viernes, 18 de junio de 2021

NO TODO ESTÁ PERDIDO: CAPITULO 49

 


Tirar las cosas que no necesites.


Guardar solo las cosas necesarias.


Llamar a la inmobiliaria.


Dejar de pensar en Pedro


Paula miró la lista sobre la mesa de la cocina. Eso último no estaba incluido. Tenía una lista mental de cosas que no debía hacer, por ejemplo no mirar atrás o no llorar pero, por el momento, no lo había conseguido.


Temía haberle hecho daño a Maite al dejar que se encariñase con Pedro y se preguntó si la niña lo echaría de menos.


«Tanto como yo».


La gala había sido un éxito en todos los sentidos y, además de los cheques que les entregaron esa noche, habían recibido varias transferencias al día siguiente. El problema era que el corazón de Paula ya no estaba en el proyecto porque al ver que Susy y Pedro subían juntos a su coche se había dado cuenta de que iban a celebrar en privado el éxito de la gala.


Paula había cumplido con su cometido y Pedro ni siquiera se había quedado para decirle adiós.


Como una tonta, había albergado esperanzas de retomar su matrimonio, pero verlo marcharse con Susy había sido la gota que colmó el vaso. No tenía nada más que hacer en Red Ridge y no tenía sentido alargar el divorcio.


Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas. Tenía que ser fuerte para Maite, pero por dentro estaba absolutamente rota.


Secándose las lágrimas con el dorso de la mano, tomó papel burbuja para envolver una copa de cristal Waterford.


–No creo que vaya a necesitar esto en algún tiempo –murmuró.


Maite estaba en su trona, fascinada por el ruido del papel burbuja, cuando sonó el timbre.


–Debe ser tu tía Jorgelina. Ha venido para ayudarme a guardar las cosas.


Su ayudante era un regalo del cielo, pensó. Llevaba dos días encerrada en el apartamento y era hora de vivir de nuevo.


Pero cuando abrió la puerta se quedó helada.


–¿Qué haces aquí?




NO TODO ESTÁ PERDIDO: CAPITULO 48

 

Pedro no tenía tiempo para discutir. Seguía intentando entender por qué Paula se había marchado del rancho sin decirle nada. De modo que se sentó en el sofá y, cuando Sergio puso la taza de café sobre la mesa, se lo tomó de un trago.


–Paula te vio marchándote de Penny's Song con Susy.


–Su padre sufrió un infarto anoche y tuvieron que llevarlo a Phoenix. Susy estaba muy angustiada y decidí ir con ella… y me alegro de haberlo hecho porque su padre ha muerto. Era un buen amigo, Sergio.


–Lo siento mucho.


–Llamé a Paula varias veces para explicárselo, pero su móvil estaba apagado.


–Me dijo que querías hablar con ella después de la gala y luego te vio marcharte con Susy… estaba tan triste que no quería escuchar excusas. Eso es lo que me dijo –le contó Sergio. –Pensaba que vuestro matrimonio estaba irremediablemente roto, que habías decidido quedarte con Susy, por eso se ha marchado. Y por eso ha firmado los papeles del divorcio.


–Pero yo no quiero el divorcio.


–Tendrás que hacérselo entender a Paula –dijo Sergio. –Verás, hay cosas que no sabes… cuando éramos pequeños, mis padres estaban volcados en mí debido a mi enfermedad y se olvidaban de ella continuamente. Estaban todo el tiempo conmigo, llevándome a especialistas, cuidándome, haciéndome compañía en el hospital. No tenían tiempo para Paula y yo me daba cuenta, pero era demasiado joven como para saber cuánto iba a afectarle en el futuro. Siempre ha sido una persona fuerte y mis padres pensaban que no los necesitaba, de modo que no se ocupaban de ella. Paula se ha visto forzada a ser independiente desde muy pequeña y temía cometer los mismos errores que mis padres cuando tuviese un hijo, por eso quería esperar. Ha tenido que defenderse sola durante mucho tiempo y no quiere depender de nadie.


Pedro intentó asimilar esa información.


–¿Por eso se ha ido?


–Creo que sí. Ella quiere ser lo primero para alguien, es lo que siempre ha querido. Y cuando le enviaste los papeles del divorcio, se le rompió el corazón.


–Maldita sea –Pedro se pasó una mano por el pelo. –Muy bien, lo entiendo. Y te agradezco mucho que te hayas quedado para explicármelo.


–Deberías dormir un rato. Tienes muy mala cara.


–Hazme un favor, no le digas nada de esta conversación. Tengo que explicárselo yo mismo, tengo que pedirle perdón en persona.





NO TODO ESTÁ PERDIDO: CAPITULO 47



Pedro se pasó una mano por la cara. Llevaba veinticuatro horas despierto y le mucho dolía la cabeza.


Había ido con Susy cuando se llevaron a su padre a un hospital en Phoenix y la llevó a casa cuando volvieron a Red Ridge.


Paula no había respondido al teléfono en toda la noche.


Pedro llamó a la puerta de la casa de invitados, impaciente.


–¡Paula!


La puerta se abrió y Pedro dejó escapar un suspiro al ver a su hermano.


–Hola, Sergio.


–Hola, Pedro.


–¿Está Paula en casa?


–No, no está. Ha vuelto a Nashville.


–¿Ya se ha ido? Pero no tenía que irse hasta mañana.


–Lo sé, entra –dijo Sergio. –Tenemos que hablar.


Pedro entró tras él en la casa, desconcertado.


–¿Por qué se ha marchado sin esperarme? ¿Y por qué estás tú aquí?


–Estoy aquí porque se lo debo a mi hermana. Sabía que vendrías tarde o temprano y quería contarte algo. Siéntate, te lo explicaré todo mientras tomamos un café.