jueves, 16 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 6





Las luces se encendieron y miró a su lado para ver que Pedro no estaba. Se llevó las manos al cabello y gimió porque debía estar hecha un asco. Bueno, al menos no se tenía que preocupar por la impresión que le iba a dar a su jefe. Se levantó para ir al baño y gimió al ver que había cola.- Paciencia- dijo la morena sonriendo.


-Dios mío, es injusto que estés así- gruñó mirándola. Estaba perfecta y la chica se echó a reír.


-Estoy acostumbrada a viajar. Al contrario que tú.- La miró de arriba abajo y abrió su bolso de marca que tenía en el asiento vacío de al lado. Sacó algo verde y se lo tendió- Toma. Ponte esto.


-¿Qué es?- lo extendió y vio un vestido verde de tela ligera. 


Era de sport y precioso.- No puedo aceptarlo.


La morena se encogió de hombros- Me regalan muchos.- dijo sin darle importancia.-No me lo podría poner en tres meses porque se llevará otra cosa.


-¿De veras?


-Te sentará perfecto porque tiene una goma por encima del pecho. Y te quedará bien con esas manoletinas. En Perth es primavera, así que no pasarás frío. Y maquíllate un poco- dijo poniendo los ojos en blanco.


Le daba pena haber pensado de ella que era una lagarta. –Me llamo Pau


-Y yo Marisa- se dieron la mano sonriendo.- ¿Admites un consejo?


-Claro.


-Díselo en cuanto lleguéis porque si no se sentirá traicionado- dijo mirándola fijamente con sus ojos color miel.


Ella pensó en sus palabras- Además si quieres algo con él empezar con una mentira no me parece buena idea.


Se dio cuenta de que tenía razón y asintió-Gracias.


Marisa sonrió haciendo un gesto con la mano sin darle importancia. –Suerte. La vas a necesitar.


Se giró para coger su bolso y vio por el rabillo del ojo que Pedro volvía del baño. Se había cambiado la camiseta por una camisa blanca. Se había enrollado las mangas a la altura de los codos y suspiró cerrando la puerta del compartimiento.- Buenos días.


-Aterrizamos en dos horas- dijo mirándola fijamente.-Y allí será la una de la madrugada.


Ella sonrió radiante –Lo sé.


Se giró yendo hacia el pasillo y entrecerró los ojos cuando cerró la puerta- Allí será la una de la madrugada- dijo con burla.- Cielo, ¿no puedes ser algo más amable?


Se quitó la ropa y se dio cuenta que con el vestido que le había regalado Marisa no se podía poner sujetador. Se lavó como pudo y se secó con su camiseta porque ya no quedaban esas toallitas de papel. Se puso el vestido y sonrió al verse. Le quedaba perfecto. El escote al tener una goma se ajustaba a todos los tamaños y recogió sus rizos rubios en una cola alta. Se echó perfume y se maquilló intentando cubrir el morado. Ya no se sentía como un guiñapo. La verdad es que estaba muy bien. Se echó gloss en los labios y se giró para verse por detrás.-Vamos allá.


Salió del baño y fue hacia el pasillo. Pedro la miró y frunció el ceño- Espero que hayas traído otra ropa para el rancho.


-Pues sí.- dijo metiendo el bolso en su sitio.


Les sirvieron un café con unos sándwiches de jamón y queso. –En cuanto lleguemos, nos vamos.


-Pero tenía habitación reservada- dijo sorprendida.- Me iban a recoger el día siguiente.


-No tiene sentido que nos quedemos en Perth cuando podemos irnos ya- dijo fulminándola con la mirada.


-Vale- dijo dándose cuenta de que era su jefe y mandaba él.- ¿Y en qué vamos?-él la miró diabólicamente y a Paula se le cortó el aliento- ¿Qué?


-¿Has volado alguna vez en avioneta?-Ella palideció ligeramente pero levantó la barbilla sin abrir la boca.- ¿No vas a decir nada?


