martes, 21 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 23



Le dolía todo y confundida intentó abrir los ojos pero le pesaban mucho. Gimió intentando moverse. Abrió los ojos ligeramente y vio que todo era blanco. Vio una sombra pasar a su lado y enseguida se sintió mejor pudiendo dormir otra vez.


Paula frunció el ceño al oír el sonido de la televisión. No creía haber dejado la tele encendida cuando se fue a la cama y abrió los ojos para comprobarlo. Sorprendida vio que no estaba en su apartamento de Nueva York, sino en el hospital. Entonces lo recordó todo. Miró a su alrededor y vio a su padre sentado en una silla dándole la espalda mientras miraba un reportaje en la televisión. Ella levantó la vista y vio que eran las noticias.- ¿Papá?


Su padre se volvió de golpe –Dios mío, Paula. –se levantó rápidamente apartando la silla para acercarse a ella. - ¿Estás bien? ¿Te duele?


-Ahora no me duele nada- dijo confundida al ver que estaba pálido y no debía haber dormido mucho.- ¿Qué tengo?


-Cielo, te has roto la pierna por tres sitios y tienes una fisura en la cadera- dijo al borde de las lágrimas. –El caballo cayó sobre ti. Tienes suerte de que no te haya matado.


-Vaya.


-No tenía que haber animado a Pedro. Lo siento, hija. Soy idiota.- le acarició la mano y ella intentó apretársela pero se dio cuenta de que tenía una venda.


-Tenías una herida muy fea en la palma de la mano porque el animal te arrastró. –Una lágrima cayó por su mejilla y Paula se sintió mal por él.


-Papá, me voy a poner bien.


Asintió preocupado.- Le he dicho a mamá…


-No me digas que va a venir- dijo horrorizada. Su madre no dejaría que se moviera en seis meses por lo menos hasta que considerara que podía salir de casa.


-No le he dicho la verdad para que no se preocupara. –Ella suspiró de alivio- sólo le he dicho que te has torcido un tobillo y que me quedaría unos días hasta que estuvieras bien.


Sonrió intentando mirar la pierna pero se dio cuenta de que llevaba un collarín.- ¿Y el cuello?


-Todavía te tienen que hacer unas pruebas en las cervicales


Ella le miró con horror- ¿Todo va bien?


-Sí, hija. Es por precaución nada más.-dijo desviando la mirada.


-Dime la verdad- dijo cogiendo su mano para que no se le escapara.


Su padre la miró a los ojos- Todo va bien. Es por precaución. No te mentiría en una cosa así.


Casi llora del alivio y entonces se dio cuenta de algo- ¿Dónde está Pedro?


Su padre sonrió- Ha tenido que ir a la finca pero volverá en cuando pueda.


-¿Cuánto llevo aquí?


-Dos días. -abrió los ojos como platos- Nos hemos llevado un susto. En cuanto el caballo salió espantado, Pedro fue tras de ti al igual que yo, pero no podía seguir su ritmo. Te vimos caer y durante varios minutos pensábamos que habías muerto.- tomó aire antes de continuar reteniendo las lágrimas. –Nos pusimos como locos y varios hombres llegaron a ayudar. Tuvo que ir una uvi aérea a buscarte, porque no queríamos moverte. Pedro estaba totalmente descompuesto al igual que yo. Tuvo que hacerse cargo de nosotros un tal Billy.-Ella sonrió. Siempre se podía contar con él.- Fue él quien nos trajo hasta aquí.


-Bueno, me pondré bien enseguida.


Su padre apretó los labios mirando su pierna izquierda y ella frunció el ceño pero decidió no preguntar más. Se lo preguntaría al médico. Su padre llamó a la enfermera para decirle que se había despertado y ella intentó mover los dedos de los pies. Casi llora del alivio al hacerlo y se relajó un poco.


