miércoles, 19 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 17

 


Pedro entró en su apartamento quitándose la chaqueta. Estaba agotado, había sido un día muy largo. La boda le requirió mucha más energía de la que se había imaginado. Todo eso le había hecho sentirse como una marioneta, como un loco sin pensamientos propios.


¡Y el baile! Eleonora había tenido que contratar a esa estúpida banda. Lo que recordaba bien era el contacto del cuerpo de Paula contra el suyo. Se notó responder ante ese vivo recuerdo tan pronto como lo había hecho en la pista de baile… ¡Ya estaba bien!


Se dirigió hacia el pequeño bar y se sirvió un poco de coñac. Luego se dejó caer sobre el tresillo y puso los pies ya descalzos sobre la mesita. Cuando cerró los ojos y apoyó la cabeza en los cojines, su imaginación se desmadró y no sólo pudo sentir el cuerpo de Paula contra el suyo, sino también casi oler su suave perfume. Se preguntó de dónde venía ese olor. Respiró profundamente, tratando de encontrar la fuente; todavía lo tenía en la nariz.


Ella era tan femenina. Encajaba tan perfectamente entre sus brazos. Había tratado de no apretarla demasiado, de no tocarla de la forma que quería realmente, de no ver si realmente era tan suave como parecía. Y luego estuvo ese beso en el altar…


Pedro abrió los ojos y se sentó. ¡Déjalo! se dijo. Eduardo tenía razón. No podría llegar al final de ese año si no mantenía esa atracción bajo control. ése había sido el tema de la última charla que le había dado su hermano antes de subir. Se sintió como un escolar siendo regañado.


¡Estaba enfadado! Eduardo estaba actuando como si él fuera un jovenzuelo con las hormonas desbocadas. La compañía era tan importante para él como lo podía ser para Eduardo y el resto de la familia. ¿Es que Edu se imaginaba que era capaz de hacer algo que destruyera aquello para lo que había estado trabajando tan duramente durante todos esos años, incluso renunciando casi completamente a tener una vida social? No, Eduardo estaba equivocado. Él podía y debía quitarse eso de la mente. Con todos los viajes que hacía, el año pasaría volando y luego ella se marcharía.


Se puso de pie y se dirigió hacia la habitación. Se sentó en el borde de la cama y se quitó los calcetines y pantalones. ¿Por qué ese pensamiento le producía como un nudo en el estómago? Estaría muy contento cuando esa irritante mujer desapareciera de su vida. No necesitaba que lo mirara con esos enormes ojos azules, encantándolo a condenándolo. ¡No le debía nada!


Se había sacrificado mucho por su familia. Se pasó una mano por el abdomen tomando nota de que debía de volver al gimnasio. Si, una vez que volviera a su rutina habitual no tendría casi tiempo para recordar que estaba casado.


Con ese pensamiento en la cabeza, se dirigió hacia el cuarto de baño. Tal vez una ducha le ayudara a quitarse a Paula de la cabeza.



EL TRATO: CAPÍTULO 16

 


Por fin, el día terminó. Había sido el día más largo de la vida de Paula. Se sentó en un sillón cerca de la chimenea y le echó un vistazo a la habitación donde la había conducido Eleonora. No era muy grande, pero estaba decorada de una forma definitivamente maravillosa.


La alfombra era espesa y de un color marrón chocolate. Todos los muebles estaban colocados en semicírculo alrededor de la chimenea. Había un mueble bar de ruedas muy bien surtido en una esquina. Al otro lado había un escritorio de caoba antiguo. El escritorio estaba lleno de papeles y folios, indicando que no era sólo para decorar.


En la pared opuesta había una pequeña cocina con dos fuegos y un pequeño frigorífico. Una cafetera aparecía sobre un aparador. Todas las comodidades de un hogar, pensó Paula. En otra parte se veían dos puertas que ella supuso que daban al dormitorio y al baño. Era un apartamento completo y estaba segura de que era el de Pedro. ¿Dónde dormiría él esa noche? Sabía que tenía que tomar un avión por la mañana. ¡Él mismo se lo había recordado muchas veces!


Bueno, no tenía importancia. La extraña boda ya había terminado y Paula estaba muy cansada, tanto que no quería ni pensar en los acontecimientos del día en ese momento. Lo que quería era un agradable baño caliente y meterse en la cama. Haciendo lo que le pareció un esfuerzo sobrehumano se levantó del cómodo sillón y se dirigió hacia una de las puertas.


Lo primero que vio fue una pequeña habitación con un tresillo situado frente a una televisión portátil. Había también una combinación de lámpara de pie-revistero. Se apoyó en el quicio de la puerta y sonrió. Si tenía que vivir en ese sitio durante un año, por lo menos podría utilizar esa pequeña alcoba para relajarse y mantenerse apartada de la «familia».


Paula se dirigió hacia la otra puerta y entró en el dormitorio. Encendió la luz y le echó un vistazo. La habitación era enorme. Lo mismo que la cama. Esa enorme cama dominaba la habitación y podía estar perfectamente proporcionada con el cuerpo de Pedro.


Vio un pequeño neceser en una esquina de la habitación. Eso le recordó que su equipaje llegaría al día siguiente. Paula empezó a desnudarse. Encontró un armario y, apartando algunos de los trajes de Pedro, colocó allí la ropa.


Luego se metió en el cuarto de baño con el neceser. También era muy grande y tenía una acogedora bañera antigua. Dejó correr el agua y volvió al dormitorio. Después de destapar la cama entró de nuevo en el cuarto de baño y cerró la puerta.


Cuando la habitación empezó a llenarse de vapor, terminó de desnudarse. El agua caliente era como estar en el cielo cuando se sumergió en ella. Suspiró y las tensiones que le había producido el día se esfumaron. Le resultaría muy fácil dormirse, acunada por el agua.


Cuando apoyó la cabeza en el borde de la bañera cerró los ojos e hizo eso precisamente.



EL TRATO: CAPÍTULO 15

 


Paula se quedó sorprendida por su reacción, pero no estaba dispuesta a que Pedro se llevara el gato al agua en esa cuestión. Estaba a punto de decírselo cuando apareció Eleonora.


—Es el momento de cortar la tarta.


Los dos se levantaron y acompañaron a Eleonora hasta donde estaba la enorme tarta de bodas.


—¿No ha sido un día maravilloso? —preguntó Eleonora, ajena por completo a la tensión que se veía entre ellos.


Paula sonrió levemente y se preguntó de dónde sacaría las energías esa mujer.


Eleonora le dio un golpecito en el brazo.


—Ya casi hemos terminado, querida. Ya se lo duro que debe de haber sido para ti, así que vamos a cortar la tarta y muy pronto os podréis marchar Pedro y tú.


Paula miró entonces a Pedro. ¿Marchar a dónde? Pensó. ¿No estaría hablando de una luna de miel? Pedro agitó la cabeza, dándose cuenta de lo que quería preguntar y Paula se le acercó junto a la mesa.


La ceremonia de cortar la tarta fue muy tradicional y a Paula le apeteció en ese momento aplastarle a Pedro el trozo que había cortado en la cara y, por la forma en que él la miraba, le pareció que a él le pasaba lo mismo.