lunes, 20 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 20





Esa noche en la cena su padre se enteró de que había atendido al caballo de Pedro y asintió sonriendo de oreja a oreja. –Es una veterinaria de primera.


-Pues de secretaria tampoco lo hace mal- dijo Cris apoyándola.


Paula miró de reojo a Pedro que no había abierto la boca en toda la noche. –Pedro ¿te has cambiado el vendaje?- preguntó sabiendo que no, pues era el que ella le había hecho.


-Por cierto ¿qué le ha ocurrido?- su padre le miró fijamente a los ojos. Paula gimió porque era la cara que ponía cuando estaba muy interesado en algo.


-Un accidente con un canguro- respondió él apoyando la espalda en el respaldo de su silla.- Me salvó su hija.-ella lo miró asombrada.


Su padre la miró orgulloso –Es que sabe muy bien lo que hace. Espero que le dé algo de trabajo relacionado con los animales para que no se le olviden las cosas.


-No se preocupe- dijo Cris irónica- aquí estará más que entretenida. Tenemos enfermera, veterinaria, secretaria y dentro de nada la haremos una vaquera de primera.


Su padre se echó a reír a carcajadas- Eso no va a poder ser.


-¿Por qué?- la tía de Pedro levantó la barbilla- Mi sobrino ha adiestrado a los mejores vaqueros de la zona


-Ya, pero mi hija no monta a caballo. Punto.- tomó un sorbo de vino divertido.


Pedro y Cris la miraron con el ceño fruncido y ella se sonrojó.- Dijiste que podías aprender- dijo Pedro acusador.


Su padre se echó a reír- No tiene gracia, papá.


-La envié a equitación y la expulsaron.


-Me fui yo.


-No, primero te expulsaron porque no sabían que hacer contigo y después te fuiste tú.


-¿Por qué?- Pedro hizo la pregunta muy serio y su padre perdió algo la sonrisa.


Su padre la miró de reojo y después se echó a reír. –Ponía nerviosos a los caballos.


Tía y sobrino los miraron sin comprender- Se subía al caballo y el pobre se ponía de los nervios. Recuerdo un día…


-Papá...


-Que tenía una exhibición infantil…


-¡Papá!- gimió porque ya no había quien la parara.


-Salió ella con su caballo que era un jamelgo que no se tenía en pie de lo viejo que era. Se detuvo en medio de la pista y el caballo empezó a pegar saltos como si fuera un rodeo para descabalgarla. Paula que debía tener diez años se aferró al cuello y el caballo no era capaz de tirarla. Pegando saltos llegó hasta las gradas y formó un tumulto cuando todas las familias salieron despavoridas. –Mientras lo relataba los ojos de su padre se iban llenando de lágrimas aguantando la risa.- Teníais que haber visto la cara de su profesor cuando fue a rescatarla y Paula al verlo se soltó cayendo sobre él. Estuvo de baja seis meses.- las carcajadas de su padre se debían estar oyendo en los Estados Unidos.


Sonrojada hizo una mueca al ver que Cris se aguantaba la risa mientras Pedro arqueaba una ceja.- Tendrás que probar otra vez.


-Ni hablar- dijo antes de tomar un trago de agua.


-No puedes vivir en un rancho sin montar a caballo- dijo empecinado.- dijiste que podías aprender.


-¿Eso significa que vuelves a casa?- preguntó su padre inocente.


-¡No!- exclamaron los dos a la vez fulminándolo con la mirada.


Paula miró a Pedro-Soy secretaria, no vaquera. Así que no tengo que subirme a ningún caballo.


-En mi rancho se hace lo que yo diga. ¡Y si digo que tienes que subirte a un caballo, te subes!


Su padre los miraba muy interesado pero ella le ignoró.-Ni de coña. ¡Y no puedes obligarme!


-No pones nerviosos a los caballos. Mira el potro. Sólo tú te puedes acercar a él.


-Eso es hasta que se sube- dijo su padre divertido.


-Papá, no tiene gracia.


