sábado, 4 de diciembre de 2021

LA MAGIA DE LA NAVIDAD: CAPÍTULO 15

 


En los dos días siguientes, Paula estuvo ocupada vendiendo libros y lámparas como regalos de Navidad y decorando la casa y, en conjunto, se las arregló para no pensar mucho en Pedro.


Pero, cuando terminó de vestirse la tarde de la obra de Olivia, ya no pudo seguir apartándolo de sus pensamientos.


¡Maldición! Justo cuando pensaba que empezaba a entenderlo, le clavaba un puñal por la espalda. Se había puesto furioso cuando mencionó sus tallas. Pues, por lo que a ella respectaba, aquel payaso testarudo podía pudrirse para siempre en su soledad. No volvería a darle ocasión de que se mostrara grosero con ella.


Miró a su alrededor y luego salió de la estancia.


—Date prisa, Olivia —dijo, entrando en la cocina para desenchufar la cafetera.


—Ya me doy prisa, mamá.


Paula sonrió a su hija. Con aquel traje de ángel, estaba verdaderamente preciosa y angelical. Se echó a reír. Preciosa, sí era. Angelical, no.


—¿De qué te ríes, mamá?


—De nada, cariño. Tenemos que irnos ya o llegaremos tarde.


—Pero no estoy lista —gimió Olivia—. No encuentro mi bolso.


Paula se disponía a buscarlo cuando sonó el timbre de la puerta.


—Ya voy yo, mamá.


—No, iré yo. Tú busca tu bolso.


Corrió a la puerta y, al abrirla, se encontró con Pedro, ataviado con traje de vestir. Lo miró sorprendida.


—Creo que no me esperabas.


—Ah, no, es cierto.


—¿Puedo pasar?


La joven se hizo a un lado y él entró en la sala de estar.


—Hola, Pepe—dijo Olivia, corriendo hacia él.


El aludido sonrió.


—Estás preciosa.


—Mamá me dijo que no ibas a venir a ver mi obra.


—¿De verdad? —preguntó él, sonriendo con sorna—. Pues no es cierto. Sí que pensaba venir.


—Estupendo—aplaudió Olivia. Miró a su madre—. Mamá, estás debajo de la rama de muérdago. Eso significa que tienes que besar a Pepe.


Un silencio cubrió la habitación.


La joven sabía que su hija había estudiado las tradiciones navideñas en su guardería, pero eso no disminuyó el embarazo que sentía.


—Deprisa, mamá —la urgió la niña—. Tenemos que irnos.


Paula levantó la cabeza y, al hacerlo, vio la cara de Pedro muy cerca de la suya. Antes de que pudiera decir nada, él la besó en la boca. Ella se quedó tan atónita que no pudo decir nada. Abrió los labios y tropezó con la lengua de él. Sintió que le temblaban las rodillas, le aferró los hombros con fuerza y apretó su boca contra la de él.


Entonces él terminó el beso con la misma rapidez con que lo había empezado. Paula tragó saliva y lo miró. Vio que intentaba parecer calmado, pero unas gotas de sudor en su frente traicionaban aquella sensación.


—Será mejor que nos vayamos —musitó Olivia.


Sin mirarse, Paula y Pedro dieron la vuelta y salieron tras ella.




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