Carraspeó antes de beber su café- ¿Así que te venían a buscar?


-Mi avioneta está esperándome- dijo divertido.


Paula tragó saliva empezando a tener un mal presentimiento-Cuando quieres decir tu avioneta, quieres decir…


-Mi avioneta. La que piloto y me está esperando en el aeropuerto.


Pensó que se iba a desmayar al oír que pilotaba él- ¿Tienes el carnet?


Pedro se echó a reír- Querrás decir la licencia.


-Lo que sea.


-¿Tú qué crees?


Gimió pensando que no había ido hasta ese país para morir por un chiflado australiano-¿Qué tal si yo me quedo y te sigo mañana?


-Ni hablar. ¡No voy a hacer que Bill te venga a buscar con el gasto que conlleva eso!- la miró furioso- ¡Te recuerdo que vas en primera!


Se sonrojó ligeramente- No es culpa mía, yo…


-¡No me interesa! ¡Nos vamos en cuanto lleguemos! ¡Punto!


-Sí.


Marisa le guiñó un ojo desde su asiento y pensó en que si le decía lo del bebé en cuanto llegaran, al menos no enviaría a Bill de vuelta con ella por el gasto que eso conllevaba.


Cuando aterrizaron empezó su tormento-Date prisa…-dijo entregándole su bolso de mala manera.


-Pero quiero despedirme de Lydia- dijo mirando hacia atrás.


-No me fastidies –dijo molesto cogiéndola de la muñeca y colocándola en el pasillo para salir en cuanto abrieran las puertas.


-¿Por qué tienes tanta prisa si tenemos que recoger las maletas?


Pedro gruñó –Quiero llegar cuanto antes. Llevo fuera quince días. Y después de lo que ha hecho Cris creo que mi rancho está en la ruina.


-Muy gracioso.


En cuanto descendieron tuvo que seguirle a toda prisa y al llegar a las cintas estaban vacías, como era lógico. Pedro impaciente miró de un lado a otro pero Paula miraba por donde habían venido para buscar a Lydia.


-¡Pau!


Sonrió al verla con Roy en brazos. –Esperaba que no te hubieras ido para darte las gracias.


-No tienes por qué darlas. –Abrió su bolso y le entregó una tarjeta –Ahí está mi correo electrónico. Podemos seguir en contacto y cuando vuelva a Nueva York podemos tomar un café.


-Me encantaría.


Las maletas empezaron a salir y Pedro se volvió hacia la cinta. En cuanto salieron las tres primeras Pedro cogió un portatrajes y una maleta. Ella vio una de sus maletas y alargó la mano-¿Qué coño haces?- preguntó él entre dientes arrebatándole la maleta.-Las embarazadas no pueden coger pesos.


Se sonrojó intensamente y Lydia preguntó-Cielo, ¿estás embarazada?-Forzó una sonrisa fulminando con la mirada a Pedro.-Dios mío ¿por qué no me lo has dicho? Y yo abusando de ti


Se sintió culpable por engañarla de esa manera- Estoy bien.
 –se volvió hacia la cinta y señaló su otra maleta para que el bocazas la cogiera.


-No he cogido un carrito- dijo él como si fuera un fallo imperdonable.


-Dame mis maletas- dijo ella entre dientes.


Él la miró como si todo lo que ocurriera en el Universo fuera culpa suya. Lo malo evidentemente.-Puedo llevarlas yo. 
Tienen cuatro ruedas.


-Pedro ¿me coges esa rosa?- preguntó Lydia distrayéndolo, hecho que ella aprovechó para coger sus maletas y alejarlas de él.


Cuando le entregó la maleta a Lydia, Paula le dijo al ver que iba a protestar – ¿No tenías prisa?


-Adiós Lydia, si te pasas por Mouroubra…- dijo él sin poder terminar la frase porque a la mujer le entró la risa.


-Gracias, Pedro. En la próxima visita quizás.


