento mejor. Confía en mí. Cuando tengas una casa a tu medida, vas a disfrutar estando aquí.


—Eres toda una profesional. Vamos.