-En cuanto te vea sobre el caballo cambiará de opinión, hija. ¿Recuerdas cuando te lleve a aquella granja?


Gimió escuchando a su padre contar al menos seis historias y todas tenían dos protagonistas ella y el pobre caballo que salía despavorido. Al final todos se reían a carcajadas aunque la mirada de Pedro significaba que no se daría por vencido. De hecho estaba más decidido.




TU ME HACES FALTA: CAPITULO 19





Sentada descalza en el suelo del despacho por la tarde, estaba terminando de clasificar los papeles cuando oyó un coche acercándose. Se levantó para salir al pasillo y mirar por la ventana del hall. Gimió al ver a Pedro tras el volante. No podía ver a su padre pero se imaginaba que estaba con él. 


Salió al porche y Pedro la miró de arriba abajo cuando se bajaba del coche.- Pau, ¿dónde están tus zapatos?


Sorprendida se miró los pies, recordando que había dejado las botas al lado de la puerta del despacho. Para sentarse en el suelo estaba más cómoda sin ellas.-Dentro –respondió viendo cómo se abría la otra puerta. Su padre con cara de agotamiento bajó del coche. Llevaba un traje, lo que indicaba que se había subido al primer avión que había pillado sin cambiarse después del trabajo.- ¡Papá!- bajó los escalones del porche mirándolo preocupada. Tenía sesenta y dos años. 


Su pelo rubio como el de ella cuando era joven, ahora estaba totalmente cano. Sus ojos marrones la miraron con alivio- ¿Estás bien?- se acercó a él y le dio un abrazo.


-Paula, por Dios –dijo abrazándola emocionado- ¿Es que te has vuelto loca? ¿Qué te ha pasado en la frente?


-Estoy bien, un golpe tonto- dijo arrepentida apartándose para mirarlo bien- Es que…


-Pau ¿por qué no llevas a tu padre dentro para que descanse un poco y tome algo fresco? Está algo acalorado.


Miró a Pedro por encima del coche que estaba muy serio- Sí, claro. Ven, papá. Te va a encantar la casa, parece un museo.


Su padre pasó un brazo por sus hombros besándola en la frente. Parecía que no la quería soltar por si desaparecía. 


Subieron los escalones del porche con Pedro detrás, que llevaba la maleta de su padre. Fueron hasta el salón y se sentó en el sofá con su padre al lado que la cogió de las manos.- Hija ¿qué ha pasado?


Paula sonrió- Tengo un trabajo estupendo aquí, papá.


-¿Pero te das cuenta de lo que dices?-dijo horrorizado mirando a su alrededor. Pedro se tensó y Paula se mordió el labio inferior esperando que no se sintiera insultado- ¡Estás en medio de la nada! ¡Al otro lado del mundo! ¿Por qué no nos has dicho nada de esta locura?- su padre empezó a elevar el tono a medida que le hacía preguntas una detrás de otra. Miró a Pedro de reojo que los observaba con los brazos cruzados.


-Voy a ir a por un té helado para ti y después te explico – dijo levantándose del sofá.


-Pau, ponte las botas. Puedes pisar algo y hacerte una herida.- le dijo Pedro al pasar a su lado.


Asintió saliendo de salón y escuchó a los hombres hablar. 


Corrió al despacho y después de limpiarse los pies se puso las botas. Fue hasta la cocina donde Gwen ya tenía preparada una bandeja con té helado y unos sándwiches. 


Gimió antes de decir mientras cogía la bandeja –Te quiero- La mujer sonrió viéndola salir a toda prisa.


Cuando llegó al salón su padre y su jefe se miraban enfrentados. Aquello no iba bien.- Toma un té, papá. Te sentará bien.


Le dio un vaso y después le llevó otro a Pedro que lo cogió mirándola a los ojos.


-¿Vas a explicarme por qué mi única hija se ha venido al otro extremo del mundo?


Se acercó a su padre que empezaba a enfadarse de veras, pero no se sentó a su lado.- Voy a hacer esto. Aquí estoy bien.


