martes, 19 de abril de 2016

ILUSION: CAPITULO 14





Mientras atravesaba junto a Andres el enorme vestíbulo al aire libre del Sagittarius Resort, Pedro consideró la posibilidad de que Andres tuviera razón sobre el peligro que suponía pasar tiempo con Pau. La noche anterior, cuando la sacó del agua, lo había invadido una irresistible necesidad de protegerla.


–Quizá deberíamos pasar aquí un par de días de incógnito –sugirió Andres–. Ya sabes, para examinar las instalaciones y ver cómo funcionan las cosas.


Luis estaba encargándose de revisar las cuentas de la empresa, mientras Pedro y Andres se ocupaban de investigar el potencial del complejo. Hasta el momento habían visto la playa, la piscina, el restaurante junto al mar y el restaurante de alta cocina situado en el último piso. Lo siguiente era echarle un vistazo al campo de golf de dieciocho hoyos.


Andres le señaló el bar y los dos se dirigieron hacia allí. Era un local de doscientos metros cuadrados con pantallas gigantes de televisión, suelos de madera y mesas de billar. 


Todo ofrecía un aspecto impecable.


–Deberíamos celebrar aquí la despedida de soltero de Mateo –sugirió Pedro–. Una partida de golf, hamburguesas, cervezas, billares y quedarnos a dormir.


Andres sonrió.


–Me gusta. Podríamos convencer a Erika y a las damas de honor que prueben el spa.


Pedro se imaginó a Pau en un spa. El teléfono empezó a sonar.


–Hola, Mateo. ¿Estás en tierra?


–Acabamos de aterrizar y vamos camino de la terminal.


–Bienvenido a casa.


–Gracias. Ha sido toda una aventura. ¿Nos vemos esta noche?


–Claro –respondió mientras él y Andres salían del bar y se dirigían hacia el campo de golf–. Andres y yo estamos viendo un sitio para tu despedida de soltero.


–¿Andres está en la ciudad?


–Sí.


–¿Se quedará a la boda?


–Espera –se apartó el móvil de la boca–. Mateo quiere saber si irás a la boda.


–Ya le he dicho a Tamara que seré su acompañante.


–¿En serio?


–Me lo pidió ella. Y aún no la he visto desnuda.


–Cuidado con lo que haces –le advirtió Pedro, pero Andres se limitó a reír–. Irá con Tamara –le dijo a Mateo.


–Genial –se oyó una voz de fondo–. Erika pregunta cuándo os habéis reconciliado Paula y tú.


–¿Ha leído el Morning Break? No estamos juntos –le aclaró Pedro–. Todavía.


Se oyó un pitido de fondo, seguido por una voz que sonaba por los altavoces del avión.


–Hemos llegado. Te llamaré cuando llegue a casa. Y gracias por tu ayuda.


–No hay de qué.


Andres abrió una puerta de cristal que conducía a un patio y a la tienda de regalos.


–No me entusiasma mucho la idea de que acompañes a Tamara a la boda –confesó Pedro.


–¿Por qué no? Ella no tiene novio y yo ya conozco a Mateo y a Erika. Me parece una solución perfectamente lógica.


–Solo quieres acostarte con ella.


–¿Y eso qué tiene de raro? ¿Tú la has visto bien?


–Es la amiga de Pau, Andres.


–Y tú eres el ex de Pau. No te debería importar. Además, no le he ocultado mis intenciones. Ella sabe perfectamente lo que pretendo.


–Espero que se lo hayas dejado muy claro.


Andres se rio.


–Descuida. Me ha dicho que puedo esperar sentado.


El móvil de Pedro volvió a sonar. No reconoció el número, por lo que supuso que se trataba de una llamada de trabajo.


–¿Diga?


–¿Señor Alfonso?


–Sí.


–Soy Geoff Wilson, de Los Angeles Star Daily. Estoy escribiendo un artículo sobre Chaves Media y me preguntaba si podría comentar algo sobre su supuesta reconciliación con Paula Chaves.


