jueves, 27 de junio de 2019

CAER EN LA TENTACIÓN: CAPITULO 26





Muy poca gente conocía ese sueño. Paula no quería que nadie se riera de ella, reacción que seguramente tendría la mayoría de quienes la conocían. Después de todo, ella era lo opuesto a su hermana. Y Luciana había sido la encargada de pronunciar el discurso de despedida el día de su graduación.


Paula siempre había sido la candidata ideal para ingresar en la mansión Playboy.


—Paula, ¿me estás escuchando? ¿Qué has hecho desde que yo me marché?


Poca cosa. Se había ocupado de todos los asuntos relacionados con el bar, había estado buscando trabajo a través del periódico y también un apartamento donde vivir. Y todo eso ella sola. Incluso había tenido algo así como un encuentro sexual con el hombre más atractivo que había conocido nunca. Pero no podía contarle nada de eso a su hermana.


—Estoy ocupada —fue lo único que dijo.


Estaba demasiado cansada para seguir con los juegos familiares.


—Por favor, Paula. Tenemos que hacer todo lo que está pendiente.


Como si a Luciana le importara. La Tentación ya no era de las dos. Paula estaba allí sola.


—Sí, lo haremos —dijo con cierta ironía.


La voz se le rompió un poco. Echaba de menos a su hermana. Echaba de menos a Tamara, y a Graciela, que había estado ocupada el fin de semana con su reunión del instituto. ¿Cómo era posible que, teniendo tanta gente alrededor, ella se sintiera tan sola?


Nunca se había sentido así. Pero en aquel momento, cuando revisaba todo lo que tenía que hacer en las próximas semanas, se sintió tremendamente sola. Tenía que vender sus recuerdos pieza a pieza, despedirse de cosas a las que tenía mucho aprecio, empaquetar su vida e intentar averiguar dónde dirigirse a continuación.


Levantó la mirada y miró al escenario. Desde allí, Alfonso se encontró con su mirada. Frunció ligeramente el ceño y ladeó la cabeza, 
preguntándole sin palabras si estaba bien.


Y de pronto, aunque dos días antes él era un extraño para ella, Paula sintió de nuevo lo que llevaba experimentando desde el primer momento en que lo había visto: que mientras Alfonso estuviera cerca de ella, no volvería a sentirse sola nunca más.



CAER EN LA TENTACIÓN: CAPITULO 25




Paula seguía sin poder sacarse de la cabeza el inesperado encuentro en la cocina de su apartamento. Cada vez que se humedecía los labios percibía el sabor de él. Y la forma en que él parecía hacerle el amor al micrófono cuando cantaba contribuía a recordárselo.


Cuando cambiaron de tema por el de Light my fire y Alfonso animó a todas las mujeres a que «encendieran su fuego», Paula estuvo a punto de comportarse como una quinceañera en su primer concierto y lanzarle su ropa interior. Sus braguitas minúsculas, como las que habían provocado una reacción tan intensa en él la pasada noche.


—¿Paula, no me oyes? ¡El teléfono está sonando!


Paula salió de sus pensamientos y miró a Dina, que debía de llevar un rato intentando llamar su atención. Agarró el teléfono y se fijó en el número.


Era Luciana. Seguramente llamaba para soltarle uno de sus sermones y ella no estaba de humor para escucharlo. Si su hermana estaba tan segura de que ella no podía manejárselas sola, ¿por qué se había ido de viaje cuando más la necesitaba? Para Paula, Luciana había perdido su derecho a protestar en cuanto había salido por la puerta sin preocuparse de lo que sucedería con el legado familiar.


Paula decidió contestar.


—La Tentación, ¿dígame?


—¿Paula?


—¿Lucy? —contestó ella sabiendo que ese apodo molestaba mucho a su hermana.


—¿Has telefoneado ya a la casa de subastas? Necesitamos el dinero que saquemos de los muebles para pagar al proveedor de bebidas.


Estupendo, nada como un poco de conversación intrascendente para comenzar. Paula no pudo contenerse.


—Hola, hermana querida, ¿cómo estás? ¿Qué tal te ha ido el día? Debe de ser muy difícil resolver todos los asuntos tú sola, ya que yo me he marchado y te he dejado allí tirada sin pensar en nadie más que en mí misma...


—Por favor, Paula, no empieces —contestó Luciana—. Te irá bien. Sólo tienes que seguir los puntos de mi lista.


La estúpida lista de su hermana, en la que detallaba, como si fuera para tontos, cada paso a seguir.


—¿Qué lista? —preguntó Paula.


Comenzó a dolerle la cabeza y no supo si era por la música o por los nervios de ser siempre la oveja negra de la familia Chaves.


—La que dejé pegada en la barra del bar y que explicaba paso a paso lo que tenías que hacer esta semana —respondió Luciana y dejó escapar un suspiro de indignación casi inaudible.


Pero Paula lo oyó. ¿Por qué le resultaba tan difícil contarle a su hermana cómo se sentía, abrirse a ella y cambiar la relación que tenían? Luciana era simpática, lista y maravillosa. La escucharía, ¿por qué no iba a hacerlo?


En el fondo de su corazón, Paula sabía que Luciana quizás la oyera, pero no la escucharía, no le prestaría atención. Así que le respondió como la antigua Paula. Su hermana sí comprendería esas palabras y esa actitud porque era lo que esperaba de ella.


—O sea que era eso... Alguien derramó whisky sobre ella el viernes por la noche y la tiré a la basura.


Se produjo un silencio tenso y Paula casi se arrepintió de su mentira. Nadie había derramado whisky sobre la maldita lista. Paula la había arrancado a sabiendas y la había tirado a la basura el mismo día que su hermana se había marchado de viaje. Ya que todo el mundo la dejaba sola en los últimos momentos de La Tentación, al menos ella cerraría el negocio a su manera.


