martes, 17 de agosto de 2021

QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 18

 


Pedro la vio irse al finalizar su jornada de trabajo a través del cristal de la sala de exposición.


Una parte de él, el neandertal patán que respondía a las chicas atractivas de generosas curvas, echaba de menos a la sexy camarera. Su lado maduro apreciaba el aspecto más recatado que mostraba mientras trataba de rechazar las fantasías de jefe-secretaria.


Había estado a punto de estropearlo al pedirle que lo acompañara a la boda de Darío. Menos mal que había comprendido su error justo a tiempo de cambiar de dirección. No es que fuera un aficionado al subterfugio o el engaño, pero tampoco estaba dispuesto a abandonar.


Y menos cuando la recompensa era Paula Chaves.


El móvil que llevaba sujeto al cinturón sonó, distrayéndolo. Miró el número que aparecía y aceptó la llamada.


—Hola, hermano —saludó Mauricio—. Tenemos que preparar la despedida de soltero de Dario. ¿Quieres que cenemos en el Hitching Post esta noche para ver lo que hacemos?


Esperaba que los planes de su hermano no incluyeran strippers y vídeos porno. Aunque conociendo a Mauricio, le habría sorprendido, y más después de que se hubiera zambullido en el amor.


—Claro —aceptó, viendo cómo el coche de Pau desaparecía camino abajo—. ¿A qué hora?



QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 17

 

Miro a Pedro, que había aparecido junto a su mesa mientras ella soñaba despierta.


—¿Quieres que vaya contigo a la boda de Darío y Ailín? —repitió.


—Me gustaría mucho —corroboró—. Por favor, di que sí.


Al mirar a Pedro, le costaba recordar qué había visto alguna vez en su hermano, a pesar de que era un chico estupendo.


Durante un momento, se sintió tentada de aceptar, pero luego recordó su resolución. A regañadientes, movió la cabeza.


—Te agradezco la invitación, pero no creo que sea una buena idea que salgamos —explicó—. Espero que lo entiendas.


Él cruzó los brazos sobre el pecho.


—¿Te importaría decirme por qué?


Debería haber adivinado que alguien con el éxito de Pedro no aceptaría fácilmente un no por respuesta. Parte de su fórmula de triunfo debía basarse en la persistencia.


Solía pasarlo mal para mantener sus decisiones cuando entraba en juego la persuasión. Le costaba decirle que no a la gente. Al menos hasta cierto punto. Siempre temía herir sus sentimientos, razón por la que había salido con algunos hombres que no le habían resultado atractivos.


Con repentina claridad, comprendió que esa dificultad para dar una negativa había sido la razón precisa de haber terminado prometida a Damián. No porque en algún momento lo hubiera amado de verdad.


Lección aprendida.


Pero, ¿y si Pedro no lo entendía?


—He decidido centrar mi energía en realizar un buen trabajo aquí —explicó gentilmente, con las manos unidas debajo del escritorio. Se dio cuenta de que dar un no sin sentirse culpable iba a requerir tiempo de práctica—. Creo que salir con mi jefe podría complicar eso, ¿tú no?


Pedro entrecerró los ojos. Luego su expresión se despejó.


—Oh, ya entiendo —rió entre dientes—. Pensaste que te pedía una cita.


«Oops».


—¿Y no era así? —graznó ella, el súbito bochorno le atenazó la garganta.


Él alzó las manos con las palmas hacia fuera.


—Es culpa mía. Sé que probablemente aún estés superando lo sucedido con Damian, pero debería haberme explicado mejor.


Lo último que quería era que Pedro o cualquier otro pensara que aún mantenía la antorcha encendida por Damián Traub.


—No es eso en absoluto —protestó.


—Escucha, Darío es uno de mis mejores amigos —continuó él como si ella no hubiera hablado—. Es imposible que pueda saltarme la boda, pero odio aparecer solo. Es incómodo, ¿comprendes? Las novias ven a un chico solo y de inmediato se ponen a pensar con quién pueden emparejarlo —movió la cabeza despacio—. Preferiría evitar todo eso —su sonrisa fue casi de súplica—. Ni siquiera tendríamos que hablarle a Darío si es lo que quieres, pero lo consideraría un gran favor si me acompañaras.


Pau se sintió como una idiota por sacar conclusiones precipitadas.


—Lo entiendo —confirmó con las mejillas encendidas—. Por supuesto que iré contigo.


—Estupendo —Pedro se frotó las manos—. Bueno, luego podemos concretar los detalles.


Sólo después de que él se marchara silbando comprendió con qué facilidad había caído en su encerrona. No es que hubiera pretendido manipularla. Era evidente que no tenía un interés personal en ella. Sólo quería disponer de alguien que colgara de su brazo.


Después de mirar su reloj, recogió el escritorio. Incluso la nueva Paula tendría que decidir qué ponerse. Por principio general, no estaría mal mostrarle a Damián lo que había descartado.


Con la tarjeta de crédito al límite por haber comprado el guardarropa de trabajo, tendría que encontrar algo en su armario. Tenía suerte de que estuviera bien equipado con ropa de fiesta.



QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 16

 

No volvió a hablar con Pedro en toda la tarde. Como no tenía otra cosa que hacer, investigó un poco sobre el negocio en la Red. De esa manera podría formularle a Pedro alguna pregunta inteligente.


Vio al representante rodear el taller principal y dirigirse al coche, pero no lo acompañaba su jefe. Había un límite para lo que una persona podía aprender sobre equipos de granja en un día y ella había llegado a él, y como Nina se hallaba ocupada redactando un informe, no tenía nada en lo que ocuparse, por lo que el tiempo pasó lentamente.


Finalmente fue al despacho de Pedro con el pretexto de preguntarle si quería café, pero no estaba allí. En un aparador estaba la foto de su grupo de póquer sentado a una mesa de picnic. Eran los mismos chicos que habían estado en la fiesta que ella había interrumpido; Pedro, Mauricio, Rodrigo, Gastón, Darío y Damián.


Observó la foto durante un momento. Sin desear que la sorprendieran allí, regresó a su mesa, pero su mente permaneció en Damián, su antiguo prometido. Si ya estaba saliendo con otra, la noticia aún no había llegado a sus oídos.


Súbitamente, se dio cuenta de que no le importaba. Damián le había herido el orgullo, pero no el corazón. En realidad, no lo había amado. Aparte del bochorno de que la abandonaran de forma pública, le debía un profundo agradecimiento. Si no hubieran roto, con el tiempo podría haberse encontrado en un matrimonio sin amor. No habría comprendido que la vida merecía algo más que lo que Damián podría darle. Desde luego, no se habría embarcado en un nuevo trabajo.


No cuando su objetivo principal había sido una boda bonita, con el vestido perfecto, toneladas de flores y el resto de la pompa y circunstancias que iban con ese acontecimiento.


Tantas veces había imaginado la ceremonia que casi le parecía real. Podía verse flotando sobre la alfombra blanca en dirección al altar. Bajo el resplandor de miles de velas, se afanó en ver con claridad la cara del novio, alto, moreno…


—Ah, me alegro de que sigas aquí —exclamó Pedro, sacándola de su ensimismamiento—. Quería preguntarte… sobre la boda de Darío… ¿me acompañarías?