-¿Estás bien? ¿Estás bien? ¡Tú no estás bien!- se levantó- ¿Sabes cómo está tu madre? ¡Al borde de un ataque de nervios!


-Pues no entiendo por qué. Vivo sola desde hace años.


-¡Llevas dos años haciendo locuras y esto tiene que acabar!


-¿Por qué?


Su padre la miró atónito – ¿Cómo que por qué?


-Si quiero hacer todas las locuras que me dé la gana es mi problema. He decidido pasar aquí un año. ¿Qué problema hay en ello? Soy joven, estoy sana y puedo hacer con mi vida lo que me dé la gana.


-¿Sin decirnos nada?- su padre estaba al borde de la apoplejía.


-Sabes porque no os lo dije. Porque sabía que me amargaríais hasta que cogiera el avión. ¡Así que lo hice así para que ya fuera un hecho!- dijo levantando la voz.- ¡Y no sé cómo puedes venir aquí que es donde trabajo a montar el espectáculo como si fuera una niña de cinco años!


-¿Está oyendo lo que me dice?- preguntó su padre mirando a Pedro que estaba apoyado en el marco de la puerta bebiendo tranquilamente su té helado.


-Sí, habría que estar sordo para no oírlos a ambos.- su ironía la sonrojó.- Si quiere que me posicione, no lo voy a hacer.


Atónita vio que no iba a decir nada para ayudarla y él levantó una ceja.-Gracias, jefe.


-De nada.- divertido levantó el vaso representando un brindis antes de beber.


Se volvió hacia su padre- Mira, podría haberlo hecho de mil maneras, pero elegí la que creí mejor para evitar problemas. Para evitar discusiones inútiles que no nos llevarían a ningún sitio. ¡Porque tenéis que discutir cada una de mis decisiones!


Jeronimo Chaves la miró como si no la conociera y Paula gimió porque ahora llegaba el chantaje emocional.- Hija- dijo con voz suave.- ¿No te das cuenta de lo que nos estás haciendo?- Pedro se enderezó y dio un paso hacia ella.-Tu madre y yo siempre queremos lo mejor para ti. – Paula se mordió el labio inferior.- Tú nos tratas como si quisiéramos perjudicarte y no es así. Todo lo que te decimos es por tu bien y porque te queremos.


-Yo también os quiero- susurró ella cruzándose de brazos. –pero eso no significa que tengáis que dirigir mi vida.


-¿Lo dices por la carrera? Cuando te sugerí que estudiaras veterinaria lo hice porque te vi muy perdida.


-¡Quería estudiar periodismo!


-Periodismo- dijo con desprecio- esa es una procesión arriesgada. Veterinaria tiene futuro y tú eres buenísima en eso. –Miró a Pedro- ¿Sabe que es veterinaria?


Pedro asintió seco y su padre sonrió- Era la mejor de la clínica donde trabajaba. Yo le conseguí el trabajo y su jefe estaba más que encantado con ella. ¡Y lo dejó de la noche a la mañana para ir de secretaria a un despacho de abogados donde cobraba una miseria!- miraba a Pedro como no lo pudiera creer- Y ahora hace esto.- Volvió la vista a Paula que estaba al borde del llanto- ¿Es por lo de Carlos? Hija, eres preciosa y tendrás mil hombres en Nueva York que harán cola para salir contigo…


-No es por lo de Carlos- dijo casi sin voz sintiéndose humillada porque dijera todo eso delante de Pedro.


-Sé que fue una decepción terrible después de tanto tiempo pero conseguirás otro novio...


-¡No es por lo de Carlos! –gritó harta.- ¡Aquí gano lo suficiente para pagar la entrada de un apartamento y es una aventura! ¿No lo entiendes?


-Pau, tranquilízate.- Miró a Pedro casi con desesperación.-Señor Chaves, entiendo que para ustedes tiene que haber sido un shock enterarse de que su hija ha salido del país pero tienen que darse cuenta que aquí no está mal. Que está trabajando en lo que quiere y está bien pagada. Realmente el problema es que no sigue las directrices que ustedes le marcan y se sienten frustrados.