Entonces pensó en todo lo que había pasado y en las consecuencias que había tenido. Suspiró dándose cuenta que aquello no iba a funcionar. Pedro siempre quería salirse con la suya a pesar de lo que opinara ella. Entendía su carácter. Vivía en una tierra difícil donde tener carácter era importante, pero no podía tratarla a ella así. No sabía cuánto tiempo estaría en el hospital ni el tiempo de recuperación pero en cuanto pudiera volvería a casa. Una lágrima se le escapó mojando su sien en el momento que su padre entraba en la habitación- Hija, no llores- dijo acercándose y limpiándosela.- Todo irá bien. Ya verás.


Un médico entró tras el. Era más o menos de su edad y le sonrió encantadoramente- ¿Te llamas Paula, verdad?


-Sí, doctor.


-Soy el doctor Cummings- dijo mirando su historial.


Empezó a hacerle preguntas de su vida, del día del accidente, de sus antecedentes familiares, la fecha de su nacimiento y muchas otras más para comprobar su memoria. 


Le pasó una lamparita por los ojos y la enfermera le tomó la tensión. Levantó la sábana por los pies y le preguntó si sentía lo que le hacía en la planta. Al parecer la reacción era buena.-Vamos a hacerte unas pruebas para comprobar que todo esté bien y si es así te quitaremos el collarín.


-Doctor- dijo mirando de reojo a su padre-¿Cómo tengo la pierna?


El doctor miró a su padre poniéndose serio- Te has roto la pierna por tres sitios.


-¿Qué son?


-Te has fracturado la rótula y el fémur por dos sitios. Hemos tenido que operarte para solucionarlo. No puedes verlo bien, pero hemos tenido que ponerte unos clavos exteriores para sujetar la lesión.-Paula se mordió el labio inferior para evitar llorar- También tienes una lesión en la cadera. Ambas lesiones necesitaran rehabilitación y tiempo.



-¿Me quedaré coja?


-Es demasiado pronto para pronosticar algo así- dijo intentando animarla- La operación ha ido todo lo bien que se espera en un caso así, aunque las fracturas fueron importantes. Tenemos que dar tiempo al tiempo y paso a paso.


Asintió desviando la mirada hacia la pared de enfrente. En ese momento se abrió la puerta y entró Pedro. Al verla despierta pareció aliviado pero ella desvió la vista hacia la pared otra vez. No quería ni verlo. No sabía si era justo o no, pero él tenía la culpa de todo.- ¿Pau? –Se acercó a la cama pero ella no le miró- ¿Está bien, doctor?


-Ellos lo pondrán al día. Tengo que irme pues me están esperando en quirófano.


Cuando los dejaron solos Pedro se colocó sobre ella- Nena, ¿cómo estás?


-Vete- susurró desviando la mirada.


-Le van a hacer unas pruebas antes de quitarle el collarín – dijo su padre incómodo.


-¿Eso es bueno, no?- parecía preocupado y ella le miró.


-¿Y a ti qué te importa?- lo preguntó suavemente dejándolos atónitos.


-¿Cómo no me va a importar?


-Quiero que te vayas de mi habitación- dijo ella fulminándolo con la mirada.


Pedro apretó los labios- Sé que estás enfadada. Pero te juro que no tenía ni idea de que podía pasar esto.


-¡Yo te dije que podía pasar esto! ¡Pero como siempre tú tienes la razón y yo no! ¡Siento tener que haberme destrozado la pierna para que te dieras cuenta!


-Por Dios, Pau. ¿Crees que quería que te pasara esto?


-Solo faltaría. Entonces no sólo serías idiota, sino un monstruo- Pedro palideció dando un paso atrás- Ahora vete de mi habitación porque no quiero verte nunca más.


-Estás nerviosa pero…


-¡Vete!


-Por favor Pedro, vete. Se está poniendo muy nerviosa.- dijo su padre cogiéndolo del brazo.-Esto no le conviene nada.


-Volveré más tarde.


-¡No quiero verte más!-gritó ella histérica.- ¡Dijiste que no me soltarías y me mentiste! ¡Te odio!


Pedro apretó las mandíbulas y asintió en un golpe seco. 


Salió de la habitación a toda prisa cerrando la puerta suavemente.- Hija- su padre nervioso se pasó una mano por su cabello plateado.- No eres justa…


-¡Me da igual! ¡Soy yo la que se pasará así mucho tiempo! ¡Soy yo la que sufrirá los dolores! ¡No me digas que soy injusta! ¡Por una maldita vez ponte de mi parte!


