lunes, 10 de junio de 2019

AMULETO: CAPITULO 14




El cuerpo de Paula se relaja, cediendo a este momento. Y por eso, estoy jodidamente agradecido. He tenido mi parte justa de turistas tensas que quieren la emoción con un irlandés, pero a menudo son las mujeres las que no quieren que sus cuerpos sean realmente tocados, realmente sentidos.


Son mujeres que dicen que quieren ser folladas, pero estas mujeres no tienen idea de lo que significa tener a un hombre haciéndoles el amor.


Le arranco las bragas, tirando el encaje deshilachado al suelo. Y luego mi lengua corre a lo largo de su cremosa hendidura. Su coño ya está agradable y húmedo, listo de la misma manera que mi polla está dura como una roca.


Mi lengua se mueve hacia arriba y hacia abajo, saboreando la dulzura mientras me lanzo dentro de su coño. Y yo tenía razón. Ella sabe como el trébol. Como hierba verde, aire fresco y dulce miel.


Mi lengua profundiza, y estoy chupando sus labios y lamiéndola fuerte, consiguiéndola lista para correrse. Quiero más de ella, quiero que se vacíe sobre mi cara, pero sé que su cuerpo todavía está apretado, que es necesario aflojarlo un poco más.


Y así presiono un dedo dentro de ella, su coño prácticamente mendigando que lo follen de esta manera, ella está tan jodidamente apretada, que solo puedo adivinar que nunca ha estado con un hombre que fue bendecido con una polla por la que todos los continentes estarían celosos.


Muevo un dedo sobre su clítoris, y demonios, está latiendo y deseando más. Muevo un dedo dentro y fuera de ella, moviendo mi boca a sus muslos y plantando besos arriba y abajo entre ellos, luego envolviendo sus muslos alrededor de mi cuello, y devorándola una vez más.


Dejo que mis dedos la follen más fuerte, golpeándola hasta que su liberación cubre mi mano y siento su cuerpo tensarse y luego relajarse cuando ella se corre en mi cara. Sin detenerme, lamo toda su cremosa corrida.


Su espalda está arqueada en el aire y paso mis manos sobre su estómago, luego alcanzo más arriba, llenando mis palmas con sus tetas. Mi boca chupa con fuerza contra su coño mientras ella continúa teniendo su orgasmo contra mí.


Está jadeando, superada, y ese es el dulce punto que estoy buscando. Me pone la polla más jodidamente dura. ¿Cómo diablos tuve tanta suerte? El coño de Paula está muy mojado y dispuesto, su cuerpo tan vivo. Y su corazón… tan malditamente lleno.


—Te necesito en mí, Pedro. Necesito más de ti que follándome con tu boca, tus dedos. Ahora, necesito que me folles con esa polla.


Gruño, incapaz de manejar nada más. Sus palabras son como el fuego, consumiéndome con el deseo. Me pongo un condón y abofeteo su culo, animándola a girarse, para ponerse a gatas. Necesito follar su coño bien y duro, quiero que sus tetas reboten mientras empujo dentro de ella.


Profundo, duro, satisfactoriamente y bien.


Ella se pone a cuatro patas en el borde de la cama, y yo estoy detrás de ella de pie, mi polla bordeando más cerca de su resbaladizo coño. 


Mientras me deslizo en su entrada apretada, me alegro de haber trabajado su vagina... follándola con el dedo y con la boca... todo en preparación para este jodido gran final.


—Es demasiado grande, Pedro —dice, y al instante mi boca está sobre su oído, susurrando las palabras que ella necesita oír.


—Callada ahora, muchacha, va a encajar, pero te aseguro, te arruinará. Una vez que este irlandés te folle, ninguna otra polla lo hará jamás.


—Muéstrame, muéstrame a qué te refieres. Fóllame, Pedro. No me hagas esperar.


Y no lo hago. Presiono dentro de ella, llenándola completamente.


No me inclino a agradable y lento, no. Ella dijo que lo quería ahora… y le daré lo que quiere.


Mi pene golpea en su núcleo y ella grita.


—Oh, Dios, ¡Oh, Dios mío! El… —Y, a continuación, Paula es incapaz de hablar. Sus codos caen en la cama, todavía sigue a cuatro patas, y sostengo su cintura, ambas manos sobre sus caderas, y la abro.