-¡No es así!- dijo su padre indignado- Pero hacerlo de esta manera…


-Eso ya ha quedado claro, pero no se ha preguntado como tenía que sentirse ella para hacer algo así. Sólo le recrimina su actitud sin preguntarse cómo se sentía ella.


Su padre se sonrojó avergonzado- Lo dice como si fuéramos unos tiranos.


-Como usted ha dicho quieren lo mejor para ella. Pero para ustedes y para ella lo mejor no es lo mismo. Y como es su vida, tiene que decidir ella.


-Yo no quiero haceros daño- dijo ella suavemente- Me da la sensación de que os decepciono continuamente.


Su padre la miró atónito- Por Dios hija ¿cómo puedes decir eso?- se levantó y fue hasta ella –Eres la mejor hija del mundo ¿cómo vamos a sentirnos decepcionados?- la abrazó fuertemente y ella se aferró a él sintiendo que las lágrimas corrían por sus mejillas- Es que queremos protegerte. Eres nuestra niña. – la besó en la coronilla


-Te quiero, papá.


-Lo sé.


-Pero no me voy.


Su padre se echó a reír y se apartó para mirarle la cara- Todavía me quedan tres días.





TU ME HACES FALTA: CAPITULO 18





En cuanto llegaron a la casa les sirvieron una comida digna de un rey. Cristina les comentó que su amiga había mejorado y estuvieron hablando un rato sobre la vida en un rancho. – ¿Sabes, Pau? Estaba pensando en montar una fiestecita para que conozcas a los vecinos.


Ella se sonrojó intensamente. Era una empleada y lo de la fiesta le parecía algo exagerado- No creo que…


-Me parece una idea estupenda.- dijo Pedro antes de levantarse de la mesa del comedor.- Me voy que tengo mucho trabajo pendiente. Nena, cuando vayas al establo que me llamen por radio.


-¿Cómo?- confundida le vio salir y miró a Cris – ¿Qué ha querido decir?


-Que le llames por la radio que tiene en el coche.-Cris se levantó y cogió una especie de walki . –Básicamente nos comunicamos así. Fuera de la casa hay poca cobertura en el móvil.


-Entiendo.-ayudó a llevar los restos de comida a la cocina y cuando estaba fregando los platos después de las protestas de Gwen dijo – Sobre lo de la fiesta…


-Pau, te vas a quedar un año. ¿No quieres conocer a gente de tu edad?-Se encogió de hombros- En la fiesta del sábado conocerás gente, pero también quiero que conozcas a nuestro vecinos y amigos- Cris le guiñó un ojo –Te gustarán, ya verás.


Suspiró pensando que el sábado era dentro de cinco días. 


Esperaba que su padre se hubiera ido para entonces porque si no, no podría ir sin él. Y eso significaba que le estaría dando la charla para que se fuera con él durante toda la noche sin dejarla disfrutar.


Cuando terminó fue hasta el despacho y suspiró mirando a su alrededor- Bueno, tienes que empezar por algún sitio. 


Decidió comenzar por la mesa, así que quitó todo lo que había encima y lo amontonó en una esquina del despacho. 


Cogió todos los papeles y los fue colocando en pilas sobre el suelo hasta dejar el despacho totalmente despejado. Miró el reloj y sonrió pues sólo había tardado una hora. Contenta fue a abrir dos ficheros de madera que había allí. Le chocó un poco que fueran de madera, pero viendo el resto de la casa no tenía por qué extrañarse. Los revisó por encima y abrió los ojos como platos al ver que había documentos de mil novecientos treinta. –Pero…- abrió otro de los cajones del fichero y sacó otros.


Facturas de unas ovejas de mil ochocientos noventa. 


Aquellos eran documentos históricos y le sorprendía que los tuvieran allí. Tenía que descubrir como conservarlos. Eran parte de la historia de la familia de Pedro.