Su padre pálido asintió cogiéndole la mano.








TU ME HACES FALTA: CAPITULO 22







Una mano en su trasero la despertó. Gruñendo levantó la cara abriendo un ojo. Al ver la cara divertida de Pedro se dio la vuelta dándole la espalda- Nunca he visto a alguien que le cueste tanto levantarse como a ti.- dijo divertido.- Venga pesada, que son las ocho.


Se abrazó a la almohada –No me cuesta levantarme –farfulló –en casa me levantaba a las seis.


-Entonces no lo entiendo.- la cogió por el hombro y la tumbó de espaldas. Paula suspirando vio que llevaba una camisa azul y unos vaqueros.- Nena, tu padre va a bajar a desayunar enseguida.


Hizo una mueca y suspiró- Está bien. –se sentó sobre la cama apartando su larga melena rubia.- Dios, como se puede estar tan cansada.


-Te cuesta un poco levantarte.- Pedro le apartó un rizo de la frente- Se te pasará.


Sacó las piernas de la cama sintiendo que le pesaban como plomos. Gimió yendo hacia el baño y únicamente cuando se duchó con agua fría se sintió mejor.


Al salir del baño Pedro no estaba y decidió qué se pondría.- Unos vaqueros cortos y una camiseta de tirantes azul- dijo para sí yendo hacia el armario pensando que a partir de ahora sería como su uniforme, porque los vestidos seguramente no saldrían del armario.


Cuando estuvo vestida, decidió recogerse el cabello en una cola de caballo pues hacía bastante calor. Se puso las botas y bajó a desayunar. Pedro estaba sentado en la mesa tomando su café y alzó una ceja al verle las piernas- Ni hablar.


-¿Qué? – confundida se acercó hasta él.


Apartó el periódico y la cogió por la cintura- No vas a llevar estos pantalones, si se les puede llamar así, porque le falta lo que es el pantalón.


-Muy gracioso- dijo intentando apartarse para sentarse en su silla.


-Pau, hablo en serio. El de ayer era exagerado, pero ese es indecente. Sube a cambiarte.


-¿Estás de coña?


-¡Se te ve hasta la nalga! ¡Sube a cambiarte!


-¡Mientes! Se dio la vuelta y el pantalón quedaba justo al borde de la separación del muslo con el trasero.- ¿Ves? ¡Esta es la línea y no se ve nada!


Un carraspeo en la puerta de la cocina hizo que levantara la vista sorprendida. Gimió al ver a su padre mirándolos con los ojos entrecerrados.- ¡Papá! Buenos días- dijo disimulando.


-No sabía que un jefe indicaba lo que alguien se tenía que poner.- dijo desconfiado acercándose a la mesa.


-Si tuviera sesenta vaqueros que la rodearan, lo indicaría se lo aseguro- respondió Pedro muy serio- Pau, vete a cambiarte si vas a salir de la casa.


Paula se sentó en su silla –Pues no saldré de casa.


Él la miró como si quisiera matarla- ¿No vas a ir a ver a Rufus?


-Llama al veterinario- dijo dulcemente- Ese matasanos que te gusta tanto.


-No me fastidies, Pau. ¡Tú lo has empezado y tú lo terminas!


-No.- cogió una tostada y empezó a untar mantequilla con una sonrisa en los labios- Además tengo mucho que hacer en el despacho. Por cierto, mi lista está hecha y he incluido algunas cosillas personales que puedo necesitar. No te importa ¿verdad?


-Discúlpeme señor Chaves- dijo levantándose y cogiendo a Pau del brazo para levantarla. Sorprendida le siguió con la tostada en la mano mientras su padre sonreía encantado.


Pedro la subió por la escalera metiéndola en la habitación y cerrando la puerta de golpe. – ¡Pau, estás colmando mi paciencia! ¿Ves que alguna de las mujeres de la casa vista así?


Ella dio un mordisco a su tostada- No tienen mi edad.


-¡Ponte unos pantalones largos!


-No.