Empujo dentro de ella tan jodidamente duro y a ella le encanta. Sus pechos están rebotando, y cada vez que se golpean el uno al otro, mi polla aumenta aún más. Estoy aferrado a ella, y juro que no voy a dejarme ir.


Su bonito y redondo culo está en el aire, tiene el perfecto par de tetas rebotando y sus caderas están hechas para sujetarla… Paula es un maldito sueño hecho realidad.


Mi polla está en llamas, tan cerca de explotar. 


Ojalá no tuviera un condón. Quiero que mi semilla llene su coño. Quiero llenarla tanto.


—Voy a follarte toda la noche —gruño en su oído, apartando su cabello, asegurándome de que escuche cada sílaba.


—Bien —jadea—. Yo también te necesito. Mi coño necesita eso jodidamente tanto.


Empujo contra ella, mi pene soltando su caliente corrida profundamente en su coño. Ella se corre, también, otra vez su cuerpo tembloroso, agitándose cuando acabo.


—Tenías razón. —Se las arregla para decir—. Dijiste que íbamos a tener suerte. —Se derrumba sobre la cama, una risa escapando de ella como si todo esto fuera una broma.


La giro para poder ver la euforia en su rostro. 


Con una mano a cada lado de ella, me inclino más y digo:
—Paula, lo que acaba de suceder aquí, no fue sólo suerte.


Un destello de oscuridad cruza su rostro.


—¿No?


Sacudo la cabeza, sonriendo.


—No fue suerte, muchacha. Fue perfecto.




AMULETO: CAPITULO 13




Ante esto, ella sonríe y echa la cabeza hacia atrás nuevamente como si estuviera sorprendida de escuchar esa solicitud. Como si la petición en sí misma fuera temeraria. Pero no lo es. 


Cualquier hombre con algún sentido en su cabeza estaría tirando de su jersey como lo estoy haciendo ahora. Estarían tirándolo por encima de su cabeza, lanzándolo a un lado, y observando sus hermosos pechos.


Sus pechos son tan malditamente llenos, tan jodidamente grandes. Y yo sonrío como un colegial que ha conseguido un pedazo de caramelo.


—Dios, mujer, ¿de dónde viniste?


—No creo que importe, Pedro. Estoy principalmente interesada en ver a dónde planeas llevarme.


Me río, amando la forma en que bromea, la forma en que lanza sus palabras como guijarros. 


No lastimarán a nadie, pero mantendrán a uno atascado en su zapato y lo volverán loco.


—Oh, tengo muchos lugares a los que me gustaría llevarte.


—¿Figurativa… o físicamente?


Sacudo mi cabeza hacia ella.


—Voy a llevarte a mi cama ahora mismo, muchacha. Y voy a llenarte con mi polla, y te advierto: es una polla con la que solo has soñado. Te tomaré bien y correctamente. Esta vez, al menos.


—Oh, ¿ya tienes planes para segundos? —pregunta, sus mejillas rojas, el rubor subiendo por todas partes, y presiono mis palmas contra sus tetas, llegando a por el cierre de su sujetador, para poder abrirlo, dándome acceso a verlas en todo su esplendor.


Cuando el sujetador está en el suelo y sus pezones duros entre mi pulgar e índice, respondo:
—Planeo segundos y terceros. Soy un irlandés, muchacha. Nací con apetito.


Sonríe, alcanzando mis pantalones, desabrochando el botón, tirando de la cremallera.


—¿Por pasteles de carne?


Niego, riendo de nuevo.


—Ahora sólo hay una cosa que anhelo.


—¿Y cuál es, Pedro? —pregunta, mis pantalones caen al suelo, sus manos desabotonando mi camisa de franela.


—Quiero tu coño. Quiero saber si es tan dulce como el trébol.


—Supongo que tendrás que dejarme saber, ¿no? —Ella levanta una ceja, sus dedos envolviendo mi duro pene.


Agarro su trasero entonces, levantándola del suelo y llevándola a mi cama. El granero es pequeño, solo esta habitación, pero estoy agradecido de que la cama esté limpia, con sábanas lavadas, lista para que ella la arruine.


