viernes, 6 de diciembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 38





-Paula, ¿estás ahí?


Suspirando, Paula se levantó para abrir la puerta.


- ¿Qué quieres?


-Estás vestida.


-;Oué esperabas? No suelo abrir la puerta desnuda.


-Ah, qué maravillosa imagen.


-¿Has estado bebiendo? -le espetó ella.


-He tomado un par de copas para ahogar las penas pero no estoy borracho. He visto luz por debajo de la puerta y he pensado que te habrías quedado dormida con la luz encendida...


-Pues no estoy dormida.


-Es muy tarde... ¿qué haces?


-Trabajar. Acabo de pasar al ordenador las notas sobre el caso.


-No te he pedido que lo hicieras ahora mismo.


-Así tendré la mañana libre para buscarme un amante rico. No es fácil ser una buscona, ¿sabes?


-Ah, es por eso -suspiró Pedro, entrando en la habitación.


-Pasa, pasa, estás en tu casa -dijo Paula irónica.


-No vas a ponérmelo fácil, ¿verdad?


-¿Por qué iba a ponértelo fácil?


-Estoy intentando pedirte disculpas.


-¿Y por qué no pides disculpas claramente?


-Muy bien de acuerdo. Me he portado de una forma imperdonable. He sido grosero e insultante y no tenía ningún derecho. Pero verte con Seb hizo que me pusiera celoso...


-No tienes derecho a estar celoso. Eres mi jefe, no mi marido -replicó ella con frialdad-. Además, no estaba tonteando con Seb, pero aunque lo hubiera hecho, ¿quién eres tú para cuestionar mi comportamiento?


-Lo sé. Tienes razón. Sólo tu marido tiene derecho a ponerse celoso -murmuró Pedro, mirando el ordenador-. No puedo creer que hayas estado trabajando.


-Era eso o romper algo... preferiblemente tu cabeza -admitió Paula.


-Ah, esa es mi chica. Siempre tienes que decir la última palabra, ¿no?


-No soy tu chica, Pedro.



-No, es verdad.


-Y será mejor que te marches.


-Te he hecho daño, pero no quería hacértelo.


-No pasa nada, soy fuerte.


-¿Eso es lo que dices cuando te pega tu marido?


-¿Qué estás diciendo?


-Eres tan pequeña, tan frágil... No estoy orgulloso por haberme portado como un grosero. Siento haberte hecho daño, de verdad.


-Muy bien, de acuerdo -murmuró Paula. Parecía curiosamente vulnerable privado de su arrogancia. Por eso no le costó perdonarlo. Y quizá porque, como tantas mujeres, era muy generosa con sus sentimientos.


-Hacerte daño es lo último que quería, Paula. Perdoname, por favor.






SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 37




París por la noche era un laberinto de luces. En cualquier otro momento, Paula se habría sentido fascinada por lo que veía por la ventanilla de la limusina que los llevaba de vuelta al hotel, pero no en aquel momento.


La tensión entre ellos podría cortarse con un cuchillo.


El silencio continuó mientras subían en el ascensor y mientras entraban cada uno en su habitación.


Una vez allí, Paula empezó a pasear de un lado a otro, furiosa. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo se atrevía a decirle esas cosas? ¿Quién creía que era aquel imbécil? ¿Cómo se atrevía a decir que había estado tonteando con Seb? O peor, que estaba buscando un amante rico...


Debería haberle contado la verdad desde el principio, pensó entonces. ¿Por qué le había mentido? ¿Por qué no le había dicho que estaba divorciada? Era absurdo haber mentido sobre su estado civil. Y Pedro tampoco estaba mostrándose muy sensato. ¿Qué les pasaba?


Paula sintió la tentación de ir a su habitación para contarle la verdad... pero si le decía ahora que estaba divorciada, ¿no reforzaría eso su opinión de que estaba buscando un amante rico? O peor. ¿no pensaría que estaba dispuesta a acostarse con él?


Lo odiaba, pero su cuerpo parecía pensar todo lo contrario. Ella no era de las que iban por ahí acostándose con desconocidos, pero eso era lo único que Pedro podría ofrecerle. Porque podía imaginar su horror si algún día quedaba con él y aparecía con Maia de la mano.


