viernes, 27 de mayo de 2016

DURO DE AMAR: CAPITULO 23





Vi a Pedro inmediatamente. Estaba vestido con una camisa blanca abotonada y una corbata azul marino, con pantalones azul marino a juego. Se veía sexy como el pecado, pero no pude dejar de notar cuán fuera de lugar se veía en el engreído club, su tatuaje jugando-a-las-escondidas con el cuello de su camisa. Y seguramente él también lo sentía, porque sus ojos se movían alrededor del estacionamiento buscándome y la postura de sus hombros sólo se relajó cuando sus ojos se encontraron con los míos.


Me apreció con una sonrisa sexy cuando me acercaba, mis tacones de aguja haciendo clic contra la calzada de ladrillo. 


Llevó una mano a la parte baja de mi espalda una vez que llegué y me atrajo a su cuerpo, dejando caer un beso en mi cuello.


—Te ves sexy, pastelito —gruñó.


Me sonrojé por el cumplido, mirando el vestido negro ajustado que rara vez tenía oportunidad de usar.


—Gracias. —Mis ojos buscaron en el estacionamiento y cuando enfoqué en mis padres, me separé del abrazo de Pedro.


Mi mamá llevaba un pantalón de color azul pálido y papá estaba en su habitual pantalón Sunday y una chaqueta azul marino, cuello desabotonado, sin corbata. Era el único día de la semana que venía sin corbata, considerando que trabajaba 24/7. Pero sabía que hacer que Pedro llevara una causaría buena impresión.


Cuando se acercaron, Pedro se inclinó en mi oído.


—¿Por qué tengo que usar una corbata si él no lo hace?


Le di un codazo en sus costillas, poniendo una sonrisa en mi cara mientras mis padres se acercaban.


Un hombre en traje se acercó desde nuestra izquierda, lanzando un juego de llaves en la mano de Pedro.


—Oye, que siga andando, volveré en un rato.


Los ojos de Pedro se encontraron con los míos, llenos de irritación. ¡Oh!


Mi confusión se aclaró y me di cuenta de que él pensó que Pedro era el aparcaautos.


Pedro le gruñó algo al hombre, y le arrojó de nuevo las llaves justo cuando mis padres se detuvieron junto a nosotros.


Mi mamá y yo intercambiamos besos y le di a papá un abrazo rápido antes de presentarles a Pedro.


Ellos le sonrieron cortésmente, y él y mi papá se dieron la mano.


—¿Qué fue eso? —preguntó mi papá, inclinando la cabeza hacia el hombre esperando en la escena para el verdadero aparca-autos.


—Sólo un malentendido —intervine rápidamente antes de que Pedro pudiera abrir su boca, y puse una sonrisa en mi cara.


Esto se sintió extraño. De una manera extraña.


Ve con ello, Paula.


Los ojos de mi madre recorrían mi vestido y cerró su boca. 


Tiré del dobladillo de mi falda, deseándola más cerca de mis rodillas. Pedro se dio cuenta de lo que estaba haciendo y tomó mi mano entre las suyas, dándole un firme apretón antes de soltarla. Tomé una respiración profunda y seguí a mis padres al comedor.


La anfitriona nos sentó en la mesa habitual de mis padres cerca de las ventanas con vista al campo de golf. Al ver cómo se estaba asentando el otoño, no muchos jugadores se desafiaban en el campo de golf hoy, pero para unas pocas almas dedicadas estaban a punto de acabar en el hoyo nueve.


Pedro fue siempre un caballero, parecía haber dejado atrás el percance con el valet y sacó mi silla antes de establecerse en su propia. Frunció el ceño ante la cantidad extensa de cubiertos en su lugar y le di un suave apretón a su rodilla debajo de la mesa.


—Paula nunca trajo una cita para nuestras cenas dominicales —dijo mí mamá, mirando con recelo a Pedro.


Pedro pensó rápidamente, tomó mi mano en la parte superior de la mesa.


—Bueno, estoy feliz de estar aquí.


Mi madre se acomodó en su silla, con la espalda todavía erguida, pero aparentemente satisfecha con su respuesta.


El camarero vino por nuestra orden de bebidas, empezando con Pedro— él ordenó una botella de cerveza. Hice una mueca. Nunca bebía en las cenas de los domingos. Era una especie de una cosa con mis padres. El resto de nosotros
pedimos té helado.


Cuando el camarero volvió con las bebidas, Pedro desechó la sugerencia de un vaso para la bebida y pensé que los ojos de mi madre se iban a salir de su cabeza. Pero cuando él inclinó la cabeza hacia atrás y bebió directamente de la botella, dejando al descubierto una pequeña sección de su tatuaje, mi madre ahogó un grito y se agarró el mantel frente a ella.