Le quito los calcetines y la dejo con nada más que sus bragas. Quiero aprovechar mi tiempo. 


Su piel es suave y cremosa, sus muslos prácticamente solicitando separarlos. Deseo saborear ese momento, pero mi polla quiere ponerse al asunto.


—Tienes que recostarte, muchacha. Y necesito que te quedes quieta.


—Sabes que la mayoría de los hombres no hablan de esa manera, ¿no?


—No soy la mayoría de los hombres, Paula. Los irlandeses hacen las cosas de manera diferente. ¿Cuántas veces tendré que explicarte esto?


—No más explicación —dice ella—. No más charla. Sólo… —Se recuesta en la cama, su cabello oscuro derramándose sobre la almohada y la ventana dejando entrar la luz de la media luna—… dime si soy dulce.


—Oh, creo que ya hemos determinado que no eres dulce.


Ella se ríe, el tono de su voz llena la oscura habitación. Cuando ella ríe, la habitación se siente brillante.


Separo sus piernas, bajo mi cabeza hacia sus muslos… el único lugar en el que quiero estar.


Paso mis dedos sobre sus bragas, recordando cómo la toqué en la camioneta. No tengo dudas de que su cuerpo va a responder a este jugueteo también.


—Oh, Pedro





AMULETO: CAPITULO 12




La chica se está derritiendo con mi toque. Toda la noche he pensado en ella como ardiente y viva, pero después de tocarla durante unos minutos, resulta claro que está reprimida, necesitada y deseando.


Mi hermano puede haber hecho mil cosas de mierda a lo largo de los años, pero esta la hizo exactamente bien.


—Vamos, Paula, vamos a quitarnos esta ropa —le digo, tomándola de la mano y llevándola fuera de la camioneta, agarrando su mochila de la parte de atrás y colgándola sobre mi hombro.


Ella entrelaza sus dedos con los míos y se aferra a mi brazo. No va a irse a ningún lado.


Lo cual es bueno de dos maneras. Primero: mi polla está jodidamente dura como el infierno, y segundo: hay una apuesta que debo ganar.


Para el momento en que abro la puerta delantera de un puntapié, ella prácticamente está derritiéndose contra mí. Tal vez luchó demasiado tiempo, y después de ese beso fuera del pub, me dio una idea de lo que podría haber en el almacén con ella… y bueno, demonios, soy un bastardo afortunado.



—¿Esta es tu casa? —pregunta mientras cierro la puerta por detrás de nosotros. Sus ojos escanean el pequeño interior. No me muevo para encender una luz.


—¿Quieres que te la enseñe ahora o más tarde? —pregunto, envolviéndola en mis brazos, presionando mi endurecida polla contra su vientre, queriendo retrasar lo inevitable.


Y queriendo terminar lo que hemos empezado.


Yo follo a las chicas en su camino fuera de la ciudad. No follo mujeres que podrían empezar a mirar mi casa de una manera más crítica.


Porque llamar a este lugar una casa es un poco exagerado.


Una cabaña, tal vez. Pero un cobertizo de cuatro por cuatro, un tejado sobre mi cabeza es probablemente más exacto. No he hecho exactamente una fortuna viviendo la vida de la manera en que lo hago. Llevar a gente de excursiones no es bastante comercial.


Que es la razón por la que lo hago. Porque significa que estoy libre de cualquier hombre y cualquier mujer, que reclamen un derecho sobre mí. Este estilo de vida funciona, siempre y cuando lo permita.


No habrá vacaciones en Tailandia como planea mi hermano, pero, ¿por qué necesitaría tal cosa? ¿Por qué me iría al extranjero cuando ya vivo en el mejor país del mundo?


Aún así, una mujer que está tan llena de personalidad como Paula, es posible que tenga unas pocas palabras que decir sobre este granero. Palabras que aún no quiero escuchar. 


En este momento, estoy más interesado en desnudarla de toda esa ropa americana y llenarla con mi polla irlandesa.


—¿Qué pasa? —pregunta, y me doy cuenta de que ahora soy yo, el que me he perdido en mi cabeza.


Niego, despejando mis pensamientos, queriendo estar sólo en este momento.


—Nada, muchacha. Ahora veamos qué hay debajo de esas ropas.