-Esto es el colmo –se pasó una mano por su pelo negro mirando a su alrededor como si buscara qué hacer. 


Entonces levantó la mirada triunfante y sonrió- O te pones los pantalones o no te traeré el ordenador.


-Peor para ti- dijo encogiéndose de hombros antes de dar otro mordisco a la tostada.


-No te traeré más el refresco de cola.


Ella entrecerró los ojos porque eso la fastidiaría un poco, pero no iba a ceder por eso- Vale, pues eso que te ahorras.


-Prohibiré que uses el ordenador de Cris para hablar con esa amiga tuya.- dijo levantando la voz.


Eso sí que la fastidió- ¡No puedes hacer eso!


Aliviado porque la había hecho reaccionar sonrió de oreja a oreja- Pruébame…


-Eres…


Satisfecho fue hasta la puerta- Si necesitas más pantalones largos ponlos en la lista- dijo irónico antes de salir.


Furiosa gruñó yendo hacia el armario.


Cuando entró en el comedor su padre levantó ambas cejas- Increíble.


Pedro parecía muy satisfecho de sí mismo-Señor Chaves ¿le gustaría ver la finca?


-Sí, por supuesto. Estaré encantado de ver cómo funcionan las cosas por aquí. Su tierra es muy hermosa. Y llámeme Jeronimo, por favor.


-Espero que me corresponda llamándome Pedro.- su jefe la miró sonriendo de oreja a oreja mientras masticaba los huevos enfadada.- Por cierto Pau, esta tarde tienes tu primera lección de equitación.


Ella se atragantó con un ataque de tos muy virulento. Pedro se levantó y le dio palmaditas en la espalda mientras ella intentaba reponerse. Cuando lo miró tenía sus ojos verdes llorosos- ¿Qué?


-Lo que has oído. ¿Has terminado, Jeronimo? Tengo que ir a hablar con los peones.


-Sí, por supuesto-respondió su padre mirándola de reojo- Que tengas un buen día, hija.


-Pásalo bien, papá.- dijo atónita. No podía llevarla a montar. 


¡Hacía años que no se subía a un caballo!- ¿Pedro?


-Y haz la lista de los medicamentos que puedas necesitar y encarga un armario para que las medicinas estén bajo llave.- su jefe fue hacia la puerta ignorándola- esto te mantendrá ocupada sin meterte en líos.


-¿Se ha metido en líos?- preguntó su padre en tono conspirador.


-Uff, no ha parado. ¿Usted ha pensado alguna vez que es gafe?


Asombrada los vio salir por la puerta principal hablando de ella sin contarse.- Ignóralos- dijo Gwen divertida.


-¡Se han aliado contra mí!


La mujer se echó a reír recogiendo los platos.- Pues cuando vuelvan por la tarde no dudes que Pedro ya sabrá toda tu vida.


Gimió levantándose y ayudándola a recoger. Después de lavar los platos fue hasta el establo. Se pasó un rato con el potro, que ya se acercaba a la puerta del box cuando la oía cerca. En unos días intentaría entrar. No sabía si llegaría a poder montarse, pero al menos no estaría aterrorizado del ser humano.


Se pasó media mañana allí para hacer una lista concienzuda de todo lo que se necesitaba. Cuando volvió a casa se metió en el despacho, empezando a colocar cada montón por fechas para introducirlas en el ordenador en cuanto llegara.


Los hombres no se presentaron para comer y comió con Cris y Gwen algo inquieta por lo que él llamaba clases de equitación. Era muy capaz de amarrarla a la silla del caballo hasta que el equino se estuviera quieto.


Dos horas después gimió al oír el ruido del motor de la ranchera.- Bueno, ha llegado la hora.- susurró sin levantarse del suelo donde siguió trabajando.


Las voces de su padre y de Pedro llegaron hasta ella desde el hall.- ¡Pau!


Hizo una mueca antes de responder- Estoy aquí.


Pedro se acercó a la puerta que estaba abierta- Vamos nena, sólo tengo dos horas antes de ir a por unas reses.


-Oh, pues entonces vete- dijo con una dulce sonrisa- No te preocupes por mí.