Quería ir al baño y esconderme. No habría sido la primera vez que lo habría hecho. El más lejano puesto en el lado izquierdo del baño de mujeres había servido como lugar para desaparecer unas cuantas veces durante los años en los que tenía que escapar a la intromisión de mi madre.


Papá finalmente hizo la pregunta que sabía que había estado en su mente desde que conoció a Pedro.


—Entonces, ¿qué haces, Pedro?


Pedro tomo hacia atrás otro trago fortificante de cerveza antes de responder.


—Yo trabajo de la construcción. Techos en su mayoría.


—Umm —Mi madre apretó los labios.


Mi padre se limitó a asentir


—¿Te gusta trabajar con las manos? Nunca fui muy bueno en eso. Demonios, prácticamente tengo que llamar a un electricista sólo para cambiar una bombilla.


Pedro sonrió, relajándose un poco en su silla.


—Sí, me gusta ver los resultados tangibles de mi trabajo. Hago todo tipo de cosas, carpintería, electricidad, quisiera saber si alguna vez necesitas una mano. Yo trazo la línea en la plomería, pero el resto por lo general puedo entenderlo.


Yo nunca había oído hablar a Pedro de su trabajo, me di cuenta. Me gustaba oírle describirlo. Era lo mismo que yo sentía acerca de la enfermería.


Me gustó la idea de ayudar a mejorar algo, dejándolo en mejores condiciones que la forma en que lo encontré. Claro, mi trabajo era con la gente, y Pedro estaba con materiales inanimados, pero comprendí lo que quiso decir. Dudaba que mi papá pudiera referirse, los balances no eran exactamente emocionantes.


Pero me gustaba que él asintiera con la cabeza y sonriera, al menos, trataba de relacionarse con Pedro.


El camarero tardó en volver, tomando nuestro pedido.


—¿Las costilla especiales, señor y la señora Chaves?


Mis padres estuvieron de acuerdo. Pedro le entregó su menú sin mirarlo.


—¿Hay hamburguesas aquí?


El camarero asintió con la cabeza.


—Por supuesto, señor.


Sin saber lo que me poseía, tal vez fue la despreocupada Paula comiendo alitas de pollo, haciendo su reaparición, y seguí el ejemplo de Pedro.


—Voy a tomar la hamburguesa también.


—Pero tú siempre tomas las costillas —Mi madre interrumpió.


—Lo sé, pero estoy de humor para una hamburguesa esta noche.


—No seas ridícula, ella pedirá la costilla —le dijo a mi madre al camarero.


La mirada del camarero rebotó entre mi madre y yo, aparentemente seguro de a quién escuchar, cuando Pedro interrumpido.


—Paula es una chica mayor, ella sabe lo que quiere —El comunicado fue vino un significado más profundo y todos lo sabían.


No pude evitar sonreírle antes de volverme hacia el camarero.


—La hamburguesa, por favor. La carne bien hecha con queso gouda.


Pedro se inclinó hacia atrás, cubriendo su brazo sobre el respaldo de mi silla, casualmente bebiendo su cerveza.


—¿Has visto mucho a Guillermo, querida? —preguntó mamá.


Buen momento, mamá.


Pedro me miró, claramente interesado a mi respuesta.


—No, mamá—le dije en un tono cortante, le envié una advertencia.


El resto de la cena transcurrió sin drama adicional. Mi papá y Pedro trataron de encontrar temas que tratar, y después de varios intentos fallidos con inversiones y luego la política, que finalmente se decidieron por algo en lo que ambos podrían estar de acuerdo: Chicago Bears, fútbol. Estaban discutiendo animadamente del draft y la última detención del quarterback.


Mi madre comía en silencio, apuñalando su cena y empujándola alrededor de su plato. Mi hamburguesa estaba deliciosa, y me pregunté por qué nunca me había pedido una por mi cuenta antes. Comí cada bocado y casi estallaba en mi vestido para cuando nos fuimos marchamos del restaurante un poco más tarde.


Pedro y yo permanecíamos en el estacionamiento después de que mis padres se alejaron. Su camioneta sobresalía como un pulgar adolorido en el estacionamiento lleno de sedanes de lujo y SUVs. Mi propio incluido.


—¿Sofia está cuidando a Lily?


—Sí —contestó.


—¿Tienes tiempo para venir a tomar una copa? Yo no vivo lejos de aquí. —Me gustó la idea de verlo donde yo vivía, por no hablar, yo estaba ansiosa por terminar donde lo dejamos anoche antes de que nos viéramos interrumpidos por la pesadilla de Lily.


Suspiró y se pasó las manos por el pelo, luego tiró de la corbata floja en el cuello.