Él sonrió cogiendo su portaequipajes, su maleta de viaje y su otra maleta. –Vamos, Pau- dijo haciendo que lo siguiera.


Le guiñó un ojo a Roy y le siguió mientras que su amiga se quedaba algo sorprendida de que se fueran juntos. No le había dicho nada y no le extrañaba. Cuando llegaron a la zona de vuelos privados se puso algo nerviosa- ¿Sabes conducir esa cosa?


-¿Tú que crees?


-Si lo supiera no te lo preguntaría.-dijo molesta saliendo al exterior tras él. Cuando vio la avioneta no parecía estar en muy buen estado- Ay, Dios mío.


-Está impecable. Sólo necesita una mano de pintura.


-¿Sólo eso?


Pedro abrió una puerta y lanzó las maletas dentro.- ¡Oye, esas maletas me han costado un ojo de la cara!


-No seas pesada. –Abrió otra puerta y bajó una especie de escalerilla.-Sube.


-Ay Dios- nerviosa miró alrededor sin saber qué hacer. 


Bueno, de perdidos al río. Cogió lo que parecía una cuerda para sujetarse y subió los escalones. Él subió tras ella y al estar agachada el dio en el trasero- ¡Eh!


-¿Quieres sentarte? Te estás comportando como una cría.


-Ay Dios –dijo cuando él la agarró por la cintura y la sentó en el asiento de cabina. Él se sentó a su lado y se puso unos cascos.-Ay Dios


-Ponte el cinturón y deja de decir Ay Dios. ¡Me estás poniendo nervioso!


Gimió girándose para buscar el cinturón de seguridad pero en la pared no había nada.- ¡Este avión no tiene cinturón de seguridad!- dijo histérica.


-Me pones de los nervios- tiró de una correa en su asiento y ella la agarró metiendo el brazo.


-¿Dónde se engancha esto?- gritó tirando de la correa pero no cedía.


Pedro puso los ojos en blanco y se levantó tirando de la correa del otro lado del asiento. Se la metió por el brazo y cerró el cierre sobre su barriga.-Vaya viajecito que me vas a dar.


-¡La culpa es tuya por traer esta cafetera!


-¡No llames así a Lousie! –se sentó en su asiento y pulsó varias clavijas.


-¿Lousie? ¿Quién llama así a un avión?- nerviosa se aferró a los laterales de su asiento clavando las uñas en él. En ese momento le importaba poco si destrozaba la tapicería de cuero. Sólo rogaba porque aquella cafetera no se cayera.


Pedro dijo algo incomprensible por un micro que tenía en los cascos mientras seguía pulsando botones. Si no estuviera tan de los nervios hasta reconocería que estaba sexy- ¡Ay Dios!- gritó cuando se movieron.


-¡Pau, tranquilízate! Esto no puede ser bueno para el niño.


Le fulminó con la mirada y a punto estuvo de decirle que todo era mentira y que se largaba de allí. Pero al ver su perfil se detuvo.-Dime que vamos a llegar enteros.


-Vamos a llegar enteros- la miró sonriendo.- Y hasta te daré un día de descanso antes de que te pongas a trabajar.


-Bien. –dijo viendo cómo iban hacia una pista que parecía larguísima. Cuando aquello aceleró con un ruido ensordecedor, cerró los ojos fuertemente antes de ascender. 


Se apretó contra su asiento y suspiró de alivio al ver que no se habían estrellado.


-¿Más tranquila?- gritó él sobre el ruido.


Asintió apretándose las manos. No sabía qué hacer y le miró de reojo- Relájate ¿por qué no intentas cerrar los ojos y dormir un rato?


¡Dormir! Le miró como si estuviera chiflado y Pedro hizo una mueca.


Después de una media hora empezó a relajarse y hasta se atrevió a mirar por la ventanilla.


Pedro la miró sonriendo y ella respondió tímidamente. Él le señaló unos cascos y Paula los cogió tímidamente poniéndoselos – ¿Me escuchas?- preguntó él.