Pedro sabía que no podía enemistarse con la prensa sin perder el apoyo de Conrad, de manera que, en vez de colgar, eligió cuidosamente sus palabras para arrojar unas migajas con que contentar al reportero.


–Mi relación con la señorita Chaves es un asunto privado.


–En el Weekly Break aparece una foto de ella sin anillo de compromiso. ¿No le sorprende que no lleve el anillo?


–Pues no –Pedro cubrió el micro con la mano y le susurró a Andres–. Llama a Paulaa con tu móvil –tenía que prevenirla contra una posible llamada de la prensa y asegurarse de que sus respectivas historias coincidieran.


Andres arqueó las cejas, pero sacó su móvil y buscó el número de Paula.


–¿Está diciendo que no hay compromiso? –le preguntó el reportero.


–Estoy diciendo que es un asunto privado.


–¿Dónde está el anillo?


–La señorita Chaves y yo agradeceríamos que se respetara nuestra intimidad mientras…


–¿Están otra vez juntos o no?


–… mientras decidimos si nos damos otra oportunidad. La familia Chaves ha pasado por unos momentos muy difíciles.


–¿Cómo se siente al estar a la sombra de su novia en Chaves Media?


–A eso no puedo responderle, puesto que ya no trabajo en Chaves Media.


–¿Le ha despedido ella?


Pedro quería acabar aquella conversación, pero tenía que mantener a la prensa satisfecha.


–He presentado mi dimisión. Ahora estoy buscando oportunidades para establecerme por mi cuenta.


–¿Volverá a Chaves Media después de casarse con Paula?


–Chaves Media está en las mejores manos posibles. Paula Chaves será una directora excelente. Estoy seguro de que su padre estaría orgulloso.


–¿Orgulloso de cómo intentó impugnar su testamento?


Pedro se sintió como si estuviera atravesando un campo de minas.


–Era una situación muy complicada. Pero ahora solo nos concentramos en el futuro. Y me temo que llego tarde a una cita, así que si no tiene más preguntas…


–¿Le ha ofrecido de nuevo su anillo?


Pedro dudó un momento.


–¿Puedo hablarle confidencialmente?


El reportero tardó un momento en contestar. Era evidente que le disgustaba no poder publicar una jugosa información, pero tampoco soportaba perderla.


–Claro –respondió finalmente–. En confidencia.


–Aún no se lo he ofrecido. Pero pienso hacerlo.


–¿Cuándo? ¿Dónde?


Pedro se rio.


–Si decidimos salir en los periódicos, usted será el primero en saberlo. Adiós, señor Wilson.


Pedro no le dio tiempo a decir nada más y desconectó la llamada.


Llamó de nuevo.


–¿Pau? Acaba de llamarme un periodista de Los Angeles Star Daily.


–¿Y qué quería?


–Acosarme a preguntas sobre nuestra relación. ¿Vas a ir a probarte el traje esta noche?


–¿El traje de dama de honor? Sí, claro. ¿Qué clase de preguntas?


–Las mismas de siempre. Te recogeré e iremos juntos. Tenemos que dar la mejor imagen posible. Vas a pasar las próximas dos semanas fingiendo que estás maravillosamente bien conmigo y que te gusto más que nunca. Te recojo a las siete.





ILUSION: CAPITULO 13





Paula seguía chorreando cuando llegó a la mansión Chaves. 


Lo último que necesitaba era encontrarse a sus dos hermanos esperándola en el vestíbulo.


–¿Te importaría explicarnos qué te ha pasado? –le preguntó Dominic.


–Me he caído al mar –cerró la puerta tras ella. Fue al estudio y abrió una botella de coñac.


Sus hermanos la siguieron.


–Hemos estado hablando de ti y de Pedro –le dijo Javier.


–Es una… –se detuvo a tiempo, antes de confesar que era todo una mentira. Pero si les contaba la verdad a sus hermanos tendría que pedirles que les mintieran a sus seres queridos. No podía hacerlo. Pero tampoco podía arriesgarse a que se corriera la voz antes de la boda de Erika–. Es una posibilidad muy remota –rectificó, dándoles la espalda mientras se servía una copa de coñac.


