viernes, 8 de octubre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 49

 


Él la había obligado a lo que estaban haciendo, algo que no le había preocupado lo más mínimo en su momento. Sin embargo, en aquellos momentos, quería que ella estuviera con él porque así lo deseara y no por una lealtad por un hermano menor. ¿Era ella la clase de mujer que sería capaz de llegar tan lejos como para acostarse con un hombre para evitar que su hermano fuera a la cárcel? Él le había dicho que tenía que ser convincente en su papel. ¿Estaría tratando de convencerlo también a él? Si era así, era una magnífica actriz.


Cualquier otro hombre probablemente le diría que simplemente aceptara su buena suerte. No sólo tenía a alguien dispuesto a actuar como su prometida, sino que esa persona estaba también calentándole las sábanas de buena gana.


Estaba consiguiendo exactamente lo que quería, incluso más. Sin embargo, no estaba satisfecho. En lo más profundo de su ser, la culpabilidad lo devoraba por haber obligado a Paula a hacer algo así. ¿Lo habría hecho sin sentirse obligada a proteger a Facundo? Nunca lo sabría.


Estaba empezando a darle dolor de cabeza. Fuera cual fuera el modo en el que observara la situación, la conclusión era la misma. Paula era una persona muy leal, una cualidad que él respetaba profundamente. Sin embargo, había utilizado esa cualidad en su contra y eso le dejaba un amargo sabor de boca.


Suspiró profundamente y sacudió la cabeza. Sabía que no era lo suficientemente hombre como para dejar que Paula se marchara de buen grado. Después de haberla probado, no podía renunciar a ella. Además, no se podía decir que ella no estuviera sacando nada de aquella relación. Desde su transformación, se comportaba con más seguridad. Eso se lo había dado él. Le había permitido que descubriera a la mujer que era capaz de ser de verdad.


Sin embargo, por mucho que tratara de convencerse de que el fin justificaba los medios, no lograba conseguirlo.




MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 48

 

Pedro estaba sentado en el escritorio de su despacho. Se reclinó en su silla. Se sentía cansado e irritable después de una noche difícil, por lo que había descartado la posibilidad de dormir y se había marchado temprano al trabajo. La causa de su última noche de insomnio era que Paula Chaves le había llegado muy dentro.


De algún modo, ella había conseguido colarse bajo su gruesa piel. Después de poseerla, quería más. Nunca antes había experimentado una necesidad parecida a la que lo consumía en aquellos momentos. Trató de racionalizarlo, de atribuirlo a la excepcionalidad del largo periodo de tiempo transcurrido desde la primera vez que se vieron en febrero hasta que por fin había estado con ella. La anticipación solía endulzar las cosas, incrementar las expectativas y los placeres que se han de descubrir.


Sin embargo, después de haber tenido relaciones íntimas con Paula, en vez de sentirse más tranquilo, la anticipación había alcanzado cotas aún mayores. Su intensa conexión física lo había sorprendido profundamente. No se podía negar que juntos hacían arder las sábanas. Paula era una amante inesperadamente apasionada y generosa. Sus rotundas curvas femeninas lo volvían loco, tanto si estaba vestida como si no.


Sin artificio alguno, simplemente había sido ella misma. Eso suponía una refrescante bocanada de aire fresco en una vida que se había hecho demasiado superficial en los últimos años o, al menos, así había sido como él tenía intención de mantener sus relaciones con el sexo opuesto. Superficiales y libres de compromiso.


Este hecho le llevaba a la pregunta fundamental. ¿Se podía ser tan generoso sin tener algún motivo? Sus relaciones con las personas en los últimos años sugerían que no. Ni siquiera su padre quedaba libre de manipular para conseguir lo que quería. Entonces, ¿dónde dejaba eso a Pedro con Paula?




MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 47

 


Con piernas temblorosas, Paula se marchó a su dormitorio y se tumbó en la cama. ¿Tenía Facundo razón? ¿Estaba tratando de aferrarse a todo lo que tenían antes de que sus padres murieran que estaba ahogando a su hermano? Se había agarrado a él con todas sus fuerzas para impedir que se lo llevaran a un hogar de acogida.


Miró la pared y observó el mapa del mundo cubierto de alfileres rojos que marcaban todos los países que esperaba visitar algún día y con un único alfiler amarillo el lugar en el que estaba. Vista del Mar, California.


Había sacrificado sus propios sueños de estudios y viajes para asegurarse de que Facundo tenía el hogar más estable posible tras el fallecimiento de sus padres. Había renunciado a todo sin pensárselo dos veces o arrepentirse de lo que podría haber hecho con su vida. Lo había hecho porque tenía que hacerlo. Porque necesitaba hacerlo. Porque era lo que sus padres habrían esperado de ella. Porque quería a su hermano.


Por fin, se levantó de la cama y se acercó a la pared. Entonces, muy lentamente, comenzó a retirar los alfileres del mapa. Cuando los hubo quitado todos, los guardó en la caja, quitó el póster de la pared y lo rompió en dos trozos y luego en otros dos. Entonces, y sólo entonces, consiguió librarse de la presión que tenía en el pecho.


No importaba nada. Nada de lo que había hecho nunca. Había fallado a su hermano y en aquellos momentos tenía una relación con un hombre que sólo pensaba en términos de beneficios y pérdidas. Demonios, ni siquiera era una relación de verdad. Era una farsa que estaban representando para que pudiera engañar a su padre y recibir algo que, por derecho, debería haber sido suyo desde el principio.


Paula sabía que seguiría haciendo lo que hiciera falta para que Pedro consiguiera lo que era suyo. Le había dado su palabra y eso para ella era algo sagrado. En la última semana, había visto una faceta muy diferente del hombre que todos calificaban como cruel e inflexible. Una faceta que se relacionaba con ella de un modo que jamás había anticipado.


Había compartido intimidades con él durante el fin de semana que jamás había compartido con otro hombre. Había conocido niveles de placer que eran tan adictivos como seductores. Se había sentido especial, como si fuera la mitad de una pareja verdadera.


Arrojó el póster a un rincón de la habitación y volvió a dejarse caer en la cama sollozando como si el corazón fuera a rompérsele. Un corazón que sabía que pertenecía irrevocablemente a un hombre que no correspondía sus sentimientos. Un hombre cuyo mundo era tan diferente al de ella que, cada vez que entraba en él, se sentía como una princesa de un cuento de hadas.


Sin embargo, el reloj se estaba acercando rápidamente a la medianoche. Cuando Pedro consiguiera lo que deseaba, ella no le serviría de nada, igual que parecía que ya no le servía de nada a Facundo. De repente, su vida se extendía ante ella como un agujero oscuro. Sin las cosas a las que se había anclado, ¿dónde iría? ¿Quién sería?


Todo lo que había hecho hasta aquel momento tenía un propósito. Había tenido un camino que seguir. Se había sentido necesitada. Sin embargo, cuando todo lo relacionado con Pedro Alfonso y Empresas Cameron terminara, ¿en dónde se quedaría ella? Por las revistas, sabía que los hombres como él cambiaban de amantes a menudo. Incluso en la última semana se había empezado a hablar en Seaside Gazette sobre quién sería la siguiente en adornar su brazo. Las fotos que acompañaban al artículo lo habían presentado con varias de sus anteriores novias, algunas de ellas cotizadas modelos, lo que le rompía el corazón aún más.


Dado a lo que él estaba acostumbrado, ¿merecía la pena esperar que pudiera enamorarse de alguien como ella, tal y como ella se había enamorado de él?