Lo dejó todo en su sitio y cogió los libros de contabilidad. Al menos sólo faltaban las cifras del último mes y eso no estaba del todo mal. Suspiró mirando las pilas porque se suponía que allí estaba todo lo que necesitaba. Se sentó ante las pilas y empezó a separar las facturas por fechas. Se le pasó el tiempo volando y cuando se dio cuenta se le había echado la hora encima para darle la medicación a Rufus. 


Salió corriendo hasta el garaje para ir al establo. Cuando llegó en el quad, recordó que no había avisado a Pedro pero no le dio importancia. Entró en el establo con paso firme y allí estaba Scott holgazaneando sentado en un montón de paja. Sin dirigirle la palabra se acercó al box de Rufus que estaba de pie. –Bonito- dijo sonriendo- Estás mucho mejor, ¿verdad?- abrió la puerta y le acarició entre los ojos.-Eso es que el tratamiento funciona. –Le dio un beso en el hocico y le acarició el cuello.


Miró el agua y sonrió al ver que había bebido bastante- Así me gusta.- le dio dos palmadas en el lomo y salió del box. –Scott, trae agua para Rufus.


-Sí, señorita- dijo como si fuera muy pesada.


Se mordió la lengua y fue hasta el cuarto donde estaban las medicinas. Frunció el ceño al no encontrar el antibiótico que había visto para echar en el agua. Sólo había el que se suministraba por vía. Lo volvió a revisar y estaba segura de que había desaparecido. –Mierda.


Volvió a salir y vio a Scott con un cubo de agua entrando en el box de Rufus. No tenía otra opción que ponérselo por vía. Pensó en qué hacer pues Scott no la ayudaría en nada.


Gimió de alivio al ver entrar a Bill.- Pau ¿qué haces aquí?- el hombre se acercó sonriendo.


-Me vienes de perlas- dijo viéndole llevar su caballo hasta uno de los box.


Detrás de él venían varios más y supuso que habían terminado de marcar las reses- ¿Qué necesitas?


Scott corrió a quitar la silla del caballo de Bill mientras este se acercaba a ella- ¿Qué necesitas?


-Tengo que ponerle una inyección a Rufus.- dijo cogiendo los guantes y poniéndoselos.


-¿Estás segura?- preguntó mirando al caballo.


-Lo sé, pero ha desaparecido el antibiótico para diluir en el agua.- el amigo de Cris entrecerró los ojos- Y como no tengo más, sólo tengo esta opción.


-De acuerdo ¿qué tengo que hacer?


Varios hombres se acercaron y ella levantó una mano – ¡Quietos ahí! ¡Vais a poner nervioso a Rufus!


Se detuvieron en seco y ella preparó la jeringuilla. –Bill, sólo quiero que le hables al caballo y le acaricies entre los ojos para relajarlo.


-Bien.


Ella entró en el box y cerró la puerta para que el caballo se sintiera seguro. Bill se acercó y siguiendo sus indicaciones empezó a susurrar al caballo que era un buen chico. 


Mientras tanto, ella acariciaba su cuello para localizar la vena. Cuando estuvo segura acercó la aguja. Muy despacio la introdujo soltándola y dejándola colgando cuando Rufus se movió. –Tranquilo, bonito- susurró ella –Lo peor ya ha pasado.


Le acarició acercándose otra vez y sacó algo el embolo de la jeringa para comprobar que entraba sangre, asegurándose que había pinchado la vena. Al ver que era así, inyectó el antibiótico y retiró la jeringa con cuidado


-Increíble, casi no se ha movido.-dijo Billy.


-¿Tienes ahí la radio?


-Sí.


-Llama a Pedro. Quiero que venga.


Bill la miró muy serio y se apartó mientras ella abría la puerta.- ¿Qué ocurre, Pau?


-Alguien se ha llevado ese antibiótico- le susurró ella- Quiero que venga para que lo sepa y haga algo.


-Aquí entra mucha gente al día ¿Quién crees que lo ha hecho?


Miró a Scott y Bill palideció- Estás hablando en serio ¿verdad?