–¿Qué demonios ha pasado? –le exigió saber Dominic–. Primero no podías ni pensar en perdonarlo, y un momento después aparece una noticia de vuestra reconciliación.


–Es complicado… –se giró hacia ellos–. No puedo deciros más.


–Tendrás que hacerlo –insistió Dominic, avanzando hacia ella.


–Hemos hablado… Hemos recordado los viejos tiempos… Hemos convenido en que los dos cometimos errores y hemos decidido pasar más tiempo juntos.


Listo. Todo lo que acababa de decir era cierto. Tomó un sorbo de coñac.


–¿Por qué no nos lo cuentas todo?


–Lo único que no os cuento es cómo acabará todo esto, porque no tengo ni idea de cómo acabará.


Sus hermanos la miraron con escepticismo.


–Estábamos muy enamorados y nos hicimos un daño terrible. Las heridas son tan profundas que no sabemos qué hacer.


La expresión de sus hermanos se suavizó y Paula supo que se lo estaban creyendo. Y si se lo creían era porque ella también se lo creía. Porque era cierto. Tan estremecedoramente cierto que sintió ganas de echarse a llorar.


–Oh, Pau… –Dominic suspiró y la abrazó. Ella apartó la copa y aceptó el abrazo.


Ella se echó hacia atrás, lamentando no poder sincerarse del todo con ellos.


–Gracias por tener paciencia conmigo…


–Estás temblando –dijo Dominic, frotándole la espalda.


–Sí… Y muerta de cansancio. Creo que me daré un baño y me meteré en la cama.


–Buena idea –aprobó Javier.


Los dos le desearon buenas noches y se dirigieron hacia la puerta





ILUSION: CAPITULO 12





Paula había vuelto a vestirse con un atuendo ultrafemenino en un intento por impresionar a Conrad. Pero no tendría que haberse molestado, ya que Conrad no estaba en casa y fue Albert, el mayordomo, quien los hizo pasar a ella y a Pedro


Se habían citado con el encargado del catering y la florista para discutir la decoración y el banquete.


Erika y Mateo estaban de regreso a casa. Habían enviado varios mensajes de texto expresando su entusiasmo con los planes de boda e informando de que todo parecía estar listo para la exposición de arte. A esas alturas ya deberían estar sobrevolando el Atlántico con destino Nueva York. Cuando llegaran a California todo sería mucho más fácil para Paula y Pedro.


Albert le había ofrecido a Paula una copa de chardonnay en vez del whisky de malta. Pedro optó por una cerveza.


El grupo examinó la cocina y el comedor, acordaron que la novia debería bajar por la gran escalinata y discutieron sobre la puesta a punto del salón para la ceremonia. Los invitados podrían relajarse en la terraza y también en la playa cuando bajara la marea, mientras el personal retiraba las sillas plegables usadas en la ceremonia e instalaba las mesas para la cena. El proveedor pareció impresionado con la cocina y había pedido mesas de preparación adicionales. La florista sacó fotos y tomó medidas. Muy pronto tendrían lo que necesitaban.


Mientras Albert llevaba al proveedor y a la florista al exterior, Paula se paseó por la terraza y descendió por la estrecha escalera hasta la playa.


La marea estaba baja y dejaba una amplia franja de arena mojada más allá de la pedregosa orilla. Se quitó los zapatos y caminó hacia el agua. El cielo estaba despejado y la luna creciente iluminaba una boya naranja a unos treinta metros mar adentro. Se sujetó el pelo con la mano al recibir una ráfaga de viento que le pegó el vestido a las piernas. Casi había llegado a la orilla cuando oyó las pisadas de Pedro tras ella.


–¿Vas a bañarte desnuda?


–Ni en sueños.


–Gallina –se burló él jocosamente.


–Desde luego –tomó un sorbo de vino–. ¿Crees que estarán contentos?


–¿Mateo y Erika?


–Sí. No me refiero como pareja, sino con todo lo que estamos preparando. ¿Qué novia dejaría la organización de su boda en otra persona?


–Fue decisión suya ir a Escocia –le recordó Pedro. Estaba a su lado, un poco más atrás.