-Sí. ¿Tardaremos mucho?


-Unas dos horas.


-¿Tanto?


Él se echó a reír.-Tendrás que acostumbrarte a viajar así.


Gruñó mirando al exterior y entrecerró los ojos acercando la cara a la ventanilla. Un humo blanco salía de lo que parecía un motor- ¿Pedro?


-¿Si?


-¿Es normal que salga humo de esas cosas que giran?


-¿Qué?- la miró confundido- No tiene gracia


-¿No tiene gracia?- Paula palideció- ¡Detén esta cosa!


Pedro se quitó el cinturón de seguridad y apretándola al asiento miró por su ventanilla.-Mierda


-¡Ay Dios!


-¡Deja de decir eso! -Se sentó en su sitio y se puso el cinturón- No pasa nada


-¿Cómo que no pasa nada?-gritó histérica. Miró por la ventanilla y el humo ya no era blanco sino negro.- ¡Aterriza!


-¡Eso voy a hacer!


Descendieron tan aprisa que ella llevó una mano al techo. –Ay Dios.


-Nena. Como te vuelva a oír esa frase te juro que lo vas a pagar.


Ella aterrorizada vio cómo se acercaban a lo que parecía un secarral. – ¡Ahí no!


-¿Dónde coño quieres que aterrice? ¿Entre algodones?


Al acercarse a tierra, Paula gritó y cuando tocaron tierra no sabía dónde agarrarse, así que estiró la mano y agarró lo primero que pilló que fue el brazo de Pedro, apretándolo fuertemente. Gimió de alivio cuando la avioneta empieza a decelerar deteniéndose al fin.-Uff


-¿Estás bien?- preguntó él quitándose los cascos y acercándose a ella. La agarró por la nuca para que lo mirara- Pau, ¿estás bien?


-Sí- susurró mirando sus ojos.


-Pues suéltame el brazo me vas a cortar la circulación.- dijo divertido mirándola de arriba abajo. Cuando volvió a mirar su cara se puso serio- ¿El niño está bien?


En ese momento se le pasaron mil ideas por la cabeza entre ellas que aquello era un penitencia por la trola que le había metido.- No hay niño.


Él palideció- Dios, no me digas que lo has…


-No me has entendido. No había niño- susurró antes de morderse el labio inferior.


Pedro entrecerró los ojos- Perdona, ¿qué has dicho?


-¿Por qué no llamas a alguien para que nos saquen de aquí?-forzó una sonrisa viendo como la vena del cuello se hinchaba al doble de su tamaño.


-¿Se puede saber por qué me has mentido?


-¡Porque me ibas a enviar de vuelta!-gritó furiosa ahora que ya no iban a morir estrellados.


-¡Estás loca!- se levantó de su asiento como un energúmeno.-Sal del avión antes de que explote.





TU ME HACES FALTA: CAPITULO 5




Le oyó hablar con la azafata que aunque al principio le miraba sonriendo después perdió la sonrisa y cuando la miró supo que estaban hablando de ella. La mujer negó con la cabeza y después le entregó un teléfono de tarjeta de crédito. Paula entrecerró los ojos. ¿No iría a llamar a su jefa para que la enviara de vuelta? Se levantó con el niño en brazos y se acercó a él que estaba de espaldas con el teléfono en la oreja. A medida que se acercaba le oía mejor y estaba furioso- No me vengas con monsergas ¿a qué viene esto, Cris?


Escuchó hablar al otro lado de la línea y tensó los hombros- ¿Estás de broma?- estaba a punto de estallar- ¡Cuando te dejé al mando no recuerdo que habláramos de nada de esto!


Paula se quedó con la boca abierta. ¿Cómo que cuando te dejé al mando? ¡No podía ser!


