martes, 18 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 14

 


Él la condujo hacia las mesas de comida. Charlaron amigablemente con los invitados mientras se llenaban los platos de comida. Encontraron una mesa vacía y se sentaron, concentrándose en lo que tenían delante y la gente los dejó en paz por un rato.


Paula se sentía extrañamente contenta por estar a solas con Pedro. Cuando estaba tranquilo su presencia la confortaba. Había una fuerza innata en él que se transmitía hasta ella. Podía comprender perfectamente la consternación de Johanna ante su matrimonio. Si él fuera suyo, suyo de verdad, podría encontrar duro, casi imposible el perderlo. Pero no era suyo. Incluso a pesar de compartir su apellido, no tenía derecho a nada más. Ese era el trato.


Suspiró en su interior y dejó a un lado el tenedor. ¿Cómo terminaría todo eso? Sus pensamientos y sentimientos la preocupaban, pero al mismo tiempo, el año que tenía por delante le proporcionaba una excitación que nunca antes había experimentado.


En ese momento, Pedro la miró.


—¿Qué te ofreció Carmichael? —le preguntó de repente, las palabras le salieron de la boca antes de que pudiera evitarlo.


—¿Ofrecerme? ¿De qué me hablas?


—Vamos a dejar de jugar, Paula. Los dos sabemos que estaban hablando de las acciones.


La sorpresa de Paula se reflejó en su rostro. No tenía ni idea de lo que él quería decirle.


—No hablamos de las acciones. Yo no le dije que las tuviera y no creo que él lo supiera. A no ser que tú se lo hayas dicho.


—¡No seas ridícula! Carmichael ha estado detrás nuestro durante años, tratando de conseguir un sitio en el consejo de administración.


—Bueno ¿y cómo demonios se suponía que yo iba a saber eso?


—Pues ahora te lo estoy diciendo.


—¿Es eso lo que hay entre vosotros? ¿Por lo que te has mostrado tan hostil con él?


—Tú también te mostrarías hostil con él si le hubiera hecho a tu familia lo que le ha hecho a la mía.


—¿Como qué?


—No me apetece hablar de eso ahora.


—¿Por qué no? Lo que haya sucedido en el pasado ahora me afecta a mí también. Creo que tengo derecho a saber.


Pedro apretó los dientes y ella se dio cuenta de que estaba sopesando cuánto debía de contarle.


—Él nos quitó una compañía. Era un negocio por el que mi padre había trabajado mucho y duramente durante años. Encontró de alguna manera la forma de apoderarse de ella y mi padre nunca se recuperó de esa pérdida. Murió de un ataque al corazón un poco después —le dijo Pedro mientras apartaba su plato; se le había pasado el apetito—. Ése es tu «agradable» señor Carmichael.


De alguna manera, Paula sabía que había más que eso, pero pensó que era una sabia medida el aceptar de momento esa explicación. Ya conocería el resto en otra ocasión.


—Entonces. ¿Qué es exactamente lo que me estabas diciendo, Pedro?


—Te estaba diciendo que te mantuvieras apartada de él. Si descubre que tienes una parte de la compañía, te seguirá los pasos de cerca.


—A mí no me digas con quién debo o no debo de hablar, Pedro. No voy a tolerar que me supervises mis amistades.


—Carmichael no es un amigo. Sólo lo parece para conseguir lo que quiere.


—Ya veremos —le contestó ella volviendo a comer, dando por zanjado el tema.


Pedro le dio un puñetazo a la mesa.


—¡No «veremos» Paula! ¡Mantente apartada de él!




EL TRATO: CAPÍTULO 13

 


Paula se enfrentó entonces con la mirada de enfado de Pedro.


—¿Por qué has sido tan mal educado? Parecía ser muy agradable…


—Las apariencias engañan —la interrumpió Pedro—. ¿Qué te estaba diciendo?


Eso era una exigencia, no una pregunta.


—¿Qué quieres decir? Estábamos charlando, eso es todo.


—¡Pues a mí no me parecía una simple charla! ¡Parecía como si fuera a darte un beso! Por Dios, se supone que eres mi esposa. No te preocupa lo que piense la gente, viéndote en una esquina con un hombre de una manera que parecía muy íntima.


—¡Una manera muy íntima! ¡Y eres tú el que lo dice! Cuando estabas ahí con esa… esa mujer ¿o debo decir «señorita»? colgándote del cuello. Por lo menos yo tuve la decencia de irme a una esquina. ¿Qué estoy diciendo? ¡Yo no estaba haciendo nada! Ese hombre sólo se estaba comportando amablemente. Estaba cansada y bastante disgustada y él trató de consolarme. ¿Y por qué me molesto en contarte esto? ¡No te debo ninguna explicación!


Paula empezó a marcharse, pero Pedro la agarró por la muñeca y la hizo volverse tan de golpe que ella perdió el equilibrio.


—¡Tú eres mi esposa!


—¡Y tú mi marido!


Pedro se quedó mirándola durante un largo instante, luego respiró profundamente y la soltó.


—De acuerdo, tienes razón. Me he pasado. Vamos a hacer un trato ¿de acuerdo? Durante el próximo año, lo que tarde esto en resolverse, procuraremos no avergonzar al otro en público. ¿Qué te parece?


Paula se apartó de él.


—¿Y en privado?


—Paula—le previno—, no…


—¿No qué? ¿Que no piense? ¿Que no sienta? Que sólo actúe o reaccione. ¡No sé cómo voy a poder soportarlo!