–No se esperaban la tormenta.


–Ni que tuvieran que ir tan lejos para obtener los permisos.


–Al menos han conseguido lo que fueron a buscar.


–Todo ha salido bien para ellos –dijo él con un ligero tono de nostalgia.


Paula entendía muy bien aquella emoción. Cuando presentaron a Mateo y a Erika, ella y Pedro eran una pareja estable, feliz y enamorada. Erika y Mateo los habían ayudado con los preparativos de una boda que nunca llegó a celebrarse… Se le formó un nudo en la garganta al recordarlo.


–¿Estás bien? –le preguntó Pedro.


–Sí –mintió–. ¿Y tú?


–Perfectamente.


–¿Vas a instalarte en Santa Mónica?


–Eso estoy haciendo.


–¿Y el negocio? –sabía que dejar Chaves Media había sido un duro revés en su carrera profesional, y deseaba que le fueran bien las cosas.


–Es posible que Andres y yo empecemos a trabajar juntos. Y Luis también.


–Creía que ibas a establecerte por tu cuenta.


–Esa era la idea, pero estamos preparando algo en lo que formar parte los tres.


–¿De qué se trata?


–De momento no puedo decir nada.


Y aunque pudiera, no era asunto suyo.


–Lo siento. No quería ser curiosa.


–¿Va todo bien en la oficina?


–Estoy trasladando mi despacho de sitio. No podía ocupar el despacho de mi padre. Estoy transformando la sala de juntas del último piso en mi despacho.


Pedro se quedó callado unos instantes.


–Me parece una buena idea diferenciarte de tu padre.


–De eso se trata.


El murmullo de las olas llenaba el silencio entre ellos.


–¿De verdad te ha dado Conrad una idea para una serie de televisión? –le preguntó él.


–Hemos estado en contacto. Aún no nos ha enviado nada, pero parece que va en serio.


–Creía que solo estaba poniéndote a prueba.


–Yo también lo creía. Pero me ha dado una idea para un nuevo enfoque de la programación.


–Me alegra que se te ocurran nuevas ideas.


–Siempre las he tenido –dijo ella a la defensiva.


–No te lo decía como una crítica, Pau.


No soportaba que la llamara así. Bueno, en realidad le gustaba, pero odiaba que le gustase. Le evocaba demasiados recuerdos íntimos. «Te quiero, Pau», le había susurrado al oído.


–¿Pau?


Se internó unos pasos en el mar, dejando que el agua helada la devolviera a la realidad. Siguió avanzando hasta que el agua le llegó a los muslos.


–Vaya –exclamó Pedro, agarrándola del brazo–. Creía que habíamos descartado lo de bañarse desnudos.


Ella se sacudió el brazo.


–Tengo un profundo respeto por tu trabajo en Chaves Media.


–¿Por eso te empeñaste a fondo para dejarme fuera? 
Recuerdo haber sido abandonada por todas las personas a las que quería –replicó ella mientras las olas rompían en sus piernas, arrastrando la arena bajo sus pies.


–¿Y cómo te hacía sentir eso?


La pregunta le pareció absurda.


–¿Tú qué crees? Me sentía horriblemente mal.


Hubo un largo silencio, hasta que Pedro volvió a hablar.


–¿Sabes cuánta gente en este mundo me ha querido? Tú. Tú fuiste la única, Pau. Sé perfectamente cómo debías de sentirte.


A Paula se le contrajo dolorosamente el pecho. Se giró y una ola le empapó el vestido.


–Pedro…


Sabía que sus padres habían muerto cuando él era un muchacho y que no tenía hermanos ni hermanas.


–Se suponía que tú eras mi otra mitad –murmuró él–. Que me darías hijos y transformarías mi solitaria existencia en una vida familiar llena de amor y alegría.


A Paula se le llenaron los ojos de lágrimas, pero entonces una ola la golpeó en el costado y la hizo caer, quedando sumergida bajo el agua helada.


Al instante la mano de Pedro la agarraba del brazo y tiraba de ella hacia arriba.


Pedro le quitó la copa llena de agua salada de la mano.


–Vamos.