martes, 3 de julio de 2018

LA TENTACION: CAPITULO 29




El café de Village Grounds estaba lleno, y Paula no paraba de trabajar. Cuando finalmente se calmó un poco sobre las once, sacó el móvil del bolso y llamó a Claudio. El tono con el que le dijo «hola» ya la preocupó, y empeoró cuando ella le dio los informes de la cuenta.


—Lo primero que tengo que decir es que no he encontrado nada que me haga pensar que tu compañera esté en algún sitio contra su voluntad, ¿de acuerdo? —dijo él.


—¿Por qué creo que después de esto va a venir un «pero»?


—Pero... he oído el rumor de que han desaparecido los títulos al portador de un chico malo. La fuente del rumor no es la más fiable pero, basándome en lo que me has dicho de tu cuenta, sí que puede ser creíble.


Paula frunció el ceño.


—¿Títulos al portador? He oído hablar de ellos, pero no estoy segura de lo que son.


—Son lo último en fondos cuya pista no se puede seguir. Han sido ilegales en Estados Unidos durante unos veinte años, pero se pueden conseguir de muchas formas. Son propiedad de quien los tenga, ya que no hay ningún título de propiedad para confirmarlo. Si caen en tus manos, los canjeas y el dinero es tuyo. Mucho dinero procedente de la droga se blanquea así. No estoy diciendo que haya necesariamente una relación...


—Pero con los movimientos de mi cuenta, los depósitos y las retiradas, tendría sentido, ¿no?


—Podría ser —le confirmó Claudio.


Paula cerró los ojos en un intento de controlar el miedo y la ira.


—Entonces, ¿es ahora cuando tengo que asustarme?


—No, deja que haga algunas comprobaciones más. Mientras, congela esa cuenta. Te llamaré esta noche... o mañana, como muy tarde.


—Gracias.


—Siento que esto no haya salido mejor para ti, Paula. Ojalá Roxana simplemente se hubiera fugado con un tipo casado o algo así.


—Si todo esto llega a ser verdad, cuando la encuentre, va a desear no haberme conocido nunca.


Claudio se rió.


—Recuérdame que nunca me meta contigo —dijo, y colgó.


Paula intentó poner una expresión agradable para recibir a unos clientes, un grupo de turistas que acababan de entrar en el café. Mientras les servía té helado, no dejaba de darle vueltas al asunto. Quería creer que Roxana no le haría algo así, pero en el fondo sospechaba que ése era exactamente el tipo de persona en el que se había convertido su compañera.


Después de echar otro vistazo a los movimientos de la cuenta, Paula llamó al banco.


Resultó que no podía congelar la cuenta sin el permiso de Roxana, pero podía transferir los fondos a su cuenta personal, a la que Roxana no tenía acceso, así que lo hizo.


Paula sirvió los cafés prestando sólo una décima parte de su atención. Sus pensamientos estaban centrados en Pedro. Drogas y lavar dinero, dos de las actividades que le garantizarían un romance con un futuro fiscal federal.



LA TENTACION: CAPITULO 28





—¿Qué te pasa esta mañana? ¿Alguien ha escupido en tu mermelada de fresa?


Pedro miró a Carlos, que acababa de entrar en la comisaría, con una botella de agua en la mano. Dejó a un lado el caso que tenía que leer antes de la clase de aquella noche.


—No he dormido mucho.


Carlos sacó una silla y abrió la botella.


—Y no parece que haya sido por una buena razón. ¿Qué ha pasado?


Pedro nunca había considerado a su hermano como un confesor, pero no vio otra opción.


—He estado investigando a Paula.


—¿Por alguna razón en particular o... por amor?


Pedro bajó la mirada hacia su escritorio.


—No es amor... exactamente.


—Sí, claro —respondió Carlos.


Pedro decidió dejar aparte el tema del amor. 


Carlos había sido testigo de bastantes cosas de su relación con Paula en el pasado como para intentar convencerlo de lo contrario.


—Le está ocurriendo algo, pero no quiere hablar de ello.


—Nunca ha sido una persona que compartiera sus cosas. Tal vez debieras darle algo de espacio.


—Eso es lo que he estado intentando hacer, pero justo antes de que entraras hablé con el hermano de un amigo, de Miami, y no me gusta lo que me ha dicho. Paula está limpia. Trabaja duro y, de hecho, toda su vida parece girar en torno a su trabajo. Pero Roxana, su compañera, es otra cosa. No se puede decir que se relacione con las mejores personas, a menos que sientas un cariño especial por los criminales.


—Sí, tiene mala pinta —dijo Carlos—. Pero, ¿por qué empezaste a investigarla?


—Paula no duerme por las noches. Usa mi ordenador en mitad de la noche y me trata como si no ocurriera nada. Lo único que me ha dicho es que tiene un problema en el trabajo.


—¿Crees que está metida en algo sucio? —preguntó Carlos.


Pedro negó con la cabeza.


—De ninguna manera. Aparte de aquella vez, cuando la metieron en la cárcel y se perdió la boda de Alejandra, su expediente está limpio.


Carlos se levantó.


—Te aconsejaría que te metieras en tus propios asuntos pero, ya que eres un cabezota y sé que no lo harás, me contentaré con decirte que recogeré tus pedazos del suelo cuando Paula se entere y te haga papilla.





LA TENTACION: CAPITULO 27




Paula se dio una ducha y, ya vestida, se dirigió a la cocina. Pedro estaba desayunando café y cereales. Llevaba puesto el uniforme, lo que significaba que tarde o temprano se iría a trabajar. Aunque a Paula le encantaba mirarlo, prefería que fuera temprano; necesitaba llamar a Claudio desde la tranquilidad de Dollhouse Cottage antes de ir a Village Grounds a relevar a Lisa.


—¿Te importa si me sirvo uno? —preguntó Paula, señalando la cafetera.


—Lo que quieras —mientras ella sacaba una taza de un armario, él preguntó—: ¿Has dormido bien?


—Bien —contestó Paula.


—¿Sabías que hablas en sueños?


Paula derramó un poco de café sobre la encimera.


—Eso me han dicho —se puso a limpiar el líquido—. Normalmente, sólo son tonterías.


O, por lo menos, eso esperaba. Pedro no hizo ningún comentario. Aunque ella estaba deseando preguntarle qué había dicho, no supo cómo sacarle más información.


—Espero no haberte mantenido despierto.


—No por mucho tiempo.


—Bien —dijo ella, aunque se sentía totalmente tensa. Sintió algo de alivio al ver que Pedro se estaba terminando el cuenco de cereales, lo que significaba que pronto se iría.


—¿Sólo vas a desayunar café? —preguntó él.


—No suelo desayunar.


—Esa es una mala costumbre. Ya sabes que el desayuno es la comida más importante del día.


Ella intentó ocultar su frustración al ver que Pedro alcanzaba el paquete de cereales para rellenarse el cuenco.


—¿Estás segura de que no quieres un poco? —preguntó Pedro.


—Gracias, pero no —definitivamente, estaba jugando con ella. Paula se levantó, tiró el café en el fregadero y metió la taza en el lavavajillas—. Tengo que irme a trabajar.


Entre bocado y bocado, Pedro dijo:
—Esta noche tengo clase. ¿Crees que podrás mantenerte entretenida?


—Ya se me ocurrirá algo.


Paula estaba en el salón, preparándose para. irse, cuando podría haber jurado que oyó que Pedro murmuraba «apuesto a que sí». 


Echando una mirada por encima del hombro, Paula sacó del maletín el informe de la cuenta de fideicomisos y lo metió en el bolso.