—No creo que sea lo mejor.


El aire alrededor cambió. Me sentía rígida y fría.


—¿Pedro? —Desplazándome un paso más cerca—. ¿Qué es? —me preparé, dispuesta a oír que los perjuicios de mi madre fueron demasiado para él, y terminaba conmigo.


—Tengo que llegar a casa con Lily —Sus ojos se negaban a encontrarse con los míos y supe que había algo que estaba conteniendo.


Estaba a punto de decirle que Lily iba a estar bien durante una hora, pero algo en su postura rígida me dijo que no lo presionara.


—Oh, supongo que podría ir a tu casa, entonces.


Dio un paso atrás.


—Esta noche no, Paula


Fruncí el ceño, y cuando me di cuenta de que me había llamado Paula en lugar de pastelito, mi estómago se retorció en un nudo doloroso.


—¿Qué está mal?


—Escucha, Pau. Tú y yo solo nos divertimos, pero ambos sabemos que yo no puedo permitirme la mierda a que estas acostumbrada. Cenas de costillas y pedicuras de trescientos dólares no se ajustan a mi vida. Esto tiene que terminar en algún momento y cuanto más tiempo pasamos juntos sólo perjudicará a Lily más cuando eso pase.


—Lo siento, yo pensé que el baño caliente y el masaje serían bueno para sus piernas —Esa visita al spa no había sido para mí. Lo había hecho pensando en Lily. Sus ojos se abrieron ante la comprensión, y un destello de culpa parpadeaba a través de ellos.


—De todos modos, ya sabes que tengo razón. La desaprobación estaba escrita en las caras de tus padres. Yo no fui a la universidad. Yo no tengo un cierto grado de fantasía. Tengo responsabilidades, una hipoteca, y la custodia de una niña de seis años.


—¿Qué fue todo eso dentro acerca de Paula es una chica grande, ella sabe lo que quiere? —lo desafié. Claro, él tenía responsabilidades, ¿pero cuando le había mostrado que no estaba a bordo con Lily? ¿Y qué si él no tenía un título universitario? Él tenía una maldita maestría en la seducción.


—Tú eres una adulta. Debes ser capaz de hacer frente a tus padres.


—Bueno... yo sé lo que quiero —Mi tono desafiante y mis ojos no vacilaron a los suyos.


Suspiró y miró más allá de mí.


—Puede ser, pero tengo una niña a quien cuidar. Ella no tiene a nadie más. Ella tiene que venir primero. Lo siento.


—Lo sé —Comprendí eso, realmente lo hice.


—¿Me estás diciendo que piensas que tus padres aceptarían que nosotros saliéramos? No. Sabes que no lo harían. Tú mamá trataba de emparejarte con Guillermo mientras yo estaba sentado ahí.


—No me importa.


—A mí sí —Su expresión no vaciló. Era como si alguien hubiera pisoteado mi pecho, y yo luchaba por respirar.


Pedro... —Extendí la mano por su brazo, pero él dio un paso atrás.


—Vete a casa, Paula.


Su tono carente de emoción casi me heló la piel y me encontré un paso atrás en mis talones. No quería que me viera llorar, me di la vuelta y huí a mi coche



DURO DE AMAR: CAPITULO 22




Pedro cambió a una película bajo la estratagema de nosotros acurrucándonos en el sofá, pero la forma en que presionó firmemente su cuerpo contra mi espalda, acariciaba y mordisqueaba mi cuello me distraía bastante. Podía sentir su latido contra mi cuerpo, y me relajaba con la comodidad que me proporcionaba, incluso aunque no durara para siempre.


—¿Dónde vives, Pau? —preguntó suavemente.


—¿Eh?


Hizo girar un mechón de mi cabello con su dedo.


—En la ciudad —bostecé—. ¿Por qué?


—No me gusta que tengas que manejar a casa en la noche —Su preocupación gentil flotó en el aire que nos rodeaba, sintiéndome fuera de lugar, pero dulce—. Pero si te quedas aquí… Lily podría preguntar todo tipos de preguntas que no estoy listo para contestar.


Lo que quería decir, es que él no estaba preparado para dónde esta relación se dirigía. ¿Estábamos aún en el territorio de relación?


Dios, realmente necesito tener el control.


—Está bien, Pedro. Vivo en un edificio seguro. Tengo un estacionamiento subterráneo y un portero —No mencioné el centro de fitness, spa y conserje las veinticuatro horas, sabiendo que eso era parte de mi vida que Pedro no estaba
acostumbrado.


Él no insistió más, pero me di cuenta que mi respuesta no le satisfacción.


Cubrió su pesado brazo alrededor de mi cintura y tiró de mí con más fuerza.