-No, sino es molestia- la risa de su padre en el hall la indignó.-Lo hago encantado.


-¡Muy gracioso!- se levantó furiosa- ¡No quiero ir!


-No puedes vivir aquí y no montar a caballo. Hay sitios a los que el quad no llega y necesitas montura.


-¿Y para que quiero ir yo a esos sitios? –preguntó como si fuera idiota.


-¡Porque lo digo yo!-Se miraron retándose y Pedro añadió- ¿Quieres que te recuerde quien ganó esta mañana?


Después de la amenaza de no dejarla hablar con Sara se enderezó.- Como me haga daño por tu culpa me largo.


-¿Por qué te ibas a hacer daño? ¡No seas ridícula y mueve el culo hasta la camioneta!


Con grandes zancadas pasó ante él y ante su padre que estaba detrás escuchando descaradamente. Escuchó decir asombrado a su padre- Increíble.


Se subió a la camioneta y cerró de un portazo. Pedro muy satisfecho bajó los escalones seguido de su padre que seguramente no se quería perder el espectáculo. Entrecerró los ojos al ver que llevaba la cámara digital en la mano- Estupendo- dijo entre dientes. Encima la iba a grabar.


Tuvo que sentarse entre Pedro y su padre pero no abrió la boca hasta llegar al establo- Vamos, Pau. No pongas esa cara- dijo Pedro mientras su padre la miraba de reojo.-No es para tanto.


Tenía unas ganas de pegarle una paliza que tuvo que apretarse las manos para reprimirse. ¿Quién se creía que era para tratarla así? Furiosa bajó de la camioneta y se sorprendió al ver a tres caballos preparados. Muerta de miedo dio un paso atrás pero se chocó con Pedro que la sujetó de los hombros.- No puedo montar sin que esté cercado- dijo entrando en pánico.


-Claro que sí- la empujó hasta los caballos mientras su padre encendía la cámara. La acercó hasta un viejo caballo que no era demasiado brioso, pero ella no se fiaba después de lo de la última vez.- Venga, sube. Yo sujeto las riendas.


Le miró sobre su hombro. En sus ojos se veía que estaba asustada y Pedro apretó las mandíbulas- ¿No las soltarás?


-No las voy a soltar. Tú sube.


Asintió y se acercó a estribo, colocando el pie en él mientras se sujetaba al pomo de la silla. Les miró a ambos tomando aire. Pedro parecía confiado y su padre levantó un dedo en señal de victoria. Se subió al caballo ágilmente. Aquello era fácil. Lo difícil venía ahora. Pedro sonrió sujetando las riendas ante ella- ¿Ves? Está muy relajado.


-¡Muy bien, hija!


Paula sonrió tímidamente sujeta a las riendas sin tensarlas, pues temía la reacción del caballo. Pedro caminó un rato con ella encima para que se acostumbrara a la montura.- Ahora te voy a soltar para subirme al caballo.


-No lo sueltes, Pedro- dijo aterrorizada. –En cuanto lo hagas…


La miró a los ojos –No va a pasar nada. Déjate de tonterías. Tú quédate quieta mientras me subo al caballo.


Sin hacerle caso soltó las riendas y se dio la vuelta ignorándola. El caballo en ese momento empezó a andar de lado sin que ella se moviera y Paula miró a su padre que perdió la sonrisa- ¿Paula?


El caballo de repente giró y ella para evitar caer apretó los flancos con las piernas mientras gritaba. Aterrorizada vio que el caballo relinchaba y se preparó para morir. El caballo empezó a pegar saltos, mientras Pedro intentaba acercarse gritando pero ella no entendía nada pues lo único que podía hacer era aferrarse para no caer. Pedro tuvo que apartarse para que el caballo no le coceara mientras dos hombres salían del establo corriendo. Paula lloraba y casi la desmonta cuando el caballo saltó sobre sus cuartos traseros. 


Chilló histérica llamando a Pedro cuando el caballo salió en estampida. Paula aferrada a su cuello cerró los ojos fuertemente. Mientras suplicaba que se detuviera. El caballo tropezó haciéndola gritar pues sentía que caían los dos y después sólo sintió dolor hasta que ya no sintió nada.