-El potro blanco está aterrorizado y ayer no tenía una llaga que hoy le he encontrado en la rodilla. Encontré la vara y sólo pudo ser él o Alvaro. – Se cruzó de brazos mirando a Bill fijamente- Él estaba cuando dije que tendría que darle el antibiótico que ha desaparecido ¿tú qué crees?


-¡Scott!- gritó Bill furioso girándose hacia el chico.


Scott estaba quitando las riendas a uno de los caballos y se acercó corriendo- ¿Sí, papá?


Paula se quedó de piedra- ¿Es tu hijo?


-Sí- dijo entre dientes. Bill se puso tenso al ver como se acercaba el muchacho- ¡Ven aquí!


El chico se acercó arrastrando los pies- ¿Dónde está?


-¿El qué? –preguntó agresivo.


-¡El antibiótico!- Bill estaba furioso y Paula se asustó.


-Bill, tranquilízate- dijo Jose que llegó en ese momento.


-¡No te metas!- le señaló con el dedo- Esto es entre mi hijo y yo.- volvió a mirar al chico- No te lo repito más. ¿Dónde está el antibiótico?


Scott la fulminó con la mirada.- ¿Ella te ha dicho que lo tengo yo? Está mintiendo


Bill lo cogió por el cuello de la camisa y Paula miró alrededor nerviosa. Ninguno hacia nada.


-¡Te lo advertí!- le pegó un bofetón que lo tiró al suelo.


Madeline jadeó llevándose la mano al pecho- ¡Bill! –se acercó al hombre y le cogió por el brazo para detenerlo.


-Desde que murió tu madre no has causado más que problemas y estoy harto. Que hayas intentado hacer daño al hombre que salvó mi vida no te lo perdono.


-¡Me importa una mierda!- gritó Scott levantándose del suelo lleno de furia.- Sólo vives para los Alfonso. ¡Me dais asco!


-¿Muerdes la mano de quien te da de comer?- Billy iba a levantar otra vez el brazo pero ella se lo impidió.


-Por Dios, Bill. Tranquilízate.


-¿Qué coño pasa aquí?- Los hombres se apartaron para dar paso a Pedro y Alvaro.


Suspiró de alivio al ver a Pedro. Paula estaba pálida por todo lo que había sucedido. –Bill ¿qué ha pasado?- su jefe la miró con los ojos entrecerrados y dejó caer los brazos.


-Al parecer, aquí mi hijo ha robado el antibiótico de Rufus- dijo furioso.


-No lo hice. Sólo lo escondí para que la pija se pusiera nerviosa.- dijo con sorna.


Paula le miró como si fuera idiota porque Pedro dio un paso hacia él moviendo la cabeza de un lado a otro.- ¿Qué voy a hacer contigo, Scott?


-¿Qué voy a hacer contigo, Scott?- repitió el chico con burla.


Pedro para sorpresa de todos sonrió y antes de darse cuenta había cogió al chico del cuello y lo había tirado dos metros más allá. Paula se quedó con la boca abierta y miró a Bill que sonreía con los brazos cruzados- Te lo advertí esta mañana, chaval. Nadie daña lo que es mío y menos a propósito. – se acercó lentamente mientras Scott pataleaba hacia atrás para intentar huir y lo cogió de la pechera de la camisa levantándolo hasta ponerlo a su altura. Paula miró la herida de Pedro que seguramente le tenía que estar doliendo horrores del esfuerzo- Tu padre es amigo mío pero no voy a consentir que me jodas.


-¡Estoy harto de todos vosotros! – le gritó a la cara –Os odio, os odio a todos los malditos Alfonso. Sólo sois…- no pudo decir nada más porque Pedro le dio un puñetazo que le dejó inconsciente.


Atónita por su comportamiento y por el comportamiento de Bill, se quedó en shock. Pero ¿qué era aquello? ¿El oeste?


Al chico lo levantaron entre dos, sacándolo del establo mientras Pedro se giraba para mirar a Bill- Lo siento amigo, pero ya sabes lo que hay.