-La voy a enviar de vuelta ¿me oyes? ¡No necesito una secretaria! ¡Ni nada por el estilo!-se detuvo a escuchar y siseó- Tampoco necesito una mujer que caliente mi cama. Eres la tía más rara de toda Australia. ¿Ahora me buscas amantes?


Se volvió lentamente sin salir de su asombro y volvió a su asiento. ¿Qué coño estaba pasando allí? ¿Amantes? 


Nerviosa miró al niño intentando buscar una solución a aquel lío. Evidentemente Pedro era quien dirigía el rancho y una mujer llamada Crististina Alfonso la había contratado a sus espaldas para hacer trabajo de oficina y otras cosas evidentemente. Levantó la vista y le vio a punto de explotar.


Estaba rojo de furia. Le miró de arriba abajo y suspiró. 


Estaba claro que le atraía pero no se iba a acostar con él por un trabajo. ¡Ella lo haría gratis!


Se mordió el labio inferior dándose cuenta que no quería volver a casa. ¡Tenía que pensar algo para que no la echara! Miró al niño que agarró su mechón de pelo y se le ocurrió una idea. Gimió pensando si funcionaria. Al menos durante unos meses.


Él volvió con grandes zancadas con una mirada que indicaba que si pudiera la tiraría del avión de cabeza. Fingió que lloraba mirando al niño y Curt se detuvo en seco- ¿Qué te pasa?


-Nada- dijo limpiándose unas lágrimas que no salían, las muy puñeteras. Era capaz de llorar viendo un anuncio en la tele de pañales y no era capaz de llorar en ese momento tan crítico. ¡Tenía que pensar en algo triste! Se esforzó como nunca y pensó en su perro Lucky, eso siempre funcionaba. 


El pobre había muerto hacía quince años pero todavía al ver la imagen de su perro se emocionaba. No podía evitarlo.


Pedro se acuclilló a su lado- ¿Pau?


-Me van a echar- dijo levantando la vista con los ojos llorosos- En cuanto se entere esa mujer me va a echar.


-¿Se entere de qué?


-De que voy a tener un niño- dijo sorbiendo por la nariz y esperando su reacción. Sólo le delató el músculo de su mandíbula que saltó con evidencia.


-¿Vas a tener un niño?


-Sí y como es de mi jefe, me echó del trabajo- dijo mirando de reojo como la morena la miraba como si quisiera matarla.- Y ahora estoy en la calle. Si me echa, no sé qué voy a hacer…


Se pasó la mano por la cara con cuidado de no despertar a Roy y disimuladamente miró entre sus dedos su reacción.- No te preocupes.-Esas palabras le dieron esperanzas- Cris no te va a echar- dijo pasándose la mano por su pelo negro.


-¿Tú crees?- preguntó esperanzada.- Trabajo duro. Y se lo demostraré pero debo decírselo y no sé cómo se lo tomará.


Pedro gruñó apretando los puños.-Necesito un whisky.- se volvió y la morena la miró admirada.


-Chica, está claro que eres una actriz de primera.


-Gracias- sonrió de oreja a oreja.- ¿Crees que se lo ha tragado?


-Hasta el fondo.- sacó una tarjeta de su bolso y se la tendió- Es mi agente y lleva actrices. Si Pedro te echa, vete a verle. -Cogió la tarjeta discretamente y sonrió tímidamente.-aunque te va a descubrir.


-Sí, pero eso no va a pasar hasta dentro de unos meses.- dijo guiñándole el ojo- y habré trabajado tanto que no me echará.


-No me parece de esos hombres que se tomen muy bien las mentiras- dijo en voz baja- ten cuidado.


Después de una media hora, Paula se preguntó dónde estaría. Cuando se iba a levantar a buscarle apareció Lydia que sonreía de oreja a oreja- ¿Se ha dormido?


-En cuanto te fuiste. Estaba agotado.


Se lo pasó con cuidado y le iba a llevar la bolsa pero ella se negó- Puedo yo. No te preocupes.