—¿Cómo es posible que sigas siendo virgen, pastelito? Eres demasiado sexy para tu bien.



No consideré solo su pregunta, también consideré mi respuesta. No era algo que había planeado.


—Fui a una escuela privada para niñas, y las pocas citas que tuve eran chaperones a mis bailes, organizados por mis padres. Pasamos la navidad en Aspen, veranos en la casa del lago, y creo que realmente no era el momento.


Me moví, acurrucándome más cerca de su cuerpo caliente.


—Decidí quedarme cerca de la universidad en vez de marcharme y encontrar mi propio camino como me prometí que lo haría. Y supongo que seguí viviendo en el molde que mis padres crearon. Estúpido, ¿eh?


—No, en absoluto, nena. Eso no es lo que quise decir —Me dio un abrazo, sosteniéndome cerca—. Sé que no soy el tipo con que usualmente sales, pero quizás… sólo por ahora…


—Shh. Vamos paso a paso, Pedro —Entrelacé mis dedos con los suyos y los llevé a mis labios para darle un beso en la parte posterior de su mano. Se rió en mi oreja, enviando un susurro cálido a mi cuello.


—Puedo pensar en algo que me gustaría que besaras mejor que mi mano —Su voz era baja y áspera.


Detrás de mí sentí la creciente erección en sus jeans y contuve irregularmente mi aliento. Me di vuelta en el estrecho sofá, así estaba frente a él.


Sus ojos eran oscuros e intensos y llenos de deseo. Sin palabras, cada uno empezó a desabrochar los pantalones del otro mientras nuestras lenguas chocaban en un beso frenético.


Pedro sacó mis jeans por mis piernas, tomando mi ropa interior con ellos.


Tiré de sus pantalones y bóxer lo suficientemente abajo como para sentir el calor de su sólido pene presionando contra mi firme vientre desnudo. Le agarré con ambas manos, tan abundante como era, y lo acaricié con cuidado.


—Mierda, eso se siente bien —Miró mis manos trabajando hacia arriba y abajo, gruñendo en su garganta. Tiró del dobladillo de mi blusa, y lo liberé momentáneamente para levantar los brazos por encima de mi cabeza, permitiéndole extraer la ilícita pieza de tela.


Me arrastré encima de él, así que estaba acostada al ras de su cuerpo, su tensa erección empujando en mi apertura. 


Estábamos tan cerca, sólo unos milímetros más y estaría dentro de mí. Su oscura mirada chocó con la mía y me abrazó sin palabras. Sacudí mis caderas con las suyas, deslizando su pene contra mis pliegues húmedos. Sentí su cuerpo tensarse y cuando abrí mis ojos, los cerró y respiraba de manera desigual.


Los sonidos de susurros suaves salían de la habitación de Lily. Nos apartamos, los ojos buscando al otro.


—¡Pedro! —gritó Lily.


Saltó, poniéndose sus jeans y se fue corriendo a la habitación.


Me senté en el sofá y me puse la ropa. El momento se había ido. Podía oír la voz de Pedro murmurando palabras cariñosas y calmantes para Lily.


Me puse mis zapatos y mi chaqueta. Había sido un día largo, y mis emociones sobre Pedro y las quejas de Lily me dejaron exhausta.


Pedro regresó unos minutos más tarde, luciendo desgastado.


—¿Está bien?


Se frotó la parte trasera del cuello.


—Sí, está bien. Sólo un mal sueño. La puse en mi cama.


Oh.


Miró mi chaqueta y frunció el ceño.


—Se está haciendo tarde —expliqué.


Asintió con la cabeza.


—Sí, supongo que sí —Cruzó la habitación en dos zancadas fáciles y me atrajo a su pecho, plantando un beso suave en mi boca—. Buenas noches.


—Buenas noches —susurré, sin aliento por su beso.


Me acompañó a la acera y se detuvo cerca de la puerta del auto cuando me subí en el interior.


—Así que mañana, ¿verdad? ¿A qué hora?


—A las seis. Nos encontraremos en frente del Sherman Oaks Country Club.


Negó con la cabeza.


—Maldita sea, pastelito…


Sabía que excluí convenientemente que la cena sería en el club de mis padres. 


Le sonreí con dulzura.


—Oh, y ¿Pedro? Usa una corbata —Cerré la puerta de mi auto en su expresión de asombro y él se apartó. Como pasamos de estrella-porno-paciente a pseudo-novio, no tenía ni idea. A pesar del día doméstico que compartimos, no podía olvidar que Pedro y yo veníamos de partes muy diferentes de la vida, y sabía que la cena con mis padres pondría a prueba cualquier relación que habíamos desarrollado.