-Lo entiendo perfectamente.- Bill parecía avergonzado pero intentaba aparentar serenidad- Siento todo esto, de verdad.


-No es culpa tuya. –Pedro se acercó y le dio una palmada en el hombro.-Si quieres le consigo trabajo en otro sitio- le dijo en voz baja.


-No, ya es hora que se abra camino solo para que sepa lo que es. Pero de todos modos, gracias.


Pedro la miró a ella y apretó los labios- Nena, vete a casa.


-Pero…- miraba a su alrededor atónita sin entender cómo podían tratar así a un chico de apenas dieciocho años.


Pedro se acercó y la cogió por la nuca levantándole la cara para que lo mirara- Vete a casa, yo voy enseguida.


Se sintió culpable de lo que había pasado. Bill aparentaba serenidad, pero en sus ojos se le veía el dolor por lo que acababa de ocurrir. Asintió separándose de él y salió del establo sin que nadie le dirigiera la palabra.


Cuando llegó a la casa, Cris estaba en el porche y al verle la cara preguntó- Querida ¿qué ocurre?


Con ganas de desahogarse le dijo todo lo que había pasado y cuando terminó, Cris tranquilamente le sirvió un té helado- Los hombres han hecho bien.


-¿Cómo puedes decir eso? Es un chaval que no sabe lo que hace….


-Este tema lo he hablado con Bill una y otra vez –dijo mirándola a los ojos- El chico sabe que tenemos una relación desde antes de que muriera su madre hace un año.
Paula se quedó de piedra y se sentó en la barandilla – ¿Le era infiel contigo?


Cris apretó los labios mirando el infinito-En realidad la mujer de Bill llevaba muerta cinco años. Le dio un ictus del que no se llegó a recuperar nunca.


-Dios mío, qué horror. Pobre chico.


-Y ahí viene el problema- dijo ella irónica- Me odia y le intenta hacer la vida imposible a su padre siempre que puede.


-Entiendo.


-Los hombres han hecho bien. Ya era hora de que alguien le pusiera en su sitio. Quiero a Bill, pero se le había ido todo de las manos. Un día Scott hubiera cometido una tontería por el que acabaría en la cárcel. Así al menos Bill no sufrirá temiendo que organice alguna en el rancho para fastidiarlo a él y a nosotros de paso.


Se quedaron unos minutos en silencio sumidas en sus pensamientos.- Vaya vida más movida que tenéis. He recibido más sobresaltos en tres días que en toda mi vida junta.


Cris la miró antes de echarse a reír. – ¡A ver si va a ser verdad que eres gafe!


-¡No tiene gracia!


Escucharon llegar una camioneta y Cris se levantó- Es Pedro y por la velocidad a la que viene está furioso.


Paula se volvió para ver una camioneta roja detenerse ante la casa derrapando. Pedro la fulminó con la mirada desde el interior y ella gimió. –Huye- susurró Cris tras ella.


Pedro se bajó del coche dando un portazo- ¡Pau! ¿No te había dicho que me llamaras por radio cuando fueras al establo?- le gritó furioso mientras se acercaba a toda prisa.


-Sí- se cruzó de brazos y levantó la barbilla- También me dijiste que podía ir cuando quisiera.


-¡Si te digo que me llamas! ¡Me llamas!- le gritó sin subir los escalones.- ¡Cuando digo algo, lo digo por una razón!


Sabía que había metido la pata y disgustado a Bill por ello, pero no tenía que ponerse así- ¡No me hables en ese tono!- le gritó ella- ¡No es culpa mía que le ocultaras a tu amigo la verdad!


-¡No estoy enfadado por eso! ¡Estoy enfadado porque ese idiota podía haberte hecho algo sólo para joderme!


A Paula le dio un vuelco el estómago. ¡Se preocupaba por ella! Sonrió como una tonta- ¿Y ahora de qué coño te ríes?- subió los escalones atónito.


-¿Estás loco por mí, verdad?


Cris se echó a reír tras ella y Pedro las miró a las dos como si fueran extraterrestres. – ¿Estás mal de la cabeza?