La vio irse y suspiró mirando al frente. – ¿Dónde se habrá metido?- dijo en voz baja.


-Lo está digiriendo.- dijo la morena divertida.- Le acabas de cortar todo el rollo.


-¿Qué quieres decir?


-Que te digan que la tía que te gusta está embarazada de otro, corta el rollo a cualquiera.


-Pero él iba a por ti- dijo asombrada.-no quería nada conmigo.


La mujer chasqueó la lengua- Al principio parecía que sí pero lo hizo para provocarte. Me di cuenta cuando te acorraló en tu asiento. –Hizo una mueca- Cosas que pasan. No se puede ganar siempre.


Gimió apartando el cabello de su frente – ¡Que lío!


-¡Cuidado que viene!


Disimularon viéndolo venir –Van a servir la cena- dijo entre dientes. Ella se levantó y volvió a su asiento junto a la ventanilla.


Le miró de reojo – ¿Estás bien?


-Sí.-parecía molesto. Y ella no entendía nada. Lo que decía la morena no podía ser, porque si hubiera querido algo con ella no la habría tratado así desde el principio. Además era evidente que estaba molesto porque se tenía que quedar.


Contenta por sus conclusiones sonrió.- ¿De qué coño te ríes? Eres una preñada que va a un país desconocido a tener el hijo de un tío que te ha echado. ¿Hay algún motivo para reírse?


La morena jadeó al otro lado del pasillo pero Paula aunque palideció un poco no perdió la sonrisa- Tengo hambre- susurró desviando la mirada.


Les sirvieron la cena en absoluto silencio. Él no le dirigió la palabra en las siguientes horas y Paula decidió tumbarse. 


Estaba inclinando el asiento para dormir cuando él la fulminó con la mirada.- Te voy a dejar algo claro desde ya.


Le miró sorprendida- ¿Si?


-Harás tu trabajo. Punto.


-¿Perdona?


-Cristina es mi tía- ella aparentó sorpresa- El rancho Alfonso es mío y yo decido lo que se hace allí. ¿Entiendes?-asintió muy seria.-Trabajarás como todo el mundo y sobre ese escandaloso sueldo ya hablaremos.


-¿Ya hablaremos?- preguntó sin voz.


-Ya decidiré lo que te pago en cuanto calcule tus gastos- parecía realmente molesto por tener que tomarse la molestia- Lo que me faltaba, una preñada en el rancho.


Decidió morderse la lengua. Al menos hasta que llegaran a su destino. Una vez allí le dejaría las cosas claritas. Si se lo decía antes igual la abandonaba a medio camino.


Se tumbó en su asiento y él gruñó al ver que tenía frío. Se levantó y abrió el compartimiento de arriba cogiendo una manta y tirándosela encima – Gracias- dijo abriendo el paquete de plástico.


Pedro gruñó sentándose otra vez y ella se volvió dándole la espalda. Sonrió mirando la pared. Sabía que lo que había hecho estaba mal. De hecho estaba fatal, pero lo que él quería hacer enviándola de vuelta a Nueva York tampoco estaba bien que digamos. Sabía que no tenía trabajo y quería echarla. Así que donde las dan las toman. En un par de meses le diría que había mentido. Aunque por como la trataba ahora no iba a ser fácil.


Se quedó dormida pensando en ello y soñó que estaba en casa de sus padres en Boston. La reñían porque su profesor de equitación estaba desquiciado con ella. Cada vez que se subía al caballo se ponía nerviosa y el caballo lo notaba. 


Debía tener ocho años y mirándolos fijamente les gritó que no se volvería a subir a un caballo en la vida. Sonrió en sueños viendo la cara de su padre que no sabía qué hacer, si obligarla o dejarla en paz. De repente la cara de Carlos apareció ante ella. Estaban en una cena y sabía que esa noche su amiga Sara se comprometía. Estaba hablando muy animada con su novio cuando él la cogió de la mano- ¿Si, mi amor?