—Te enviaré otra copia por e-mail. Y llama a la casa de subastas mañana a primera hora.


Paula negó con la cabeza. Luciana seguía siendo la misma, la que nunca se creería que ella había llamado a la casa de subastas el jueves. También había ido al banco, había encargado suficientes bebidas para todo el mes, había buscado la empresa de mudanzas... Y además había solicitado un formulario de inscripción en la universidad. Quizás no estuviera loca por querer estudiar una carrera y perseguir su sueño secreto de convertirse en profesora de instituto.



CAER EN LA TENTACIÓN: CAPITULO 24




El domingo por la noche, Paula supo con certeza que su plan de volverse responsable, respetable y una buena chica no iba a prosperar. 


Y todo, debido a un músico tremendamente atractivo y atento llamado Alfonso, que la había tenido en la palma de su mano literalmente la tarde anterior.


Y que en ese preciso momento estaba haciendo el amor verbalmente con otras cincuenta mujeres.


—Lo que daría por pasar una hora a solas con ese hombre...


Paula no tuvo que mirar para saber quién había hecho ese comentario, una pelirroja que llevaba un buen rato comiéndose a Pedro con los ojos. 


En realidad, todas las mujeres de la sala estaban pensando lo mismo, cómo sería pasar una hora, o mejor toda una noche, con él.


—Me alegro tanto de haberme enterado de esto... —continuó la pelirroja—. ¡De no ser así, esta noche estaría en la parroquia estudiando la Biblia!


—Estoy segura de que Dios lo comprenderá —murmuró Paula sin preocuparse en disimular su sarcasmo.


Pero ese sarcasmo no hizo mella en la lujuria de aquella mujer, que asintió con vehemencia.


Paula observó a la multitud congregada en el local. La mayoría eran mujeres tan desatadas como la pelirroja. Después de los conciertos del viernes y el sábado, se había extendido la voz de lo bueno que era el grupo y de lo guapos que eran sus integrantes. A las siete de la tarde se había formado una cola en el exterior del bar. El local estaba lleno a reventar por primera vez en muchos meses. A Paula le parecía que todas las mujeres del país se habían juntado allí. Y estaba segura de que muchas habían llegado solas, pero tenían intención de marcharse acompañadas.


Algo en su interior se encogió. Si él abandonaba el local con otra mujer que no fuera ella, se moriría. Le costaba admitirlo porque eso indicaba que de nuevo estaba obsesionada con un tipo de hombre que ella misma se había impuesto evitar. Pero no sólo no lo había evitado, sino que se había entregado a él por completo.


—Aquí tienes tu copa —le dijo a la pelirroja.


Había puesto una cantidad extra de alcohol para evitar que la mujer se lanzara sobre el escenario. Según le acercaba la copa, Paula derramó un poco de su contenido sobre la barra. 


Le temblaba el pulso, algo insólito en ella. En realidad, le temblaba todo el cuerpo, estaba tensa, alerta. Llevaba así desde que él había traspasado la puerta dos días antes.


Sin duda, necesitaba un revolcón. Y tenía que ser con él.


«No, eso es lo que haría la antigua Paula», se recordó a sí misma.


La nueva Paula no se dejaba dominar por el sexo ni por su amor por la aventura. Aunque era agradable preguntarse «¿Y si...?». Eso era justo lo que había estado haciendo después de lo que le había hecho sentir Alfonso usando sólo su mano y su boca; por no mencionar su voz seductora susurrándole palabras eróticas al oído.


Paula cerró los ojos y suspiró al recordarlo.


¿Qué hubiera sucedido si Dina no los hubiera interrumpido? ¿Y si ella se hubiera caído antes y hubieran estado más tiempo a solas? ¿Y si él se hubiera olvidado las llaves el sábado y hubiera regresado a buscarlas igual que hizo el viernes? ¿Habría tenido ella la fuerza para mantener las barreras?


Seguramente no.


Su imaginación se llenó de fantasías sobre qué hubiera sucedido si caían sus barreras.


—Necesito dos martinis y dos cervezas —dijo Vicki, una vieja amiga de Paula que había acudido a ayudarla esa noche—. Y a lo mejor también un poco de músico para acompañarlo.


Paula la miró con los ojos entrecerrados.


—¿Cómo dices?


Vicki suspiró.


—Me encantaría saborear un sándwich de músico.


—Pues será mejor que sea del músico rubio —le espetó Paula sin pensar.


Vicki la miró atónita.


—Caray, chica, ¿cuál de los morenos es el que te interesa?


Paula deseó haber mantenido la boca cerrada. 


Desvió la mirada y se concentró en preparar las bebidas.


—No importa —dijo mientras las colocaba sobre la bandeja de su amiga.


Vicki le guiñó un ojo. Conocía a Paula desde hacía suficiente tiempo como para saber cuándo le gustaba un hombre.


—¿Es el de los teclados o el bajista del pelo largo?


—¿Tú qué crees?


—El bajista —respondió Vicki sin dudar—. Es increíblemente atractivo. Y me resulta familiar, pero no sé por qué. Debe de ser su aspecto de estrella de cine.


Vicki se marchó. Paula se concentró en preparar el resto de bebidas y dejó de prestar atención a la música. Cuando el ritmo bajó un poco, se detuvo a escuchar a la banda y reconoció una vieja canción. Las notas del bajo que tocaba Alfonso resonaban en el interior de su pecho y la forma en que él cantaba el Bad to the bone le provocó el deseo, igual que al resto de las mujeres de la sala, de averiguar cómo podía ser él de malo.