Chasqueó la lengua por su respuesta y puso una mano en su cadera mirándolo de arriba abajo con la cabeza ladeada.- Mira, si te portas bien puede que te perdone este exabrupto tuyo. Y hasta que te dé un besito.


Cris ya se reía a carcajadas mientras que Pedro entrecerraba los ojos- Nena, si te digo algo, quiero que lo hagas ¡Y recuerda quien es el jefe!- Furioso entró en la casa dando un portazo.


-¿Eso significa que no quieres el beso?- preguntó a la puerta cerrada.


-¡Estoy a punto de enviarte de vuelta con tu padre!


Indignada jadeó-¡Te acabas de quedar sin beso!


-¡Pues muy bien!


Paula miró a Cris y se sonrojó ligeramente mientras la tía de Pedro se reía- Sabía que eras adecuada para venir cuando hablé contigo la primera vez, pero ahora estoy absolutamente segura de que encajarás.


-¡Pues vaya ojo que tienes!- gritó Pedro desde dentro.


Puso los ojos en blanco al oírlo y entró en la casa. Fue hasta el despacho para seguir con su trabajo y Pedro estaba allí sentado tras de su escritorio.- ¿Qué coño has hecho? ¡No encuentro nada!


-Ah pero ¿encontrabas algo antes?


-Muy graciosa- abrió uno de los cajones y cogió un documento levantándose de la silla. Pasó a su lado y la cogió por la cintura besándola hasta quitarle el aliento. La soltó de golpe y le dijo muy serio- Si quiero un beso, te lo doy y punto. Como vuelvas a desobedecerme te vas de la finca.


Salió del despacho dejándola de piedra. Se lo había dicho en serio, lo había visto en sus ojos. Tuvo que sentarse porque le temblaban las piernas y se dio cuenta que estaba realmente loca por él. La posibilidad de perderlo le daba miedo. Pero al parecer a él le daba igual hasta el punto de amenazarla con echarla. No se podía creer que con todo lo que habían vivido en tan pocos días todavía le dijera eso.


Decidió que no se iba a dejar intimidar y que tampoco le iba a seguir como un perrito faldero. Y tampoco se iba a acostar con el más hasta que no cambiara su actitud hacia ella. 


Como él decía, lo harían cuando les apeteciera. Pues a ella le había dejado de apetecer hasta nueva orden.


Pedro no se presentó en la cena, así que cenaron juntas Cris y ella charlando sobre el baile del sábado. Pedro había dicho que iría con ella pero no sabía si seguía en pie después de lo que le había dicho en el despacho. Después de cenar le dijo a la tía de Pedro que estaba algo cansada y lo entendió porque todavía no se había acostumbrado al cambio de horario.


Cuando entró en su habitación cerró con llave. Por si acaso, se dijo. Durmió toda la noche de un tirón pero cuando se despertó estaba agotada. Sentada en la cama suspiró llevándose una mano a los ojos esperando recuperarse pronto del jet lag. Se arrastró fuera de la cama y se duchó con agua fría para despejarse.


Se vistió con unos pantalones cortos verdes y una camiseta blanca. Se puso las botas y bajó a desayunar. Gwen estaba en la cocina y sonrió al verla-Buenos días, madrugadora.


-¿Madrugadora?- confundida miró el reloj de la cocina y vio que eran las siete de la mañana.-No pensaba que era tan temprano.- se dejó caer en una silla y sonrió- ¿Te ayudo con el desayuno?


-Tranquila, no eres la primera en levantarte.


-¿Ah no?


-Pedro se ha ido hace dos horas. Al parecer tenía que recoger a alguien en la capital.


Gimió recordando a su padre.


Cuando vio los huevos que Gwen le sirvió, se dio cuenta de que no tenía mucha hambre pero comió para no parecer una desagradecida.


Después fue a ver los caballos y contenta por los resultados de Rufus fue hasta el box del potro y estuvo un rato con él dándole mimos. Ya se acercaba solo al verla y buscaba sus caricias. Era un buen progreso.