-Esto no funciona.


-¿No te gusta la cena?- preguntó confundida mirando su plato- Si quieres te lo cambio.


-No. Lo nuestro no funciona.- se quedó de piedra y le miró sus ojos color miel- eres maravillosa pero no funciona.


Le soltó la mano y cogió la copa de vino bebiéndosela de golpe. Paula se quedó en shock sin saber qué decir-¡Joder, di algo!


Eso la hizo reaccionar- ¿Qué quieres que te diga, Carlos?- susurró mientras sentía mucha tristeza. –Si tú crees que no funciona, no voy a intentar convencerte.


La miró fijamente-Tienes razón. No tienes que convencerme.  Lo tengo muy claro. –una lágrima rodó por su mejilla y se levantó de su silla- No hace falta que te vayas. Podemos seguir cenando como amigos.


-Se me ha quitado el hambre- susurró antes de girarse y salir del comedor.


Una caricia en la mejilla la despertó y confundida vio a Pedro tumbado a su lado- Estabas llorando.


-Oh- sonrojada se secó las lágrimas- Gracias.


-De nada –dijo muy tenso. Se tumbó boca arriba y cerró los ojos. Paula le miró el perfil y suspiró.


-Pedro- susurró para no molestar a nadie.


Él giró la cabeza para mirarla- ¿Es grande tu rancho?


-Sí. Duérmete, Pau.


-¿Por qué no quieres que vaya?


-No te aclimatarás, eso es todo.


-Estás muy seguro.


La miró a los ojos a través de la penumbra de la cabina- Te vas a aburrir en cuatro días y empezarás a protestar por todo. Nos volverás locos, hasta que al final un día con las maletas hechas exigirás que te llevemos al aeropuerto. Eso si no te echo primero.


Paula entrecerró los ojos dándose cuenta de lo que estaba pasando allí- ¿Quién se fue que te hizo daño?


-No digas tonterías- el desprecio de su voz la puso alerta.


-Así que tengo razón- se apoyó en su antebrazo para verle mejor.- ¿Quién fue?


-Quién no-dijo con desprecio- Mi madre y mi prometida.


Se le cortó el aliento al oír que su novia se había ido. ¿Es que estaba loca? Ella sólo lo conocía desde hacía unas horas y la tenía totalmente fascinada. ¡Ser su prometida debía ser la sensación más maravillosa del mundo!- Entiendo.


-¡No entiendes una mierda!


Hizo una mueca al ver que le daba la espalda.- ¿No quieres hablar de ello?- preguntó en un susurro. Al ver que no le hacía caso se mordió el labio inferior- Lo siento. Tienes razón, no sé cómo te sientes. Pero a mí también me ha dejado mi novio.


Se volvió de golpe – ¿Quieres callarte? ¡Yo no soy como el cerdo de tu novio!-Eso sólo había que verlo. Pedro estaba mucho mejor.- ¡No voy dejando mujeres embarazadas por ahí!


Gimió porque no se acordaba de eso. –Carlos no es un mal hombre- dijo defendiéndolo.- Simplemente no me quería.


Pedro la miró asombrado- ¡Te ha dejado preñada y te ha echado del trabajo! ¡Es un cerdo!


-Shuusss- dijo nerviosa mirando alrededor- ¿Quieres callarte?


-¿Qué? ¿No quieres que se sepa? Porque será evidente en unos meses y se va a enterar todo el mundo.-Estaba furioso


-Eso no tiene que ver con tu novia- dijo desviando el tema.-ni con tu madre.


-Tienes razón.


Se miraron a los ojos y Pedro miró sus labios. Paula sintió que le daba un vuelco el estómago y carraspeó tumbándose otra vez- Hasta mañana.


-Hasta mañana.-se dieron la espalda el uno al otro y Paula estuvo un rato despierta. Empezaba a sentir que aquello se le iba de las manos y acababa de empezar. Dios mío ¿Paula en qué lío te has metido?