—Los dos convinimos que era la mejor forma.


—Sí, pero estoy empezando a arrepentirme enormemente de esa decisión.


Pedro se quedó mirando al suelo por un momento y luego la tomó de la mano. Le acarició lentamente los nudillos y se quedó maravillado de lo pequeña y delicada que era esa mano. Esto no iba como lo había planeado desde el mismo momento en que la vio. ¿Por qué había reaccionado tan fuertemente cuando la vio junto a Carmichael?


Si esa «boda» iba a tener que funcionar medio bien iba a tener que controlarse mucho en lo que a ella se refería. Pero, maldición ¡esa mujer podía sacarlo de quicio! Respiró profundamente y miró al cielo como en busca de una respuesta. Control, se dijo a sí mismo. Primero y sobre lodo, control.


—Mira, lo siento. Trataré de no volver a comportarme así en el futuro. Hemos tenido un mal comienzo hoy y te pido disculpas por ello. Vamos a hacer lo que podamos para disfrutar del resto del día ¿de acuerdo?


Paula se soltó lentamente la mano. Sus palabras la habían tranquilizado un poco, pero su contacto era turbador. La verdad era que lo que más quería en ese momento era aceptar la rama de olivo que él le estaba ofreciendo. Estaba más confusa que nunca por sus cambiantes emociones.


—Sí, de acuerdo —le dijo, mirando a donde se servían los canapés—. ¿Vamos a comer algo? Me muero de hambre.


—Y yo. Vamos —le contestó Pedro sonriendo.


Por segunda vez ese día, ella se puso nerviosa por la transformación que sufría su rostro cuando sonreía. El efecto era tan completo que era como si la traspasara. Pero eso no era lo peor. Lo peor era que no se le ocurría otro sitio donde pudiera estar mejor que a su lado. Se sentía muy atraída por él y, teniendo en cuenta las circunstancias, esa atracción no era solamente estúpida, sino también peligrosa.




EL TRATO: CAPÍTULO 12

 


A pesar de eso, el verlos abrazados le revolvía el estómago. «No te pertenece, Paula», se dijo a sí misma. Estaba tan ocupada observándolo que no se dio cuenta de que Darío le estaba hablando.


—¿Qué? Perdóneme, señor Carmichael, estaba pensando en otra cosa.


Dario miró en la dirección de Johanna y Pedro, quienes ahora estaban separados y charlaban amigablemente.


—Sí —dijo—. Ya me doy cuenta en qué. No deje que Johanna la impresione. Había planeado esto muy cuidadosamente. Trata de consolar a un corazón roto.


—¿Son amantes? —preguntó Paula.


El rostro de Dario reflejó la sorpresa que le causaba esa pregunta.


—¿Amantes? Realmente no lo sé. Supongo que puede ser. Estuvieron saliendo juntos una temporada. Pero creo que, fuera lo que fuese lo que había entre ellos, estaba más en la mente de Johanna que en la realidad. Durante años ha sentido «algo» por Pedro. Incluso antes que Marcia.


—¿Marcia? ¿Su primera esposa?


Dario asintió.


—Para ser su novia, me parece que sabe muy poco de su esposo.


Paula sintió cómo él la estudiaba, como si quisiera leerle los pensamientos.


—Es cierto —dijo ella—. No nos conocemos muy bien.


—Se podría decir que nos habéis tomado por sorpresa. Nadie sabía que Pedro estuviera saliendo con alguien en serio y, mucho menos, que estuviera pensando en casarse.


—Hemos tenido un noviazgo muy corto —le contestó Paula bajando la mirada, incapaz de mirarlo a la cara para decir semejante mentira.


Dario la tomó de la barbilla, obligándola a mirarlo.


—Paula, usted parece ser una persona muy dulce, y muy vulnerable. No sé exactamente lo que está pasando aquí y me parece que usted no quiere hablar de ello, pero si lo hace alguna vez, prométame que pensará en mí. Yo puedo representar un hombro muy agradable sobre el que llorar, especialmente en lo que se refiere a los Alfonso. Y, querida, parece como si estuviera necesitando uno.


Su amabilidad la debería de haber consolado, pero sucedió todo lo contrario. Luchó contra las lágrimas, pero no pudo controlarlas. Dario le tomó el rostro entre las manos y se las enjugó.


—Hey —le dijo suavemente—. No…


—Ya veo que conoces a mi esposa, Carmichael.


La voz de Pedro les llegó alta y clara. Los dos dieron un respingo y él le quitó las manos del rostro. Paula se sintió como si la hubiera cogido con las manos en la masa y, tal como la miraba Pedro, él pensaba lo mismo.


—Hola, Pedro. Estábamos hablando de tu matrimonio —le dijo Dario sonriéndole tranquila y sinceramente, mientras le ofrecía la mano—. Enhorabuena.


Pedro no le dio la mano y Darío retiró la suya sorprendido. Paula sabía que Pedro estaba enfadado por ese gesto de la mandíbula que ya le estaba resultando tan familiar. Le agradecía a Dario que se hubiera retirado sin decir nada, más por ella que por él mismo. Notaba que algo iba muy mal entre los dos hombres, algo que iba mucho más lejos y era más profundo que el episodio que acababa de suceder. Asintió levemente cuando Dario se disculpó y se marchó. Pero instintivamente sabía que no iba a ser la última vez que lo viera.