Era más de medianoche, pero estaba demasiado nerviosa como para dormir... y cuando se miró al espejo y vio el escote del vestido le habría gustado ponerse a gritar. ¿Por qué no había comprado algo más discreto?


Furiosa, encendió el ordenador. Tenía que transcribir un montón de notas, una tarea que Pedro había sugerido dejase para el día siguiente, pero ya que no podía dormir... cuanto antes terminasen con el caso de Seb, antes podrían volver a casa.


Además, estaba decidida a probarle a Pedro Alfonso que era la secretaria más eficiente que hubiera pasado nunca por su bufete Y le gustaría ver su cara cuando anunciase por la mañana que el trabajo estaba hecho.


El golpécito en la puerta la sobresaltó y cuando miro el reloj comprobó que llevaba mas de una hora trabajando. Debía de ser Pedro, pero no sabía si le apetecía hablar con él en aquel momento...




SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 36




Pedro tuvo la delicadeza de ponerse colorado.


- Lo siento, tienes razón. No soy quién para meterme en tu vida. Perdona.


-Estás perdonado -murmuró Paula, intentando calmarse.


-Lo siento, de verdad. No sé por qué he dicho eso.


-Mira, Pedro, lo que quiero es que volvamos a ser amigos...


-No podemos ser amigos. Y tu sabes por que. -contestó él, atrapándola contra la balaustrada.


Paula no pudo hacer nada. Ni siquiera pudo protestar. Porque le gustaba el calor de su cuerpo. Le gustaba su proximidad. Y sabía que iba a besarla.


Fascinada, vio cómo bajaba la cabeza para buscar su boca y, con un suspiro, cerró los ojos, dejándose llevar por aquella abrumadora emoción.


-Abre los ojos -le ordenó Pedro-. Quiero que sepas que soy yo quien está besándote.


La besaba de forma exigente, apasionada, como decidido a aplastar cualquier señal de resistencia. No debería haberse preocupado; Paula no iba a resistirse. La besaba, pero no la estaba tocando, sus manos apoyadas en la balaustrada hasta que sus nudillos se volvieron blancos, hasta que con un suspiro se dejó caer sobre ella y Paula sintio la poderosa fuerza de su ereccion. El efecto fue Como echar Petróleo en una hoguera.


-Esto es una locura, pero no puedo luchar más -murmuró Pedro-. Me vuelvo loco mirandote, deseándote, sabiendo que tu marido te espera en casa... -entonces la tomó por los hombros sin poder evitarlo.


-No es... -empezó a decir Paula-. Mi marido... no está en casa.


-¿Quieres decir que os habéis peleado? ¿Te ha dejado? ¿Y qué soy yo, un premio de consolación? No pienso aceptar ninguna responsabilidad por los problemas que haya en tu matrimonio, Paula.


-¿Problemas...?


-Si Chris te ha dejado, la verdad es que no le culpo. Tonteas con cualquier cosa que lleve pantalones... mira lo que ha pasado esta noche con Seb.


-¿Qué estás diciendo?


-Pero si lo que estás buscando es un hombre rico que te mantenga, no cuentes conmigo.


Paula estaba incandescente de furia. Pensar que se había sentido culpable por darle una bofetada... aquel barbaro merecía muchas más.


-Mi marido no me ha dejado. Bueno, se fue, pero... ¿qué te importa eso a ti? ¿Y cómo te atreves a decir que estoy buscando un hombre rico? ¿Qué he hecho yo para que pienses eso? Ademas, has sido tú el que me ha besado...


-¿Y tú qué eres, una victima inocente? -replico Pedro-. ¿Por qué no somos sinceros de una vez y admitimos que nos sentimos atraídos el uno por el otro? Aunque un polvo rápido con mi secretaria ha perdido el encanto de repente... eres demasiado complicada.


-¿Cómo dices?


-Ah, y una cosa más, aléjate de Seb. Ya tiene bastantes complicaciones y te necesita a ti como necesita un tiro en la cabeza.