TU ME HACES FALTA: CAPITULO 21





Cuando por fin llegó a su dormitorio, su padre y Pedro seguían hablando en el salón. Volvió a cerrar con llave y cuando estaba acostándose después de ducharse escuchó que intentaban abrir. Entrecerró los ojos y furiosa fue hasta la puerta abriendo de golpe. Se quedó de piedra al ver a Cristina que la miraba sorprendida- ¿Te molesto?


-¡No! Que va… ¿Necesitas algo?


-Me duele algo la cabeza y me he quedado sin analgésicos. No tendrás ¿verdad?


- Pues sí- sonrió yendo hacia el baño y después de encontrarlos en el armarito, salió con el bote en la mano-Estos son bastante buenos…


Se quedó de piedra al ver a Pedro quitándose la camisa ante ella.- ¿Dónde está tu tía?


-Se ha ido a su habitación supongo- se sentó en la cama para quitarse las botas.


-Perdona ¿pero qué haces?


-Acostarme.-tiró una bota antes de quitarse la otra.


-¿Y por qué no lo haces en tu habitación?- Se cruzó de brazos indignada- ¿Acaso te he invitado a la mía?


Él se levantó y se desabrochó los vaqueros dejándolo caer.


 Al ver su excitación Paula tragó saliva- Ven aquí.


-No me apetece.


-Mentirosa. No sé a qué vino cerrar la puerta pero si era una insinuación de que no nos vamos a acostar, estás equivocada. Ahora ven aquí.


-¡No!- hubiera quedado muy bien si después no le hubiera mirado la entrepierna.


-Nena…-dio un paso hacia ella y Paula gimió.- Lo estás deseando.


Lo miró a los ojos reaccionando- No es cierto.


La cogió por el brazo y la pegó a él – ¿No?


Al tenerlo pegado, Paula tembló sin darse cuenta- No- la poca convicción de su voz le hizo sonreír y le acarició la espalda levantándole el camisón. Sus manos bajaron a su trasero y la empujó contra él- No.-volvió a decir sin voz. Sin dejar de mirarla a los ojos le apretó las nalgas con ambas manos-Venga, vale.


Pedro rió entre dientes y la soltó dejándola confusa. Se tumbó sobre la cama colocando las manos debajo de la cabeza. Realmente era un espectáculo digno de ver.-Desnúdate y ven aquí- le dijo sin perder la sonrisa.


Paula entrecerró los ojos, pero ahora que la había excitado de esa manera la iba a satisfacer. Por supuesto que sí. Se quitó el camisón y se bajó las braguitas. Se subió a la cama y de pie camino hasta donde estaba él, pasando una pierna por encima de su cuerpo y sentándose sobre su regazo haciéndolo gruñir. Pedro la cogió por la cintura para detenerla cuando se rozó contra su sexo impaciente. –Eres muy mala.


-¿De veras?- preguntó entre dientes cuando Pedro se sentó apretándola a su torso.


Él la miró a los ojos mientras Paula abrazaba su cuello. Sus manos recorrían la espalda de Paula de arriba abajo.-No me vuelvas a cerrar la puerta, nena.- susurró mirando sus ojos.-No nos niegues esto.-dijo antes de besarla abrazándola a él, provocando que ya no pudiera pensar en nada que no fuera sentirle a él. Pedro la cogió por las caderas y Paula gritó en su boca al sentir como entraba en ella suavemente. Él se tumbó de espaldas llevándola con él y empezó a mover la cadera con una cadencia enloquecedoramente lenta. Sin dejar de besarla la mantenía inmóvil con las manos en sus caderas, mientras la torturaba sabiendo que quería más. 


Fuera de sí ella apartó su boca y escondió la cara en su cuello suplicando pero él no le hizo caso. Pensando que moriría de placer apretó las uñas sobre su torso y Pedro dio un fuerte empellón catapultándola a un orgasmo increíble que la hizo gritar de placer.


Agotada y con la respiración agitada sobre su torso ni se dio cuenta de que se quedaba dormida.